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Positivismo

El positivismo es una corriente filosófica que enfatiza el conocimiento empírico y científico como la única forma válida de saber, rechazando la metafísica y la teología. Desde una perspectiva católica, esta postura es vista como insuficiente para comprender la totalidad de la realidad, ya que limita la razón humana a lo observable y verificable, excluyendo las verdades reveladas y los principios metafísicos esenciales para la fe y la moral. La Iglesia Católica ha abordado el positivismo en varias ocasiones, destacando la importancia de una filosofía sólida que complemente la fe y reafirmando la capacidad de la razón para conocer a Dios y la ley natural.

Tabla de contenido

Orígenes y Principios del Positivismo

El positivismo, como filosofía, se desarrolló en el siglo XIX, siendo Auguste Comte uno de sus principales exponentes. Esta corriente sostiene que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico, el cual surge de la afirmación de las teorías a través del método científico. Para los positivistas, cualquier forma de conocimiento que no pueda ser verificada empíricamente, como la metafísica o la teología, carece de validez. En esencia, el positivismo es una doctrina filosófica, no meramente científica, que busca descartar o corregir gran parte del pensamiento filosófico histórico en nombre de un conocimiento científico superior1.

La Visión Católica sobre el Positivismo

La Iglesia Católica reconoce el valor de las disciplinas positivas y los hechos probados científicamente. Sin embargo, advierte sobre los peligros de las hipótesis que, aunque basadas en el conocimiento humano, contradicen directa o indirectamente la doctrina revelada en la Sagrada Escritura o la Tradición2,3. La fe cristiana enseña que la ciencia y la razón, si bien son autónomas en su propio ámbito, no deben encerrarse en fronteras metodológicas que impidan la búsqueda de una sabiduría integral4,5.

La Razón y la Revelación

La Iglesia afirma la legítima autonomía de la cultura y, en particular, de las ciencias, reconociendo que todas las cosas creadas poseen su propia consistencia, verdad y excelencia, con sus leyes específicas5. Sin embargo, esta autonomía es relativa, ya que toda la creación está inmersa en la esfera de la gracia y debe ser iluminada por la luz de la revelación6.

El positivismo, al limitar la razón a lo empíricamente verificable, relega la ética y la religión al ámbito subjetivo, considerándolas ajenas a la razón en sentido estricto7. Esta visión es insuficiente para el catolicismo, que sostiene que la razón humana, debidamente formada, puede demostrar con certeza la existencia de Dios, probar los fundamentos de la fe cristiana a partir de signos divinos, expresar la ley natural impresa por el Creador en el corazón del hombre y alcanzar una noción fructífera de los misterios divinos8.

La Metafísica y la Teología

La teología católica insiste en que la revelación debe clarificar e iluminar la discusión filosófica6. La teología que carece de metafísica y filosofía de la naturaleza corre el riesgo de convertir las verdades divinas en una especie de glosolalia, es decir, un lenguaje ininteligible9. La Iglesia ha consagrado principios metafísicos como relación, procesión, persona, naturaleza y sustancia en la formulación de sus enseñanzas sobre la Trinidad, la Persona de Cristo, la gracia santificante y los sacramentos9.

La sustracción de la inteligibilidad metafísica de conceptos como «persona», «naturaleza», «Dios» y «hombre» de proposiciones doctrinales fundamentales, como que Cristo es una persona con dos naturalezas, divina y humana, vacía estas verdades de su significado. Incluso el término «uno» requiere una explicación metafísica en términos de unidad trascendental9. Tratar estos principios naturales como carentes de contenido inmutable y naturalmente inteligible, fundado en la realidad de las cosas, pone en peligro la verdad revelada, convirtiéndola en una metáfora en lugar de una doctrina de fe irreformable9.

La Ley Natural y la Moral

El positivismo también impacta la comprensión de la ley moral. La Iglesia rechaza enfáticamente la reducción de la ley moral natural a «leyes» de comportamiento humano observadas a través de las ciencias empíricas10. Las normas morales no son simplemente normas empíricas de comportamiento típico en las sociedades humanas. Si bien las ciencias del comportamiento pueden ofrecer un concepto empírico y estadístico de «normalidad», la fe enseña que esta normalidad misma lleva las huellas de la caída del hombre y está afectada por el pecado10.

