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Profecía bíblica

La profecía bíblica es un don divino por el cual Dios revela conocimientos sobrenaturales a los profetas, que luego son manifestados a otros. Aunque a menudo se asocia con la predicción de eventos futuros, la profecía en un sentido más amplio incluye la revelación de misterios ocultos del pasado o del presente, y su propósito principal es la edificación, exhortación y consuelo del pueblo de Dios. A lo largo de la historia de la salvación, desde el Antiguo Testamento hasta la era apostólica y más allá, la profecía ha jugado un papel crucial en la comunicación de la voluntad divina, culminando en la figura de Jesucristo, el Profeta por excelencia, y continuando en la Iglesia a través de revelaciones privadas y el carisma profético.

Tabla de contenido

Definición y Contexto

En la teología mística, la profecía se refiere tanto a las profecías contenidas en la Escritura canónica como a las profecías privadas1. En su sentido estricto y propio, la profecía es la revelación de eventos futuros1. Sin embargo, San Pablo, en 1 Corintios 14, amplía esta definición para incluir inspiraciones divinas sobre lo que es secreto, ya sea futuro o no1. Este conocimiento debe ser sobrenatural, infundido por Dios, ya que concierne a cosas que están más allá de la capacidad natural de la inteligencia creada1. Además, este conocimiento debe ser manifestado por palabras o signos, porque el don de profecía se otorga principalmente para el bien de los demás1.

Dios puede revelar el futuro a sus profetas o a otros santos, pero una actitud cristiana saludable implica confiar en la Providencia para todo lo que concierne al futuro, evitando una curiosidad malsana2. La imprudencia, sin embargo, puede ser una falta de responsabilidad2. La Comisión Bíblica ha afirmado que las profecías en el libro de Isaías y otras Escrituras son profecías en el verdadero sentido de la palabra, no meros relatos compuestos después del evento, ni predicciones basadas en la sagacidad natural del profeta3.

Tipos de Profecía

Santo Tomás de Aquino distingue entre dos tipos principales de profecía, una distinción confirmada por la erudición bíblica histórico-crítica reciente4.

Profecía Mosaica (Profecía de Resultados en Sí Mismos)

Este tipo de profecía se nombra a partir de Deuteronomio 18:22, donde se establece que si un profeta habla en nombre del Señor y lo que dice no se cumple, esa palabra no ha sido pronunciada por el Señor4. La profecía mosaica predice un resultado definitivo que se cumplirá, y su verdad se juzga por su cumplimiento4. Un ejemplo claro de esto es la profecía de Jesús en la Última Cena de que Pedro lo negaría antes de que cantara el gallo, lo cual se cumplió4.

Profecía Jeremiana (Profecía de las Cosas en sus Causas)

Este tipo de profecía, basada en el principio encontrado en Jeremías, es fundamentalmente condicional4. El resultado profetizado se llevará a cabo solo si se cumple alguna condición4. Por ejemplo, la destrucción puede ocurrir si la gente no se arrepiente, pero se evitará si sí lo hace4. Esta forma de profecía fue común en el Antiguo Testamento y en las culturas del antiguo Cercano Oriente, y estuvo presente en el judaísmo del Segundo Templo y el Nuevo Testamento4.

Algunas profecías también pueden ser de advertencia (profetía de conminación) en lugar de predestinación (profetía de predestinación), lo que implica que el cumplimiento puede ser aplazado o revisado si hay un cambio de comportamiento, como el arrepentimiento5.

Profecía en el Antiguo Testamento

Los profetas del Antiguo Testamento fueron figuras clave en la historia de Israel, sirviendo como portavoces de Dios. Su misión no solo era predecir el futuro, sino también interpretar eventos pasados y presentes a la luz de la voluntad divina6. A menudo, sus mensajes eran advertencias, consuelos o exhortaciones a la conversión.

Ejemplos de profetas incluyen a Samuel y Daniel, quienes profetizaron desde jóvenes1. Incluso figuras no israelitas como Balaam, un gentil, predijeron la venida del Mesías1. Los Padres de la Iglesia también se refirieron a las Sibilas, quienes, a pesar de las interpolaciones en sus poemas, hicieron mención clara de misterios como la Trinidad, la Encarnación y la Pasión de Cristo1.

La idea de que los profetas del Antiguo Testamento solo pronunciaron profecías para el futuro cercano no se reconcilia con las profecías mesiánicas y escatológicas que fueron dadas con mucha antelación, ni con la opinión común de los Santos Padres que afirman que los profetas predijeron eventos que se cumplirían después de muchas épocas7.

Profecía en el Nuevo Testamento

La figura central de la profecía en el Nuevo Testamento es Jesucristo mismo, quien fue largamente anunciado y esperado como Profeta8. Jesús aceptó este título y cumplió su significado, y su predicación y predicciones estaban mucho más cerca de los modelos proféticos que las enseñanzas de los rabinos8. A diferencia de los profetas anteriores, Jesús no recibió la verdad de una fuente externa; su origen estaba dentro de Él, y la promulgó con una autoridad desconocida hasta entonces8,6. Su revelación es el mensaje definitivo del Padre8.

Santo Tomás de Aquino afirma que Jesús, en su humanidad terrenal, siempre poseyó el don de profecía6. Él era un profeta en cumplimiento de la expectativa judía, se refirió a sí mismo como profeta, y otros lo identificaron correctamente como tal6. A través de su solidaridad con la humanidad y su conocimiento divino, Jesús pudo proclamar lo que estaba más allá del conocimiento ordinario de sus contemporáneos6.

