Piedad
La piedad en el contexto católico es un concepto multifacético que abarca tanto una virtud moral como un don del Espíritu Santo, fundamentales para la vida espiritual del creyente. Se distingue de una mera religiosidad externa, implicando una profunda reverencia filial hacia Dios como Padre y una extensión de este amor hacia los demás como hermanos y hermanas. Esta disposición interior se manifiesta en el culto divino, las prácticas devocionales y las relaciones interpersonales, buscando la perfección cristiana y la unión con Dios a través de la gracia.
Tabla de contenido
La Virtud de la Piedad
La piedad, como virtud moral, es una parte potencial de la virtud cardinal de la justicia1,2. Santo Tomás de Aquino la define como la disposición a ofrecer servicio y honor a un padre1. En un sentido natural, esta virtud impulsa a honrar y servir a los padres terrenales, reconociendo la deuda moral inherente a las relaciones filiales1.
Sin embargo, la virtud de la piedad se eleva y perfecciona cuando se dirige a Dios. En este sentido, la piedad nos lleva a rendir a Dios lo que le debemos como criaturas, informada y vivificada por las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad3. La virtud de la religión, que es la principal entre las virtudes morales debido a su relación directa con el honor de Dios, dispone al creyente a esta actitud4,3.
El Don de Piedad
Más allá de la virtud, la piedad es también uno de los siete dones del Espíritu Santo5. Este don es una disposición estable que facilita y suscita actos de afecto filial hacia Dios, movidos por el Espíritu Santo mismo4. Mientras que la virtud de la religión induce al culto a Dios como Creador, el don de piedad eleva este culto a Dios como Padre, a quien Cristo revela6,4.
El don de piedad nos permite ver a Dios como nuestro Padre celestial y, por extensión, a las personas y cosas como «hijos y pertenencias del Padre celestial»6. Esta perspectiva transforma nuestra relación con Dios en una de profunda intimidad y reverencia, permitiéndonos clamar «¡Abba, Padre!» como hijos adoptivos2,4. Como señala el Papa Francisco, si el don de piedad nos hace crecer en relación y comunión con Dios como sus hijos, también nos ayuda a extender este amor a los demás, reconociéndolos como hermanos y hermanas6.
El don de piedad se sitúa cerca de la virtud de la religión, pero la supera en cuanto que ofrece reverencia a Dios precisamente como el Padre Celestial6. Mientras que la religión natural, concebida como una virtud humana, reverencia a Dios como creador y señor, el don de piedad ennoblece al creyente cristiano con una relación filial única6.
Piedad y las Virtudes Teologales
Existe una estructura similar entre el don de piedad y la virtud teologal de la caridad7. En ambos, la relación única con Dios —en el caso de la piedad, la adoración a Dios como Padre, y en el caso de la caridad, la amistad con Dios— incluye a aquellos a quienes se extiende la paternidad y amistad de Dios7. Las virtudes teologales tienen a Dios como su objeto directo, y la caridad, al ser la forma de todas las virtudes morales infusas, informa también la virtud de la religión7. De este modo, los actos de la virtud infusa de la religión, mandados por la fe, la esperanza y la caridad, se realizan por la debida reverencia a Dios7.
Manifestaciones de la Piedad
La piedad se manifiesta de diversas maneras en la vida cristiana:
Piedad Litúrgica
La liturgia sagrada es la cumbre y la fuente de la vida cristiana, y la piedad auténtica debe estar en armonía con ella. Las expresiones de piedad popular extienden la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la reemplazan8. Deben estar diseñadas para armonizar con los tiempos litúrgicos, concordar con la liturgia sagrada, derivar de ella de alguna manera y conducir al pueblo hacia ella, ya que la liturgia es superior por su propia naturaleza8.
El Papa Pío XII enfatizó que la piedad privada e interior de los individuos no debe descuidar el sacrificio augusto del altar y los sacramentos. Sin embargo, las prácticas devocionales y piadosas que no están estrictamente conectadas con la liturgia sagrada, pero que buscan dirigir actos humanos al Padre celestial, fomentar el arrepentimiento y el santo temor de Dios, y alejar de las seducciones del mundo, son altamente loables e incluso indispensables9. Estas prácticas nutren la vida espiritual, promueven la adquisición de virtudes y aumentan el fervor9.
