San Bonfilio

San Bonfilio, también conocido como Bonfilio Monaldi, fue uno de los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María (OSM), una congregación religiosa católica dedicada a la devoción mariana y a la penitencia. Nacido en el siglo XIII en Florencia, Italia, Bonfilio abandonó su vida como mercader para consagrarse a Dios junto a otros seis compañeros en el monte Senario. Canonizado en 1888 por el papa León XIII, su figura representa el ideal de conversión radical y servicio humilde a la Virgen María. Su memoria litúrgica se celebra el 17 de febrero, junto a la de sus compañeros fundadores, destacando su rol en la fundación de una orden que ha influido en la espiritualidad católica durante siglos.
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Vida temprana
Bonfilio nació alrededor del año 1210 en Florencia, una ciudad próspera del norte de Italia durante la Edad Media, marcada por el auge del comercio y las tensiones entre facciones políticas como güelfos y gibelinos. Como muchos de sus contemporáneos, se dedicó al oficio mercantil, una actividad común entre las familias acomodadas de la época. La tradición hagiográfica lo describe como un hombre piadoso pero inicialmente inmerso en los asuntos mundanos, hasta que una profunda experiencia espiritual lo llevó a replantear su existencia.
En el contexto histórico de Florencia, donde las pestes y las guerras civiles azotaban la sociedad, Bonfilio y sus futuros compañeros comenzaron a reunirse en pequeños grupos de oración. Influenciados por los movimientos penitenciales que surgían en Italia, como el de los flagelantes, estos hombres sentían un llamado a una vida más austera. Bonfilio, en particular, provenía de una familia de comerciantes establecidos, lo que le proporcionaba una posición social cómoda, pero su corazón se inclinaba hacia una búsqueda interior de Dios.
Conversión y retiro al monte Senario
La conversión de Bonfilio se enmarca en un momento de gracia divina compartido con sus seis compañeros: Bartolomé degli Amidei, Giovanni el Buono, Benedetto dell’Antella, Gerardo degli Spositi, Ricovero Uguccione y Alessio Falconieri. Hacia 1233, estos florentinos, todos mercaderes, experimentaron visiones y llamadas de la Virgen María, quien les instó a dejarlo todo para dedicarse a la oración y la penitencia en su honor. Bonfilio, como líder natural entre ellos, fue uno de los primeros en responder a este llamado místico.
Abandonando sus bienes y propiedades, el grupo se retiró al monte Senario, una elevación cercana a Florencia conocida por su aislamiento y belleza natural. Allí, en una ermita improvisada, adoptaron una vida de pobreza, castidad y obediencia, inspirada en la regla de san Agustín. La tradición relata que la Virgen María misma les entregó el hábito negro de la orden, simbolizando el luto por los dolores de Cristo y María. Bonfilio, con su experiencia en el comercio, contribuyó a organizar la comunidad primitiva, asegurando la subsistencia mediante el trabajo manual y la oración incesante.
Este retiro no fue exento de dificultades. El grupo enfrentó escasez de alimentos, enfermedades y oposición de sus familias y la sociedad florentina, que veía con recelo su estilo de vida ascético. Sin embargo, Bonfilio perseveró, fomentando la unidad y la devoción mariana que definiría a los Siervos de María.
Fundación de la Orden de los Siervos de María
Bajo el liderazgo colectivo de los siete fundadores, incluyendo a Bonfilio, se gestó la Orden de los Siervos de María en 1233. Inicialmente conocida como los «Siete Fundadores», la congregación recibió la aprobación papal en 1256 por el papa Alejandro IV, quien les otorgó el estatus de orden mendicante bajo la regla agustiniana. Bonfilio jugó un papel clave en la redacción de las primeras constituciones, enfatizando la meditación de los siete dolores de la Virgen como eje espiritual.
La orden se expandió rápidamente desde Florencia a otras ciudades italianas, promoviendo la predicación, la atención a los pobres y la devoción al rosario y al escapulario de Nuestra Señora de los Dolores. Bonfilio, aunque no fue el superior formal, fue reconocido por su sabiduría y humildad, sirviendo como modelo para los primeros frailes. Su contribución incluyó la organización de las primeras comunidades y la defensa de la ortodoxia católica en un tiempo de herejías y divisiones eclesiales.
