Pureza
La pureza, en la enseñanza católica, es una virtud fundamental que abarca la integración exitosa de la sexualidad dentro de la persona, buscando la unidad interior del ser humano en su dimensión corporal y espiritual. Es una disposición habitual y firme para hacer el bien, que permite a la persona no solo realizar buenas acciones, sino dar lo mejor de sí misma, orientándose hacia el bien con todas sus facultades sensoriales y espirituales. Esta virtud se manifiesta en diversas formas, adaptándose a los diferentes estados de vida, como el matrimonio, el celibato o la virginidad consagrada, y es esencial para la dignidad humana y la capacidad de amar verdaderamente.
Tabla de contenido
Definición y origen del concepto
La pureza, en su sentido más amplio, se refiere a la integridad y la ausencia de mancha o corrupción. Dentro de la doctrina católica, esta virtud se entiende como la integración armoniosa de la sexualidad en la persona, unificando el cuerpo y el espíritu1. No se trata simplemente de la abstención de actos ilícitos, sino de una disposición del corazón que busca la santidad en todas las áreas de la vida2.
El origen de este concepto se encuentra profundamente arraigado en las Escrituras y en la Tradición de la Iglesia. Desde los primeros tiempos, la pureza ha sido valorada como un camino hacia la santidad, permitiendo al ser humano acercarse a Dios. Se le compara con el lirio entre las virtudes, por el cual los hombres se asemejan a los ángeles3.
En la enseñanza de la Iglesia
La Iglesia enseña que la pureza es una virtud que pertenece a la templanza, la cual modera el apetito sexual según la recta razón4. El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) presenta la pureza como un elemento esencial para la vida cristiana, destacando que la sexualidad se vuelve verdaderamente humana cuando se integra en la relación de una persona con otra, en la donación mutua y completa de un hombre y una mujer para toda la vida1.
El Concilio de Trento, por ejemplo, exhortó a los fieles a cultivar la continencia y la castidad, purificándose de toda inmundicia de la carne y del espíritu5. Esta enseñanza subraya que, aunque la castidad brilla con mayor esplendor en quienes hacen el voto de virginidad, es una virtud que también concierne a quienes viven en celibato o en el estado matrimonial, preservándose puros de deseos ilícitos5.
En la Biblia
La Sagrada Escritura es una fuente primordial para comprender la pureza. El apóstol San Pablo, por ejemplo, insiste en que la impureza y la inmundicia, o las palabras necias e indecentes, no deben «ni siquiera ser nombradas» entre los cristianos2. Jesús mismo proclamó la bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»3. Esta promesa resalta la conexión intrínseca entre la pureza interior y la capacidad de experimentar la presencia divina.
La Biblia también presenta el cuerpo humano como templo del Espíritu Santo, lo que exige un profundo respeto y reverencia4. Esta perspectiva eleva la pureza a un nivel sobrenatural, donde su motivación se encuentra en la luz de la fe y en el ejemplo de Cristo4.
La pureza como virtud cristiana
La pureza es una virtud que permite a la persona no solo realizar buenas acciones, sino dar lo mejor de sí misma, buscando el bien con todas sus facultades sensoriales y espirituales6. Es un camino hacia la santidad y la libertad interior, liberando el amor del egoísmo y la agresión7.
Relación con la castidad y la modestia
La pureza está íntimamente ligada a la castidad y la modestia. La castidad es la virtud que integra exitosamente la sexualidad dentro de la persona, logrando así la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual1. Es una virtud que nos permite hacer lo correcto, lo bueno y lo verdaderamente amoroso en las áreas de las relaciones y la sexualidad8. La castidad se opone a la lujuria, que es un deseo desordenado de placer sexual al margen del verdadero significado de la sexualidad y el amor conyugal8.
Por su parte, la modestia es una parte integral de la templanza y protege el centro íntimo de la persona9. Implica negarse a desvelar lo que debe permanecer oculto y guía la forma en que uno mira a los demás y se comporta con ellos, de acuerdo con la dignidad de las personas y su comunión9,10. La modestia es, por tanto, una salvaguarda de la castidad, expresando la sensibilidad de esta virtud9.
