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Prudencia

Prudencia
Cappellone degli Spagnoli - Triunfo de Santo Tomás de Aquino. Original, Andrea di Bonaiuto, CC BY 3.0 📄

La prudencia, una de las cuatro virtudes cardinales, es fundamental en la teología moral católica, guiando la razón práctica para discernir el verdadero bien en cada circunstancia y elegir los medios adecuados para alcanzarlo. A menudo descrita como el «auriga de las virtudes», dirige las demás virtudes morales, asegurando que la acción humana se alinee con la inteligencia y la libertad. No debe confundirse con la timidez o la astucia, sino que implica una combinación de sabiduría, previsión y una voluntad recta para actuar de manera decisiva hacia el bien. A lo largo de la historia de la Iglesia, desde los filósofos griegos como Aristóteles y los Padres de la Iglesia hasta los teólogos escolásticos como Santo Tomás de Aquino y el magisterio papal moderno, la prudencia ha sido consistentemente enfatizada como esencial para una vida moral íntegra y para la edificación de una sociedad justa.

Tabla de contenido

Definición

La prudencia es la virtud moral que perfecciona la razón práctica, permitiendo discernir el verdadero bien en cada situación y seleccionar los medios correctos para lograrlo1,2. Santo Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, la define como la «recta razón en la acción» (recta ratio agibilium)1,3,4. Esta virtud no se limita a la cautela o la indecisión, ni a la duplicidad o la disimulación1,3. Más bien, es una cualidad de la inteligencia y la libertad humanas que permite a la persona razonar, evaluar y comprender la complejidad de la realidad sin dejarse llevar por las emociones o las presiones3.

La prudencia es llamada el «auriga de las virtudes» (el cochero de las virtudes) porque guía a las demás virtudes morales, estableciendo la regla y la medida para su ejercicio1,3,4,5. Su función es señalar el curso de acción que debe tomarse en circunstancias concretas, indicando el justo medio en el que reside la esencia de toda virtud4. Sin prudencia, la valentía puede convertirse en temeridad, la misericordia en debilidad y la templanza en fanatismo4.

Para un acto prudente son necesarias dos cosas: la verdad práctica y el apetito rectificado6. La prudencia presupone la verdad de la recta razón y especifica la acción de acuerdo con un apetito recto, de modo que ambos se preserven6. Esto significa que el juicio prudencial no solo debe ser verdadero en la mayoría de los casos, sino que debe ser siempre verdadero para ser una virtud intelectual genuina7.

Desarrollo Histórico

El concepto de prudencia tiene profundas raíces en la filosofía antigua, especialmente en la tradición griega. Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, estableció una base para la comprensión de la phronesis (prudencia práctica), que Santo Tomás de Aquino integraría y elevaría dentro del horizonte de la teología moral cristiana8. Para los filósofos griegos, la prudencia era una de las virtudes cardinales, un pilar de la sabiduría antigua3.

En la Edad Media, los teólogos cristianos, al regresar a los autores clásicos a la luz de la revelación cristiana, concibieron el septenario de virtudes —tres teologales y cuatro cardinales— como un organismo vivo en el que cada virtud ocupa un espacio armonioso3. La prudencia se convirtió en un tema central de encuentro e inculturación entre la sabiduría antigua y la fe cristiana3.

La Prudencia en el Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) destaca la prudencia como la virtud que «dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo»1,2. Afirma que el hombre prudente «mira bien por dónde va» y «vela y sé sobrio para tus oraciones»1. El Catecismo subraya que la prudencia es la que guía inmediatamente el juicio de la conciencia, permitiendo aplicar los principios morales a casos particulares sin error y superando las dudas sobre el bien a conseguir y el mal a evitar1.

La Prudencia en la Teología Tomista

Santo Tomás de Aquino, en su Summa Theologiae, desarrolla de manera exhaustiva la doctrina de la prudencia. La considera una virtud intelectual en cuanto perfecciona el intelecto en sus decisiones prácticas, pero también una virtud moral porque se ocupa de las acciones humanas y requiere la rectificación del apetito4,9,6,7.

