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San Bernardo de Menthon

San Bernardo de Menthon
San Bernardo de Mont-Joux, a la derecha, bendice al novicio Roland Viot, arrodillado ante él, óleo sobre lienzo, 1607. Original, Jpvoutaz, CC BY-SA 3.0 📄

San Bernardo de Menthon, también conocido como San Bernardo de Aosta, fue un canónigo regular y arcediano de Aosta, cuya vida y obra en el siglo XI dejaron una huella indeleble en la historia de los Alpes y de la Iglesia. Es célebre por la fundación de los hospicios en los peligrosos puertos de montaña que llevan su nombre, el Gran San Bernardo y el Pequeño San Bernardo, estableciendo un legado de hospitalidad y rescate para los viajeros. Su celo misionero, su labor pacificadora y su dedicación a los más necesitados lo llevaron a ser proclamado patrón de los montañistas, viajeros y habitantes de los Alpes.

Tabla de contenido

Vida y Primeros Años

San Bernardo nació alrededor del año 923, posiblemente en el castillo de Menthon, cerca de Annecy, en la región de Saboya, aunque algunas fuentes sugieren un origen italiano y una ascendencia familiar desconocida1,2,3. Se sabe que provenía de una familia noble y acomodada, lo que le permitió recibir una educación esmerada1. A pesar de los planes de su padre para un matrimonio ventajoso, Bernardo decidió consagrarse al servicio de la Iglesia1,2.

Bajo la dirección de Pedro, arcediano de Aosta, Bernardo progresó rápidamente en su formación. Fue ordenado sacerdote y, debido a su erudición y virtud, fue nombrado Arcediano de Aosta en el año 966. En este cargo, tuvo la responsabilidad de gobernar la diócesis bajo la supervisión del obispo1,2.

Labor Misionera y Pastoral

Durante cuarenta y dos años, San Bernardo se dedicó a la evangelización de los pueblos de los Alpes, donde aún persistían la ignorancia y prácticas idólatras1,2. Su predicación llevó la luz de la fe a numerosas regiones, incluyendo cantones de Lombardía, logrando muchas conversiones y realizando milagros1. Extendió su labor misionera más allá de su jurisdicción inmediata, llegando a las diócesis de Novara, Tarantaise y Ginebra2. En las áreas bajo su control, fundó escuelas, restauró la disciplina clerical e instó a mantener las iglesias en buen estado2.

El Papa Francisco lo ha descrito como un predicador capaz de tocar los corazones más endurecidos, abriéndolos al don de la fe y la conversión. Su proclamación del Evangelio era una «experiencia intensa y feliz del Espíritu», y se dedicó a esta misión con celo hasta su muerte en 1081, mientras predicaba en Novara4.

Fundación de los Hospicios Alpinos

La parte más célebre de la obra de San Bernardo es la fundación de los famosos hospicios en los pasos alpinos1,2. Estos pasos, especialmente el del Gran San Bernardo (originalmente conocido como Mons Jovis), eran rutas extremadamente peligrosas, cubiertas por nieve profunda y propensas a avalanchas, pero eran frecuentemente utilizados por peregrinos franceses y alemanes en su camino a Roma1,2. Los viajeros se enfrentaban a la posibilidad de perderse, morir congelados, o ser víctimas de bandidos2.

Para la conveniencia y protección de estos viajeros, San Bernardo fundó un monasterio y un hospicio en el punto más alto del paso del Gran San Bernardo, a 8,000 pies sobre el nivel del mar, en el año 9621,5. Pocos años después, estableció otro hospicio en el Pequeño San Bernardo, en los Alpes Grayos1. Estos hospicios, que llevan su nombre, fueron puestos bajo el cuidado de monjes agustinos, quienes ofrecían hospitalidad generosa a todos los viajeros, sin distinción1,2.

