Rerum Novarum
La encíclica Rerum Novarum, promulgada por el Papa León XIII el 15 de mayo de 1891, es un documento fundamental en la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Aborda la «cuestión obrera» surgida de la Revolución Industrial, refutando las teorías socialistas y defendiendo el derecho a la propiedad privada. La encíclica propone un remedio a la injusticia social a través de la acción combinada de la Iglesia, el Estado, los empleadores y los trabajadores, estableciendo principios sobre salarios justos, la dignidad del trabajo y la importancia de las asociaciones profesionales.
Tabla de contenido
Contexto Histórico y Origen
A finales del siglo XIX, la Iglesia se enfrentaba a profundas transformaciones sociales, económicas y políticas impulsadas por la Revolución Industrial1. Este periodo se caracterizó por el surgimiento de nuevas estructuras de producción, la aparición del capital como una nueva forma de propiedad y el trabajo asalariado, a menudo con condiciones laborales inhumanas que no consideraban el sexo, la edad o la situación familiar, sino únicamente la eficiencia y el aumento de las ganancias1. El trabajo se había convertido en una mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda, sin tener en cuenta el mínimo necesario para el sustento del trabajador y su familia1. La falta de seguridad social dejaba a los trabajadores en una situación precaria, amenazados por el desempleo y la miseria1.
Esta situación llevó a una sociedad «dividida en dos clases, separadas por un profundo abismo»1. La teoría política dominante de la época promovía una libertad económica total, con poca o ninguna intervención estatal, mientras que, por otro lado, surgían concepciones de la propiedad y la vida económica de forma organizada y a menudo violenta, influenciadas por ideales socialistas1. Fue en este contexto de grave injusticia social y el peligro de una revolución que el Papa León XIII intervino con Rerum Novarum1. El documento, cuyo título significa «de las cosas nuevas», se refiere a los nuevos problemas que surgieron en ese tiempo, como el progreso industrial, el desarrollo de nuevos oficios, las cambiantes relaciones entre empleadores y trabajadores, la enorme riqueza de unos pocos frente a la pobreza de muchos, y un notable declive moral2.
El Papa León XIII, ejerciendo su «oficio apostólico», es decir, la misión recibida de Jesucristo de «apacentar a sus corderos y cuidar de sus ovejas» (cf. Jn 21,15-17), no dudó en abordar este conflicto entre el capital y el trabajo2. La encíclica se basó en la enseñanza de sus predecesores, documentos episcopales, estudios de laicos y el trabajo de movimientos y asociaciones católicas en el ámbito social1.
Principios Fundamentales de la Encíclica
Rerum Novarum sentó las bases de la Doctrina Social de la Iglesia al abordar la cuestión obrera con un enfoque sistemático y profético3,4.
La Dignidad del Trabajo y del Trabajador
La encíclica defiende la dignidad inalienable de los trabajadores, recordando a los empleadores que no deben ver a sus obreros como meros instrumentos de ganancia, sino como personas ennoblecidas por el carácter cristiano5. El trabajo es honorable y no vergonzoso, ya que permite al hombre ganarse una vida digna5. Es vergonzoso e inhumano abusar de los hombres como si fueran cosas, o valorarlos únicamente por su fuerza física5.
El Derecho a la Propiedad Privada
León XIII refuta las teorías socialistas que abogan por la abolición de la propiedad privada, afirmando que esta es un derecho natural del hombre6,7. Argumenta que el hombre, a diferencia de los animales, posee razón y previsión, lo que le permite poseer bienes de manera estable y permanente, no solo para uso momentáneo, sino para proveer para el futuro7,8. El trabajo del hombre se une a la tierra, transformándola y haciendo que lo producido por su esfuerzo le pertenezca legítimamente9. Este derecho a la propiedad privada, lejos de ser un obstáculo, es fundamental para aliviar la condición de las masas y para la paz y tranquilidad de la existencia humana6,10. Dios ha dado la tierra para el uso y disfrute de toda la humanidad, lo cual no impide la propiedad privada, ya que la industria del hombre y las leyes de las naciones fijan los límites de esta posesión11.
El Salario Justo
Uno de los puntos más destacados y específicos de la encíclica es la enseñanza sobre el salario justo12. Aunque los trabajadores y empleadores pueden hacer acuerdos libres sobre los salarios, existe un dictado de la justicia natural más imperioso que cualquier acuerdo: el salario no debe ser insuficiente para mantener a un trabajador frugal y bien portado13,12. Si un trabajador acepta condiciones más duras por necesidad o miedo a un mal peor, se convierte en víctima de la fuerza y la injusticia13,12. Esta doctrina, aunque parte de la enseñanza tradicional, fue expresada con una precisión y autoridad sin precedentes12.
