Primer libro de las Crónicas

El Primer libro de las Crónicas, también conocido como I Paralipómenos en la tradición latina, forma parte del Antiguo Testamento de la Biblia católica y representa una narración genealógica e histórica que abarca desde los orígenes de la humanidad hasta el reinado de David. Escrito probablemente en el siglo V o IV a. C., este libro busca resaltar la fidelidad de Dios a su pueblo, enfatizando el culto en el Templo y la línea davídica como promesa mesiánica. En la perspectiva católica, se considera un texto inspirado que complementa los libros de Samuel y Reyes, ofreciendo una visión teológica de la providencia divina y la importancia de la adoración litúrgica, con un enfoque en la restauración postexílica de Israel.
Tabla de contenido
Título y nombres alternativos
El nombre tradicional en español para este libro deriva de la Vulgata latina, donde se denomina Liber Primus Paralipomenon, que significa «Primer libro de las cosas omitidas». Este título, tomado de la Septuaginta griega (Paralipomenon), sugiere que el texto suple o recapitula elementos pasados por alto en otros relatos históricos del Antiguo Testamento, como los libros de Samuel y Reyes. Sin embargo, los eruditos católicos, siguiendo a San Jerónimo, interpretan Paralipómenos no como una mera adición, sino como un epítome o compendio del Antiguo Testamento, que omite detalles para centrarse en lo esencial de la historia sagrada.1
En las Biblias hebreas y protestantes, se conoce como Dibre Hayyamim, que se traduce como «Palabras de los días» o «Anales», evocando crónicas reales o archivos oficiales. En la tradición católica, especialmente en ediciones como la Biblia de Jerusalén o la Nueva Vulgata, se prefiere el término «Crónicas» para resaltar su carácter de registro histórico-teológico. Este libro, junto con el Segundo de las Crónicas, se considera una unidad literaria original, dividida solo por conveniencia en la Septuaginta y adoptada posteriormente en la Vulgata.1
Estructura y contenido
El Primer libro de las Crónicas se divide en dos partes principales: una sección genealógica introductoria (capítulos 1-9) y una narrativa histórica centrada en David (capítulos 10-29). Esta estructura refleja el propósito del autor de conectar el pasado remoto con la era monárquica, subrayando la continuidad de la alianza divina.
La sección genealógica (capítulos 1-9)
Los primeros nueve capítulos consisten en listas genealógicas y estadísticas, intercaladas con breves notas históricas. Comienzan con la genealogía de los patriarcas desde Adán hasta Jacob (capítulo 1), siguiendo el modelo de Génesis, pero con un énfasis en las doce tribus de Israel (capítulos 2-8). Particular atención se da a las tribus de Judá, Benjamín y Leví, que son centrales en la teología postexílica, ya que representan el núcleo del pueblo restaurado en Jerusalén tras el exilio babilónico.1
El capítulo 9 lista las familias que habitan en Jerusalén después del retorno del exilio, repitiendo la genealogía de Saúl para preparar el terreno histórico. Estas genealogías no son meras enumeraciones; en la visión católica, ilustran la providencia de Dios en la preservación de su pueblo, destacando la línea davídica como prefiguración del Mesías. Por ejemplo, la descendencia de David se extiende más allá de Zorobabel, simbolizando la esperanza eterna en la casa real.1,2
La historia de David (capítulos 10-29)
La segunda parte inicia con la muerte de Saúl (capítulo 10), un breve resumen que contrasta con el detallado relato en Samuel, para enfocarse inmediatamente en el ascenso de David. Los capítulos 11-29 narran el reinado de David, pero con un sesgo teológico: se omite gran parte de sus pecados y se resalta su rol en la organización del culto. David es presentado como el rey ideal que une a Israel, derrota a los enemigos y prepara la construcción del Templo.1
Destacan episodios como la traída del Arca de la Alianza a Jerusalén (capítulos 13-16), donde se enfatiza la alegría litúrgica y el rol de los levitas en la adoración. En los capítulos 17-29, se describe la alianza eterna con David (capítulo 17), las victorias militares y, sobre todo, la colecta de materiales para el Templo (capítulo 29), culminando en un himno de alabanza que celebra la generosidad del pueblo y la soberanía de Dios.3 Esta sección subraya temas como la oración, el sacrificio y la sucesión a Salomón, preparando el escenario para el Segundo libro de las Crónicas.
Autoría y datación
La tradición católica atribuye tradicionalmente la autoría a Esdras, el sacerdote y escriba que lideró la restauración judía tras el exilio, basándose en su rol como recopilador de tradiciones sagradas. Esta visión, defendida por autores antiguos como San Jerónimo, se apoya en la similitud estilística con los libros de Esdras y Nehemías, sugiriendo que las Crónicas formaban parte de una obra mayor sobre la historia postexílica.1
Los estudios modernos, alineados con la exégesis católica, datan la composición entre finales del siglo V a. C. y principios del IV a. C., durante el período persa. Evidencias incluyen referencias al edicto de Ciro (al final del Segundo libro) y el uso de dáricos, monedas persas, para valorar las ofrendas de David (1 Cr 29,7). Aunque algunos eruditos no católicos proponen fechas más tardías (siglo III a. C.), la Iglesia católica prioriza la unidad temática y el contexto restaurador, confirmando su inspiración divina mediante el Magisterio.1,4
El autor, posiblemente un levita o sacerdote, utilizó fuentes como anales reales, genealogías orales y los libros de Samuel y Reyes, adaptándolas para un público postexílico. Esta redacción no implica contradicción histórica, sino una interpretación teológica guiada por el Espíritu Santo.
