San Aurelio
San Aurelio es el nombre de varios santos venerados en la Iglesia Católica. Entre los más destacados se encuentran San Aurelio de Cartago, un influyente obispo del siglo IV y V, y San Aurelio de Córdoba, un mártir del siglo IX que sufrió persecución bajo el dominio musulmán. También se conoce a San Aurelio de Arlés, un obispo del siglo VI, y San Pablo Aureliano, un obispo de León en Bretaña del siglo VI. Este artículo explorará las vidas y legados de estos santos, destacando sus contribuciones a la Iglesia y los contextos históricos en los que vivieron.
Tabla de contenido
San Aurelio de Cartago (f. 429)
San Aurelio fue el Arzobispo de Cartago desde el año 388 hasta el 423, un período crucial en la historia de la Iglesia en el norte de África1. Cartago, bajo el título de San Cipriano, era una de las sedes más importantes de la cristiandad. Su obispo, aunque no ostentaba formalmente el título de Primado, confirmaba las nominaciones episcopales en los concilios plenarios, que se celebraban casi anualmente, y firmaba las cartas sinodales en nombre de todos los participantes1.
El episcopado de Aurelio coincidió con el último gran esfuerzo de los donatistas por mantener su causa y con el surgimiento del pelagianismo1. Aurelio enfrentó ambas crisis con decisión y sabiduría. Era conocido por su disposición conciliadora y su amor por la paz, lo que se reflejó en su tendencia a tratar con indulgencia a los donatistas arrepentidos en los actos sinodales de su propia iglesia y en los concilios plenarios que presidió1. Sin embargo, cuando los donatistas recurrieron a la rebelión y al asesinato masivo, Aurelio se unió a sus colegas para apelar al poder secular1.
Fue el primero en desenmascarar y denunciar el pelagianismo. En 412, excomulgó y expulsó de Cartago a Celestino, discípulo de Pelagio1. En 416, condenó a ambos en un sínodo de sesenta y ocho obispos del Proconsulado, e indujo al Papa Inocencio I a condenar sus dos errores principales definiendo la necesidad de la gracia y del bautismo infantil1. Cuando el Papa Zósimo se dejó engañar por las falsas profesiones de Pelagio, Aurelio celebró un concilio plenario de sus hermanos africanos en 417 y, en su nombre, advirtió al Pontífice, quien a su vez (en 418) condenó a los herejes1.
San Aurelio mantuvo una íntima amistad con San Agustín2. Cuando Aurelio se quejó de la degeneración de muchos monjes que eran perezosos bajo pretexto de vida contemplativa, Agustín escribió un tratado, «Sobre la obra de los monjes», para ayudar a remediar la situación3. San Fulgencio de Ruspe y Pablo Orosio elogiaron a San Aurelio3. Se le menciona en el martirologio africano el 20 de julio1.
El Papa Pío XI, en su encíclica Ad Salutem Humani (1930), exhortó a los fieles a invocar a San Agustín, y por extensión a los líderes de la Iglesia africana como Aurelio, para el resurgimiento de la fe en África4. El Papa Juan Pablo II también reconoció la deuda de la Iglesia universal con los ilustres Pastores del norte de África, mencionando a San Cipriano y San Agustín, y destacando su enseñanza como una fuente de inspiración y riqueza doctrinal5.
San Aurelio de Córdoba y sus Compañeros Mártires (f. c. 852)
Durante el siglo IX, los cristianos de España experimentaron un período de persecución más intensa bajo los emires Abdur Rahman II y Mohammed I, después de un tiempo de tolerancia bajo el dominio musulmán6. En este contexto, San Aurelio, su esposa Natalia, y sus compañeros Félix, Liliosa y el monje Jorge, sufrieron el martirio en Córdoba alrededor del año 8527,6.
Aurelio era hijo de un moro y una mujer española de distinción6. Aunque fue criado como cristiano, se conformó externamente al Islam en la medida de lo posible, mientras practicaba su fe en secreto7. Su esposa, Sabigotho, que al bautizarse tomó el nombre de Natalia, era medio mora y se convirtió al cristianismo7.
Un día, Aurelio fue conmovido por la visión de un mercader cristiano, Juan, que había sido brutalmente golpeado por afirmar públicamente la falsedad del islam y su profeta, y que era exhibido por las calles como escarmiento. Esta experiencia llevó a Aurelio a avergonzarse de su propio ocultamiento de la fe7. Tras consultarlo con su esposa, y luego con San Eulogio de Toledo, decidieron hacer provisión material para sus hijos y asegurar su crianza en la fe en caso de su muerte, encomendándolos al cuidado del propio Eulogio7.
El ejemplo de Aurelio inspiró a su pariente Félix, quien había apostatado del Islam pero regresó a la Iglesia, asumiendo así el riesgo de muerte como renegado. La esposa de Félix, Liliosa, había permanecido fiel al cristianismo7. Los cuatro se dedicaron a visitar y asistir a los cautivos cristianos, conociendo a Juan el mercader y a dos jóvenes, Santas Flora y María, que estaban en prisión en Sevilla7.
Un monje llamado Jorge, del monasterio de San Sabas en Jerusalén, llegó a Córdoba buscando limosnas. Conoció a Aurelio, fue recibido en su casa y se hicieron grandes amigos7. Flora y María recibieron la corona del martirio y poco después se aparecieron en una visión a Aurelio y Natalia, anunciándoles un destino similar7.
