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Persecución cristiana en la revolución Francesa

La Revolución Francesa (1789‑1799) marcó una de las etapas más dramáticas de la historia de la Iglesia católica en Europa, caracterizada por la confiscación masiva de bienes eclesiásticos, la supresión de los órdenes religiosos, la exigencia del juramento a la Constitución Civil del Clero y la detención, juicio y ejecución de numerosos clérigos y laicos fieles. Estas medidas, impulsadas por una ideología antirreligiosa y laicista, provocaron una ola de persecución que dejó miles de mártires y una profunda huella en la relación entre Iglesia y Estado en Francia y en el mundo católico.

Tabla de contenido

Contexto histórico

La situación de la Iglesia antes de 1789

Antes de la Revolución, la Iglesia católica gozaba de privilegios señoriales y de una estrecha alianza con la monarquía, conocida como la monarquía de derecho divino. Los bienes de la Iglesia constituían una parte importante del patrimonio nacional y los clérigos ocupaban cargos influyentes en la vida pública.

La Constitución Civil del Clero (1790)

El 12 de julio de 1790 la Asamblea Nacional aprobó la Constitución Civil del Clero, que pretendía someter al clero a la autoridad del Estado, ordenar la elección de obispos por voto popular y obligar a todos los religiosos a prestar juramento de fidelidad a la nueva Constitución. El Papa Pío VI denunció este acto como una hermosa herejía que violaba la unidad de la Iglesia y amenazaba la fe de los fieles1.

Medidas represivas contra el clero

Confiscación de bienes eclesiásticos

El Decreto de la Nacionalización de noviembre de 1789 puso bajo control del Estado todos los bienes de la Iglesia, que fueron vendidos como biens nationaux. Esta medida privó a los religiosos de sus recursos económicos y provocó el cierre de monasterios y conventos.

Arrestos, juicios y ejecuciones

El régimen revolucionario persiguió activamente a los clérigos que se negaron a jurar. Según la carta papal Iniquis Afflictisque (1926), «hombres y mujeres que defendían los derechos de la Iglesia… fueron apresurados ante los tribunales y enviados a prisión» y «sacerdotes y laicos fueron cruelmente puestos a muerte en las calles2.

En el periodo del Terror (1793‑1794) cientos de sacerdotes fueron ejecutados en la guillotina, entre ellos el obispo de Autun y numerosos refractarios que mantuvieron su lealtad a Roma. El relato de Bruce D. Marshall subraya que «miles de sacerdotes, monjas y laicos fueron asesinados por no cumplir con la nueva “libertad”3.

Refractarios y mártires

Ejemplos de sacerdotes refractarios

El caso del párroco Guglielmo Repin ilustra la persecución de los refractarios. Repin se negó a jurar el juramento exigido por el alcalde de Martigné‑Briand en 1791, fue destituido y, tras refugiarse en Angers, fue capturado y encarcelado en un seminario junto a otros sacerdotes refractarios4.

Testimonios de martirio

La carta Iniquis Afflictisque describe cómo «cálices de los fieles fueron derramados en plazas públicas» y cómo «los clérigos fueron llevados a la muerte en plena calle2. Estas narraciones testimonian la violencia directa contra los representantes de la fe.

Reacción de la Santa Sede

Encíclicas y cartas papales

El Pontífice Pío VI, a través de la carta Charitas (1791), instó a los fieles a mantenerse firmes y advirtió que la Constitución Civil del Clero conduciría a la schisma y a la pérdida de la jurisdicción eclesiástica1. Posteriormente, el Papa Pío XI denunció la persecución continuada en Iniquis Afflictisque, recordando la muerte de clérigos y la persecución de los que defendían la fe2.

El Concordato de 1801

Tras la caída de Robespierre, el Papa Pío VII negoció con Napoleón el Concordato de 1801, que restableció la libertad de culto y reorganizó la jerarquía episcopal, aunque bajo la vigilancia del Estado. El artículo I garantizaba la libre práctica del catolicismo, mientras que el Estado conservaba el control policial sobre la adoración pública5. Este acuerdo marcó el fin de la persecución institucionalizada y sentó las bases para la reconciliación entre la Iglesia y la República.

Consecuencias y legado

Impacto en la vida religiosa

La Revolución dejó una profunda cicatriz en la vida religiosa francesa: muchos conventos nunca fueron restaurados, la población católica quedó marcada por el trauma del martirio y la pérdida de sus lugares de culto. La memoria de los mártires del Terror alimentó la devoción popular y la veneración de los santos refractarios.

Influencia en la legislación posterior

El Código Civil de 1802 y los Artículos Orgánicos limitaron la autonomía eclesiástica, pero la experiencia revolucionaria influyó en la legislación francesa del siglo XX, como la ley de separación de la Iglesia y el Estado de 1905, que el Papa Pío X denunció como una nueva forma de persecución contra la fe católica6.

En conclusión, la persecución cristiana durante la Revolución Francesa constituye un episodio crucial que reveló la vulnerabilidad de la Iglesia frente a los movimientos laicistas y que, a la vez, fortaleció la identidad católica mediante el testimonio de los mártires y la posterior reconciliación pactada en el Concordato.

Citas

  1. Papa Pío VI. Charitas (1791). 2

  2. Papa Pío XI. Iniquis Afflictisque, § 16 (1926). 2 3

  3. Bruce D. Marshall. La Iglesia, el mundo moderno y el espíritu del Vaticano II, § 7.

  4. Biografía, Dicasterio para las Causas de los Santos. Guglielmo Repin: Biografia (19 de febrero de 1984) (1984).

  5. El concordato francés de 1801, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §El concordato francés de 1801.

  6. Papa Pío X. Vehementer Nos, § 14 (1906).