Wikitólica

La enciclopedia y wiki católica en español

Cruz

Salvación

La salvación en la teología católica se refiere a la liberación del pecado y sus consecuencias, así como a la participación en la vida divina y la consecución de la bienaventuranza eterna. Este proceso es fundamentalmente una iniciativa del amor de Dios, realizada a través del sacrificio de Jesucristo y comunicada por el Espíritu Santo. Aunque la salvación es un don gratuito de Dios, requiere la cooperación libre del ser humano mediante la fe, la esperanza y la caridad, y se realiza de manera particular a través de la Iglesia y sus sacramentos. El destino final de la humanidad, la salvación total de cuerpo y alma, es la meta a la que Dios llama a todos, aunque la posibilidad de rechazar esta gracia y, por lo tanto, la condenación eterna, es una realidad reconocida.

Tabla de contenido

La Naturaleza de la Salvación

En el lenguaje bíblico, la palabra «salvación» (del griego soteria y del hebreo yeshu’ah) generalmente significa liberación de circunstancias difíciles o males, y la transición a un estado de libertad y seguridad1. Sin embargo, dado que el pecado es el mayor de los males, la Sagrada Escritura utiliza el término «salvación» principalmente en el sentido de la liberación de la humanidad o del individuo del pecado y sus consecuencias1.

La salvación es un don que fluye de la iniciativa amorosa de Dios, quien «nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados»2. Dios, en Cristo, reconcilió el mundo consigo mismo2. Jesús, a través de su Pasión, obtuvo la salvación universal, y ningún otro mediador ha sido establecido por Dios como Salvador3. El valor único del sacrificio de la Cruz debe ser siempre reconocido en el destino de cada persona3.

La Cooperación Humana en la Salvación

Aunque la gracia de Dios es el fundamento de la salvación, el ser humano no es un receptor pasivo. La gracia no anula el libre albedrío1. El pecador, asistido por la inspiración divina, puede optar por volverse a Dios o permanecer en el pecado1. Esta disposición hacia la salvación implica creer en la revelación y las promesas de Dios, temer su justicia, esperar en su misericordia, confiar en que Dios será misericordioso por Cristo, y comenzar a amar a Dios como fuente de toda justicia, odiando y detestando los propios pecados1.

Esta disposición culmina en la justificación, que no es solo la remisión de los pecados, sino la santificación y renovación del hombre interior mediante la recepción voluntaria de la gracia y los dones de Dios1. Por este proceso, una persona se vuelve justa en lugar de injusta, amiga en lugar de enemiga de Dios, y heredera de la vida eterna según la esperanza1. Esta transformación puede ocurrir por un acto perfecto de caridad de un pecador bien dispuesto, o por la recepción de los Sacramentos del Bautismo o la Penitencia, según la condición del individuo1.

La gracia inicial es verdaderamente gratuita y sobrenatural, y la voluntad humana permanece libre bajo su influencia1. El hombre coopera realmente en su salvación personal del pecado, y por la justificación, es verdaderamente hecho justo, no meramente declarado así1. La justificación y la santificación son dos aspectos de la misma realidad, y la justificación excluye todo pecado mortal del alma, de modo que el justificado no es en modo alguno sujeto a la sentencia de muerte en el juicio de Dios1.

La Necesidad de la Fe y la Iglesia para la Salvación

La fe es necesaria para la salvación4. El Señor mismo afirma: «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16)4.

La salvación se opera a través del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, por lo que el camino de la salvación está esencialmente ligado a ella3. El axioma extra Ecclesiam nulla salus («fuera de la Iglesia no hay salvación»), enunciado por San Cipriano y reafirmado en concilios como el Lateranense IV, la bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII y el Concilio de Florencia, significa que aquellos que no ignoran que la Iglesia fue fundada por Dios a través de Jesucristo como necesaria, tienen la obligación de entrar y perseverar en ella para obtener la salvación3,5,6.

