Pereza
La pereza, conocida en la tradición católica como acedia, es uno de los siete pecados capitales. Se manifiesta como una apatía espiritual profunda, un disgusto o aversión hacia el bien espiritual y las prácticas religiosas, que puede llevar a la negligencia de los deberes y a una inactividad perjudicial. Aunque a menudo se asocia con la simple holgazanería o inactividad física, su raíz es un rechazo más grave de los bienes divinos y de la vocación que Dios ha dado al ser humano. Este artículo explorará la naturaleza de la pereza, sus manifestaciones, sus causas y los remedios propuestos por la tradición católica.
Tabla de contenido
¿Qué es la Pereza?
La pereza, o acedia, se define como una tristeza opresiva que pesa sobre la mente de una persona, haciendo que no quiera hacer nada1. Su origen griego, «acedia,» significa literalmente «falta de cuidado»2. Es una tentación peligrosa que va más allá de la mera pereza física. Quienes caen en ella experimentan un disgusto por todo, incluso por la relación con Dios, y las acciones que antes les llenaban el corazón ahora les parecen inútiles2.
San Gregorio Magno y Santo Tomás de Aquino, siguiendo a San Juan Casiano, la incluyeron entre los siete pecados capitales3. Un pecado capital es aquel que engendra otros pecados y vicios3. La pereza es fundamentalmente una aversión al bien espiritual divino4. Esto implica un rechazo de los bienes espirituales porque se perciben como difíciles, gravosos para el cuerpo o como obstáculos para la comodidad y el placer5. En su núcleo, la acedia es un alejamiento deliberado de Dios, un deseo de que Dios no hubiera ennoblecido la naturaleza humana con una vocación superior5.
La Pereza como Apatía Espiritual
Más que simple inactividad, la pereza es una apatía espiritual profunda que se manifiesta en el descontento y la aversión a la oración atenta y al crecimiento en la relación con Dios2. Es una especie de depresión que surge de una práctica ascética laxa, una disminución de la vigilancia y la despreocupación del corazón6. Para aquellos que la padecen, la vida pierde su significado, la oración se vuelve aburrida y toda lucha parece sin sentido. Las pasiones cultivadas en la juventud parecen ilógicas, sueños que no trajeron felicidad2.
La acedia es contraria al mandamiento de santificar el día del Señor, que ordena el reposo de la mente en Dios4. Es una retirada de la alegría del bien divino, donde los bienes espirituales son vistos y sentidos como desagradables. Pasar tiempo ante el Santísimo Sacramento, por ejemplo, puede volverse repulsivo o aburrido4.
Manifestaciones y Efectos de la Pereza
La pereza no solo afecta la vida espiritual, sino que también tiene repercusiones en la vida cotidiana y en el carácter de la persona.
Signos de la Pereza
El monje Evagrio describió la tentación de la acedia con gran detalle:
El perezoso tiene el ojo continuamente fijo en las ventanas, fantaseando con visitas2.
Al leer, bosteza a menudo y se vence fácilmente por el sueño, se frota los ojos y las manos, y aparta la vista del libro para mirar la pared2.
Finalmente, apoya el libro bajo su cabeza y se queda dormido ligeramente hasta que el hambre lo despierta2.
En resumen, «el hombre perezoso no hace la obra de Dios con diligencia»2.
San Gregorio Magno señala que la pereza «sume en un sueño profundo»7. Aunque el perezoso pueda estar «despierto» en el sentido de sentir correctamente, se entorpece al no hacer nada, y gradualmente pierde incluso la lucidez del recto sentir cuando abandona el celo por el bien obrar7.
Las «Hijas» de la Pereza
Santo Tomás de Aquino y San Gregorio Magno asignan a la pereza varias «hijas» o vicios que surgen de ella8,4:
Malicia: Una inclinación general hacia el mal.
Rencor o Envidia: Una tristeza por el bien ajeno o por los bienes espirituales de otros.
Pusilanimidad (Faint-heartedness): La falta de coraje para emprender grandes obras o para perseverar en el bien.
Desesperación: La pérdida de la esperanza en la salvación o en la ayuda divina.
Torpor o lentitud en el cumplimiento de los mandamientos: Una negligencia en las obligaciones religiosas y morales4.
Divagación de la mente hacia cosas ilícitas: La búsqueda de placeres mundanos como escape de la tristeza espiritual5,8.
Estas «hijas» demuestran cómo la pereza corrompe el carácter, llevando a una indiferencia perezosa hacia los mandamientos y a la búsqueda de distracciones inmorales5.
La Pereza en las Escrituras
Las Escrituras ofrecen numerosas advertencias contra la pereza:
El libro del Eclesiástico (Sirácides) prohíbe la pereza, diciendo: «Inclina tu hombro y cárgala [la sabiduría espiritual], y no te aflijas por sus cadenas» (Eclo 6,26)1.
