Reino de Dios

El concepto del Reino de Dios (o Reino de los Cielos) es central en la teología católica, abarcando desde sus raíces bíblicas hasta su plena realización escatológica. No se trata de un lugar geográfico, sino de la soberanía de Dios que se manifiesta en la historia humana a través de Jesucristo, se hace presente en la Iglesia y culminará en la eternidad. Este artículo explora la naturaleza espiritual, presente y futura del Reino, su relación con Cristo y la Iglesia, y su impacto en la vida del creyente y en la misión social.
Tabla de contenido
Orígenes Bíblicos y Teología Antigua
El anhelo de un reino divino es una constante en la historia de la salvación, manifestado en el Antiguo Testamento a través de la promesa de un rey davídico y un reino eterno. Sin embargo, es en el Nuevo Testamento donde el concepto adquiere su forma más clara y definitiva con la llegada de Jesucristo.
La Proclamación de Jesús
Jesús inició su ministerio proclamando que el Reino de Dios está cerca (Mt 3:2, Mc 1:15)1. Sus parábolas, como la del grano de mostaza o la levadura en la masa, ilustran la naturaleza de este Reino: una realidad que comienza de manera humilde pero crece hasta transformar el mundo1. Jesús mismo es la encarnación del Reino, y su llegada marca el inicio de su presencia en la historia2. Él rechazó las concepciones meramente terrenales o políticas de un reino, afirmando que su Reino «no es de este mundo» (Jn 18:36)3.
Identificación con Cristo
Desde la Iglesia primitiva, se ha entendido que el Reino de Dios está intrínsecamente ligado a la persona de Cristo. Orígenes, por ejemplo, llamó a Cristo autobasileia (el Reino mismo), y Tertuliano afirmó: «En el evangelio está el Reino de Dios, Cristo mismo»2. Esta identificación subraya que el Reino no es una ideología o un programa, sino una persona: Jesucristo, quien es el Rey.
El Reino en la Doctrina Católica Moderna
La enseñanza católica contemporánea profundiza en la comprensión del Reino de Dios, destacando su naturaleza compleja que abarca dimensiones presentes, futuras, espirituales y sociales.
Una Realidad Presente y Futura
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que el Reino de Dios está ya presente en la Eucaristía y se va realizando desde la Última Cena, pero que su plenitud llegará al final de los tiempos, cuando Cristo lo entregue al Padre4,5. En ese momento, los justos reinarán con Cristo para siempre, glorificados en cuerpo y alma, y el universo material será transformado, siendo Dios «todo en todos» (1 Cor 15:28)6,7. Esta visión no permite una interpretación exclusivamente escatológica que ignore la presencia actual del Reino1.
El Reino de Gracia y Amor
El Padre eterno ha preparado el Reino de gracia y amor, un Reino de vida nueva y eterna, y lo ha encomendado a su Hijo Eterno al hacerse hombre8,9,10. Todos los que participan en esta tarea salvífica y redentora pertenecen a Cristo y esperan el testimonio definitivo cuando Él entregue el Reino a Dios Padre al final de los tiempos8,9,10. Este sentido definitivo es que Dios sea todo en todos, y quienes lo aceptan son bienaventurados8,9,10.
La Iglesia como Signo del Reino
La Iglesia no es el Reino de Dios en su totalidad, pero es su sacramento, su signo e instrumento en la tierra11. Es una fuerza dinámica en el camino de la humanidad hacia el Reino escatológico y es la promotora de los valores evangélicos11.
La Iglesia al Servicio del Reino
La Iglesia sirve al Reino mediante su predicación, que es una llamada a la conversión, y estableciendo comunidades que crecen en fe y caridad11. También lo hace difundiendo los «valores del Evangelio» —como la paz, la justicia, la libertad y la fraternidad— que son expresiones del Reino y ayudan a las personas a aceptar el plan de Dios11. Sin embargo, la Iglesia nunca pierde de vista la prioridad de las realidades trascendentes y espirituales que son premisas de la salvación escatológica11.
Evitar Reduccionismos
Juan Pablo II advirtió contra concepciones «antropocéntricas» del Reino que lo reducen a un proyecto puramente humano y secularizado, enfocado solo en necesidades socioeconómicas, políticas o culturales12. Estas visiones, al silenciar a Cristo y el misterio de la redención, terminan por dejar poco espacio a la Iglesia o infravalorarla12. El Reino de Dios, aunque presente en el mundo, no es del mundo (Jn 18:36)12.
El Reino en la Vida del Creyente
La vida cristiana es una participación activa en la construcción del Reino de Dios, que se manifiesta en la práctica de la justicia, el amor y la paz.
La Oración por el Reino
La oración cristiana se centra en el deseo y la búsqueda del Reino que ha de venir, como lo enseñó Cristo en el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino»13. Esta petición implica la colaboración con la misión de Cristo y el Espíritu Santo, que es ahora la misión de la Iglesia, y cada bautizado trabaja por la venida del Reino a través de la oración13.