Piedad Popular
La vida cristiana se nutre de diversas formas de piedad popular, arraigadas en diferentes culturas10. La Iglesia fomenta estas formas que expresan un instinto evangélico y una sabiduría humana, enriqueciendo la vida cristiana, siempre que sean clarificadas a la luz de la fe10. Ejemplos de piedad popular incluyen la veneración de reliquias, visitas a santuarios, peregrinaciones, procesiones, el Vía Crucis, el Rosario y el uso de medallas11.
Estas prácticas, aunque no reemplazan la liturgia, preparan a los fieles para participar en las funciones públicas sagradas con mayor fruto y disminuyen el riesgo de que las oraciones litúrgicas se conviertan en un ritualismo vacío12. La piedad popular, como expresión de la piedad eclesial, está sujeta a la disciplina general del culto cristiano y a la autoridad pastoral de la Iglesia, que ejerce un papel de discernimiento y autenticación13.
Piedad Filial y Fraterna
El don de piedad, al hacernos crecer en comunión con Dios como hijos, nos impulsa a extender este amor a los demás, reconociéndolos como hermanos y hermanas6. Esta dimensión de la piedad es crucial para las relaciones interhumanas, llevando a la compasión y al servicio6,5. El Papa Francisco relaciona la piedad con la misericordia, destacando cómo Jesús respondía a las invocaciones de ayuda con una mirada de misericordia y el consuelo de su presencia, compartiendo el sufrimiento de los que encontraba y transformándolo en alegría5.
Piedad «Objetiva» y «Subjetiva»
El Papa Pío XII, en Mediator Dei, abordó ciertas teorías que tendían a menospreciar o silenciar la piedad «subjetiva» o «personal» en favor de una piedad «objetiva»14. Si bien estas teorías buscaban arrojar luz sobre el misterio del Cuerpo Místico y la realidad de la gracia santificante, el Papa subrayó que no puede haber una oposición real entre la liturgia sagrada y otras prácticas religiosas, siempre que se mantengan dentro de límites legítimos y se realicen con un propósito legítimo15. La piedad genuina y sólida requiere tanto la participación en la liturgia como la nutrición a través de la meditación y los ejercicios espirituales9.
La Piedad en la Perfección Cristiana
La piedad es un camino hacia la perfección cristiana. El progreso en la vida cristiana no reside en la multiplicidad de oraciones y ejercicios de piedad, sino en su utilidad para el progreso espiritual de los fieles y el crecimiento constante de la Iglesia universal16. Todas nuestras oraciones y prácticas religiosas deben apuntar a dirigir nuestras energías espirituales hacia el logro de ser «santos e inmaculados a su vista»16.
En resumen, la piedad, como don del Espíritu Santo y virtud, nos capacita para vivir una relación filial con Dios Padre, extender este amor y reverencia a nuestros hermanos y hermanas, y participar plenamente en la vida de la Iglesia, tanto en la liturgia como en las devociones populares, todo ello en busca de la santidad.
Citas
Romanus Cessario, O.P. La Religión y los Dones del Espíritu Santo, § 12. ↩ ↩2 ↩3
Mary Shivanandan. Espiritualidad Conyugal y el Don de la Reverencia, § 3. ↩ ↩2
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2095. ↩ ↩2
Reinhard Hütter. Felicidad y Religión: Por qué la Virtud de la Religión es Indispensable para Alcanzar el Fin Último: Una Relectura de Tomás de Aquino con una Mirada a su Relevancia Contemporánea, § 14. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Misericordia como piedad, Papa Francisco. Audiencia Jubilar del 14 de mayo de 2016: Misericordia como piedad (2016). ↩ ↩2 ↩3
Romanus Cessario, O.P. La Religión y los Dones del Espíritu Santo, § 13. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Reinhard Hütter. Felicidad y Religión: Por qué la Virtud de la Religión es Indispensable para Alcanzar el Fin Último: Una Relectura de Tomás de Aquino con una Mirada a su Relevancia Contemporánea, § 34. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Sección segunda los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1675. ↩ ↩2
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 32 (1947). ↩ ↩2 ↩3
Sección segunda los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1679. ↩ ↩2
Sección segunda los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1674. ↩
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 175 (1947). ↩
Parte primera: Tendencias emergentes: historia, magisterio y teología - Capítulo segundo: Liturgia y piedad popular en el magisterio de la Iglesia - La Iglesia: Comunidad que adora, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia: Principios y Orientaciones, § 84 (2001). ↩
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 28 (1947). ↩
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 173 (1947). ↩
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 185 (1947). ↩ ↩2