Salomón en Proverbios describe al perezoso con imágenes vívidas: «El perezoso dice: '¡Hay un león en el camino! ¡Hay un león en las calles! '»9. También compara al perezoso con una puerta que gira sobre sus bisagras, sin ir a ninguna parte9.
El perezoso es aconsejado a ir a la hormiga para aprender la sabiduría del trabajo y la previsión10.
La parábola del siervo perezoso que no invirtió el talento recibido (Mateo 25,24ss) condena la inactividad y la falta de aprovechamiento de los dones de Dios11.
El libro de Siracides compara al ocioso con una «piedra inmunda» y el «estiércol de los muladares», de quien todos se burlan12.
Causas y Naturaleza Profunda de la Pereza
La pereza no es simplemente una falta de energía, sino un problema más profundo relacionado con la voluntad y la relación del individuo con lo divino.
Rechazo del Bien Divino
En el corazón de la acedia yace un rechazo del bien espiritual, especialmente del bien divino mismo5. Se desprecia lo espiritual porque se percibe como difícil, gravoso o un impedimento para el confort corporal y el placer. Sin embargo, la razón más grave es un apartamiento deliberado de Dios5. El hombre huye de Dios porque Dios ha elevado la naturaleza humana a un estado superior, un estado divino, y con ello ha impuesto al hombre un estándar más elevado de obligación. La acedia es, en última instancia, una «detestación del bien divino» (De malo, 8, 1), con el resultado monstruoso de que, al reflexionar, el hombre desea expresamente que Dios no lo hubiera ennoblecido y lo hubiera «dejado en paz»5.
La pereza es el rechazo sin alegría, de mal humor y egoísta de la nobleza de los hijos de Dios con todas las obligaciones que conlleva. El hombre no quiere ser lo que Dios quiere que sea5.
Conexión con la Depresión
Los lectores contemporáneos a menudo perciben en las descripciones de la acedia algo que recuerda de cerca el mal de la depresión, tanto desde un punto de vista psicológico como filosófico2. De hecho, para aquellos que están atrapados por la acedia, la vida pierde su significado, la oración se vuelve aburrida y toda batalla parece sin sentido2.
Remedios contra la Pereza
Los maestros de la espiritualidad han propuesto varios remedios para combatir este vicio peligroso.
La Paciencia de la Fe
El Papa Francisco destaca la paciencia de la fe como un remedio crucial2. Aunque el deseo del hombre en las garras de la acedia es estar «en otro lugar», escapar de la realidad, uno debe tener el coraje de permanecer y acoger la presencia de Dios en el «aquí y ahora», en la situación tal como es2. Esto incluye aceptar la «pobreza» o la «noche oscura de la fe», lo que permite, por la gracia de Dios, sentir la presencia divina y seguir buscando a Dios2.
Los santos nos muestran que la perseverancia en tiempos de tentación nos lleva a establecer metas prácticas, por pequeñas que sean, para nuestra vida diaria y nos mueve a apoyarnos en Jesús, quien siempre permanece con nosotros2.
La Diligencia y el Trabajo
San Gregorio Magno aconseja a los perezosos que no pierdan, por posponerlo, el bien que tienen que hacer, porque a menudo, cuando no queremos hacer a tiempo lo que podemos, pronto, cuando queremos, no podemos7. La misma indolencia de la mente, cuando no se enciende con el fervor apropiado, se ve cortada por un torpor que sigilosamente crece en ella, eliminando todo deseo de cosas buenas7.
El trabajo y la diligencia son antídotos directos contra la pereza. San Juan Casiano menciona que el ocio ha sido maestro de muchos males13. La laboriosidad, como la practicada por muchos santos, incluyendo a San Pablo (quien hacía tiendas) y a los santos Crispín y Crispiniano (zapateros), es un medio de santificación14.
Oración y Vigilancia
La oración es fundamental para combatir la acedia. La tentación de la acedia puede abrir la puerta a la presunción6. La vigilancia del corazón es necesaria para evitar caer en esta forma de depresión espiritual6. Los humildes no se sorprenden por su angustia; esto los lleva a confiar más y a mantenerse firmes en la constancia6.
Santos Asociados con la Lucha contra la Pereza
Aunque no hay santos patronos directamente de la pereza, muchos santos ejemplifican la virtud opuesta: la diligencia, la perseverancia y el celo espiritual. Aquellos que dedicaron sus vidas al trabajo incansable, la oración constante y el servicio a Dios y al prójimo son modelos para superar la acedia.
San Isidro Labrador (f. 1130): Patrono de los agricultores, conocido por su piedad y diligencia en el trabajo. Se dice que sus oraciones no le impedían cumplir con sus labores en el campo, e incluso ángeles le ayudaban a arar15. Su vida es un modelo de perfección cristiana vivida en el mundo, demostrando que las ocupaciones seculares pueden ser medios de santificación15.
