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Primera carta a los Tesalonicenses

Primera carta a los Tesalonicenses
imagen del Papiro 65 del siglo III d.C. Dominio Público.

La Primera carta a los Tesalonicenses, también conocida como 1 Tesalonicenses, es una de las epístolas del Nuevo Testamento atribuidas al apóstol San Pablo. Escrita alrededor del año 50-51 d.C., representa la correspondencia más antigua conservada de Pablo y refleja su preocupación pastoral por la joven comunidad cristiana de Tesalónica, en la actual Grecia. En esta carta, Pablo alaba la fe de los destinatarios, les exhorta a perseverar en medio de las persecuciones y aclara doctrinas sobre la resurrección y la segunda venida de Cristo. Desde la perspectiva católica, esta epístola subraya la importancia de la santidad en la vida cotidiana, la esperanza escatológica y la tradición apostólica, siendo un pilar en la teología paulina y en la liturgia de la Iglesia.

Tabla de contenido

Autenticidad y canonicidad

La autenticidad de la Primera carta a los Tesalonicenses ha sido ampliamente aceptada en la tradición católica desde los primeros siglos del cristianismo. La Iglesia considera esta epístola como obra genuina de San Pablo, escrita en colaboración con Silvano (Silas) y Timoteo, como se indica en el saludo inicial (1 Ts 1,1). No existen dudas significativas sobre su autoría en los documentos patrísticos ni en los concilios eclesiales.

El Concilio de Trento (1545-1563) y el Concilio Vaticano I (1869-1870) la incluyeron explícitamente en el canon del Nuevo Testamento, confirmando su inspiración divina. La Comisión Bíblica de la Santa Sede, en respuestas de 1913 sobre las epístolas paulinas, reafirmó la integridad y autenticidad de las cartas atribuidas a Pablo, rechazando hipótesis fragmentarias que cuestionan su unidad.1 Además, la Segunda carta a los Tesalonicenses presupone la existencia de esta primera, lo que refuerza su origen paulino temprano.

En la tradición católica, la canonicidad se basa en el testimonio de los Padres de la Iglesia, como San Ignacio de Antioquía (siglo II), quien alude a pasajes como la exhortación a «rezar sin cesar» (1 Ts 5,17). Manuscritos antiguos, como el Códice Sinaítico y el Códice Vaticano (siglos IV-V), la incluyen íntegramente, atestiguando su uso litúrgico en las comunidades primitivas.

Contexto histórico

La epístola surge en el marco del segundo viaje misionero de San Pablo, descrito en los Hechos de los Apóstoles (Hch 17,1-10). Tras fundar la comunidad cristiana en Tesalónica (actual Salónica, en Macedonia, Grecia), Pablo y Silas fueron expulsados por judíos hostiles que acusaron a los cristianos de subvertir el orden romano. La ciudad, capital de la provincia romana de Macedonia y un importante puerto comercial, era un crisol cultural con influencias judías, griegas y romanas, donde el Evangelio encontró tanto conversos entusiastas como oposición feroz.

Pablo predicó inicialmente en la sinagoga local durante tres sábados, convenciendo a algunos judíos, a muchos prosélitos y a un número considerable de gentiles (Hch 17,2-4). Sin embargo, la persecución obligó a Pablo a huir a Berea y luego a Atenas. Desde allí, envió a Timoteo para fortalecer a la comunidad tesalonicense, que enfrentaba presiones de judíos y gentiles paganos (1 Ts 2,14). La carta responde al informe de Timoteo sobre la fe perseverante de los tesalonicenses, pero también a sus dudas sobre la muerte de algunos miembros y la parusía (segunda venida de Cristo).

En el contexto católico, este episodio ilustra la misión apostólica como semilla de la Iglesia universal, destacando la tensión entre el Evangelio y las estructuras paganas del Imperio Romano. Como señala el Papa Benedicto XVI, esta carta revela el «corazón palpitante» de Pablo, su amor paternal por una comunidad rodeada de un entorno hostil a la fe.2

Fecha y lugar de redacción

La Primera carta a los Tesalonicenses se data comúnmente entre los años 50 y 51 d.C., lo que la convierte en la epístola paulina más antigua conocida. Esta cronología se basa en el itinerario de los Hechos de los Apóstoles y en referencias internas de la carta. Pablo la escribió durante su estancia en Corinto, su primera visita a esa ciudad (Hch 18,1-5), donde se reunió con Silas y Timoteo tras la misión de este último en Tesalónica.

Aunque algunas inscripciones antiguas sugieren Atenas como lugar de origen, el consenso católico, respaldado por exégetas como los de la Escuela Bíblica de Jerusalén, sitúa la redacción en Corinto. Esto se infiere de la mención de que Timoteo regresó «de Macedonia» (1 Ts 3,6), alineándose con Hch 18,5. La brevedad del viaje y la urgencia pastoral apoyan esta datación temprana, anterior a las controversias teológicas más complejas de epístolas posteriores como Romanos o Gálatas.

Desde la óptica católica, esta fecha temprana subraya la frescura del testimonio apostólico, preservado en la tradición oral y escrita de la Iglesia primitiva.

