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Perdón

El perdón, en la teología católica, es un acto esencial de la misericordia divina y un componente fundamental de la vida cristiana. Se manifiesta principalmente a través de la remisión de los pecados por Dios, un don que se experimenta de manera preeminente en el Sacramento de la Penitencia y Reconciliación. Este perdón divino no solo cancela la culpa del pecado, sino que también busca una transformación profunda del corazón del pecador, llevándolo a la conversión y a la reconciliación con Dios y con la Iglesia. Los cristianos están llamados a imitar esta misericordia divina perdonando a los demás, sin límites, como condición para recibir el perdón de Dios.

Tabla de contenido

La Naturaleza del Perdón Divino

El perdón de los pecados es una prerrogativa exclusiva de Dios1. En el Evangelio, los escribas reconocen que solo Dios puede perdonar los pecados, aunque no comprenden que Jesús, al perdonar al paralítico, revela su identidad divina y su autoridad para hacerlo1. La misericordia del Padre es la fuente de todo perdón, y Él obra la reconciliación de los pecadores a través de la Pascua de su Hijo y el don del Espíritu Santo, mediante la oración y el ministerio de la Iglesia2.

El perdón divino se distingue del perdón humano. Mientras que el perdón humano implica abstenerse de considerar la ofensa recibida, el perdón de Dios erradica y destruye el pecado mismo. Esto significa que la malicia o el desorden moral que hace que un acto sea pecaminoso es aniquilado, aunque el recuerdo psicológico del hecho pueda permanecer1. Así, la evaluación moral que una persona hace de sus acciones pasadas cambia, y el estigma del pecado que causaba sufrimiento deja de existir, liberando al individuo1.

El Papel de Cristo en el Perdón

Jesucristo es el centro del plan salvífico de reconciliación y misericordia del Padre3. Él inició su ministerio predicando el arrepentimiento y la conversión, acogiendo a los pecadores y reconciliándolos con el Padre3. Sobre todo, Jesús murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación3. Su sacrificio expiatorio tiene un valor infinito y nos purifica de nuestros pecados de una vez por todas4,5.

La Pasión de Cristo absorbe la fuerza destructiva del pecado y la muerte6. En la cruz, Jesús, quien no conoció el pecado, se hizo pecado por nosotros (cf. 2 Cor 5:21)6. Su súplica «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34) marca un nuevo comienzo en la historia humana, reemplazando la venganza con el perdón y el odio con el amor6. Su sangre, la sangre de la nueva alianza, fue derramada para el perdón de los pecados (Mt 26:27)6.

Medios para Obtener el Perdón

La Iglesia, como Cuerpo Místico de Cristo, es el instrumento vivo del perdón de Cristo y ofrece diversos medios para que los fieles obtengan la remisión de sus pecados7,8.

El Bautismo

El Bautismo es el primer sacramento que perdona todos los pecados, tanto el pecado original como los pecados personales3. Es la victoria inicial de Cristo sobre el pecado en la vida del creyente3. En el Credo, la Iglesia Católica proclama su fe en «un solo bautismo para el perdón de los pecados»3.

El Sacramento de la Penitencia y Reconciliación

El Sacramento de la Penitencia y Reconciliación es el medio ordinario instituido por Cristo para el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo3,9. Aquellos que se acercan a este sacramento obtienen el perdón de la misericordia de Dios por las ofensas cometidas contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que han herido con sus pecados10.

Los elementos esenciales de este sacramento, expresados en la fórmula de la absolución de la Iglesia Latina, son que el Padre de las misericordias es la fuente de todo perdón, y que Él obra la reconciliación a través de la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, mediante la oración y el ministerio de la Iglesia2.