La fe cristiana es la que señala el camino para regresar al «principio» (cf. Mt 19:8), un camino que a menudo difiere de la normalidad empírica. Por lo tanto, las ciencias del comportamiento, a pesar de su gran valor, no pueden ser consideradas indicaciones decisivas de las normas morales10. La ley natural es iluminada por la Nueva Ley de Cristo, y la plenitud del florecimiento humano y la felicidad se encuentran en la historia de la salvación, no en estudios empíricos10.

Críticas Papales al Positivismo

Varios Papas han abordado las deficiencias del positivismo y sus implicaciones para la fe y la razón.

Papa León XIII

En el siglo XIX, el positivismo atacó las posiciones tradicionales de la Iglesia, acusándola de oponerse a la ciencia y la investigación. El Papa León XIII respondió a este desafío, mostrando que la Iglesia acoge con alegría todo lo que permite explorar mejor la naturaleza y mejorar la condición humana. También impulsó vigorosamente la renovación de las ciencias eclesiásticas5.

Papa Pío XII y Humani Generis

El Papa Pío XII, en su encíclica Humani Generis (1950), advirtió sobre las «falsas opiniones que amenazan con socavar los fundamentos de la doctrina católica»2. Aunque reconoce el valor de las disciplinas positivas y los hechos probados, subraya la necesidad de cautela ante hipótesis científicas que contradigan la doctrina revelada2,3.

La encíclica también lamenta que algunos, en su deseo de novedad y temor a ser considerados ignorantes de los hallazgos científicos recientes, se aparten de la autoridad del Magisterio y, en consecuencia, corran el riesgo de alejarse de la verdad revelada11. Pío XII enfatiza que la razón humana, sin la revelación divina y la ayuda de la gracia, no puede probar la existencia de un Dios personal, ni se puede negar que el mundo tuvo un principio, o que la creación del mundo es necesaria12. Todas estas negaciones contradicen los decretos del Concilio Vaticano I12.

Pío XII también critica las opiniones que sostienen que la teodicea y la ética no tienen la función de probar con certeza nada sobre Dios o cualquier otro ser trascendente, sino solo de mostrar que las verdades de fe son consistentes con las necesidades de la vida. Estas opiniones son contrarias a los documentos de sus predecesores, León XIII y Pío X, y a los decretos del Concilio Vaticano I13.

Papa Juan Pablo II y el Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II y el Papa Juan Pablo II han reafirmado la distinción y complementariedad entre los órdenes del saber: la fe y la razón5. La Iglesia afirma la autonomía legítima de las ciencias, reconociendo que la creación misma establece todas las cosas según su propia consistencia y leyes específicas5. Sin embargo, la teología insiste en que la luz de la revelación debe clarificar e iluminar la discusión filosófica6.

Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis Splendor, reitera que las ciencias del comportamiento no pueden ser consideradas indicaciones decisivas de las normas morales, ya que la «normalidad» empírica puede estar afectada por el pecado10. La fe cristiana ofrece el camino para volver al «principio» y alcanzar el verdadero florecimiento humano10.

Papa Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI criticó el enfoque positivista de la naturaleza y la razón, señalando que, aunque es una dimensión importante del conocimiento humano, no constituye una cultura suficiente para la plena amplitud de la condición humana7. Cuando la razón positivista se considera la única cultura suficiente y relega otras realidades culturales al estatus de subculturas, disminuye al hombre y amenaza su humanidad7.

Benedicto XVI comparó la razón positivista exclusiva con un «búnker de hormigón sin ventanas», donde el hombre se autoabastece de luz y condiciones atmosféricas, negándose a obtenerlas del «mundo amplio de Dios»7. Esta concepción positivista de la naturaleza como puramente funcional, tal como la conciben las ciencias naturales, es incapaz de tender un puente hacia la ética y el derecho, produciendo solo respuestas funcionales7.

