Persona humana y dignidad

La persona humana, en la enseñanza católica, posee una dignidad inalienable que se fundamenta en su creación a imagen y semejanza de Dios, su vocación a conocerle y amarle, y su redención en Jesucristo. Esta dignidad no es algo adquirido, sino intrínseco a su ser, prevaleciendo en todas las circunstancias de la vida. Desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, cada ser humano es un «alguien», no un «algo», y debe ser tratado con el respeto que corresponde a su valor único e irrepetible. La Iglesia defiende esta dignidad como la base de los derechos humanos y la justicia social, oponiéndose a todo aquello que la degrade o vulnere, y promoviendo una cultura de vida y solidaridad.
Tabla de contenido
Fundamentos de la Dignidad Humana
La doctrina católica sobre la dignidad de la persona humana se asienta sobre profundos fundamentos teológicos y filosóficos.
Creados a Imagen y Semejanza de Dios
El punto de partida de la dignidad humana es la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios1,2. Esta verdad bíblica confiere a cada individuo una dignidad sublime, un reflejo del propio Dios3. El ser humano es la corona de la actividad creadora de Dios, puesto en la cima de la creación y llamado a dominarla3. A diferencia de otras criaturas visibles, solo el ser humano es capaz de conocer y amar a su Creador, y está llamado a compartir la vida misma de Dios por medio del conocimiento y el amor4,5. Esta capacidad de auto-conocimiento, auto-posesión y libre entrega en comunión con otros es lo que distingue al hombre como persona, no como un mero objeto5.
La dignidad de la persona comienza desde el momento en que el alma es infundida en el cuerpo, que ordinariamente ocurre al inicio de la vida humana, cuando el espermatozoide y el óvulo forman un organismo de dos células4. Por lo tanto, desde el primer instante de su existencia, todo ser humano debe ser tratado con el respeto debido a su dignidad4.
Redención en Jesucristo
La dignidad humana se ve aún más realzada por la redención en Jesucristo1. El Hijo de Dios, al encarnarse en el seno de una mujer, hizo la afirmación más radical y elevada del valor de cada ser humano6. Esta verdad del Verbo encarnado confía cada individuo al cuidado materno de la Iglesia, lo que significa que cualquier amenaza a la dignidad y la vida humana afecta profundamente el corazón de la Iglesia y su fe en la Encarnación redentora7.
La Persona como Fin de la Sociedad
La enseñanza católica subraya que la persona humana es el fin último de la sociedad8. Esto implica que el orden social y su desarrollo deben estar siempre al servicio de la persona, y no al revés8,9. Respetar la dignidad humana es inseparable de este principio, lo que exige considerar a cada prójimo sin excepción como «otro yo», atendiendo primero a su vida y a los medios necesarios para vivirla dignamente10,8,11. Todo programa político, económico, social, científico y cultural debe inspirarse en la primacía de cada ser humano sobre la sociedad8.
Manifestaciones de la Dignidad Humana
La dignidad humana se manifiesta en diversas dimensiones de la existencia, exigiendo respeto y protección en cada una de ellas.
Derechos Fundamentales y Respeto a la Persona
La dignidad intrínseca de la persona es la base de los derechos fundamentales que fluyen de ella10. Estos derechos son universales e inviolables, y su reconocimiento es esencial para una sociedad justa9,12. El respeto por la persona implica reconocer la dignidad infinita e inalienable de cada ser humano, independientemente de sus circunstancias, estado o situación1.
La Iglesia proclama los derechos del hombre y valora los movimientos que los promueven, pero advierte contra una falsa autonomía que podría llevar a la aniquilación de la dignidad humana al eximirla de la ley divina13.
Igualdad y No Discriminación
Todos los seres humanos poseen la misma dignidad, ya que son creados a imagen y semejanza de Dios14,15. La Encarnación del Hijo de Dios demuestra esta igualdad radical14. Por lo tanto, toda forma de discriminación es inaceptable, ya sea por raza, nación, sexo, origen, cultura o clase social6,14,15. La igualdad de dignidad entre las personas es el fundamento de la participación y la solidaridad en la sociedad6. Las excesivas diferencias económicas y sociales son un escándalo que milita contra la justicia social y la dignidad humana15.
Libertad y Conciencia
La auténtica libertad es un signo excepcional de la imagen divina en el hombre16. Dios ha querido que el hombre permanezca bajo el control de sus propias decisiones, para que pueda buscar a su Creador espontáneamente y alcanzar la perfección libremente a través de la lealtad a Él16. La dignidad del hombre exige que actúe según una elección consciente y libre, motivada desde dentro, no por impulsos ciegos o presiones externas16.
En lo más profundo de su conciencia, el hombre descubre una ley que no se impone a sí mismo, sino que lo llama a obedecer17. Obedecer esta ley inscrita por Dios en el corazón es la verdadera dignidad del hombre, y según ella será juzgado17. La conciencia es el santuario más secreto del hombre, donde está a solas con Dios17.
