Sagrado Corazón de Jesús

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una de las prácticas más extendidas y significativas en la Iglesia Católica, simbolizando el amor infinito de Cristo por la humanidad. Esta devoción se centra en el Corazón de Jesús como el signo y la imagen viva del amor divino y humano del Redentor, que de manera continua ama al Padre Eterno y a todos los seres humanos. A lo largo de los siglos, esta piedad ha evolucionado desde prácticas místicas privadas hasta una solemnidad litúrgica universal, impulsada por revelaciones a santos y el apoyo de la Sede Apostólica, convirtiéndose en un antídoto contra la frialdad espiritual y un llamado a la reparación por la ingratitud humana.
Tabla de contenido
Orígenes y Desarrollo Histórico de la Devoción
La contemplación del amor de Cristo, simbolizado por su Corazón, tiene raíces profundas en la tradición cristiana, aunque la devoción formal tal como la conocemos hoy se desarrolló progresivamente a lo largo de los siglos1.
Primeros Siglos y la Meditación del Costado de Cristo
Desde los primeros siglos, los cristianos meditaron sobre el costado abierto de Cristo y el misterio de la sangre y el agua que brotaron de él, viendo en esto el nacimiento de la Iglesia, de manera similar a cómo Eva surgió del costado de Adán. Sin embargo, no hay indicios de que se rindiera culto al Corazón herido durante los primeros diez siglos2.
Siglos XI y XII: Primeras Indicaciones Claras
Las primeras indicaciones inequívocas de la devoción al Sagrado Corazón aparecen en los siglos XI y XII. En la atmósfera fervorosa de los monasterios benedictinos y cistercienses, influenciados por el pensamiento de San Anselmo y San Bernardo, la devoción comenzó a surgir. La herida en el costado de Cristo llevó gradualmente a la consideración del Corazón herido, que simbolizaba la herida del amor divino. Santos como Gertrudis la Grande y Matilde de Hackeborn ya conocían esta devoción, la cual se tradujo en hermosas oraciones y ejercicios piadosos2.
Una visión notable de Santa Gertrudis, en la fiesta de San Juan Evangelista, es considerada un hito. Se le permitió descansar su cabeza cerca de la herida del Salvador, escuchando los latidos del Corazón Divino. Al preguntar a San Juan por qué nunca había hablado de estas pulsaciones, él respondió que esta revelación estaba reservada para épocas posteriores, cuando el mundo, habiéndose enfriado, necesitaría reavivar su amor2.
Del Siglo XIII al XVI: Propagación Privada
Durante los siglos XIII al XVI, la devoción se propagó entre almas privilegiadas y se practicó en diversas congregaciones religiosas, como los franciscanos, dominicos y cartujos. Sin embargo, seguía siendo una devoción privada e individual de orden místico. No se había inaugurado ningún movimiento general, a menos que se considerara así la propagación de la devoción a las Cinco Llagas, en la que la Llaga del Corazón ocupaba un lugar prominente, y por la cual los franciscanos parecen haber trabajado2.
Siglo XVI: Del Misticismo al Ascetismo Cristiano
En el siglo XVI, la devoción dio un paso adelante, pasando del ámbito místico al ascetismo cristiano. Se convirtió en una devoción objetiva con oraciones ya formuladas y ejercicios especiales, cuyo valor era ensalzado y su práctica recomendada. Esto se evidencia en los escritos de maestros de la vida espiritual como el piadoso Lanspergio2.
Siglo XVII: La Devoción Pública y las Revelaciones a Santa Margarita María Alacoque
El siglo XVII fue crucial para la devoción al Sagrado Corazón. Figuras como San Francisco de Sales, con sus meditaciones, y las visiones de Mère l’Huillier y Sor Jeanne-Bénigne Gojos, prepararon el camino. La imagen del Corazón de Jesús se hizo omnipresente, en gran parte debido a la devoción franciscana a las Cinco Llagas y a la costumbre jesuita de colocar la imagen en las portadas de sus libros y en las paredes de sus iglesias2.
Fue San Juan Eudes (1602-1680) quien hizo pública la devoción, honrándola con un Oficio y estableciendo una fiesta. Aunque inicialmente fue apóstol del Corazón de María, la devoción al Sagrado Corazón se separó gradualmente. El 31 de agosto de 1670, se celebró la primera fiesta del Sagrado Corazón con gran solemnidad en el Gran Seminario de Rennes. Esta fiesta se extendió a otras diócesis y comunidades religiosas2,3.
