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San Jerónimo

San Jerónimo, nacido como Eusebio Sofronio Jerónimo alrededor del año 347 en Estridón, en la frontera de Dalmacia y Panonia, fue una figura pivotal en la Iglesia Católica primitiva. Su vida, dedicada al estudio, la traducción y la defensa de las Escrituras, lo consolidó como uno de los más grandes eruditos cristianos y Doctor de la Iglesia. Es universalmente reconocido por su monumental trabajo en la Vulgata, la traducción latina de la Biblia que sirvió como texto oficial de la Iglesia Católica durante siglos. A través de sus comentarios bíblicos, tratados teológicos y vasta correspondencia, San Jerónimo no solo enriqueció el patrimonio intelectual cristiano, sino que también influyó profundamente en la liturgia, la educación y la espiritualidad de Occidente.

Tabla de contenido

Vida temprana y formación

Orígenes y educación en Stridon y Roma

Jerónimo nació en una familia cristiana en Estridón, una ciudad ubicada en lo que hoy es Croacia y Eslovenia, alrededor del 347 d.C.1 Desde una edad temprana, mostró una gran aptitud para el estudio. Aproximadamente a los quince años, se trasladó a Roma para perfeccionar su educación, donde estudió retórica y se sumergió en los clásicos latinos bajo la tutela de renombrados maestros2. Durante su estancia en Roma, fue bautizado alrededor del año 366 d.C., un evento que marcó un giro hacia una vida ascética y de devoción religiosa, a pesar de las tentaciones mundanas de su juventud1,3.

Viajes y primeras experiencias monásticas

Tras sus estudios en Roma, Jerónimo emprendió un largo viaje por la Galia, llegando a Tréveris, donde entró en contacto con el monacato oriental. Esta experiencia sembró en él un profundo deseo por la vida ascética2. Posteriormente, se unió a un grupo de fervorosos cristianos en Aquileya, que él mismo describió como un «coro de bienaventurados», iniciando un período de vida en común1,2.

Alrededor del año 373 d.C., Jerónimo partió hacia Oriente, estableciéndose en Antioquía, donde asistió a las conferencias de Apolinar de Laodicea, un exégeta destacado de la época3,4. Entre los años 374 y 379, se retiró al desierto de Calcis, al sur de Alepo, para vivir como ermitaño3,1. En este período de soledad y contemplación, profundizó en el estudio del griego y comenzó a aprender hebreo, una lengua que inicialmente le pareció «áspera y aspirada»1,2. La meditación, la soledad y el contacto con la Palabra de Dios fueron cruciales para la maduración de su sensibilidad cristiana, lamentando las indiscreciones de su juventud y confrontando el contraste entre la mentalidad pagana y la vida cristiana1.

Vida monástica y ordenación

Ordenación sacerdotal y estancia en Constantinopla

En el año 379 d.C., Jerónimo fue ordenado sacerdote por Paulino de Antioquía, aunque no tenía deseo de celebrar el Santo Sacrificio, consintiendo solo bajo la condición de no estar obligado a servir a ninguna iglesia por su ministerio, ya que su vocación era ser monje o recluso5. Después de su ordenación, se dirigió a Constantinopla (380-381 d.C.), donde estudió las Sagradas Escrituras bajo la guía de San Gregorio Nacianceno, a quien siempre recordó con gratitud como un gran maestro en la exposición de los escritos divinos3,5.

Regreso a Roma y servicio al Papa Dámaso

Entre los años 382 y 385 d.C., San Jerónimo regresó a Roma, acompañando a Paulino de Antioquía y San Epifanio para asistir a un concilio convocado por el Papa Dámaso I3,5. El Papa Dámaso, consciente de su fama como asceta y su habilidad como erudito, lo retuvo en Roma como su secretario y consejero, encargándole la revisión de la traducción latina de la Biblia6,1. Durante este tiempo, Jerónimo también se convirtió en guía espiritual y maestro de un grupo de nobles damas romanas, como Paula y Eustoquio, quienes deseaban profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios y en el camino de la perfección cristiana1,5.

La muerte del Papa Dámaso en el año 384 d.C. dejó a Jerónimo sin su principal protector. Sus críticas severas a las costumbres de la sociedad romana y su franqueza le habían ganado enemigos, lo que lo llevó a abandonar Roma en el año 385 d.C.3,5.

Contribuciones bíblicas y teológicas

La Vulgata: la traducción de la Biblia

La obra más trascendental de San Jerónimo es la Vulgata, una traducción de la Biblia al latín que se convirtió en el texto oficial de la Iglesia Católica occidental6. A petición del Papa Dámaso, Jerónimo inició una revisión de las versiones latinas existentes de los Evangelios, que estaban desfiguradas por «falsas transcripciones, correcciones torpes e interpolaciones descuidadas»5. Posteriormente, tradujo gran parte del Antiguo Testamento directamente del hebreo, así como revisó el Salterio y el resto del Nuevo Testamento a partir de los textos griegos originales1,7. Su labor fue minuciosa, comparando versiones anteriores y utilizando los textos originales hebreos y griegos, así como la Septuaginta, la versión griega clásica del Antiguo Testamento1.