Para los pecados graves (mortales), la confesión individual e integral y la absolución constituyen el único medio ordinario por el cual un fiel consciente de pecado grave se reconcilia con Dios y la Iglesia3. Solo una imposibilidad física o moral excusa de este tipo de confesión; en tal caso, la reconciliación puede obtenerse por otros medios3. Sin embargo, la convicción de fe de la Iglesia Católica es que Cristo instituyó el Sacramento de la Penitencia para todos los miembros pecadores de su Iglesia, especialmente para aquellos que, después del Bautismo, han caído en pecado grave y han perdido la gracia bautismal3. Este sacramento les ofrece una nueva oportunidad para convertirse y recuperar la gracia de la justificación3. Los Padres de la Iglesia lo presentan como «la segunda tabla [de salvación] después del naufragio que es la pérdida de la gracia»3.

El sacramento de la Penitencia y Reconciliación es una celebración de la misericordia, donde se experimenta el abrazo del Padre que sale a nuestro encuentro11. No solo concede el perdón de Dios, sino también gracias especiales que ayudan al penitente a superar las tentaciones y evitar la repetición de los pecados12.

La Eucaristía

El Sacramento de la Eucaristía fue instituido en la sangre de Cristo para el perdón de los pecados3. A lo largo del tiempo, la reflexión teológica ha clarificado que la Sagrada Eucaristía perdona los pecados veniales y es una protección contra el pecado mortal3. Sin embargo, quien es consciente de haber cometido un pecado mortal no debe recibir la Sagrada Comunión sin antes hacer una confesión sacramental, si hay un confesor disponible3. En el sacrificio de la Misa, la pasión y muerte de Cristo para el perdón de los pecados se hacen presentes3.

La Oración de Petición y la Caridad

La primera moción de la oración de petición es pedir perdón, como el publicano en la parábola: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador» (Lc 18:13)13. Es un requisito previo para una oración justa y pura13. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre, con su Hijo Jesucristo y entre nosotros13.

Además, el perdón puede obtenerse comenzando a vivir en la caridad11. El Apóstol Pedro afirma que «el amor cubre multitud de pecados» (1 Pe 4:8)11.

Las Indulgencias

La indulgencia es un signo distintivo y familiar para los fieles, que revela la plenitud de la misericordia del Padre, quien ofrece a todos su amor, expresado principalmente en el perdón de los pecados9. Con la indulgencia, el pecador arrepentido recibe la remisión de la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa9. Esto se basa en la convicción de la Iglesia de que el perdón de Dios implica un cambio real de vida, la eliminación gradual del mal interior y una renovación en nuestra forma de vivir9. Las indulgencias se nutren del «tesoro de la Iglesia», que contiene las buenas obras de Cristo y de los santos5.

La Reconciliación Fraterna

Jesús insiste en que la persona que ha sido herida por otra debe dar el primer paso, cancelando la ofensa mediante el perdón ofrecido «de corazón» (cf. Mt 18:35; Mc 11:25)4. También pide al ofensor que «vaya a reconciliarse con su hermano que tiene algo contra él» antes de presentar su ofrenda en el altar (Mt 5:23-24)4. Un acto de culto sin el deseo previo de reparar el daño al prójimo no agrada a Dios4. Lo que importa es cambiar el propio corazón y mostrar de manera apropiada que realmente se desea la reconciliación4.

El perdón fraterno es una condición para recibir el perdón de Dios11,14. No hay límite ni medida para este perdón esencialmente divino, ya sea que se hable de «pecados» (Lc 11:4) o «deudas» (Mt 6:12)14. Estamos siempre en deuda: «No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros» (Rom 13:8)14. Jesús enseña a perdonar no siete veces, sino setenta veces siete, lo que significa en la práctica sin ningún límite15,6.

La reconciliación no solo concierne nuestra relación con Dios Padre, sino también con nuestros hermanos y hermanas7. Toda la Iglesia coopera en la conversión de los pecadores mediante la oración, la exhortación, la corrección fraterna y el apoyo caritativo7. Sin reconciliación con nuestros hermanos y hermanas, el amor no se encarnaría en el individuo7.