Los monjes de San Bernardo, junto con sus famosos perros de rescate (los San Bernardos), salían en todas las estaciones, especialmente durante las tormentas de nieve, en busca de víctimas que hubieran sucumbido a las inclemencias del tiempo. Proporcionaban comida, ropa y refugio a los viajeros desafortunados y se encargaban de los fallecidos1,6. Estos hospicios se sostenían gracias a donaciones y colectas, y ofrecían alimento y albergue de forma gratuita por un tiempo limitado1,5. La comunidad de Canónigos Regulares de la Congregación del Gran San Bernardo continúa hoy esta labor, fieles a su lema: «Hic Christus adoratur at pascitur» («Aquí Cristo es adorado y alimentado»), un programa de caridad integral, material y espiritual, centrado en la Eucaristía y que fluye de la oración a la hospitalidad4.

Aunque existían refugios anteriores en la región, la iniciativa de San Bernardo fue una nueva fundación que revitalizó la asistencia a los viajeros2. La fama de su obra se extendió rápidamente, y muchas personalidades importantes visitaron los hospicios y contribuyeron a su dotación2. Se dice que San Bernardo viajó a Roma para obtener la aprobación pontificia de sus hospicios y el privilegio de recibir novicios para perpetuar su congregación1,2.

Promoción de la Paz

Además de su labor misionera y de hospitalidad, San Bernardo fue un pacificador. Un episodio emblemático de su vida fue su viaje a Pavía, ya enfermo, para intentar convencer al Emperador Enrique IV de que desistiera de su intención de hacer la guerra contra el Papa Gregorio VII4. Este viaje le costó la vida, ya que murió poco después de su regreso4. Aunque su intento no tuvo éxito, este acto lo ennoblece, mostrando su compromiso en una empresa delicada e incierta, sin garantía de éxito, y su valentía para promover la paz sin desanimarse, incluso ante la derrota4.

Muerte y Canonización

San Bernardo de Menthon murió en Novara1,4. Aunque algunas fuentes antiguas indicaban su muerte en 1008, investigaciones más recientes sugieren que falleció el 28 de mayo de 1081, a la edad de ochenta y cinco años2,4. Fue enterrado en el claustro de San Lorenzo1.

Fue venerado como santo desde el siglo XII en varias regiones de Piamonte (Aosta, Novara, Brescia)1. Sin embargo, no fue canonizado formalmente hasta 1681 por el Papa Inocencio XI1. Su fiesta se celebra el 15 de junio1.

Patronazgo

San Bernardo de Menthon es el patrón de los montañistas, viajeros y habitantes de los Alpes6,7,4. Fue proclamado oficialmente como tal en 1923 por el Papa Pío XI, quien también tenía afinidad con la montaña y el alpinismo7,4. Su patronazgo se debe a su incansable labor de ayuda a quienes cruzaban los peligrosos pasos de montaña, ofreciendo refugio y asistencia6. El Papa Francisco ha recordado su figura como un modelo para los alpinistas, utilizando el símbolo del piolet como la Palabra de Dios para romper los corazones endurecidos, y la cuerda como la comunidad que acompaña en caminos arriesgados4.

Legado

El legado de San Bernardo de Menthon perdura a través de los hospicios que fundó y la comunidad de Canónigos Regulares que continúan su obra de caridad y hospitalidad en los Alpes1,4. Su nombre es sinónimo de rescate y ayuda valiente en situaciones de peligro, hasta el punto de que en el lenguaje común, referirse a alguien como un «verdadero San Bernardo» evoca la imagen de una persona que socorre con coraje a sus hermanos en peligro7.

Su vida es un testimonio de fe, servicio, hospitalidad y búsqueda de la paz, valores que siguen siendo profundamente relevantes en la actualidad4.

Citas

  1. San Bernard de Menthon, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Bernard de Menthon. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

  2. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 416. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

  3. Annecy, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Annecy.

  4. Papa Francisco. A las Delegaciones de la Diócesis de Aosta y a los Canónigos del Gran San Bernardo (11 de noviembre de 2024) - Discurso (2024). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

  5. Hospicio, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Hospicio. 2

  6. Alpinistas - Bernard de Menthon, Magisterium AI. Santos Patronos en la Iglesia Católica, §Alpinistas (2024). 2 3

  7. Papa Juan Pablo II. Al pueblo del Val d’Aosta en la Piazza Chanoux de Aosta (6 de septiembre de 1986) - Discurso, § 4 (1986). 2 3