El Cuerpo y el Trabajo
El hombre, compuesto de cuerpo y alma, es uno18. No se le permite despreciar su vida corporal, sino que debe considerarla buena y honorable, ya que Dios la ha creado y la resucitará en el último día18. La dignidad del hombre exige que glorifique a Dios en su cuerpo y no lo someta a las inclinaciones del mal18.
El trabajo humano es superior a otros elementos de la vida económica, ya que procede directamente de la persona19. A través de su trabajo, el hombre se sustenta a sí mismo y a su familia, se une a sus semejantes y los sirve, y puede participar en la obra de perfeccionar la creación divina19. La remuneración por el trabajo debe ser tal que permita al hombre cultivar dignamente su vida material, social, cultural y espiritual, y la de sus dependientes19. Cualquier forma de organizar el trabajo que sea perjudicial para los trabajadores es incorrecta e inhumana, ya que los reduce a la condición de esclavos de su propio trabajo19.
Amenazas a la Dignidad Humana
A pesar de las solemnes proclamaciones de los derechos humanos, la dignidad de la persona se ve constantemente amenazada en el mundo contemporáneo.
Ataques a la Vida en sus Etapas Más Frágiles
La Iglesia condena enérgicamente todo aquello que se opone a la vida misma, como cualquier tipo de homicidio, genocidio, aborto, eutanasia o suicidio voluntario11,7. Estos ataques son especialmente graves cuando afectan la vida en sus etapas más tempranas y finales, donde el ser humano es más frágil y carece de medios para defenderse20. Paradójicamente, en la actualidad, estos ataques a menudo se presentan como «derechos» y se busca su reconocimiento legal y su disponibilidad a través de los sistemas de salud21,20.
La vida humana es sagrada e inviolable desde su inicio hasta su fin natural, porque implica la acción creadora de Dios y permanece en una relación especial con Él22,23. Solo Dios es el Señor de la vida, y nadie puede arrogarse el derecho de destruir directamente a un ser humano inocente22.
La Cultura de la Muerte
Se está desarrollando un nuevo clima cultural que justifica crímenes contra la vida en nombre de la libertad individual, llegando incluso a pedir la autorización del Estado para estas prácticas21. Esta situación provoca una profunda crisis cultural que dificulta la comprensión del significado del hombre, sus derechos y sus deberes20. La conciencia misma se ve oscurecida, dificultando la distinción entre el bien y el mal en lo que respecta al valor fundamental de la vida humana21.
La difusión de la eutanasia, ya sea encubierta o practicada abiertamente y legalmente, es una trágica expresión de esta actitud prometeica que lleva a las personas a creer que pueden controlar la vida y la muerte24. A veces se justifica por una compasión mal entendida o por motivos utilitarios para evitar costos24.
La Dignidad de la Mujer y la Transmisión de la Vida
La Iglesia reconoce una nueva comprensión de la dignidad de la mujer y su lugar en la sociedad25. Sin embargo, la transmisión de la vida humana es un papel muy serio en el que los cónyuges colaboran libre y responsablemente con Dios Creador26. La Iglesia no puede ignorar las preguntas que surgen sobre la vida y la felicidad de los seres humanos en este ámbito26,27.
La regulación de la natalidad debe respetar la ley de Dios28. Experimentar el don del amor conyugal respetando las leyes de la concepción es reconocer que uno no es el dueño de las fuentes de la vida, sino el ministro del designio establecido por el Creador29. El hombre no tiene un dominio ilimitado sobre su cuerpo en general, y menos aún sobre sus facultades sexuales, que por su naturaleza están relacionadas con la generación de vida, de la cual Dios es la fuente29,30. La Iglesia, al preservar la ley moral del matrimonio, contribuye a la creación de una civilización verdaderamente humana y defiende la dignidad de los esposos31.
Promoción de la Dignidad Humana
La Iglesia, como «Madre y Maestra de todos los pueblos», no solo condena las amenazas a la vida, sino que también apoya a la humanidad en la regulación honesta de la natalidad y en la promoción de una cultura de vida32.
El Evangelio de la Vida
La Iglesia tiene la misión de proclamar el Evangelio de la vida en todo el mundo7. Este Evangelio es la proclamación de un Dios vivo que está cerca, que nos llama a una profunda comunión con Él y despierta en nosotros la esperanza cierta de la vida eterna23. Afirma la conexión inseparable entre la persona, su vida y su corporalidad, y presenta la vida humana como un don de Dios, fruto y signo de su amor23.
El Evangelio de la vida implica que la vida humana, como don de Dios, es sagrada e inviolable23. Por ello, el aborto procurado y la eutanasia son absolutamente inaceptables23. No solo no se debe quitar la vida humana, sino que debe ser protegida con amorosa solicitud23.