Durante los tiempos apostólicos, Dios continuó eligiendo instrumentos similares a los profetas del Antiguo Testamento para dar a conocer su voluntad de manera extraordinaria y predecir eventos futuros, como los profetas de Antioquía, Agabo y las hijas del evangelista Felipe8. El don de profecía fue uno de los principales carismas concedidos para fortalecer el progreso incipiente de la fe, otorgado para la edificación, exhortación y consuelo (1 Corintios 14:3)8. El Canon de las Escrituras se cierra con el libro profético del Apocalipsis de San Juan, que describe las luchas y victorias del nuevo reino hasta el regreso de su Jefe8.

La Profecía y la Fe Católica

La Iglesia Católica reconoce el don de la profecía como una gracia que no desapareció con los tiempos apostólicos1. Aunque la Iglesia no ha declarado ninguna obra profética como divinamente inspirada desde el Apocalipsis, ha canonizado a numerosos santos que estuvieron dotados del don de profecía1.

La Iglesia permite la libertad de aceptar o rechazar profecías particulares o privadas según la evidencia a favor o en contra de ellas1. Se aconseja ser lento en admitirlas y lento en rechazarlas, tratándolas con respeto cuando provienen de fuentes confiables y están de acuerdo con la doctrina y moral católicas1.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Dios puede revelar el futuro a sus profetas o a otros santos, pero la actitud cristiana correcta es confiar en la Providencia2.

Profecía y Escatología

La escatología, el estudio de las «últimas cosas», está intrínsecamente ligada a la profecía. Durante la mayor parte de la historia cristiana, la promesa bíblica de la Segunda Venida de Cristo, seguida por la resurrección de los muertos, el Juicio Final y la llegada de la Jerusalén celestial, guio la comprensión de las personas sobre sus acciones y los tiempos en que vivían9. Esta promesa tenía una dimensión moral e histórica, estableciendo todas las acciones bajo el escrutinio de un juicio omnisciente y ordenando todos los eventos dentro de un drama divino que lleva al triunfo9.

Los conflictos religiosos a menudo surgieron de desacuerdos sobre cómo interpretar las profecías bíblicas en el tiempo presente, por ejemplo, si el Papa era el vicario de Cristo que presidía el reinado mesiánico de mil años o el anticristo9. Sin embargo, estas disputas no afectaron el marco explicativo fundamental9.

La crisis de la Ilustración, al desafiar la fiabilidad de la revelación como fuente de conocimiento histórico y metafísico, generó una crisis de escatología, ya que las últimas cosas eran un conocimiento paradigmáticamente revelado9.

Profecía y Revelación Privada

El carisma de la profecía ha sido recibido en todas las épocas de la Iglesia y debe ser examinado, pero no despreciado10. En el sentido bíblico, la profecía no se limita a predecir el futuro, sino que busca explicar la voluntad de Dios para el presente y, por lo tanto, mostrar el camino correcto a seguir para el futuro10. La predicción del futuro es de importancia secundaria; lo esencial es la actualización de la Revelación definitiva10. La palabra profética es una advertencia o un consuelo, o ambos10.

Existe un vínculo entre el carisma de la profecía y la categoría de los «signos de los tiempos», que el Concilio Vaticano II puso de relieve10. Interpretar los signos de los tiempos a la luz de la fe significa reconocer la presencia de Cristo en cada época10. Las revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia, como Fátima, ayudan a comprender los signos de los tiempos y a responder a ellos correctamente en la fe10.

La Iglesia enseña que la revelación privada, aunque no pertenece al depósito de la fe, puede ayudar a vivir la fe más plenamente en un momento determinado10.

Conclusión

La profecía bíblica es un don divino de conocimiento sobrenatural y su manifestación, dado por Dios para el bien de su pueblo. Desde las figuras proféticas del Antiguo Testamento hasta la encarnación de la profecía en Jesucristo y la continuación del carisma en la Iglesia, su propósito ha sido guiar, exhortar y consolar a la humanidad. Aunque la predicción del futuro es una faceta, la esencia de la profecía radica en revelar la voluntad de Dios para el presente y señalar el camino hacia el futuro, siempre en el marco de la Revelación definitiva de Cristo. La Iglesia, al discernir las profecías privadas, invita a la prudencia y al respeto, reconociendo en ellas una ayuda para interpretar los signos de los tiempos y vivir la fe con mayor profundidad.

Citas

  1. Catholic Encyclopedia, Prophecy 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

  2. CCC, para-2115 2 3

  3. The Sources of Catholic Dogma (Enchiridion Symbolorum), 3505

  4. Universal Salvation, Damnation, and the Task of Theology, page9 2 3 4 5 6 7 8

  5. Jesus’s Prophetic Knowledge and the Gospels, page18

  6. Universal Salvation, Damnation, and the Task of Theology, page5 2 3 4 5

  7. The Sources of Catholic Dogma (Enchiridion Symbolorum), 3506

  8. Catholic Encyclopedia, Prophecy, Prophet, and Prophetess 2 3 4 5 6 7

  9. Philosophical Myths of the End, page2 2 3 4 5

  10. The Message of Fatima 2 3 4 5 6 7 8