Implicaciones para la Teología y la Fe

El positivismo, al negar la metafísica y la capacidad de la razón para conocer verdades trascendentes, tiene profundas implicaciones para la teología. Si la fe y el sentido sobrenatural de la fe son reemplazados por una visión horizontal del hombre, donde la persona humana se convierte en la medida de todas las cosas, la revelación divina pierde su poder normativo14.

La teología católica no puede ser equiparada a una ciencia meramente histórica. Junto con las fuentes de la teología positiva, Dios ha dado a su Iglesia una Autoridad de Enseñanza viva para dilucidar y explicar lo que está contenido en el depósito de la fe de manera oscura o implícita15. La Iglesia, a través de su Magisterio, tiene la misión no solo de guardar e interpretar la verdad revelada, sino también de vigilar las ciencias filosóficas para que los dogmas católicos no sufran daño por opiniones erróneas13.

La relativización del contenido de la revelación y la negación de verdades metafísicas esenciales pueden llevar a la separación de la comunión con la Iglesia9. La fe es fundamentalmente eclesial, no una empresa radicalmente individual, y se transmite a través de una «cadena ininterrumpida de testigos» que se remonta a la Encarnación misma16.

Conclusión

El positivismo, con su insistencia en el conocimiento empírico como la única fuente válida de verdad, representa un desafío significativo para la visión católica del mundo. La Iglesia, a través de sus enseñanzas papales y conciliares, ha afirmado la importancia de la razón y la ciencia, pero ha rechazado la exclusividad del positivismo, defendiendo la necesidad de la metafísica y la revelación divina para una comprensión completa de la realidad, la moral y la existencia de Dios. La fe y la razón, aunque distintas, son complementarias y deben buscar una sabiduría integral que abarque tanto lo natural como lo sobrenatural4,5.

Citas

  1. Juan Eduardo Carreño. Teología, Filosofía y Biología: Una Interpretación de la Concepción de Jesucristo, § 31.

  2. Algunas falsas opiniones que amenazan con socavar los fundamentos de la doctrina católica - De la encíclica, «Humani Generis», 12 de agosto de 1950, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3895 (1854). 2 3

  3. Papa Pío XII. Humani Generis, § 35 (1950). 2

  4. Avery Cardenal Dulles, SJ. Juan Pablo II y la Renovación del Tomismo, § 15. 2

  5. Papa Juan Pablo II. A los participantes en la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias con motivo del 50º aniversario de su fundación (28 de octubre de 1986) - Discurso, § 5 (1986). 2 3 4 5 6

  6. Thomas G. Guarino. Philosophia Obscurans? Seis Tesis sobre la Relación Correcta entre Teología y Filosofía, § 28. 2 3

  7. El corazón que escucha - Reflexiones sobre los fundamentos del derecho, Papa Benedicto XVI. Discurso de Su Santidad Benedicto XVI (2011). 2 3 4 5

  8. Papa Pío XII. Humani Generis, § 29 (1950).

  9. Steven A. Long. La Relación de la Metafísica con el Objeto Secundario de la Revelación, y la Analogía del Ser como Marco Metafísico para la Sacra Doctrina, § 6. 2 3 4 5

  10. Michael Dauphinais. El Esplendor y Don de la Vida Moral Cristiana: Veritatis Splendor a los Veinticinco Años, § 26. 2 3 4 5 6

  11. Papa Pío XII. Humani Generis, § 10 (1950).

  12. Papa Pío XII. Humani Generis, § 25 (1950). 2

  13. Papa Pío XII. Humani Generis, § 34 (1950). 2

  14. Ralph Weimann. La Crisis de Fe y la Crisis de la Iglesia, § 4.

  15. Papa Pío XII. Humani Generis, § 21 (1950).

  16. Irene Alexander. La Fe Ilumina la Mente: Lumen Fidei del Papa Francisco y Errores Contemporáneos sobre la Naturaleza de la Fe Divina, § 7.