El Papel del Estado
La encíclica reconoce la necesidad de la intervención del Estado en la cuestión social, pero dentro de ciertos límites14. El Estado tiene el deber de promover el bienestar público y la prosperidad privada, y de actuar con estricta justicia distributiva hacia todas las clases sociales15,16. Debe proteger los intereses de los trabajadores, especialmente de los pobres, ya que son ciudadanos con los mismos derechos que los ricos y constituyen una parte vital de la comunidad15. La autoridad pública debe intervenir cuando el interés general o una clase particular sufre o está amenazada de daño que no puede ser remediado de otra manera14. Sin embargo, la intervención del Estado debe ser subsidiaria, es decir, no debe ir más allá de lo necesario para remediar el mal o eliminar el perjuicio14.
Las Asociaciones Profesionales
León XIII enfatiza la importancia de las asociaciones o juntas para salvaguardar los intereses de los asalariados13. La encíclica elogia a los católicos que, comprendiendo las necesidades de los tiempos, se han esforzado por mejorar la condición de la clase trabajadora a través de medios legítimos, como la creación de asociaciones, sindicatos, cooperativas y sociedades de seguros17. Estas asociaciones, tanto mixtas como separadas, son vistas como un medio para la protección mutua y la auto-protección de los trabajadores12.
Deberes de Trabajadores y Empleadores
Rerum Novarum establece deberes claros tanto para los trabajadores como para los empleadores, en un espíritu de cooperación en lugar de lucha de clases18,4.
Deberes de los Trabajadores
Los trabajadores tienen el deber de realizar plena y fielmente el trabajo acordado, no dañar la propiedad del empleador, no recurrir a la violencia ni al desorden, y evitar a quienes prometen resultados engañosos5.
Deberes de los Empleadores
Los empleadores tienen el deber de respetar la dignidad de sus trabajadores como personas, no abusar de ellos para la ganancia, considerar su bienestar religioso y moral, asegurar que tengan tiempo para sus deberes religiosos, protegerlos de influencias corruptoras, y no imponerles cargas que excedan sus fuerzas o sean inadecuadas para su sexo y edad5. Su deber principal es dar a cada uno lo que es justo5.
Legado e Influencia
Rerum Novarum ha sido reconocida como un documento de inmensa importancia y ha tenido un impacto significativo en la literatura social católica y más allá12,19. Su publicación marcó una respuesta fuerte y profética de la Iglesia al desafío crítico de la Revolución Industrial3. La encíclica inspiró una vasta literatura social católica y fue aclamada por muchos no católicos como una de las producciones más definitivas y razonables sobre el tema12.
La encíclica fortaleció el compromiso de vitalizar la vida social cristiana, lo que se manifestó en el nacimiento y consolidación de numerosas iniciativas cívicas, como grupos de estudio social, asociaciones de trabajadores, sindicatos, cooperativas y organizaciones de asistencia18. También impulsó la legislación laboral para la protección de los trabajadores, especialmente niños y mujeres, y la mejora de salarios y condiciones laborales18.
Documentos posteriores, como Quadragesimo Anno de Pío XI, Mater et Magistra de Juan XXIII, y Centesimus Annus de Juan Pablo II, han continuado y desarrollado las enseñanzas de Rerum Novarum, confirmando su valor profético y su relevancia perenne3,20,21. La encíclica es el punto de referencia para la actividad cristiana en el ámbito social, con su tema central siendo el justo ordenamiento de la sociedad4. Su mensaje, basado en la naturaleza humana y animado por los principios del Evangelio, fue recibido con admiración y entusiasmo por la mayoría, aunque encontró oposición en algunos sectores20.
Citas
I. Características de «Rerum Novarum», Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 4 (1991). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
I. Características de «Rerum Novarum», Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 5 (1991). ↩ ↩2
II. El valor profético de Rerum Novarum, Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 267 (2004). ↩ ↩2 ↩3
B. De Rerum Novarum a nuestros días, Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 89 (2004). ↩ ↩2 ↩3
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 20 (1891). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 15 (1891). ↩ ↩2
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 6 (1891). ↩ ↩2
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 7 (1891). ↩
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 10 (1891). ↩
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 11 (1891). ↩
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 8 (1891). ↩
Rerum Novarum, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Rerum Novarum. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 45 (1891). ↩ ↩2 ↩3
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 36 (1891). ↩ ↩2 ↩3
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 33 (1891). ↩ ↩2
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 32 (1891). ↩
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 55 (1891). ↩
II. El valor profético de Rerum Novarum, Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 268 (2004). ↩ ↩2 ↩3
El impacto de Rerum Novarum, Papa Juan XXIII. Mater et Magistra, § 7 (1961). ↩
I. Rerum Novarum y después - Preparando el camino para un nuevo orden, Papa Juan XXIII. Mater et Magistra, § 15 (1961). ↩ ↩2
Papa Pío XI. Quadragesimo Anno, § 4 (1931). ↩