Vivir los Valores del Reino
Los cristianos, al vivir según la mente de Cristo, aceleran la venida del Reino, que es un «reino de justicia, amor y paz»14. Esto no significa abandonar las tareas terrenales, sino cumplirlas con rectitud, paciencia y amor, infundiendo el espíritu cristiano en las mentalidades, costumbres, leyes y estructuras de las comunidades14,15.
El Reino y la Escatología
El Reino de Dios tiene una dimensión escatológica fundamental, que se refiere a su plena realización al final de los tiempos.
La Plenitud al Final de los Tiempos
Como se mencionó, el Reino de Dios alcanzará su plenitud al final de los tiempos, cuando los justos reinarán con Cristo y el universo será transformado6,5. Este evento culminará con la entrega del Reino al Padre, para que Dios sea «todo en todos»8,9,10. Esta esperanza no debe ser una excusa para la falta de preocupación por las situaciones concretas de las personas en su vida social, nacional e internacional16.
El Misterio del Reino en la Tierra
Aunque la Iglesia sabe que ningún logro temporal puede identificarse con el Reino de Dios, todos los logros humanos que promueven la dignidad, la comunión fraterna y la libertad, anticipan y reflejan la gloria del Reino16. El Concilio Vaticano II enseña que «aquí en la tierra el reino está ya presente en misterio»16.
El Reino y la Misión Social
La Iglesia, al servicio del Reino, tiene un papel crucial en la promoción de la justicia y la paz en el mundo, sin confundir los logros temporales con la plenitud del Reino.
Imbuir las Realidades Humanas con el Evangelio
La victoria del Reino de Dios se logró con el sacrificio de Cristo en la Cruz, pero la vida cristiana implica una lucha continua contra el mal17. Lo que la Escritura enseña sobre el Reino de Dios tiene consecuencias para las sociedades temporales, iluminando el orden social y penetrando con la gracia para mejorar la vida humana17. Los cristianos, especialmente los laicos, están llamados a imbuir las realidades humanas con el Evangelio17.
La Iglesia como Agente de Transformación
La ayuda de la Iglesia es indispensable para sanar los males de la humanidad, ya que los medios externos y las disposiciones humanas por sí solos no traen una curación eficaz18. La misión final de la Iglesia es realizar el plan divino aquí abajo y «restaurar todas las cosas en Cristo, las que están en los cielos y en la tierra» (Ef 1:10)18.
El Reino en la Liturgia y la Devoción
La liturgia es un anticipo del banquete celestial y una expresión del anhelo por la venida del Reino.
La Eucaristía como Presencia del Reino
El Reino de Dios se hace presente de manera especial en la celebración del sacramento de la Eucaristía, que es el sacrificio del Señor16. En cada Eucaristía, el Pueblo de Dios peregrina hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino19. La liturgia, desde la época apostólica, se ha orientado hacia su meta con el gemido del Espíritu en la Iglesia: Marana tha! (¡Ven, Señor!)7.
Conclusión
El Reino de Dios es una realidad multifacética y dinámica en la fe católica. Es la soberanía de Dios manifestada en Jesucristo, presente en la Iglesia y en el corazón de los creyentes, y que se realizará plenamente al final de los tiempos. Es un llamado a la conversión, a la justicia, al amor y a la paz, y una esperanza que impulsa la misión evangelizadora y social de la Iglesia. Lejos de ser una utopía terrenal, es una realidad divina que transforma la existencia humana y la orienta hacia la vida eterna en Dios, quien será «todo en todos».
Citas
Ezra Sullivan, O.P. Buscad primero el Reino: Una respuesta al relato de Germain Grisez sobre el fin último del hombre, § 27. ↩ ↩2 ↩3
Dicasterio para el Diálogo Interreligioso. Diálogo y Anuncio (1991), §Notas a pie de página (1991). ↩ ↩2
Papa Pío XI. Quas Primas, § 15 (1925). ↩
Sección segunda el Padrenuestro, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2816. ↩
Sección segunda I. Los Credos, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1042. ↩ ↩2
Sección segunda I. Los Credos, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1060. ↩ ↩2
Sección primera la economía sacramental, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1130. ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. José Manyanet y Vives (1833-1901) - Homilía de beatificación, § 7 (2004). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Elisabetta della Santissima Trinità (1880-1906) - Homilía de beatificación, § 7 (2016). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. 25 de noviembre de 1984: Ceremonia de beatificación de José Manyanet y Vives, Daniel Brottier e Isabel de la Trinidad - Homilía, § 7 (1984). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo II - El reino de Dios - La Iglesia al servicio del Reino, Papa Juan Pablo II. Redemptoris Missio, § 20 (1990). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo II - El reino de Dios - El Reino en relación con Cristo y la Iglesia, Papa Juan Pablo II. Redemptoris Missio, § 17 (1990). ↩ ↩2 ↩3
Sección primera la oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2632. ↩ ↩2
Sección primera la vocación del hombre la vida en el Espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2046. ↩ ↩2
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-2105. ↩
VII. Conclusión, Papa Juan Pablo II. Sollicitudo Rei Socialis, § 48 (1987). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
III. El año 1989, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 25 (1991). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Summi Pontificatus, § 96 (1939). ↩ ↩2
Sección segunda los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, §para-1344. ↩