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San Jacinto

San Jacinto es el nombre de varios santos venerados en la tradición católica. Entre los más destacados se encuentran San Jacinto de Polonia, un misionero dominico del siglo XIII conocido como el «Apóstol del Norte», y Santa Jacinta Mariscotti, una religiosa franciscana del siglo XVII cuya vida fue un testimonio de profunda conversión y caridad. También existe mención de un mártir llamado Jacinto de los Ángeles, beatificado por San Juan Pablo II, y un predicador jesuita llamado Jacinto Barrasa. Este artículo explorará las vidas y legados de estos individuos, destacando su contribución a la Iglesia y su relevancia para los fieles.

Tabla de contenido

San Jacinto de Polonia (1185-1257)

San Jacinto, cuyo nombre en polaco es Jacek, nació en 1185 en el castillo de Lanka, Kamin, en Silesia, Polonia (actualmente parte de Prusia)1. Proveniente de la noble familia Odrowaz, era pariente cercano de San Ceslao1.

Primeros años y vocación Dominica

Jacinto estudió en Cracovia, Praga y Bolonia, donde obtuvo los títulos de Doctor en Derecho y Divinidad1. A su regreso a Polonia, recibió una prebenda en Sandomir1. Su vida dio un giro decisivo cuando acompañó a su tío, Ivo Konski, obispo de Cracovia, a Roma1. Allí conoció a Santo Domingo de Guzmán, el fundador de la Orden de Predicadores, y en 1220, en Santa Sabina, Jacinto fue uno de los primeros en recibir el hábito de la recién establecida orden1.

Obra misionera

Después de su noviciado y profesión religiosa, San Jacinto fue nombrado superior de un pequeño grupo de misioneros enviados a Polonia1. En su camino, estableció un convento de su orden en Friesach, Carintia1. En Polonia, los nuevos predicadores fueron bien recibidos, y sus sermones tuvieron un gran impacto1. Jacinto fundó comunidades en Sandomir, Cracovia y Plocko, en la Vístula de Moravia1.

Su labor misionera se extendió por Prusia, Pomerania y Lituania1. Incluso cruzó el Mar Báltico para predicar en Dinamarca, Suecia y Noruega1. También llegó a la Rusia Roja, estableciendo comunidades en Lemberg y Haletz, y se adentró en Moscovia, fundando un convento en Dieff, llegando hasta las costas del Mar Negro1. Finalmente, regresó a Cracovia, que había establecido como el centro de sus operaciones1.

Aunque sus biografías tradicionales le atribuyen un alcance misionero vastísimo, que abarcaba desde Lituania hasta Escandinavia y el Mar Negro, los historiadores modernos señalan que muchos de estos relatos «participan más de la naturaleza de una saga que de un sobrio registro histórico»2. Sin embargo, es indudable que fue un gran misionero y que los Frailes Predicadores bajo su liderazgo lograron penetrar en diversas regiones, fundando numerosos prioratos2. Su trabajo fue crucial para reparar el daño causado a las misiones después de la invasión mongola en 12382.

Muerte y canonización

San Jacinto falleció el 15 de agosto de 1257 en Cracovia, después de asistir a Maitines y Misa y recibir los últimos sacramentos1. Antes de morir, exhortó a sus hermanos a valorar la pobreza, recordándoles que es el «testamento, el documento sellado, por el cual reclamamos la vida eterna»2. Fue canonizado por el Papa Clemente VIII en 15941,2. La Iglesia católica celebra su fiesta el 16 de agosto1.

Dios glorificó a su siervo con innumerables milagros, que llenan muchas páginas de los Acta Sanctorum1. Una porción de sus reliquias se encuentra en la iglesia dominica de París1.

Santa Jacinta Mariscotti (1585-1640)

Santa Jacinta Mariscotti, virgen, nació como Clarice Mariscotti en el seno de una noble familia en Vignarello en 15853. Su historia es notable por su profunda y, en ocasiones, vacilante conversión3.