Sin embargo, fue a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), una humilde visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, a quien Cristo eligió para revelar los deseos de su Corazón y confiarle la tarea de dar nueva vida a la devoción2,4. Las revelaciones a Santa Margarita María no introdujeron nuevas doctrinas, sino que invitaron de manera extraordinaria a la contemplación y devoción al amor misericordioso de Dios por la humanidad, estableciendo el Corazón de Jesús como símbolo de este amor y prenda de gracia para la Iglesia5.
Entre las apariciones más destacadas se encuentran:
Una en la fiesta de San Juan (probablemente el 27 de diciembre de 1673), donde Jesús permitió a Margarita María descansar su cabeza sobre su Corazón, revelándole las maravillas de su amor y su deseo de darlas a conocer a toda la humanidad2.
Otra en la que pidió ser honrado bajo la figura de su Corazón de carne2,4.
Una en la que apareció radiante de amor, pidiendo una devoción de amor expiatorio: la Comunión frecuente, la Comunión los Primeros Viernes de mes y la observancia de la Hora Santa (probablemente junio o julio de 1674)2,4.
La «gran aparición» durante la octava del Corpus Christi de 1675 (probablemente el 16 de junio), donde Jesús dijo: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres… en lugar de gratitud, recibo de la mayor parte (de la humanidad) solo ingratitud…» y pidió una fiesta de reparación el viernes después de la octava del Corpus Christi2,4.
Estas revelaciones fueron fundamentales para la propagación de la devoción, confiando la misión a las religiosas de la Visitación y a los sacerdotes de la Compañía de Jesús2.
Fundamentos Teológicos de la Devoción
La Iglesia, al aprobar la devoción al Sagrado Corazón, no se basó únicamente en las visiones de Santa Margarita María, sino que examinó el culto en sí mismo, reconociendo su solidez teológica2.
El Corazón de Jesús como Símbolo del Amor Divino y Humano
El Corazón de Jesús, como todo lo que pertenece a su Persona, es digno de adoración2. Es el símbolo natural y expresivo del amor constante con el que el divino Redentor arde por la humanidad6. Aunque ya no está sujeto a las emociones variables de la vida mortal, vive y late, unido inseparablemente a la Persona del Verbo divino y, en Él y por Él, a la voluntad divina6.
El Corazón de nuestro Salvador refleja la imagen de la Persona divina del Verbo y, al mismo tiempo, de su doble naturaleza, humana y divina. En él, podemos considerar no solo el símbolo, sino, en cierto sentido, el resumen de todo el misterio de nuestra redención7. Al adorar el Sagrado Corazón de Jesucristo, adoramos en él y a través de él tanto el amor increado del Verbo divino como su amor humano y sus otras emociones y virtudes, ya que ambos amores movieron a nuestro Redentor a sacrificarse por nosotros y por su Esposa, la Iglesia Universal7.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, es justamente considerado el principal signo y símbolo de ese amor con el que el divino Redentor ama continuamente al Padre Eterno y a todos los seres humanos sin excepción8.
El amor de la Santísima Trinidad es el origen de la redención del hombre, y este amor se desbordó en la voluntad humana de Jesucristo y en su adorable Corazón con plena eficacia, llevándolo a derramar su sangre para redimirnos del cautiverio del pecado9.
El Corazón de Jesús y la Redención
El Corazón de Jesús fue concebido bajo el corazón de la Virgen Madre, y su vida terrenal cesó en el momento de su muerte en la Cruz, como testifica el soldado romano que traspasó su costado con una lanza10. Durante toda su vida terrenal, este Corazón fue el centro donde se manifestó, de manera humana, el amor de Dios: el amor de Dios Hijo y, a través del Hijo, el amor de Dios Padre10.
La herida en el costado de Cristo, de la cual fluyeron sangre y agua (Jn 19,34), es el símbolo de este amor que trasciende la muerte11. Es al fijar nuestra mirada en la Cruz de nuestro Redentor, «en aquel a quien traspasaron» (Jn 19,37), que podemos ser cristianos12. Este misterio del amor de Dios por nosotros constituye el contenido de la adoración y devoción al Corazón de Jesús, así como de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana12.
El Corazón de Cristo está vivo con la acción del Espíritu Santo, quien inspira su misión y cuya venida prometió en la Última Cena. Es el Espíritu quien nos permite comprender la riqueza del signo del costado traspasado de Cristo, del cual ha brotado la Iglesia13.