Según Santo Tomás, la función de la prudencia consiste en tres actos principales4:

  1. Tomar consejo (consilium): Buscar los medios adecuados para alcanzar el fin virtuoso en un caso particular4.

  2. Juzgar rectamente (iudicium): Evaluar la idoneidad de los medios sugeridos4.

  3. Mandar (praeceptum): Ordenar el empleo de los medios elegidos4,10.

Estos actos requieren diligencia y cuidado, excluyendo la negligencia y la falta de preocupación4. La prudencia no solo dirige el intelecto, sino que también otorga la medida de la acción moral concreta a la voluntad mediante su mandato10. Sin embargo, la prudencia tomista no es una mera habilidad para conseguir cualquier fin; si el fin es vicioso, la destreza mostrada solo merecerá el nombre de falsa prudencia4.

La prudencia, en la visión tomista, presupone la sindéresis, el hábito natural que permite conocer los primeros principios morales, y la rectificación del apetito7,8. La verdad del intelecto práctico (la prudencia) consiste en su conformidad con el apetito rectificado7. Esto implica que la prudencia no es una intuición que pueda juzgar que la virtud es contraria a la verdad en el aquí y ahora, sino que se basa en la verdad y en una voluntad orientada al bien6.

La Prudencia en el Magisterio Papal Moderno

El magisterio papal moderno ha continuado enfatizando la importancia de la prudencia, adaptando su comprensión a los desafíos contemporáneos.

San Juan Pablo II

San Juan Pablo II, en su audiencia general del 25 de octubre de 1978, explicó que el hombre prudente no es aquel que «sabe arreglárselas en la vida y sacar de ella el mayor provecho», sino aquel que es capaz de construir toda su vida «según la voz de la recta conciencia y según las exigencias de la sana moralidad»11. Para él, la prudencia es la clave para cumplir la tarea fundamental de la perfección humana que cada uno ha recibido de Dios11. Además, San Juan Pablo II vio la prudencia humana como una imagen y semejanza de la Providencia divina, permitiendo al hombre participar en el gran plan de Dios para la creación y la salvación11.

Papa Francisco

El Papa Francisco, en su catequesis sobre las virtudes del 20 de marzo de 2024, ha insistido en que la prudencia no es la virtud de la persona temerosa o indecisa, ni tampoco mera cautela3. Por el contrario, es la capacidad de «combinar inteligencia y creatividad, sencillez y astucia, comprendiendo la complejidad de las situaciones y evaluando posibles soluciones, aplicando la sabiduría obtenida de experiencias pasadas y anticipando las necesidades futuras»3.

El Papa Francisco destaca que la persona prudente es creativa: razona, evalúa, trata de entender la complejidad de la realidad y no se deja abrumar por las emociones, la pereza o las ilusiones3. En un mundo dominado por las apariencias y el pensamiento superficial, la lección de la prudencia merece ser revivida3. Los prudentes saben elegir, sopesan la situación, buscan consejo y, con una amplia perspectiva y libertad interior, eligen el camino a seguir, evitando grandes tropiezos3. La prudencia es una cualidad esencial para quienes están llamados a gobernar, ya que saben que administrar es difícil y que se deben armonizar muchos puntos de vista para buscar el bien de todos3.

El Papa también señala que la prudencia enseña que «lo perfecto es enemigo de lo bueno», pues un celo excesivo puede causar desastres, arruinar construcciones que requerirían gradualidad o generar conflictos3. El prudente sabe salvaguardar la memoria del pasado, no por miedo al futuro, sino porque la tradición es un patrimonio de sabiduría3. La vida cristiana, según Jesús, es una combinación de sencillez y astucia: «Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas» (Mt 10,16)3. Dios quiere «santos inteligentes», porque sin prudencia es fácil equivocarse3.

Aplicaciones Prácticas

La prudencia se manifiesta en la vida cotidiana a través de diversas actitudes y acciones. Implica una reflexión y consulta cuidadosas, buscando las opiniones necesarias antes de actuar12. Luego, requiere una evaluación de la realidad a la luz del plan de Dios, y finalmente, una decisión basada en los pasos anteriores12.