Sin embargo, esta doctrina debe entenderse en su plenitud. La gracia salvífica, para operar, requiere una adhesión y cooperación, un «sí» al don divino, y esta adhesión está, al menos implícitamente, orientada hacia Cristo y la Iglesia3. Por lo tanto, también se puede decir sine Ecclesia nulla salus («sin la Iglesia no hay salvación»), ya que la adhesión a la Iglesia-Cuerpo místico de Cristo, aunque sea implícita y misteriosa, constituye una condición esencial para la salvación3.

Para aquellos que no han recibido el anuncio del Evangelio, la salvación es accesible a través de caminos misteriosos. La gracia divina les es conferida en virtud del sacrificio redentor de Cristo, sin una adhesión externa a la Iglesia, pero siempre en relación con ella3,7. Esta «relación misteriosa» es tanto para quienes la reciben (ya que pueden no conocer la Iglesia o incluso rechazarla externamente) como en sí misma, al estar ligada al misterio salvífico de la gracia que implica una referencia esencial a la Iglesia fundada por el Salvador3.

El Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de participar en el misterio pascual de Cristo8. Toda persona que, ignorando el Evangelio y la Iglesia, busca la verdad y cumple la voluntad de Dios según su conciencia, puede ser salvada8. Se puede suponer que tales personas habrían deseado explícitamente el Bautismo si hubieran conocido su necesidad8.

Los Sacramentos como Instrumentos de Salvación

Dios ha querido salvar a la persona humana a través de una economía sacramental9. La participación en el nuevo orden de relaciones iniciado por Jesús en la Iglesia se produce por medio de los sacramentos9. El Bautismo es la puerta a este nuevo orden9,10, y la Eucaristía es su fuente y cumbre9.

Por medio del Bautismo, somos incorporados al misterio pascual de Cristo, muriendo, siendo sepultados y resucitando con Él11. Somos purificados del pecado original y de todos los demás pecados, y somos llamados a una nueva existencia conforme a Cristo9,12. En el Bautismo, somos ungidos con el óleo perfumado del crisma, lo que significa nuestra participación en la vida de Cristo y nuestra misión de difundir la fragancia de su presencia salvífica13,14. Esta unción por el Espíritu Santo indica que cada cristiano nace a una nueva vida en Cristo y llega a ser hijo del Padre para participar en el ministerio real, sacerdotal y profético de Cristo para la salvación del mundo15,16.

Con la gracia de los siete sacramentos, los creyentes crecen continuamente y se renuevan espiritualmente9. Cuando, por el pecado, se apartan de su amor a Cristo, pueden ser reintroducidos en el orden de relaciones iniciado por Cristo mediante el sacramento de la Penitencia9.

El Bautismo es absolutamente necesario para la salvación, mientras que la Penitencia lo es en el caso de pecado mortal cometido después del Bautismo10. Otros sacramentos, como la Confirmación, la Unción de los Enfermos y el Matrimonio, son necesarios de una manera diferente, contribuyendo a la plenitud de la vida cristiana y al bienestar de la Iglesia10.

La Voluntad Salvífica Universal de Dios y la Resistencia a la Gracia

Dios desea la salvación de todos los hombres17,18. La Iglesia, en su liturgia y oraciones diarias, implora la misericordia de Dios, quien no quiere que «nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento» (2 Pe 3,9)19,18.

Sin embargo, la voluntad salvífica universal de Dios no implica un universalismo soteriológico automático (la idea de que todos se salvan indefectiblemente)20,21. La gracia de Dios, aunque ofrecida universalmente, puede ser resistida por la voluntad humana20,17. La resistencia a la gracia agrava la culpa del receptor20. Por lo tanto, aunque muchos son llamados, no todos son justificados o glorificados20.

Dios no predestina a nadie al infierno19. Para la condenación eterna, es necesaria una voluntaria separación de Dios (pecado mortal) y la persistencia en ella hasta el final19. La Iglesia reza incluso por aquellos que han atentado contra su propia vida, confiando en que Dios, por caminos solo conocidos por Él, puede ofrecer la oportunidad de un arrepentimiento saludable22.