Santa Zita (f. 1278): Patrona de las empleadas domésticas. Conocida por su extraordinaria diligencia y piedad en su trabajo como sirvienta. Solía decir: «Una sirvienta no es buena si no es industriosa: la piedad perezosa en personas de nuestra posición es piedad falsa»15.
San Antonio Abad (f. 356): Aunque es patrón de los porquerizos16, su vida de ascetismo y humildad en el desierto es un ejemplo de perseverancia espiritual frente a las tentaciones, incluyendo la acedia o el «demonio del mediodía» que aflige a los monjes2.
San Sisoes (c. 429): Un ermitaño del desierto egipcio, sucesor de San Antonio. Su vida de austeridad, silencio y oración constante, así como su celo contra el vicio y su humildad, son ejemplos de cómo superar las tentaciones de la acedia17.
San Eparquio (o Cybard) (f. 581): Un ermitaño que, a pesar de su deseo de soledad, fue ordenado sacerdote y no se negó a admitir discípulos. Insistía en que sus discípulos estuvieran constantemente ocupados en la oración, recordándoles que «la fe nunca temió el hambre»18.
San Giles (siglo VI o VIII): Uno de los Catorce Santos Auxiliadores, invocado como patrón de los tullidos, mendigos y herreros19. Su ejemplo de servicio y ayuda a los pobres contrasta con la inactividad de la pereza.
San Paul de Chipre (c. 760): Mártir de la persecución iconoclasta, su firmeza en la fe y su disposición a sufrir tortura en lugar de pisotear un crucifijo demuestran un celo espiritual que es lo opuesto a la pereza20.
Estos santos, a través de sus vidas de dedicación y fervor, ofrecen ejemplos concretos de cómo la fe activa y el servicio pueden vencer la inercia espiritual de la pereza.
Conclusión
La pereza, o acedia, es un pecado capital insidioso que ataca el corazón de la vida espiritual, manifestándose como una profunda apatía y aversión al bien divino. No es simplemente holgazanería, sino un rechazo fundamental de la vocación que Dios nos ha dado. Sin embargo, la tradición católica ofrece poderosos remedios, como la paciencia de la fe, la diligencia en el trabajo y la oración constante, apoyándose en el ejemplo de santos que encarnaron el celo y la perseverancia. Superar la pereza es un camino hacia una relación más profunda y gozosa con Dios, permitiéndonos abrazar plenamente nuestra dignidad como hijos suyos.
Citas
Segunda parte de la segunda parte - De la pereza - ¿Es la pereza un pecado? , Thomas Aquinas. Summa Theologiae, § II-II, Q. 35, A. 1, co. (1274). ↩ ↩2
Ciclo de catequesis. Vicios y virtudes. 8. Acedia, Pope Francis. Audiencia general del 14 de febrero de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 8. Acedia (2024). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15
Sección primera la vocación del hombre a la vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, §párrafo-1866. ↩ ↩2
Basil Cole, O.P. Una valoración tomista del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los Vicios Capitales, § 18. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Stephen Loughlin. Tristitia et Dolor: ¿Tiene Aquinas una comprensión sólida de la depresión? , § 19. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Sección primera la oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, §párrafo-2733. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Libro III - Cómo amonestar a los perezosos y a los apresurados, Gregory the Great, Pope (c. 540-604). Regla Pastoral, §Capítulo 15 (590). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Segunda parte de la segunda parte - De la pereza - ¿Debe considerarse la pereza un vicio capital? , Thomas Aquinas. Summa Theologiae, § II-II, Q. 35, A. 4 (1274). ↩ ↩2
The New Revised Standard Version, Catholic Edition (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Proverbios 26. ↩ ↩2
The New Revised Standard Version, Catholic Edition (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Proverbios 6. ↩
Augustine of Hippo. Sermones sobre lecciones seleccionadas del Nuevo Testamento - Sermón 44, §Prefacio (420). ↩
The New Revised Standard Version, Catholic Edition (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Sirach 22. ↩
Libro X - Diferentes pasajes de los escritos de Solomon contra la acedia, John Cassian. Institutos, §Libro X, Capítulo 21 (420). ↩
Ss. Fronto y George, obispos (fecha desconocida), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 202. ↩
St Isaias, bishop of Rostov (a.D. 1090), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 327. ↩ ↩2 ↩3
Cuidadores de cerdos - Anthony the abbot, malo, Magisterium AI. Santos Patronos en la Iglesia Católica, §Cuidadores de cerdos (2024). ↩
St Dominica, virgen y mártir (c. A.D. 303?), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 27. ↩
St Eparchius, o Cybard (a.D. 581), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 8. ↩
Los doce hermanos, mártires (fecha desconocida), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 462. ↩
St Paul of Cyprus (c. A.D. 760), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 636. ↩