La Purificación de la Memoria

La Iglesia, aunque santa por su incorporación a Cristo, siempre está necesitada de purificación y avanza por el camino de la penitencia y la renovación16. En el Gran Jubileo del Año 2000, el Papa Juan Pablo II pidió a la Iglesia que «se arrodillara ante Dios e implorara perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos e hijas»17. Este proceso se conoce como la «purificación de la memoria»17.

La purificación de la memoria implica reconocer las infidelidades al Evangelio cometidas por algunos cristianos a lo largo de la historia, pidiendo perdón por las divisiones, la violencia en nombre de la verdad y las actitudes hostiles hacia los seguidores de otras religiones18. También se pide perdón por las responsabilidades de los cristianos en los males actuales, como el ateísmo, la indiferencia religiosa, el secularismo, el relativismo ético y las violaciones del derecho a la vida18.

Este reconocimiento de los errores pasados sirve para reavivar las conciencias ante los compromisos del presente, abriendo el camino a la conversión para todos17. La Iglesia, en su profunda comunión, asume el peso de las faltas pasadas para purificar la memoria y vivir la renovación del corazón y la vida según la voluntad del Señor19.

Conclusión

El perdón es un don inmenso de la misericordia de Dios, ofrecido a la humanidad a través de Jesucristo y mediado por la Iglesia. Es un proceso que abarca la remisión de la culpa, la erradicación del pecado y la transformación del corazón. La vida cristiana nos llama a aceptar este perdón divino, a través de los sacramentos y la oración, y a extenderlo a nuestros hermanos, reflejando así el amor ilimitado del Padre. La purificación de la memoria de la Iglesia también nos recuerda la necesidad constante de arrepentimiento y renovación, tanto individual como comunitaria, para que el rostro de Cristo resplandezca con mayor claridad en el mundo.

Citas

  1. II. El perdón, Georges Cardenal Cottier. La Purificación de la Memoria, § 3. 2 3 4

  2. Sección segunda: Los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1449. 2

  3. Parte I: La renovación de la fe y la doctrina - 2. La reconciliación de los penitentes en la vida de la Iglesia. Congregación para la Doctrina de la Fe. La Nueva Evangelización y el Sacramento de la Penitencia, §Parte I. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

  4. B2. Enfoque bíblico - 2.2. El Nuevo Testamento, Comisión Teológica Internacional. Memoria y reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado, § 2.2 (2000). 2 3 4 5

  5. Romanus Cessario, O.P. Observaciones sobre el pecado y la indulgencia, § 8. 2

  6. Michele M. Schumacher. Hacia una espiritualidad de la pobreza, § 4. 2 3 4 5

  7. Reconciliación, Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 22 de septiembre de 1999, § 5 (1999). 2 3 4

  8. Papa Juan Pablo II. A los obispos de Portugal con motivo de su visita «ad limina» (30 de noviembre de 1999) - Discurso, § 4 (1999).

  9. Papa Juan Pablo II. Incarnationis mysterium: Bula de indicción del Gran Jubileo del Año 2000, § 9 (1998). 2 3 4

  10. Sección segunda: Los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1422.

  11. Papa Francisco. Misericordia et misera, § 8 (2016). 2 3 4

  12. Papa Juan Pablo II. A Su Eminencia Cardenal William W. Baum (1 de abril de 2000) - Discurso, § 5 (2000).

  13. Sección primera: La oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2631. 2 3

  14. Sección segunda: La oración del Señor, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2845. 2 3

  15. Parte III - Capítulo I - La promoción de la penitencia y la reconciliación: Modos y medios - Catequesis, Papa Juan Pablo II. Reconciliatio et Paenitentia, § 26 (1984).

  16. IV. La presencia del pecado, Georges Cardenal Cottier. La Purificación de la Memoria, § 5.

  17. Día del perdón, Papa Juan Pablo II. 12 de marzo de 2000, Día del perdón, § 3 (2000). 2 3

  18. Día del perdón, Papa Juan Pablo II. 12 de marzo de 2000, Día del perdón, § 4 (2000). 2

  19. Introducción, Comisión Teológica Internacional. Memoria y reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado (2000).