Tomando esto como una señal de la voluntad de Dios, Natalia y Liliosa se declararon abiertamente cristianas visitando las iglesias de Córdoba con sus rostros descubiertos y sin velo7. Fueron arrestados, junto con otros cristianos, mientras asistían a Misa en la casa de Aurelio. El monje Jorge se presentó como uno de ellos y también fue llevado7. Fueron acusados de apostasía del Islam. Aunque Jorge, como extranjero, podría haber sido liberado, él públicamente injurió el nombre de Mahoma ante el tribunal, siendo condenado con los demás7. Todos fueron decapitados ante el palacio del emir7.
La principal fuente de información sobre estos mártires es el Memorialis sanctorum de San Eulogio7.
San Aurelio de Arlés (f. 551)
San Aurelio fue elevado al obispado de Arlés en el año 5468. Recibió el palio del Papa Vigilio, junto con el nombramiento de vicario papal para la Galia8.
Fundó un monasterio para hombres, al que enriqueció con numerosas reliquias y para el cual compuso una regla. También estableció un convento para mujeres en Arlés9. En interés de la sana doctrina, escribió una carta al Papa Vigilio, quien se encontraba en Constantinopla, solicitando una explicación sobre su condena cualificada de los Tres Capítulos9. Esta condena había sido impulsada por el emperador Justiniano, pero en Occidente se veía con aprehensión, ya que se consideraba que afectaba la validez del Concilio de Calcedonia9. En respuesta, recibió del Papa una carta de tranquilidad, amable pero con términos algo vagos9.
San Aurelio murió en Lyon, donde su tumba fue descubierta en 13089.
San Pablo Aureliano, Obispo de León (f. c. 573)
San Pablo Aureliano, también conocido como San Pol de León, fue uno de los padres del cristianismo en Bretaña10. Su vida fue documentada por un monje de Landévennec llamado Wrmonoc en el año 884, basándose en una vida anterior10.
Pablo Aureliano era hijo de Perphius, un jefe británico, y nació en Penychen (o en otro lugar) en el sur de Gales. En la escuela monástica a la que pidió ser enviado, tuvo como compañeros a San David, San Sansón y San Gildas. Esto fue en Ynys Byr bajo la dirección de San Illtyd, y Pablo estuvo presente en el conocido milagro del agrandamiento de esa isla10.
A los dieciséis años, su maestro le permitió retirarse a un lugar solitario (¿Llanddeusant en Carmarthenshire?), donde construyó algunas celdas y una capilla. Allí vivió durante años una vida de oración, alabanza y estudio. Después de ser ordenado sacerdote, reunió a doce compañeros que vivían en celdas cerca de la suya10.
Fue llamado de este retiro por un rey llamado Marcos, quien le suplicó que fuera a «Villa Bannheddos» para evangelizar a su gente. Lo hizo con tanto éxito que quisieron hacerlo su obispo. Él se mostró reacio a aceptar, y mientras pensaba qué hacer, se le apareció un ángel que le dijo que su vocación estaba más allá del mar10. El rey Marcos se resistía a dejarlo ir y le negó de mala gana una campana pequeña como regalo de despedida. El santo hombre, con sus doce compañeros, zarpó y llegó a la costa de Armórica o Bretaña10.
Antes de zarpar de suelo británico, hizo escala en una bahía (¿en Cornualles?) donde su hermana vivía una vida solitaria con algunas otras monjas. Ella lo convenció de quedarse unos días, y en la víspera de su partida le suplicó con lágrimas que obtuviera un favor de Dios para ella. El lugar, aunque conveniente para su propósito, era demasiado confinado y cercano a «parientes molestos». Ella le dijo: «Es fácil para ti obtener lo que quiero si tan solo oras a Dios por ello: pide que el mar sea forzado a un lecho estacionario y que la tierra se extienda un poco»10. Entonces San Pablo y su hermana se arrodillaron en la orilla para orar, después de haber colocado dos hileras de piedras a lo largo de la marca de la marea baja; e inmediatamente el mar retrocedió y dejó tierra seca detrás. Y las piedras se convirtieron en grandes pilares que actuaron como un dique y mantuvieron el mar a raya10.
Conclusión
La figura de San Aurelio, en sus diversas manifestaciones, ofrece un testimonio de fe, liderazgo y sacrificio en diferentes épocas y contextos geográficos. Desde el obispo de Cartago que defendió la ortodoxia frente a las herejías, hasta el mártir de Córdoba que dio su vida por Cristo bajo la persecución musulmana, y los obispos de Arlés y León que extendieron el cristianismo y consolidaron la vida monástica, todos ellos dejaron una huella indeleble en la historia de la Iglesia. Sus vidas nos recuerdan la constante lucha por la verdad y la fidelidad a la fe, así como la capacidad de los santos para inspirar y guiar a las comunidades cristianas a través de los desafíos de su tiempo.
Citas
Aurelio, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Aurelius. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Sto. José Barsabás (siglo I), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen III, § 157. ↩
Sto. Flaviano, patriarca de Antioquía, y Sto. Elías, patriarca de Jerusalén (d.C. 518), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen III, § 158. ↩ ↩2
Papa Pío XI. Ad Salutem Humani (1930). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 17 de abril de 1996 (1996). ↩
Ss. Aurelio, Natalia, y sus compañeros, mártires (c. d.C. 852), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen III, § 200. ↩ ↩2 ↩3
Bto. Bertoldo de Garsten, abad (d.C. 1142), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen III, § 201. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14
Sto. Tichón, obispo de Amatunte (siglo V?), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen II, § 558. ↩ ↩2
Sto. Benno, obispo de Meissen (c. d.C. 1106), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen II, § 559. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Sto. Pablo Aureliano, obispo de León (c. d.C. 573), Alban Butler. Butler’s Vidas de los Santos: Volumen I, § 589. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8