La Devoción en la Época Moderna y el Magisterio
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús experimentó nuevos desarrollos en la época moderna. En un tiempo en que el jansenismo proclamaba los rigores de la justicia divina, esta devoción sirvió como un antídoto eficaz, despertando en los fieles el amor a Nuestro Señor y la confianza en su infinita misericordia, simbolizada por su Corazón14,15,16.
San Francisco de Sales (1622) adoptó la humildad, la mansedumbre y la tierna misericordia del Corazón de Cristo como modelo para su vida y apostolado14,17. Otros santos como San Claudio de la Colombière y San Juan Bosco fueron ávidos promotores de esta devoción14,17.
Aprobación Litúrgica y Extensión Universal
La Sede Apostólica aprobó la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón antes de aprobar los escritos de Santa Margarita María. El 25 de enero de 1765, la Sagrada Congregación de Ritos concedió la celebración litúrgica de la fiesta a los obispos polacos y a la Archicofradía del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, con la aprobación del Papa Clemente XIII el 6 de febrero del mismo año. El propósito era extender la devoción existente, ya que su fin era «renovar la memoria de aquel amor divino» por el cual nuestro Salvador se ofreció como víctima expiatoria por los pecados de los hombres18.
La Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús el viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés19.
Actos de Consagración y Reparación
Numerosas devociones al Sagrado Corazón de Jesús han sido explícitamente aprobadas y recomendadas por la Sede Apostólica20.
Consagración personal: Descrita por Pío XI como «sin duda la principal práctica devocional utilizada en relación con el Sagrado Corazón»20.
Consagración familiar: La familia se dedica a Cristo para que Él reine en los corazones de todos sus miembros20.
Letanía del Sagrado Corazón de Jesús: Aprobada para toda la Iglesia en 1891, de carácter bíblico y con muchas indulgencias adjuntas20.
Acto de Reparación: Una oración con la que los fieles, conscientes de la infinita bondad de Cristo, imploran misericordia por las ofensas cometidas de tantas maneras contra su Sagrado Corazón20.
Los Papas han enfatizado la importancia de estas prácticas:
León XIII elevó la fiesta del Sagrado Corazón a la dignidad de primera clase en 188921. En 1899, consagró a todo el género humano al Sagrado Corazón de Jesús, considerándolo la «cumbre y coronación de todos los honores» que se le habían rendido21,22.
Pío X en 1906, ordenó que la consagración se renovara cada año22.
Pío XI en su encíclica Miserentissimus Redemptor (1928), inculcó la consagración al Corazón de Jesús y el deber de reparación23,24. Decretó que cada año, en la fiesta del Sagrado Corazón, se recitara solemnemente una oración expiatoria en todas las iglesias del mundo23,25.
Pío XII en su encíclica Haurietis Aquas (1956), afirmó que el culto al Sagrado Corazón de Jesús debe tenerse en tanta estima que se considere la profesión más completa de la religión cristiana24. También destacó que el Corazón de Cristo, desbordante de amor humano y divino, es la fuente inagotable de la caridad que su Espíritu derrama sobre todos los miembros de su Cuerpo Místico6.
Juan Pablo II en varias ocasiones invitó a cultivar las formas más genuinas de devoción al Corazón de Cristo, señalando que «una fuente inagotable de vida, que da esperanza a toda persona, ha brotado precisamente del Corazón del Hijo de Dios, que murió en la Cruz»22. También enfatizó la naturaleza profundamente eucarística de toda devoción al Corazón de Jesús26.
Benedicto XVI resaltó que el misterio del amor de Dios por nosotros constituye el contenido de la adoración al Corazón de Jesús, y es el fundamento de toda espiritualidad cristiana12. En la solemnidad del Sagrado Corazón, la Iglesia contempla el misterio del corazón de un Dios que siente compasión y derrama todo su amor sobre la humanidad11.
Los Primeros Viernes de Mes y la Hora Santa
La práctica piadosa de los primeros viernes de mes, que proviene de las «grandes promesas» hechas por Jesús a Santa Margarita María, contribuyó significativamente a un renovado uso de los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía en tiempos donde la comunión sacramental era rara20. Asimismo, la Hora Santa se realiza en memoria de la agonía y el abandono de Jesús en Getsemaní4.