En la toma de decisiones, la prudencia permite hacer elecciones consistentes, con realismo y un sentido de responsabilidad por las consecuencias13. No es una intuición espontánea, sino una virtud que exige el ejercicio maduro del pensamiento y la responsabilidad en la comprensión objetiva de una situación específica y en la toma de decisiones conforme a una voluntad correcta13.

Un ejemplo de la aplicación de la prudencia es la construcción de una casa sobre roca, en contraste con la imprudencia de construirla sobre arena, como enseña Jesús en sus parábolas3. De manera similar, las vírgenes prudentes llevan aceite para sus lámparas, a diferencia de las necias que no lo hacen3. Estos ejemplos evangélicos educan en la necesidad de la previsión y la preparación.

La Prudencia en la Doctrina Social de la Iglesia

La Doctrina Social de la Iglesia también resalta la prudencia como una virtud esencial para los fieles laicos en su compromiso con la vida pública. Los laicos deben actuar según los dictados de la prudencia para discernir el verdadero bien en cada circunstancia social y elegir los medios adecuados para lograrlo12. Esta virtud permite aplicar correctamente los principios morales a los casos particulares en el ámbito social y político12.

La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos subraya que la prudencia «moldea e informa nuestra capacidad de deliberar sobre las alternativas disponibles, de determinar lo más adecuado para un contexto específico y de actuar con decisión»5. El ejercicio de esta virtud a menudo exige el coraje de actuar en defensa de los principios morales al tomar decisiones sobre cómo construir una sociedad de justicia y paz5.

Conclusión

La prudencia, lejos de ser una simple cautela o astucia, es una virtud cardinal indispensable que capacita a la razón práctica para discernir el bien y elegir los medios para alcanzarlo. Como «auriga de las virtudes», dirige y mide las demás virtudes morales, asegurando que la acción humana sea inteligente, libre y orientada al bien. Desde sus orígenes en la filosofía clásica hasta su profunda elaboración en la teología tomista y su constante reafirmación en el magisterio papal moderno, la prudencia se presenta como un pilar fundamental para la vida moral del individuo y para la edificación de una sociedad justa y conforme al plan de Dios. Su ejercicio requiere sabiduría, previsión, una voluntad recta y la capacidad de actuar con responsabilidad frente a la complejidad de la vida.

Citas

  1. Primera sección la vocación del hombre vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1806. 2 3 4 5 6 7

  2. Primera sección la vocación del hombre vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1835. 2

  3. Síntesis de las palabras del Santo Padre, Papa Francisco. Audiencia General del 20 de marzo de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 12. La prudencia (2024). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19

  4. Prudencia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Prudencia. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

  5. Parte I - Formar las conciencias para una ciudadanía fiel: La reflexión de los obispos de EE. UU. sobre la enseñanza católica y la vida política - ¿Cómo ayuda la Iglesia a los fieles católicos a hablar sobre cuestiones políticas y sociales? - La virtud de la prudencia, Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Formar las Conciencias para una Ciudadanía Fiel, § 19 (2015). 2 3

  6. Sebastian Walshe, O.Praem. La Formación y el Ejercicio de la Conciencia en Asuntos Privados y Públicos, § 9. 2 3 4

  7. Réginald Garrigou-Lagrange. Observaciones sobre el Carácter Metafísico de la Teología Moral de Santo Tomás, en Particular en su Relación con la Prudencia y la Conciencia, § 13. 2 3 4

  8. Reinhard Hütter. Conciencia «Verdaderamente Llamada Así» y su Falsificación: John Henry Newman y Tomás de Aquino sobre Qué Es la Conciencia y Por Qué Importa, § 40. 2

  9. Matthew K. Minerd. Inteligencia y Moralidad: Traducción y Comentarios sobre un Artículo de Ambroise Gardeil, O.P, § 21.

  10. Reinhard Hütter. Ser Bueno Es Hacer la Verdad: Ser, Verdad y la Conciencia Primordial en una Perspectiva Tomista, § 12. 2

  11. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 25 de octubre de 1978 (1978). 2 3

  12. C. Actuar con prudencia, Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 547 (2004). 2 3 4

  13. C. Actuar con prudencia, Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 548 (2004). 2