La vida de Bonfilio en la orden se caracterizó por una intensa oración contemplativa y obras de caridad. Murió hacia 1250 en el monte Senario, a una edad avanzada, habiendo dedicado décadas a la formación de la comunidad. Su muerte fue vista como un ejemplo de santidad sencilla, y su cuerpo reposa en la basílica de los Santos Annunziata en Florencia, junto a los de sus compañeros.
Rol en la espiritualidad servita
Dentro de la orden, Bonfilio es venerado por su énfasis en la compasión mariana, un tema central en la teología servita. Inspirado en los dolores de María al pie de la cruz, promovió prácticas devocionales que han perdurado, como la coronación de imágenes marianas y las procesiones penitenciales. Su legado espiritual influyó en santos posteriores, como santa Juliana Falconieri, sobrina de Alessio Falconieri y cofundadora de las Mantellatas, la rama femenina de la orden.
Beatificación y canonización
Los siete fundadores, incluido Bonfilio, fueron beatificados el 1 de diciembre de 1717 por el papa Clemente XI, reconociendo su heroica virtud y el carisma fundacional de la orden. Este acto fue impulsado por la devoción popular en Florencia y Roma, donde se atribuían milagros a su intercesión.
La canonización plena ocurrió el 15 de enero de 1888 en la Basílica de San Pedro, bajo el pontificado de León XIII. El papa destacó su ejemplo en un tiempo de secularización, proclamándolos patronos de la orden y modelos de vida consagrada. La ceremonia, que reunió a miles de fieles, subrayó la unidad de los fundadores como un solo testimonio de santidad colectiva.1
Desde entonces, su culto se ha extendido globalmente, con la orden presente en más de 20 países. En España, los Siervos de María tienen comunidades en Madrid, Sevilla y Barcelona, donde se honra a Bonfilio en conventos y parroquias dedicadas a la Virgen de los Dolores.
Veneración y legado
La memoria de san Bonfilio se celebra el 17 de febrero, fecha tradicional de la muerte de Alessio Falconieri, el más longevo del grupo. En la liturgia católica, se lee el común de varios mártires o fundadores, enfatizando su entrega total a María. En Florencia, el monte Senario es un santuario de peregrinación, donde se conservan reliquias de los siete santos.
El legado de Bonfilio trasciende la orden servita, inspirando movimientos de renovación espiritual en la Iglesia. En el contexto español, su figura resuena en la tradición de la Semana Santa, donde las cofradías de los dolores marianos evocan su devoción. Además, como patrono de los conversos y mercaderes, se invoca en causas de vocación y conversión personal.
En la teología contemporánea, Bonfilio representa la santidad laical, mostrando cómo personas del mundo pueden responder al llamado divino. Su vida ilustra el mensaje del Concilio Vaticano II sobre la llamada universal a la santidad, invitando a los fieles a imitar su humildad y servicio.
Influencia en la Iglesia católica
La orden fundada por Bonfilio ha contribuido significativamente a la doctrina mariana, promoviendo doctrinas como la Inmaculada Concepción, definida en 1854. Los servitas han sido predicadores destacados en concilios y sínodos, y su espiritualidad ha influido en órdenes como las Agustinas y las Carmelitas.
En España, la devoción a los siete fundadores llegó con la implantación de la orden en el siglo XIII, y hoy se honra en fiestas litúrgicas y publicaciones devocionales. Obras como las vidas de santos editadas por el Dicasterio para las Causas de los Santos resaltan su rol en la historia de la santidad católica.1
San Bonfilio, con su ejemplo de abandono filial a María, sigue siendo un faro para quienes buscan en la Virgen el camino a Cristo, recordándonos que la santidad florece en la entrega total.
Citas
Resumen biográfico, El Dicasterio para las Causas de los Santos. Siete Santos Fundadores (siglos XIII-XIV) - Biografía (1888). ↩ ↩2