Una juventud de vanidad

Clarice fue educada en el convento franciscano de Viterbo, donde una de sus hermanas ya era monja3. En su infancia, mostró poca inclinación por la piedad3. Cuando su hermana menor se casó con el Marqués Cassizucchi y ella fue ignorada, su resentimiento y mal humor la hicieron casi insoportable en el círculo familiar3. Como resultado, fue prácticamente forzada a entrar en un convento, regresando a las franciscanas de la tercera orden regular en Viterbo3. Allí tomó el nombre de Hermana Jacinta (Giacinta) y fue admitida a la profesión3.

Sin embargo, durante diez años, escandalizó a la comunidad al llevar una vida en la que se aferraba a las observancias externas, pero ignoraba por completo el espíritu de la regla religiosa, reclamando todas las indulgencias que su rango y riqueza familiar le permitían3.

Conversión y vida de penitencia

La conversión de Jacinta comenzó durante una leve indisposición, cuando un sacerdote franciscano la reprendió severamente por su tibieza y el peligro que corría al ver los lujos que había acumulado en su celda3. Jacinta tomó a pecho la reprimenda y comenzó una reforma con un fervor casi exagerado3. Sin embargo, esta conversión inicial mostró signos de debilidad, y comenzó a recaer en sus antiguas costumbres3.

Fue una enfermedad más grave la que obró una gracia efectiva en ella3. Desde ese momento, se entregó a una vida de crueles disciplinas, ayunos constantes, privación de sueño y largas horas de oración3. Lo más notable de su carácter fue que, al convertirse en maestra de novicias, mostró un gran sentido común en la guía de otras, frenando sus excesos devocionales y penitenciales y ofreciendo consejos prácticos a quienes buscaban su orientación4. Por ejemplo, cuando se le preguntó sobre alguien con reputación de unión con Dios y don de lágrimas, ella respondió que primero querría saber «hasta qué punto está desapegada de las criaturas, humilde y libre de la propia voluntad, incluso en cosas buenas y santas»4. Para ella, la verdadera señal del espíritu de Dios era «la cruz, sufrir, perseverar valientemente a pesar de la falta de toda dulzura y gusto en la oración»4.

Caridad y legado

La caridad de Jacinta fue también notable y no se limitó a su propia comunidad4. Gracias a su influencia, se establecieron en Viterbo dos cofradías dedicadas al alivio de los enfermos, los ancianos, la nobleza empobrecida y los pobres4. Jacinta misma contribuyó en gran medida a proporcionar los fondos necesarios a través de su propia mendicidad4.

Murió a la edad de cincuenta y cinco años, el 30 de enero de 1640, y fue canonizada en 18074. La bula de canonización afirma que «sus mortificaciones fueron tales que la prolongación de su vida fue un milagro continuo» y que «a través de su apostolado de caridad ganó más almas para Dios que muchos predicadores de su tiempo»4.

Jacinto de los Ángeles, mártir (siglo XVII)

Otro santo con el nombre de Jacinto es Jacinto de los Ángeles, un mártir indígena de México, beatificado por San Juan Pablo II en 2002 junto con Juan Bautista5.

Fidelidad al Bautismo y martirio

Jacinto de los Ángeles, junto con Juan Bautista, enfrentó el martirio por su fidelidad a la fe católica y su rechazo a los ídolos5. Durante su tortura, fueron invitados a renunciar a su fe para salvarse, pero respondieron valientemente: «Una vez que hemos profesado el Bautismo, seguiremos siempre la verdadera religión»5. Este acto de fe es un ejemplo de que «nada, ni siquiera nuestra vida, debe anteponerse a nuestro compromiso bautismal»5.

San Juan Pablo II destacó que estos dos cristianos indígenas, con una vida personal y familiar intachable, derramaron su sangre por Cristo y son verdaderos mártires de la fe, felices de haber sido bautizados6. Son un ejemplo para los fieles laicos, llamados a santificarse en las circunstancias ordinarias de la vida cotidiana6.

El significado del martirio

El martirio de Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista se enmarca en las Bienaventuranzas, donde Jesús promete la verdadera felicidad a quienes son perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el Reino de los Cielos5. San Pedro también exhorta a los cristianos a regocijarse cuando comparten los sufrimientos de Cristo, para que puedan alegrarse y regocijarse cuando se revele su gloria5. Estos mártires glorificaron a Dios al sufrir como cristianos, sin avergonzarse6.

