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San Hilarión de Maiuma

San Hilarión de Maiuma
San Hilarión el Grande. Hay un monasterio histórico con su nombre en Tel Umm Amer en la Franja de Gaza, Palestina. Dominio Público.

San Hilarión de Maiuma fue un eremita y padre del monacato en Palestina durante el siglo IV, conocido por su vida ascética rigurosa y sus numerosos milagros. Nacido en una familia pagana cerca de Gaza, se convirtió al cristianismo en su juventud y se inspiró en San Antonio el Grande para adoptar la vida solitaria en el desierto. Fundador del anacoretismo en Tierra Santa, atrajo a muchos discípulos y realizó curaciones y exorcismos que extendieron la fe cristiana en regiones hostiles. Sus peregrinaciones lo llevaron por Egipto, Sicilia, Dalmacia y Chipre, donde falleció alrededor del año 371. Su festividad se celebra el 21 de octubre, y su biografía, escrita principalmente por San Jerónimo, lo presenta como un modelo de virtud y desapego del mundo.1,2

Tabla de contenido

Biografía

Infancia y conversión

Hilarión nació aproximadamente en el año 291 en la aldea de Tabatha, situada a unos ocho kilómetros al sur de Gaza, en la región de Palestina. Sus padres eran idólatras, inmersos en las tradiciones paganas locales, pero el joven Hilarión mostró desde temprana edad una inclinación hacia el aprendizaje y la virtud.1,3 Enviado por su familia a Alejandría para estudiar gramática y retórica, se destacó por su inteligencia y elocuencia, ganándose el afecto de maestros y compañeros. Fue en esta bulliciosa ciudad egipcia, cuna de la cultura helenística y el cristianismo primitivo, donde Hilarión descubrió la fe cristiana a los quince años. Rechazó las diversiones mundanas como los espectáculos del circo y el teatro, prefiriendo las asambleas eclesiales y la lectura de las Escrituras.1,4

Su conversión fue profunda y decisiva. Atrajo por la fama de San Antonio el Grande, el padre del monacato egipcio, Hilarión abandonó sus estudios y se dirigió al desierto para conocerlo. Tras dos meses de convivencia, impresionado por la austeridad y la oración incesante del anciano anacoreta, resolvió imitar su vida. Regresó a Palestina, donde encontró a sus padres fallecidos. Dividió su herencia entre sus hermanos y los pobres, reservándose nada, en un acto de radical desapego que recordaba las advertencias evangélicas contra la avaricia.1,4,5

Vida eremítica en Palestina

Hilarión eligió como retiro el desierto de Maiuma, el puerto de Gaza, a unos once kilómetros de su aldea natal. Construyó una humilde celda de tres metros de largo, dos de ancho y uno y medio de alto, más parecida a una tumba que a una vivienda, para mortificar el cuerpo y fomentar la oración constante.1,4 Su vestimenta era sencilla: una túnica de cilicio, una piel de cabra donada por San Antonio y un manto corto de pastor. No se cambiaba la ropa hasta que se desgastaba por completo y evitaba lavarla, argumentando que la pulcritud era incompatible con la penitencia.1

Su dieta era extremadamente frugal: durante años, se limitó a quince higos secos al día, consumidos solo al atardecer, complementados ocasionalmente con pan, verduras y aceite. Sobrevivía tejiendo cestas y cultivando un pequeño huerto, imitando las prácticas de los monjes egipcios.1,4 Hilarión dedicaba la mayor parte del tiempo a la oración, la meditación y la recitación de los Salmos, luchando contra tentaciones corporales y espirituales con ayunos intensos y disciplina férrea. En ocasiones, su alma se veía envuelta en una «nube oscura» de aridez espiritual, pero perseveraba en la plegaria con mayor fervor.4

Esta vida solitaria duró unos veinte años, hasta que sus primeros milagros lo sacaron del anonimato. Curó a una mujer estéril de Eleuterópolis, quien dio a luz un hijo al año siguiente, y expulsó demonios de posesos, atrayendo a enfermos de toda la región.4,6 Su fama se extendió rápidamente, convirtiendo a paganos y reuniendo a discípulos que veían en él al sucesor de San Antonio en Palestina. Hilarión, abrumado por las multitudes —especialmente mujeres que buscaban curas—, organizó comunidades monásticas cercanas, fundando así el anacoretismo en Tierra Santa.1,6

