Papa Pío XII

El Papa Pío XII, nacido Eugenio Pacelli, fue el 260.º Pontífice de la Iglesia Católica, sirviendo desde el 2 de marzo de 1939 hasta el 9 de octubre de 1958. Su pontificado coincidió con algunos de los eventos más turbulentos del siglo XX, incluyendo la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría. A lo largo de su papado, Pío XII se dedicó a promover la paz, ofrecer asistencia humanitaria y defender los principios del derecho internacional y la moral cristiana frente a las ideologías totalitarias. Su legado es complejo y ha sido objeto de considerable debate, especialmente en relación con su respuesta al Holocausto, aunque se reconocen sus esfuerzos discretos para proteger a los perseguidos.
Tabla de contenido
Primeros años y formación
Eugenio Pacelli nació en Roma en 1876 en una familia de juristas con estrechos lazos con la Santa Sede1. Realizó sus estudios de derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y, en 1899, fue ordenado sacerdote2. En 1901, completó sus estudios teológicos en el Instituto S. Apollinare de Letrán2. Su formación jurídica fue fundamental en su carrera eclesiástica, llevándolo a servir como secretario de la Comisión para la Codificación del Derecho Canónico2.
Carrera diplomática y ascenso al papado
La carrera de Pacelli en la Iglesia se caracterizó por su experiencia diplomática. Sirvió como nuncio apostólico en Alemania desde 1917 hasta 1929, un período que le permitió comprender los crecientes peligros que conducirían a la Segunda Guerra Mundial2,1. Durante su tiempo en Alemania, colaboró con Benedicto XV en un intento por detener la «masacre sin sentido» de la Primera Guerra Mundial y reconoció tempranamente el peligro de la ideología nacionalsocialista, con sus raíces antisemitas y anticatólicas1.
En diciembre de 1929, fue creado cardenal y poco después asumió el cargo de Secretario de Estado1. Durante nueve años, fue un fiel colaborador de Pío XI, una época marcada por el auge de varios totalitarismos, como el fascismo, el nazismo y el comunismo soviético, los cuales Pío XI condenó en encíclicas como Non abbiamo bisogno, Mit brennender Sorge y Divini Redemptoris1.
El 2 de marzo de 1939, Eugenio Pacelli fue elegido Papa, tomando el nombre de Pío XII3. Su pontificado comenzó en un momento crítico, con las nubes de una nueva guerra mundial cerniéndose sobre Europa1.
Pío XII y la Segunda Guerra Mundial
El pontificado de Pío XII estuvo intrínsecamente ligado a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Desde el inicio de su papado, no dejó de hacer llamamientos por la paz4,5. El 24 de agosto de 1939, pocos días antes del estallido de las hostilidades, pronunció palabras proféticas: «El peligro es inminente, pero aún hay tiempo. Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra»6,1,4. Lamentablemente, su advertencia no fue escuchada4.
Una vez iniciada la guerra, la Santa Sede, incapaz de detenerla, se esforzó por evitar su propagación y mitigar sus efectos4. El Papa y sus consejeros realizaron esfuerzos incansables tanto a nivel diplomático como humanitario, buscando mantenerse al margen de tomar partido en un conflicto que enfrentaba a pueblos de diferentes ideologías y religiones4. Su preocupación constante fue no agravar la situación ni comprometer la seguridad de las poblaciones sometidas a pruebas extraordinarias4.
Pío XII expresó su angustia ante el sufrimiento de innumerables personas, lamentando la «avalancha amenazante de conflictos internacionales» y el «terrible torbellino de la guerra»6,7. Hizo un llamado a los líderes responsables para que resolvieran sus diferencias en un ambiente de entendimiento mutuo6. A pesar del aumento de tragedias, no abandonó sus esperanzas y esfuerzos en favor de los afligidos6.
El Papa también se preocupó por la protección de Italia, especialmente de Roma, que como sede episcopal de los Papas, tenía lazos especiales con la Santa Sede6. Recibió apelaciones diarias de padres y madres, jóvenes y ancianos, buscando su ayuda6. En una carta al presidente Franklin Delano Roosevelt en 1943, Pío XII expresó su esperanza de que el pueblo italiano fuera tratado con consideración y que sus santuarios religiosos y artísticos se salvaran de la ruina irreparable6.
El Holocausto y las críticas
La respuesta de Pío XII al Holocausto ha sido uno de los aspectos más debatidos de su pontificado3. Aunque se le acusa de «silencio» o «pasividad» ante las atrocidades nazis, también se reconoce que a través de su «compromiso personal salvó muchas vidas judías»2,3.
