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Permanencia en la fe

La permanencia en la fe, conocida teológicamente como perseverancia final, es la gracia especial de Dios que permite a una persona mantenerse en estado de gracia hasta el momento de la muerte, asegurando así la salvación eterna. No implica una vida sin pecado, sino la capacidad de recuperarse de las caídas y permanecer en amistad con Dios al final de la vida. Este don divino requiere la cooperación activa de la voluntad humana, que, aunque fortalecida por la gracia, sigue siendo libre y susceptible de desviarse. La Iglesia Católica enfatiza la necesidad de una esperanza firme en la ayuda de Dios para perseverar, al mismo tiempo que advierte contra la presunción de una certeza absoluta sobre la propia perseverancia final.

Tabla de contenido

Naturaleza de la Permanencia en la Fe

La permanencia en la fe, o perseverantia finalis, es la preservación del estado de gracia hasta el final de la vida terrenal1. Esta expresión se deriva de las Escrituras, como en Mateo 10:22, donde se afirma: «El que persevere hasta el fin, ése se salvará»1,2,3. Este concepto no implica una continuidad ininterrumpida de la gracia a lo largo de toda la vida, ya que la fe católica enseña que la gracia perdida por el pecado mortal puede ser recuperada1. Más bien, se refiere a la conservación de la gracia desde la última conversión hasta la muerte1.

Los teólogos distinguen dos aspectos de la permanencia:

El Concilio de Trento, utilizando una expresión de San Agustín, se refiere a la permanencia final como el «gran don de la perseverancia hasta el fin» (magnum usque in finem perseverantiae donum)1. Este don implica una supervisión constante de Dios, quien aparta tentaciones que serían fatales, socorre en momentos de peligro y ordena el curso de la vida para que uno muera en estado de gracia1.

Fundamentos Bíblicos y Teológicos

La naturaleza sobrenatural de este don está claramente afirmada en las Escrituras1:

San Agustín, en sus obras «De dono perseverantiae» y «De correptione et gratia», así como el Concilio de Orange, sentaron las bases para la doctrina católica sobre la permanencia en la fe1. El Concilio de Trento, en su sexta sesión (cap. XIII, cánones 16 y 22), articuló plenamente esta enseñanza1. El canon 22 declara que el justificado no puede perseverar sin una ayuda especial de Dios, pero con ella puede perseverar1. Esto condena tanto el naturalismo de los semipelagianos, que atribuían la perseverancia al poder natural del libre albedrío, como el falso sobrenaturalismo de los reformadores, que la hacían depender únicamente de Dios, negando el valor del libre albedrío1. La doctrina católica sostiene que la permanencia reside en la combinación de la gracia divina que ayuda a la voluntad humana y la cooperación de la voluntad humana con esa gracia1.

Santo Tomás de Aquino explica que, aunque la gracia santificante es poderosa, la voluntad humana es intrínsecamente inconstante (fickle)9,7. Por lo tanto, incluso con la gracia habitual, el ser humano necesita una ayuda especial de Dios para mantenerse inamovible en el bien hasta el final de la vida9,7. La permanencia no es un hábito infundido adicional, sino la asistencia continua de la providencia divina que gobierna al hombre desde fuera7.

La Voluntad Humana y la Gracia Divina

La permanencia en la fe es un don inestimable que está más allá de nuestro conocimiento cierto y de nuestro poder de merecer1. El Concilio de Trento definió que nadie puede tener en esta vida certeza absoluta de su perseverancia final1,10. Sin embargo, se nos insta a poner una esperanza muy firme en la ayuda de Dios, quien, si no le fallamos, perfeccionará la buena obra que ha comenzado en nosotros8,10.

La fe misma es un don libre de Dios, que puede perderse si no se nutre con la Palabra de Dios y se ruega al Señor que la aumente11,12. La vida cristiana es una lucha continua contra la fragilidad humana y la inclinación al pecado, conocida como concupiscencia, que permanece incluso en los bautizados13. Esta lucha requiere la ayuda constante de la gracia de Cristo13.

San Francisco de Sales subraya que, aunque los primeros impulsos de la perseverancia son un don de la misericordia de Dios, este don se pone a nuestra disposición para que lo usemos según nuestra voluntad4. La gracia divina nunca nos falta cuando nuestra voluntad actúa de acuerdo con su poder4.