La pureza en el Catecismo
El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) dedica una atención significativa a la pureza, especialmente en el contexto del Sexto Mandamiento. Destaca que la pureza de corazón trae consigo la libertad de un erotismo generalizado y evita el entretenimiento inclinado al voyeurismo y la ilusión11. También enfatiza que la pureza exige la modestia, que protege el centro íntimo de la persona y guía el comportamiento hacia los demás con respeto a la dignidad9.
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica reitera que la pureza requiere la modestia, la cual protege el centro íntimo de la persona y expresa la sensibilidad de la castidad. Guía cómo uno mira a los demás y se comporta con ellos en conformidad con la dignidad de las personas y su comunión10.
La pureza en la vida pastoral
La promoción de la pureza es una tarea esencial en la vida pastoral de la Iglesia, que busca guiar a los fieles hacia una vida de santidad y plenitud.
Enseñanza y catequesis
La catequesis desempeña un papel crucial en la enseñanza de la pureza. El Catecismo de la Iglesia Católica, como síntesis orgánica de la doctrina católica, sirve como punto de referencia para los catecismos y compendios que se elaboran en los diferentes países12. La catequesis debe instruir a los fieles sobre la importancia de la castidad en todas las etapas de la vida, ya sea en el matrimonio, el celibato o la virginidad consagrada7.
Es fundamental enseñar que la pureza no es una negación de la sexualidad, sino su integración saludable y su ordenación al amor verdadero8. Esto implica una disciplina de los sentimientos, pasiones y emociones que conduce al autodominio, ya que no se puede dar lo que no se posee7.
En la práctica de los sacramentos
Los sacramentos son fuentes de gracia que fortalecen a los fieles en la vivencia de la pureza. La Confesión (Sacramento de la Penitencia) es un remedio espiritual que purifica y sana, permitiendo a la persona levantarse después de las caídas y renovar su compromiso con la pureza13.
La Eucaristía es el «mejor remedio contra la lujuria»13. Cuanto más pura y casta es un alma, más anhela este pan, del cual deriva fuerza para resistir todas las tentaciones de impureza y por el cual se une más íntimamente con el Esposo Divino13. La oración constante también es indispensable, ya que la castidad es un gran don de Dios que se concede a quienes lo piden y trabajan para recibirlo14,15.
Los santos y la pureza
La vida de los santos ofrece ejemplos luminosos de cómo vivir la virtud de la pureza en diferentes estados de vida. Sus testimonios inspiran y demuestran que, con la gracia de Dios, es posible alcanzar una profunda santidad y pureza de corazón.
Ejemplos de santidad
San Francisco de Sales, en su obra Introducción a la vida devota, exhorta a ser extremadamente rápidos en apartarse de lo más mínimo que conduzca a la impureza, comparando los cuerpos humanos con vasos que no pueden chocar sin riesgo de romperse2. Él enfatiza que la pureza tiene su origen en el corazón, pero se manifiesta en el cuerpo, y que cualquier falta de modestia en la vista, el oído, el habla, el olfato o el tacto es impureza, especialmente cuando el corazón se deleita en ello2. Su enseñanza subraya la necesidad de una vigilancia constante y de buscar la compañía de personas puras2.
Muchos santos, como San Agustín y Santa María Goretti, son modelos de pureza. San Agustín alaba la pureza de su amigo Alipio, quien había olvidado y despreciado por completo los placeres carnales de su juventud3. La vida de los santos nos recuerda que la pureza es un camino de combate espiritual contra las concupiscencias que nos arrastran al mal, pero también un camino de gracia y victoria16.
Desafíos contemporáneos
En la sociedad actual, la pureza enfrenta numerosos desafíos debido a la difusión de una cultura que a menudo promueve el erotismo y la permisividad moral.