El Destino Final: Cielo, Purgatorio e Infierno

La salvación total, de cuerpo y alma, es el destino final al que Dios llama a toda la humanidad23. Esta salvación será completa cuando, habiendo vencido al último enemigo, la muerte, participemos plenamente en la gloria de Jesús resucitado, quien llevará a la plenitud nuestra relación con Dios, con nuestros hermanos y hermanas, y con toda la creación23.

Conclusión

La salvación es el don más grande de Dios, ofrecido a toda la humanidad a través de Jesucristo y la Iglesia. Es un camino que implica la gracia divina y la libre cooperación humana, manifestada en la fe, la esperanza, la caridad y la vida sacramental. Mientras que la Iglesia enseña la necesidad de la fe y de la Iglesia para la salvación, también reconoce la posibilidad de que aquellos que ignoran el Evangelio puedan alcanzarla por caminos conocidos solo por Dios. La esperanza en la gloria del cielo es el motor de los cristianos, quienes, conscientes de la plenitud de vida que Cristo Salvador introduce, se esfuerzan por anunciar a todos la alegría y la luz del Evangelio, invocando la venida definitiva del Salvador23.

Citas

  1. Salvación, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Salvación. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

  2. Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 620. 2

  3. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 31 de mayo de 1995 (1995). 2 3 4 5 6 7 8

  4. Sección primera «Creo» - «creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, § 183. 2

  5. Matthew Ramage. Extra Ecclesiam Nulla Salus y la sustancia de la doctrina católica: hacia una realización de la «Hermeneútica de la Reforma» de Benedicto XVI, § 11.

  6. Matthew Ramage. Extra Ecclesiam Nulla Salus y la sustancia de la doctrina católica: hacia una realización de la «Hermeneútica de la Reforma» de Benedicto XVI, § 12.

  7. Charles Morerod, OP. La eclesiología de Juan Pablo II y Santo Tomás de Aquino, § 19.

  8. Sección segunda los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1260. 2 3

  9. V. La salvación en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, Congregación para la Doctrina de la Fe. Placuit Deo, § 13 (2018). 2 3 4 5 6 7

  10. Tercera parte - Sobre el número de los sacramentos - ¿Son todos los sacramentos necesarios para la salvación? , Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, § III, Q. 65, A. 4, co. (1274). 2 3

  11. El Pontifical Romano. La bendición de los óleos y la consagración del Crisma: introducción, § 2 (2016).

  12. Papa Juan Pablo II. 17 de septiembre de 1988: Santa Misa en «Largo de Goto» de Beira (Mozambique) - Homilía (1988).

  13. Resumen de las palabras del Santo Padre, Papa Francisco. Audiencia General del 21 de agosto de 2024 - Ciclo de catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza. 6. «El Espíritu del Señor está sobre mí». El Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús (2024).

  14. Catecismo de la Iglesia Católica, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1241 (1992).

  15. Parte segunda - La oración de la Iglesia - II. La oración de la comunidad de la Iglesia - C. Los santos misterios de la vida cristiana - 1. Los santos misterios de la iniciación cristiana - B. El santo misterio de la crismación 1) el don de Pentecostés, Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana. Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 424 (2016).

  16. Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 695.

  17. Margaret H. McCarthy. El Vaticano II y la «apertura al mundo» de la Iglesia, §El Magisterio. 2

  18. Sección primera la vocación del hombre: la vida en el Espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1821. 2

  19. Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1037. 2 3

  20. Thomas Joseph White, O.P. La mediación universal de Cristo y las religiones no cristianas, § 15. 2 3 4

  21. Thomas Joseph White, O.P. La mediación universal de Cristo y las religiones no cristianas, § 16.

  22. Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2283.

  23. VI. Conclusión: Comunicar la fe, en la expectativa del Salvador, Congregación para la Doctrina de la Fe. Placuit Deo, § 15 (2018). 2 3

  24. Escatología, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Escatología. 2 3 4 5 6 7 8