Significado de la Devoción Hoy
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una devoción de amor1. En ella, el creyente encuentra el símbolo y la imagen viva del amor infinito de Cristo, que lo impulsa a amar a los demás22. Es un llamado a participar personalmente en la obra de salvación, entregándose y uniéndose a Jesucristo, el Rey de los «hijos pródigos»22.
El Corazón de Jesús es la fuente de vida y santidad27. Nos invita a una actitud de humilde oración y generosa disponibilidad, transformando la mirada fija en su costado traspasado en adoración silenciosa12. Es un recordatorio de que Dios mismo se preocupa por nosotros y nos guía como un pastor a sus ovejas28.
En un mundo que a menudo se enfría en el amor y la gratitud, el Sagrado Corazón de Jesús sigue siendo un estandarte de paz y caridad, una fuente inagotable de misericordia y un camino para conocer a Dios y a nosotros mismos, y para construir la civilización del amor15,22.
Citas
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 96 (1956). ↩ ↩2
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Devoción al Sagrado Corazón de Jesús. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 94 (1956). ↩
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 140. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 97 (1956). ↩
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 85 (1956). ↩ ↩2 ↩3
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 86 (1956). ↩ ↩2
Sección segunda, I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 478. ↩
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 89 (1956). ↩
Papa Juan Pablo II. Misa dedicada al Sagrado Corazón de Jesús (18 de septiembre de 1984), § 5 (1984). ↩ ↩2
Papa Benedicto XVI. 19 de junio de 2009: Solemnidad del Santísimo Corazón de Jesús - Segundas Vísperas - Apertura del Año Sacerdotal, § 19 de junio de 2009: Solemnidad del Santísimo Corazón de Jesús - Segundas Vísperas - Apertura del Año Sacerdotal (2009). ↩ ↩2
Papa Benedicto XVI. Carta al Prepósito General de la Compañía de Jesús con ocasión del 50º aniversario de la Encíclica Haurietis Aquas (15 de mayo de 2006) (2006). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Carta con ocasión del 100º aniversario de la Consagración del Género Humano al Corazón Divino de Jesús (11 de junio de 1999), § 3 (1999). ↩
Parte segunda: Orientaciones para la armonización de la piedad popular con la liturgia - Capítulo IV: El año litúrgico y la piedad popular - Tiempo ordinario - El Sagrado Corazón de Jesús, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia: Principios y orientaciones, § 170 (2001). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XI. Miserentissimus Redemptor, § 2 (1928). ↩ ↩2
Papa Pío XI. Quas Primas, § 23 (1925). ↩
Parte segunda: Orientaciones para la armonización de la piedad popular con la liturgia - Capítulo IV: Año litúrgico y piedad popular - El Corazón sacratísimo de Cristo, Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia (9 de abril de 2002), § 170 (2002). ↩ ↩2
Sobre la devoción al Sagrado Corazón, Papa Pío XII. Haurietis Aquas, § 98 (1956). ↩
Parte segunda: Orientaciones para la armonización de la piedad popular con la liturgia - Capítulo IV: El año litúrgico y la piedad popular - Tiempo ordinario - El Sagrado Corazón de Jesús, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia: Principios y orientaciones, § 166 (2001). ↩
Parte segunda: Orientaciones para la armonización de la piedad popular con la liturgia - Capítulo IV: El año litúrgico y la piedad popular - Tiempo ordinario - El Sagrado Corazón de Jesús, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia: Principios y orientaciones, § 171 (2001). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Papa León XIII. Annum Sacrum, § 2 (1899). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Carta con ocasión del 100º aniversario de la Consagración del Género Humano al Corazón Divino de Jesús (11 de junio de 1999), § 1 (1999). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Papa Pío XI. Miserentissimus Redemptor, § 20 (1928). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Al Congreso Mundial de Secretarios Nacionales del Apostolado de la Oración (12 de abril de 1985) - Discurso (1985). ↩ ↩2
Pío XI. Caritate Christi Compulsi, § 30 (1932). ↩
Papa Juan Pablo II. Viaje Apostólico a Polonia: 6 de junio de 1997, Zakopane, § 1 (1997). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 20 de junio de 1979 (1979). ↩
Papa Benedicto XVI. 11 de junio de 2010: Santa Misa de conclusión del Año Sacerdotal, § 11 de junio de 2010: Santa Misa de conclusión del Año Sacerdotal (2010). ↩