La Vulgata fue declarada el texto bíblico latino auténtico y autoritativo por el Concilio de Trento, sin implicar una preferencia sobre el texto original o sobre versiones en otros idiomas8. Esta traducción no solo fue una hazaña lingüística y teológica, sino que también sentó las bases para la liturgia católica en latín y para la investigación bíblica durante siglos6,8.

Comentarios y exégesis bíblica

Además de la Vulgata, San Jerónimo escribió numerosos comentarios bíblicos, tratados teológicos y cartas que reflejan su profunda comprensión de la doctrina cristiana y su habilidad para interpretar los textos sagrados7. Su exégesis era rigurosa y buscaba desentrañar el significado literal y espiritual de las Escrituras, defendiendo la ortodoxia frente a las herejías de su tiempo1.

Controversias y últimos años

Retiro en Belén y defensa de la fe

En el año 386 d.C., Jerónimo se estableció en Belén, donde, con el apoyo de la noble dama Paula, fundó monasterios para hombres y mujeres, así como un hospicio para peregrinos1. Allí continuó su prodigiosa labor de comentar la Palabra de Dios, defender la fe contra diversas herejías, impulsar a los monjes a la perfección y enseñar cultura clásica y cristiana a jóvenes estudiantes1.

Durante sus últimos años, San Jerónimo se vio envuelto en varias controversias teológicas. Tuvo una larga disputa con Rufino de Aquileya, quien lo acusó de orígenesmo, y también se enfrentó a los pelagianos, quienes negaban la necesidad de la gracia divina para la salvación3,7. Jerónimo fue un defensor feroz de la fe, declarando: «Nunca he perdonado a los herejes y siempre he hecho todo lo posible para que los enemigos de la Iglesia sean también mis enemigos»7. Su carácter impetuoso y su sarcasmo le granjearon algunas enemistades, pero su compromiso con la verdad y la ortodoxia fue inquebrantable7.

Muerte y legado

San Jerónimo falleció el 30 de septiembre del año 420 d.C. en Belén, en la comunidad que había fundado, cerca de la gruta de la Natividad3,2. Agotado por la penitencia y el trabajo, con la vista y la voz fallándole, y su cuerpo como una sombra, murió pacíficamente8. Fue enterrado bajo la iglesia de la Natividad, cerca de Paula y Eustoquio. Sus restos fueron trasladados posteriormente y se cree que ahora reposan en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma8.

Canonización y veneración

San Jerónimo fue declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío XI en 1928, en reconocimiento a su inmensa contribución a la teología y al estudio bíblico6. Su día festivo se celebra el 30 de septiembre, conmemorando la fecha de su muerte1.

Influencia y veneración

El legado de San Jerónimo es vasto y perdurable. Su Vulgata sigue siendo la base textual de la liturgia católica en latín y ha influido en la enseñanza catequética y la investigación bíblica6. Es considerado un modelo de vida ascética y de devoción a la Palabra de Dios, inspirando a monjes, ermitaños y fieles en la búsqueda de la verdad y la santidad2. En el arte, a menudo se le representa como un cardenal, debido a los servicios que prestó al Papa Dámaso, y a veces con un león, una leyenda que se le atribuye erróneamente, pero que simboliza su férrea defensa de la fe8.

San Jerónimo encarna el ideal del erudito cristiano que pone su intelecto al servicio de Dios y de la Iglesia. Su pasión por las Escrituras y su incansable labor de traducción y comentario han dejado una huella imborrable en la historia del cristianismo occidental.

Citas

  1. Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 7 de noviembre de 2007: San Jerónimo (1). 2007. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

  2. Papa Francisco. Scripturae sacrae affectus. 2020. 2 3 4 5 6

  3. Catholic Encyclopedia, St. Jerome. The Encyclopedia Press. 2 3 4 5 6 7 8

  4. Papa Benedicto XV. Spiritus Paraclitus, 2. 1920.

  5. Butler, Alban. Butler’s Lives of the Saints: Volume III, p. 692. 2 3 4 5 6

  6. Farrugia, Edward G. Encyclopedic Dictionary of the Christian East, Jerome. 2015. 2 3 4 5

  7. Butler, Alban. Butler’s Lives of the Saints: Volume III, p. 695. 2 3 4 5

  8. Butler, Alban. Butler’s Lives of the Saints: Volume III, pp. 696. 2 3 4 5