Construyendo una Cultura de Vida
Una sociedad carece de cimientos sólidos cuando, por un lado, afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz, pero por otro, actúa radicalmente en contra al permitir o tolerar diversas formas en que la vida humana es devaluada y violada12. Solo el respeto por la vida puede ser el fundamento y la garantía de los bienes más preciosos y esenciales de la sociedad, como la democracia y la paz12. No puede haber verdadera democracia sin el reconocimiento de la dignidad de cada persona y sin el respeto de sus derechos12.
La Iglesia insta a que la ciencia y la tecnología estén siempre al servicio del hombre y su desarrollo integral23. La sociedad en su conjunto debe respetar, defender y promover la dignidad de cada persona humana, en cada momento y en cada condición de su vida23. La Iglesia, fiel al ejemplo y la enseñanza del Salvador, se esfuerza por ayudar a los hombres en su peregrinación terrenal «a compartir la vida de Dios como hijos del Dios vivo, el Padre de todos los hombres»31.
Citas
Introducción, Congregación para la Doctrina de la Fe. Declaración «Dignitas Infinita» sobre la Dignidad Humana, § 1 (2024). ↩ ↩2 ↩3
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo I - La dignidad de la persona humana, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 12 (1965). ↩
Capítulo II - Yo he venido para que tengan vida - El mensaje cristiano sobre la vida - «Llamados… a ser conformes con la imagen de su Hijo» (Rm 8,28-29): La gloria de Dios resplandece en el rostro del hombre, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 34 (1995). ↩ ↩2
Basil Cole, O.P., Fundamentos teológicos, el trasfondo a veces oculto de la bioética católica, § 6. ↩ ↩2 ↩3
Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 357. ↩ ↩2
Capítulo III - La corresponsabilidad de los fieles laicos en la Iglesia como misión - Promoción de la dignidad de la persona, Papa Juan Pablo II. Christifideles Laici, § 37 (1988). ↩ ↩2 ↩3
Introducción - Nuevas amenazas a la vida humana, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 3 (1995). ↩ ↩2 ↩3
C. Respeto de la dignidad humana, Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 132 (2004). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo II - La comunidad de la humanidad, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 26 (1965). ↩ ↩2
Sección primera, la vocación del hombre, la vida en el Espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1944. ↩ ↩2
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo II - La comunidad de la humanidad, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 27 (1965). ↩ ↩2
Capítulo IV - A mí me lo hicisteis - Por una nueva cultura de la vida humana - «Os escribimos esto para que vuestra alegría sea completa» (1 Jn 1,4): El Evangelio de la vida es para toda la sociedad humana, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 101 (1995). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo IV - El papel de la Iglesia en el mundo actual, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 41 (1965). ↩
D. La igual dignidad de todas las personas, Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 144 (2004). ↩ ↩2 ↩3
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo II - La comunidad de la humanidad, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 29 (1965). ↩ ↩2 ↩3
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo I - La dignidad de la persona humana, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 17 (1965). ↩ ↩2 ↩3
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo I - La dignidad de la persona humana, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 16 (1965). ↩ ↩2 ↩3
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo I - La dignidad de la persona humana, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 14 (1965). ↩ ↩2 ↩3
Parte II - Algunos problemas de particular urgencia - Capítulo III - La vida económica y social - Sección 2 - Algunos principios que rigen la vida socioeconómica en su conjunto, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 67 (1965). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo I - La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra - Amenazas actuales a la vida humana - «¿Qué has hecho?» (Gn 4,10): El eclipse del valor de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 11 (1995). ↩ ↩2 ↩3
Introducción - Nuevas amenazas a la vida humana, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 4 (1995). ↩ ↩2 ↩3
Capítulo III - No matarás - La santa ley de Dios - «De todo hombre pediré cuentas de la vida del hombre» (Gn 9,5): La vida humana es sagrada e inviolable, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 53 (1995). ↩ ↩2
Capítulo IV - A mí me lo hicisteis - Por una nueva cultura de la vida humana - «lo que hemos visto y oído os lo anunciamos también a vosotros» (1 Jn 1,3): Proclamar el Evangelio de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 81 (1995). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Capítulo I - La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra - Amenazas actuales a la vida humana - «¿Qué has hecho?» (Gn 4,10): El eclipse del valor de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 17 (1995). ↩ ↩2
I. Problema y competencia del Magisterio, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 2 (1968). ↩
Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 1 (1968). ↩ ↩2
II. Principios doctrinales, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 7 (1968). ↩
III. Directrices pastorales, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 20 (1968). ↩
Fidelidad al designio de Dios, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 13 (1968). ↩ ↩2
Límites al poder del hombre, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 17 (1968). ↩
Preocupación de la Iglesia, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 18 (1968). ↩ ↩2
III. Directrices pastorales, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 19 (1968). ↩