Medios y sexualidad
Los medios de comunicación tienen una gran influencia en la percepción de la sexualidad. La pureza cristiana exige una purificación del ambiente social, lo que requiere que las presentaciones mediáticas muestren preocupación por el respeto y la moderación11. La exposición generalizada a la pornografía y a contenidos eróticos puede fomentar una curiosidad morbosa y desviar la sexualidad de su verdadero significado, que es el amor y la donación de sí mismo10,8.
La lucha contra la permisividad moral, que a menudo se basa en una concepción errónea de la libertad humana, es un requisito constante para mantener la pureza10. Es necesario discernir y evitar aquello que fomenta el voyeurismo y la ilusión, protegiendo así la pureza de corazón11.
Educación y familia
La familia es el primer lugar donde se debe impartir la educación en la pureza y la castidad. Los padres tienen la responsabilidad de guiar a sus hijos en el desarrollo de una visión sana de la sexualidad, enseñándoles el valor de la dignidad humana y el respeto por el cuerpo propio y ajeno8. La educación en la castidad debe presentarse como un camino hacia el amor verdadero y la libertad, integrando los deseos sexuales en la búsqueda general de la excelencia moral y la santidad8.
La pureza es un «trabajo largo y exigente» que requiere la gracia de Dios y la perseverancia con fortaleza para resistir la tentación y tomar decisiones correctas en circunstancias difíciles8. La Iglesia llama a todos, casados y solteros, a vivir una vida casta, adaptada a su estado, como camino hacia el florecimiento humano8.
Conclusión
La pureza es una virtud esencial en la vida cristiana, que busca la integración armoniosa de la sexualidad dentro de la persona, en cuerpo y espíritu. Es un camino hacia la santidad, la libertad y la capacidad de amar verdaderamente. A través de la castidad y la modestia, los fieles son llamados a vivir con dignidad y respeto, reconociendo el cuerpo como templo del Espíritu Santo. A pesar de los desafíos contemporáneos, la Iglesia, a través de la catequesis, los sacramentos y el ejemplo de los santos, ofrece los medios y la guía para cultivar esta virtud fundamental, que permite a los puros de corazón ver a Dios y vivir plenamente su vocación al amor.
Citas
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, §párr. 2337. ↩ ↩2 ↩3
Parte III. Que contiene consejos para la práctica de las virtudes. - Capítulo XIII. Cómo guardar la pureza, Francisco de Sales. Introducción a la vida devota, §Parte III, Capítulo XIII (1609). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Parte III. Que contiene consejos para la práctica de las virtudes. - Capítulo XII. Sobre la pureza, Francisco de Sales. Introducción a la vida devota, §Parte III, Capítulo XII (1609). ↩ ↩2 ↩3
Castidad, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Castidad. ↩ ↩2 ↩3
Los diez mandamientos - El sexto mandamiento - Lo que este mandamiento prescribe - La pureza ordenada, Papa Pío V. Catecismo del Concilio de Trento, §Los Diez Mandamientos - El Sexto Mandamiento (1566). ↩ ↩2
Sección primera la vocación del hombre la vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, §párr. 1803. ↩
II. El verdadero amor y la castidad, El Consejo Pontificio para la Familia. La Verdad y el Significado de la Sexualidad Humana: Orientaciones para la Educación dentro de la Familia, § 16 (1995). ↩ ↩2 ↩3
II. La belleza y vocación de la persona humana en Cristo, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Crea en Mí un Corazón Puro: Una Respuesta Pastoral a la Pornografía, § II. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, §párr. 2521. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Parte tercera - La vida en Cristo. Capítulo segundo - «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». La vida en Cristo, Promulgado por el Papa Benedicto XVI. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, § 530 (2005). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, §párr. 2525. ↩ ↩2 ↩3
III. El fin y los destinatarios previstos del catecismo, Catecismo de la Iglesia Católica, §párr. 11. ↩
Papa Pío XII. Sacra Virginitas, § 63 (1954). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Sacra Virginitas, § 62 (1954). ↩
Reinhard Hütter. Pornografía y Acedia, § 7. ↩
Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, §párr. 978. ↩