Medios para la Permanencia en la Fe

Para perseverar en la fe hasta el final, la Iglesia nos invita a utilizar diversos medios de gracia:

Advertencias y Esperanza

La Sagrada Escritura contiene advertencias sobre el peligro de apostatar de la fe y de no perseverar16,21,22. San Juan Crisóstomo señala que es un gran desánimo cuando uno ha tenido éxito en todo y lo pierde por un poco de indolencia22. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que «Dios no predestina a nadie al infierno; para ello es necesaria una aversión voluntaria de Dios (un pecado mortal) y la persistencia en ella hasta el final»23.

A pesar de estas advertencias, los hijos de la Iglesia tienen una esperanza bendita de la gracia de la permanencia final y la recompensa de Dios por las buenas obras realizadas con su gracia24. La Iglesia implora la misericordia de Dios en la liturgia y en las oraciones diarias, ya que Él no quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento23. No debemos desesperar de la salvación eterna de aquellos que han tomado sus propias vidas, pues Dios, por caminos solo conocidos por Él, puede ofrecer la oportunidad de un arrepentimiento saludable25.

Conclusión

La permanencia en la fe es un don de la gracia divina que permite a los creyentes permanecer en comunión con Dios hasta el final de sus vidas. Aunque es un don de Dios, requiere la cooperación activa de la voluntad humana, fortalecida por la gracia. La Iglesia enseña que no se puede tener una certeza absoluta de la propia perseverancia final en esta vida, pero se nos anima a poner una firme esperanza en la ayuda de Dios y a utilizar los medios de gracia que Él nos ha dado: la oración constante, la recepción de los sacramentos, la práctica de las buenas obras y la vigilancia espiritual. Al hacerlo, confiamos en que Aquel que ha comenzado una buena obra en nosotros la llevará a su feliz término8.

Citas

  1. Perseverancia final, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Perseverancia final. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

  2. Exhortación al martirio, dirigida a Fortunato - Que debemos esforzarnos y perseverar en la fe y la virtud, y en la plenitud de la gracia celestial y espiritual, para que podamos alcanzar la palma y la corona, Cipriano de Cartago. Los Tratados de Cipriano - Tratado XI, § 8 (258).

  3. Cipriano de Cartago. Los Tratados de Cipriano - Tratado IX, § 13 (256). 2

  4. Francisco de Sales. Sobre el Amor de Dios - Libro III, § 11. 2 3

  5. Sección segunda La oración del Señor, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2849. 2 3

  6. Capítulo 10— toda perseverancia es don de Dios, Agustín de Hipona. Sobre la Reprensión y la Gracia, § 10 (427). 2

  7. Libro III: Dios, el fin de las criaturas - Capítulo 156 - Que el hombre necesita la asistencia de la gracia divina para perseverar en el bien, Tomás de Aquino. Suma contra Gentiles, §Libro III. Cap. 156 (1265). 2 3 4 5

  8. Francisco de Sales. Sobre el Amor de Dios - Libro III, § 10. 2 3

  9. ¿Qué es un principiante para Santo Tomás? , Basil Cole, O.P. Santo Tomás de Aquino sobre el Progreso y el Retroceso en la Vida Espiritual, § 6. 2

  10. Cap. 13. El don de la perseverancia, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1541 (1854). 2

  11. Sección primera «Creo» - «Creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, §para-162. 2 3 4

  12. Papa León XIII. Sapientiae Christianae, § 13 (1890). 2 3

  13. Sección segunda Los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1426. 2 3

  14. Sección primera La oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2757.

  15. Sección primera La economía sacramental, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1133.

  16. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hebreos 6. 2

  17. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hebreos 12.

  18. Sección primera «Creo» - «Creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, §para-165.

  19. Papa Pío XII. Invicti Athletae, § 34 (1957).

  20. Papa Pío X. Editae Saepe, § 2 (1910).

  21. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hebreos 10. 2

  22. Hebreos 10:38, Juan Crisóstomo. Homilía 21 Hebreos 10:32-11:2, §Hebreos 10:38 (398). 2

  23. Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1037. 2

  24. Sección primera La vocación del hombre: la vida en el Espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2016.

  25. Sección segunda Los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2283.