Milagros y ministerio

Los prodigios de Hilarión fueron clave en la evangelización de una zona mayoritariamente pagana y hostil al cristianismo. En Gaza, donde el templo de Marnas (Zeus) dominaba, realizó exorcismos que liberaron a muchos de influencias demoníacas, llevando conversiones masivas.7,6 Un episodio notable involucró a Italicus, un cristiano de Maiuma que competía en carreras de caballos contra un magistrado pagano de Gaza. Sospechando brujería en los animales rivales, Italicus recurrió a Hilarión, quien bendijo sus corceles con agua bendita. Los caballos cristianos «volaron» como el viento, mientras los otros se detuvieron, convenciendo a la multitud de la superioridad de Cristo sobre los ídolos.4

Otro milagro ocurrió durante una sequía en Afroditópolis, Egipto, donde sus oraciones provocaron una lluvia abundante tras tres años de esterilidad.8 En Elusa, al sur de Beersheba, intercedió por paganos enfermos, trazando los cimientos de una iglesia y convirtiendo al sacerdote local en catecúmeno durante una ceremonia idolátrica.4 Hilarión también domó animales salvajes: en una ocasión, un dragón marino que devoraba ganado y personas en Dalmacia fue atraído por él a una pira y quemado.9

Estos actos no solo aliviaron sufrimientos físicos, sino que combatieron la idolatría. Hilarión visitaba monasterios palestinos en fechas fijas, fomentando la unidad monástica y consolando a los hermanos. Su ministerio incluyó una sola peregrinación a Jerusalén, para honrar los lugares santos sin caer en el error de limitar la presencia divina a un sitio específico.4

Peregrinaciones y exilios

La creciente fama y las persecuciones obligaron a Hilarión a emprender múltiples viajes, buscando soledad en un mundo que lo aclamaba como santo.

Viaje a Egipto

Alrededor del año 356, a los sesenta y cinco años y tras la muerte de San Antonio —de la que fue avisado por revelación—, Hilarión dejó Palestina. La afluencia de visitantes y la responsabilidad sobre discípulos lo agobiaban; exclamó: «He vuelto al mundo y recibido mi recompensa en esta vida». Acompañado por monjes capaces de ayunar hasta el atardecer, viajó a Egipto, visitando el monte de San Antonio cerca del Mar Rojo.1,4,8

Allí, guiado por discípulos del padre del monacato, recorrió los lugares donde Antonio había orado, trabajado y descansado: su viñedo, huerto y celdas. Pidió ver la tumba secreta del santo, pero respetó el deseo de ocultarla para evitar profanaciones.4,8 En Afroditópolis, provocó lluvia milagrosa; luego se retiró a un oasis libio para escapar de la orden de arresto de Juliano el Apóstata, quien perseguía a los cristianos.1

Estancias en Sicilia y Dalmacia

Desde Libia, Hilarión navegó a Sicilia, instalándose como ermitaño cerca del promontorio de Pachino. Allí recolectaba leña en las montañas para venderla y sustentarse, manteniendo el anonimato.1,10 Su discípulo Hesiquio lo encontró tras una larga búsqueda, y pronto se formó una nueva comunidad. Sin embargo, los milagros —como curaciones y liberaciones— lo delataron nuevamente.1,11

En 366, zarpó hacia Dalmacia, aterrizando en Epidauro (actual Ragusa). Durante un terremoto devastador, ayudó a los habitantes y, ante una inundación marina, trazó cruces en la arena y extendió los brazos, replegando las olas como una montaña.1,9,10 Un dragón gigante fue incinerado por su intervención. A pesar de estos prodigios, Hilarión lamentaba que sus milagros «hablaran» cuando él buscaba silencio, y huyó de noche en una barca pequeña.9

Últimos años en Chipre

Hilarión llegó a Chipre, instalándose inicialmente a dos kilómetros de Pafos, pero la fama lo obligó a refugiarse en una cueva interior, en un lugar agreste pero sereno llamado Charburis.1,10 Allí conoció a San Epifanio, obispo de Salamina, quien le rindió visita y más tarde informaría a San Jerónimo sobre su vida.1 Pasó sus últimos años en oración y penitencia, rechazando honores mundanos.