Otros personajes con el nombre Jacinto

Además de los santos mencionados, existen otras figuras históricas relevantes en la tradición católica con el nombre Jacinto.

Jacinto Barrasa (siglo XVII)

Jacinto Barrasa fue un jesuita nacido en Lima, Perú, a principios del siglo XVII y fallecido el 22 de noviembre de 17047. Se destacó principalmente como predicador, publicando dos volúmenes de sus «Sermones» en Madrid (1678) y Lima (1679)7.

Fue nombrado cronista oficial de las misiones jesuitas en Perú y en 1679 finalizó su voluminosa historia de la Compañía de Jesús en Perú, un manuscrito de 1.350 páginas que se conserva en manos privadas en Lima7. Esta crónica se enfoca exclusivamente en eventos de naturaleza religiosa o eclesiástica7. También se imprimió un «Panegírico» que pronunció en 1669 con motivo de la beatificación de Santa Rosa de Lima7.

Santiago el Mayor («San Iago»)

Es importante notar que en español, el nombre «Jacinto» a veces puede confundirse con la derivación de «Santiago», que en latín es Iacobus y en español antiguo se convirtió en Iago y luego Santiago. Sin embargo, San Jacinto y Santiago el Mayor son personas distintas.

Santiago el Mayor, apóstol, hermano de San Juan Evangelista e hijo de Zebedeo, fue llamado «el Mayor» para distinguirlo del otro apóstol del mismo nombre, Santiago el Menor8. Fue uno de los primeros discípulos de Jesús, a quien Él llamó junto a su hermano para ser «pescadores de hombres»8. Santiago, junto con Pedro y Juan, fue testigo de eventos clave en la vida de Jesús, como la transfiguración y la agonía en Getsemaní8.

Fue el primer apóstol en sufrir el martirio, decapitado por orden del rey Herodes Agripa I alrededor del año 44 d.C.9,10,11. La tradición española, aunque disputada por muchos estudiosos, sostiene que Santiago predicó en España y que su cuerpo fue milagrosamente trasladado a Iria Flavia y luego a Compostela (Santiago de Compostela), convirtiéndose en uno de los lugares de peregrinación más famosos del mundo10,11.

Conclusión

El nombre San Jacinto abarca a varias figuras veneradas en la Iglesia Católica, cada una con su propia historia de fe y servicio. Desde el incansable misionero dominico San Jacinto de Polonia, que extendió el Evangelio por vastas regiones de Europa del Este, hasta Santa Jacinta Mariscotti, cuya vida de conversión y caridad dejó un profundo impacto, y el mártir Jacinto de los Ángeles, quien dio testimonio supremo de su fe bautismal. También encontramos a Jacinto Barrasa, un erudito jesuita y predicador. Estas vidas ejemplares, aunque diversas en sus caminos, ofrecen inspiración y demuestran la riqueza de la santidad en la tradición católica a lo largo de los siglos.

Citas

  1. San Roque (c. A.D. 1378), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 342. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19

  2. San Mamas, mártir (c. A.D. 275), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 343. 2 3 4 5

  3. Santa Jacinta Marescotti, virgen (A.D. 1640), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 221. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

  4. Beato Sebastián Valfré (A.D. 1710), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 222. 2 3 4 5 6 7 8

  5. Papa Juan Pablo II. Viaje Apostólico Ciudad de México: Liturgia de la Palabra y Beatificación de los Mártires Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Ciudad de México: Homilía (1 de agosto de 2002), § 1 (2002). 2 3 4 5 6

  6. Papa Juan Pablo II. Viaje Apostólico Ciudad de México: Liturgia de la Palabra y Beatificación de los Mártires Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Ciudad de México: Homilía (1 de agosto de 2002), § 3 (2002). 2 3

  7. Jacinto Barrasa, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Jacinto Barrasa. 2 3 4 5

  8. B25: San Santiago el Mayor, apóstol (A.D. 44), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 186. 2 3

  9. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 187.

  10. Santiago el Mayor, Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 21 de junio de 2006: Santiago el Mayor (2006). 2

  11. San Santiago el Mayor, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Santiago el Mayor. 2