Lugar en el canon bíblico
En el canon católico del Antiguo Testamento, el Primer libro de las Crónicas se sitúa inmediatamente después de los libros de Reyes, como establece el Concilio de Trento (1546), que lo incluye entre los textos deuterocanónicos aceptados por la Iglesia universal.4 El decreto tridentino lista explícitamente «dos de Paralipómenos» junto a otros libros históricos, afirmando su igualdad con el resto de la Escritura Sagrada.5
En la Septuaginta y la Vulgata, esta posición resalta su rol como complemento histórico. En el canon hebreo (Tanaj), se ubica al final de los Ketuvim (Escritos), pero la tradición católica lo integra en los libros históricos para enfatizar su conexión con la narrativa salvífica. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 120) confirma que todos los libros del Antiguo Testamento, incluidas las Crónicas, son inspirados y forman un todo orgánico con el Nuevo Testamento.4
Propósito teológico
Desde la perspectiva católica, el propósito principal del Primer libro de las Crónicas es exhortar al pueblo judío restaurado a una fidelidad renovada en el culto del Templo, presentando la historia como lección de providencia divina. El autor omite las debilidades de David (como el adulterio con Betsabé) para destacar su zeal por la liturgia, prefigurando el sacerdocio de Cristo y la Eucaristía.1
Temas clave incluyen:
La centralidad del Templo: Las descripciones detalladas de los levitas y su organización (capítulos 23-26) subrayan la importancia del culto, recordando que la prosperidad de Israel depende de la obediencia a Dios.1,6
La alianza davídica: La promesa de un reino eterno (1 Cr 17) se interpreta como profecía mesiánica, cumplida en Jesús, descendiente de David (cf. Lc 1,32). La Iglesia ve aquí la base de la realeza de Cristo.2
La oración y la alabanza: El himno de David (1 Cr 29,10-19) es un modelo de doxología, usado en la liturgia católica para invocar la gloria de Dios.3
En la teología postconciliar, como en el documento de la Comisión Bíblica Pontificia ¿Qué es el hombre? (2019), las genealogías de las Crónicas ilustran la unidad familiar de la humanidad, desde Adán hasta el Mesías, enfatizando la bendición creadora de Dios.2
Valor histórico e interpretaciones
Históricamente, el libro se considera fiable en su núcleo, aunque con adaptaciones teológicas. Críticos antiguos como De Wette cuestionaron su exactitud, pero la exégesis católica, guiada por el Divino Afflante Spiritu de Pío XII (1943), defiende su valor como historia sagrada: no un reportaje moderno, sino una narración inspirada que transmite verdades de fe.7
En interpretaciones católicas, las Crónicas contrastan con Samuel-Reyes al omitir el cisma del reino y centrarse en Judá, promoviendo la unidad eclesial. San Juan Pablo II, en su audiencia del 6 de junio de 2001, elogió el cantico de David como expresión de alegría comunitaria en la preparación del Templo, aplicándolo a la generosidad en la vida cristiana.3
Controversias menores, como la extensión de genealogías más allá del exilio, se resuelven viendo actualizaciones posteriores, sin alterar la inspiración. La Iglesia insta a leerlo en contexto litúrgico, como en las lecturas del Oficio Divino.
Influencia en la tradición católica
El Primer libro de las Crónicas ha influido profundamente en la espiritualidad y liturgia católica. Sus listas levíticas inspiran la organización eclesial, y el énfasis en la alabanza resuena en salmos y himnos. En homilías papales, como la de Juan Pablo II en 1987, se conecta con la «casa de Dios» como imagen de la Iglesia.8
En la Edad Media, Hildegarda de Bingen aludió a sus temas en visiones sobre la creación y la justicia divina.9 Hoy, se usa en catequesis para enseñar la continuidad entre Antiguo y Nuevo Testamento, destacando la realeza de Cristo. Ediciones católicas como la Biblia Latinoamericana lo presentan con notas que resaltan su mensaje de esperanza postexílica, relevante para comunidades en crisis.
En resumen, el Primer libro de las Crónicas no es solo un registro histórico, sino un llamado a la fidelidad litúrgica y a la confianza en las promesas de Dios, integrándose plenamente en la Sagrada Escritura católica como testimonio de la alianza eterna.
Citas
Los libros de paralipómenos (crónicas), The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Los libros de Paralipómenos (Crónicas). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Capítulo tercero - La familia humana - La enseñanza de Pablo - Las genealogías, Pontificia Comisión Bíblica. «¿Qué es el hombre?» (Sal 8,5). Un itinerario de antropología bíblica, § 210 (2019). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 6 de junio de 2001, § 1 (2001). ↩ ↩2 ↩3
Concilio de Trento 1545-1563 - Ecuménico XIX (contra novatores siglo XVI) - Sesión IV (8 de abril de 1546) los libros sagrados y las tradiciones de los apóstoles son aceptados, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1502. ↩ ↩2 ↩3
El canon de la Sagrada Escritura * - Del mismo decreto y de los actos del mismo sínodo romano, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 179. ↩
Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, § 1 Crónicas 23. ↩
El tiempo de los documentos del Pentateuco, y el género literario de los once primeros capítulos del Génesis - Carta del secretario de la comisión bíblica al cardenal Suhard, arzobispo de París, 16 de enero de 1948], Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3862. ↩
Papa Juan Pablo II. 20 de diciembre de 1987: Visita Pastoral a la Parroquia de «San Luigi Grignion de Montfort» de Roma - Homilía (1987). ↩
Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 97. ↩