Destinatarios

Los destinatarios son los miembros de la Iglesia de Tesalónica, una comunidad mixta de judíos convertidos, prosélitos y gentiles, fundada por Pablo unos meses antes de la redacción de la carta. Tesalónica, con su población diversa y próspera economía, representaba un desafío misionero: los conversos enfrentaban no solo persecución externa, sino también tentaciones internas como el desánimo o malentendidos escatológicos.

Pablo se dirige a ellos con ternura, recordándolos como «hijos» (1 Ts 2,7) e imitando la conducta de Cristo. La comunidad, aunque joven, ya era modelo de fe, amor y esperanza (1 Ts 1,3), pero necesitaba confirmación en la doctrina. En la tradición católica, esta epístola ejemplifica la pastoral apostólica, donde el obispo (Pablo) cuida de su grey como un padre espiritual, un modelo para los pastores modernos.

Contenido y estructura

La carta se estructura en dos partes principales: una sección personal y pastoral (caps. 1-3) y otra doctrinal y exhortativa (caps. 4-5). Su tono es espontáneo y afectuoso, más epistolar que sistemático, lo que refleja la urgencia de Pablo.

Estructura general

Esta división, aunque no rígida, permite una progresión lógica desde lo personal a lo teológico.

Temas principales

La epístola aborda temas centrales del cristianismo primitivo, con énfasis en la esperanza escatológica. Pablo consuela a los tesalonicenses por la muerte de hermanos, afirmando que los difuntos resucitarán antes de los vivos en la parusía (1 Ts 4,13-18), un pasaje clave en la teología católica de la resurrección. No se trata de un milenarismo literal, sino de una exhortación a la vigilancia, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 673-677), que ve en la parusía el cumplimiento del Reino de Dios.

Otro tema es la santidad en la vida cotidiana: Pablo urge a abstenerse de la inmoralidad (1 Ts 4,3-8), vinculando el cuerpo humano a la dignidad divina, un eco de la antropología cristiana. Influenciado por el judaísmo helenístico, pero arraigado en la fe, Pablo promueve el trabajo como expresión de caridad (1 Ts 4,11-12), combatiendo la ociosidad apocalíptica.

Finalmente, la carta resalta la tradición apostólica (1 Ts 2,13), donde el Evangelio se recibe «no como palabra de hombres, sino como palabra de Dios». En la exégesis católica, esto prefigura la transmisión de la fe a través de la Iglesia.

Interpretación teológica en la tradición católica

Desde la perspectiva católica, la Primera carta a los Tesalonicenses es un tratado sobre la vida cristiana en comunidad. San Tomás de Aquino, en sus comentarios a otras epístolas paulinas, alude a pasajes de 1 Tesalonicenses para ilustrar la perseverancia en la gracia hasta el fin (cf. 1 Cor 1,8), enfatizando que la santidad no implica ausencia de pecados veniales, sino libertad de mortales.3 Pablo enseña que la fe debe manifestarse en obras de amor y esperanza, alineándose con la doctrina tomista de la virtud teologal.

El Papa Juan Pablo II, en audiencias sobre la pureza, conecta 1 Ts 4,4 con la dignidad del cuerpo humano, llamándolo a ser tratado «con santidad y respeto», un fundamento para la teología del matrimonio y la castidad en la Teología del Cuerpo.4

En la liturgia, la epístola se lee en el Adviento, destacando la vigilancia ante la venida de Cristo (1 Ts 5,1-6), como en la Primera Víspera del Domingo de Adviento.2 La Doctrina Social de la Iglesia extrae de 1 Ts 4,11 la valorización del trabajo manual, promoviendo la dignidad laboral.

Controversias históricas, como las sobre la interpretación escatológica, se resuelven en la tradición católica rechazando lecturas milenaristas, como confirmó Pío XII en Mystici Corporis Christi (1943).

Influencia y legado

La Primera carta a los Tesalonicenses ha influido profundamente en la espiritualidad católica. En la patrística, San Juan Crisóstomo la comenta como modelo de consolación pastoral. En la Edad Media, formó parte de las lecturas monásticas, inspirando la oración constante (1 Ts 5,17), eco en la regla benedictina.

En la era moderna, el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, n. 35) cita su visión de la Iglesia como familia unida en la esperanza. Hoy, en contextos de secularización, la carta exhorta a los fieles a vivir la fe en entornos hostiles, como enfatiza el Papa Francisco en sus reflexiones sobre la perseverancia.

Su legado perdura en la devoción popular, como en las novenas por los difuntos, y en la exégesis bíblica católica, que la ve como puente entre el judaísmo y el cristianismo pleno.

Citas

  1. El autor, la integridad y el tiempo de composición de las cartas pastorales de Pablo Apóstol - Respuesta de la comisión bíblica, 12 de junio de 1913, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3587.

  2. Primeras vísperas del primer domingo de Adviento, Papa Benedicto XVI. 26 de noviembre de 2005, Primeras Vísperas - I Domingo de Adviento (2005). 2

  3. Capítulo 1, Tomás de Aquino. Comentario a 1 Corintios, § 1:8.

  4. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 28 de enero de 1981 (1981).