En su mensaje de Navidad de 1942, con la voz quebrada por la emoción, Pío XII deploró la situación de «cientos de miles de hombres y mujeres que, sin culpa propia, a veces solo por su nacionalidad o raza, han sido entregados a la muerte o a una lenta decadencia»1. Este fue un claro, aunque discreto, «referencia a la deportación y exterminio de los judíos»1. A menudo actuó en secreto y en silencio, previendo que solo de esta manera podría evitar lo peor y salvar al mayor número posible de judíos1.
Numerosas y unánimes fueron las «manifestaciones de gratitud por sus intervenciones» al final de la guerra y en el momento de su muerte, incluso de las más altas autoridades del mundo judío1. Golda Meir, Ministra de Asuntos Exteriores de Israel, escribió: «Cuando el temible martirio llegó a nuestro pueblo, la voz del Papa se alzó por sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que hablaba de grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario» y concluyó: «Lamentamos a un gran Siervo de la paz»1.
Pío XII también tomó medidas para proteger a los perseguidos en Roma. Cuando la ciudad fue ocupada y se le aconsejó repetidamente que abandonara el Vaticano para buscar seguridad, su respuesta fue siempre la misma: «No dejaré Roma y mi deber, incluso si ello significa que debo morir»1. Se sometió voluntariamente a privaciones de alimentos, calefacción y ropa para compartir la condición de las personas duramente probadas por los bombardeos y las consecuencias de la guerra1.
La postura sobre la guerra justa
Si bien Pío XII favorecía los medios pacíficos para resolver conflictos, también reconoció la existencia de una «guerra verdaderamente justa»8. En su alocución Nei Tesori de 1941 a estudiantes universitarios italianos, elogió a quienes estaban dispuestos a hacer el sacrificio necesario y último para defender, con la fuerza si fuera necesario, una posición justa8. Admiraba el heroísmo en tiempos peligrosos y a los virtuosos que vencían al malhechor con la esperanza de convertirlos a caminos más «amables»8.
Sin embargo, el Papa recordó que los principios del «derecho natural internacional» regulan las relaciones y actividades internacionales de todos los pueblos8. Estos principios exigen respeto por los derechos a la independencia, a la vida y a la posibilidad de desarrollo continuo de las civilizaciones, además de la fidelidad a los pactos acordados y sancionados conforme a la ley de las naciones8. Advirtió que al guerrero virtuoso le estaba prohibido emplear medios de «crueldad contra personas inocentes» o «castigar a los culpables más allá de los límites de la justicia»8.
El período de posguerra y la Guerra Fría
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII continuó su labor por la paz y la reconstrucción. En 1945, se dirigió al Colegio Cardenalicio, mirando hacia el futuro del mundo y abogando por el triunfo del derecho4. Destacó que las naciones, especialmente las pequeñas y medianas, exigían que se les permitiera controlar sus propios destinos y que tenían derecho a rechazar la imposición de nuevos sistemas políticos o culturales4.
El período de posguerra fue igualmente complejo, con la emergencia de la «Guerra Fría»1. Pío XII se preocupó por la situación de millones de seres humanos que aún vivían en condiciones inhumanas en Europa, a pesar de que la guerra había terminado hacía años, y por los conflictos que seguían activos en otras partes del mundo9. En 1948, con la Asamblea de las Naciones Unidas a punto de reanudar sus sesiones para abordar los problemas de la paz y la seguridad mundial, el Papa enfatizó la necesidad de la oración para esta asamblea9.
Pío XII también se dirigió a los miembros del Congreso de los Estados Unidos en 1944, recordándoles la grave responsabilidad de los legisladores en la historia humana10. Subrayó que las cuestiones que debían decidir tenían un significado más allá de lo político, alcanzando las raíces de la sociedad humana, la inviolabilidad de la persona humana y los derechos inalienables dados por Dios10. Entre estos derechos, destacó la libertad de practicar la religión basada en la fe en Dios y su revelación10.
El Papa abogó por que la paz duradera solo se lograría si Dios tenía el primer lugar en los consejos de las naciones, y si sus Diez Mandamientos y las verdades dadas por Cristo eran los cimientos del nuevo mundo10.
Preocupación por los refugiados
Un problema que Pío XII abordó con particular dedicación fue el de los refugiados, quienes, bajo la presión de eventos políticos, se vieron obligados a abandonar sus hogares y buscar hospitalidad en tierras extranjeras11,12. En 1952, entregó un documento al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, urgiendo a las autoridades gubernamentales y a las asociaciones caritativas a cooperar plenamente y contribuir generosamente a la iniciativa de establecer un fondo para las necesidades esenciales de los refugiados11.