Muerte y culto

Hilarión murió en 371, a los ochenta años, en su cueva chipriota. En su lecho de muerte, legó a Hesiquio sus únicas posesiones: un libro de los Evangelios y su raída vestimenta.1,11 Fue enterrado cerca de Pafos con honores, pero Hesiquio robó el cuerpo diez meses después para llevarlo a Maiuma, donde reposa en el monasterio fundado por el santo.1,11,5 El traslado fue recibido por multitudes de monjes y laicos, inaugurando una fiesta anual en Palestina.5

Su culto se extendió rápidamente. El Martyrologio Romano lo conmemora el 21 de octubre como «santo abad Hilarión» en Chipre, destacando su vida de virtudes y milagros.2 En la tradición católica, se le venera como patrono de los eremitas y fundador del monacato palestino. Su tumba en Maiuma (actual Deir el-Balah) sigue siendo sitio de peregrinación, y muchos atribuyen curaciones a su intercesión.1,5

Legado

Hilarión es considerado el introductor del monacato eremítico en Palestina y Siria, inspirando a generaciones de ascetas antes de la expansión cenobítica de San Pacomio.1,6,5 Su biografía por San Jerónimo (escrita hacia 390) lo compara con el joven Elías frente al anciano Antonio como Moisés, enfatizando su rol en la expansión del cristianismo en Oriente.1,6 Influenció a figuras como Sozomen, cuyo abuelo se convirtió gracias a él.1

En la teología católica, Hilarión ejemplifica la imitación de Cristo en la pobreza y la oración, combatiendo herejías y paganismo mediante la santidad personal. Su vida ilustra el equilibrio entre soledad y caridad, recordando que los milagros sirven a la evangelización, no a la vanagloria.4,9 Hoy, su figura resuena en comunidades contemplativas, promoviendo la renovación espiritual en un mundo secularizado.

Fuentes y hagiografía

La principal fuente sobre Hilarión es la Vita Sancti Hilarionis de San Jerónimo, basada en testimonios de Epifanio y discípulos.1,6,3 Sozomen, en su Historia Eclesiástica (siglo V), añade detalles orales de familiares convertidos.1,10,5 Alban Butler, en Vidas de los Santos, compila estas narrativas, destacando su historicidad frente a intentos racionalistas de mitificarlo.4,8,9

Otras menciones aparecen en el Martyrologio Romano (1749) y enciclopedias católicas, confirmando su rol fundacional.7,2 No hay controversias significativas; su existencia y virtudes son indiscutidas en la tradición eclesial.1

Citas

  1. San Hilarion, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Hilarion. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24

  2. B21 de octubre, Papa Benedicto XIV. El Martirologio Romano, § 21 de octubre (1749). 2 3

  3. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). La Vida de San Hilarion, § 2 (390). 2

  4. B21: San Hilarion, abad (c. 371 d.C.), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 167. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

  5. Capítulo 14. De los hombres santos que florecieron por esta época en Egipto, a saber, Antonio, los dos Macarios, Heraclio, Crono, Pafnucio, Putubasto, Arsisio, Serapio, Piturion, Pacomio, Apolonio, Anuf, Hilarion, y un registro de muchos otros santos, Salamanes Hermias Sozomeno (Sozomeno). Historia Eclesiástica - Rufino de Aquilea, §Libro III - Capítulo 14 (402). 2 3 4 5 6

  6. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). La Vida de San Hilarion, § 14 (390). 2 3 4 5 6

  7. Gaza, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Gaza. 2

  8. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 168. 2 3 4

  9. Santas Úrsula y sus doncellas, mártires (fecha desconocida), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 169. 2 3 4 5

  10. Capítulo 10. Sobre San Hilarion y las vírgenes en Heliópolis que fueron devoradas por cerdos. Extraño martirio de Marcos, obispo de Aretusa, Salamanes Hermias Sozomeno (Sozomeno). Historia Eclesiástica - Rufino de Aquilea, §Libro V - Capítulo 10 (402). 2 3 4

  11. San Hesiquio (siglo IV), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 20. 2 3