En 1957, al recibir al Comité Judío Americano, Pío XII reafirmó su interés en la difícil situación de los pueblos que habían sido obligados a huir de sus tierras natales12. Recordó haber instado repetidamente a que los principios fundamentales de justicia y caridad, así como la práctica de ofrecer asilo, fueran la norma de conducta gubernamental12. Le consolaba saber que su llamamiento había sido generosamente atendido en muchos países12.
Contribuciones teológicas y litúrgicas
Pío XII también dejó una huella significativa en la teología y la liturgia de la Iglesia Católica3. Promulgó varias constituciones apostólicas para actualizar el derecho canónico oriental, como Crebrae allatae (1949) sobre el matrimonio en las Iglesias Católicas Orientales, Sollicitudinem nostram (1950) sobre el procedimiento judicial, Postquam apostolicis (1952) sobre la propiedad de la Iglesia y Cleri sanctitati (1957) sobre la constitución de las Iglesias Orientales2.
Entre sus encíclicas más importantes se encuentra Mystici Corporis Christi (1943), que articuló la enseñanza de la Iglesia sobre el Cuerpo Místico de Cristo y enfatizó la importancia de la misión de la Iglesia en el mundo moderno3. También se centró en el diálogo ecuménico y la promoción de la fe católica a nivel mundial3.
Legado y canonización de Pío X
El pontificado de Pío XII fue un tiempo de gran tribulación, pero también de profunda fe y esfuerzo incansable por la paz y la caridad1,13. Su amor por Roma y su pueblo se manifestó en su decisión de permanecer en la ciudad durante la ocupación y en su intensa obra caritativa en favor de los perseguidos, sin distinción de religión, raza, nacionalidad o afiliación política1.
En 1954, Pío XII canonizó solemnemente a su predecesor, Pío X, ante una vasta multitud en la Plaza de San Pedro en Roma14. Pío X, quien había previsto la Primera Guerra Mundial, murió poco después de su estallido, expresando su deseo de dar su vida para salvar a sus hijos de ese flagelo14. La canonización de Pío X fue la primera de un Papa desde Pío V en 167214.
Conclusión
El Papa Pío XII, Eugenio Pacelli, fue una figura central en la Iglesia Católica durante un período de crisis global. Su pontificado se caracterizó por un compromiso inquebrantable con la paz, la justicia y la caridad en medio de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. A pesar de las controversias que rodearon su liderazgo, especialmente en relación con el Holocausto, su dedicación a la protección de los perseguidos y su incansable labor humanitaria son ampliamente reconocidas. Sus contribuciones a la teología y el derecho canónico, junto con su visión de una paz fundada en los principios divinos, sentaron las bases para futuros desarrollos en la Iglesia. Su vida y obra ofrecen un testimonio de la complejidad y el desafío de liderar la Iglesia en tiempos de profunda agitación.
Citas
Capilla Papal para el difunto Papa Pío XII en el 50.º aniversario de su muerte, Papa Benedicto XVI. 9 de octubre de 2008: Capilla Papal para el difunto Papa Pío XII en el 50.º aniversario de su muerte (2008). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17
Pío XII, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Pío XII (2015). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Papa #260: Ven. Pío XII, Magisterium AI. Breve Historia de los Papas de la Iglesia Católica, §Papa 260: Ven. Pío XII (2024). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
La acción de la Santa Sede, Papa Juan Pablo II. Mensaje con motivo del 50.º aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial (27 de agosto de 1989), § 3 (1989). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Papa Juan Pablo II. Discurso en el 25.º aniversario de la muerte del Papa Pío XII y la elección del Papa Juan XXIII (8 de octubre de 1983) - Discurso, § 2 (1983). ↩
Papa Pío XII. Carta al Presidente Franklin Delano Roosevelt de los Estados Unidos de América (19 de mayo de 1943) (1943). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Robert John Araujo, S.J. Enseñanzas católicas romanas sobre el uso de la fuerza: Evaluación de derechos y errores desde la Primera Guerra Mundial hasta Irak, § 6. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Papa Pío XII. A la primera gran peregrinación americana de la Posguerra (1 de septiembre de 1948) (1948). ↩ ↩2
Papa Pío XII. A un grupo de miembros del Congreso de los Estados Unidos (15 de diciembre de 1944) - Discurso (1944). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Pío XII. Discurso del Papa Pío XII - Declaración sobre los Refugiados - Discurso (1952). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Discurso de Su Santidad Pío XII al Presidente del 'American Jewish Committee' de Nueva York (Viernes, 28 de junio de 1957) - Discurso (1957). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. 6 de noviembre de 1983: Misa por las almas de los difuntos Papas Pío XII y Juan XXIII - Homilía, § 3 (1983). ↩
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 481. ↩ ↩2 ↩3