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San Juan Crisóstomo

San Juan Crisóstomo
Dominio Público.

San Juan Crisóstomo, cuyo nombre significa «boca de oro» debido a su elocuencia, fue un influyente Padre y Doctor de la Iglesia, nacido en Antioquía alrededor del año 347 d.C.1,2. Es reconocido como el predicador más grande de la antigüedad griega tardía y una figura central en el desarrollo dogmático de la Iglesia entre los siglos IV y V3,1. Su vida estuvo marcada por una profunda fe, un celo pastoral inquebrantable y, finalmente, el exilio y el sufrimiento por defender la verdad4,5. Sus extensas obras, que incluyen más de 700 homilías y numerosos tratados, continúan siendo una fuente vital de sabiduría para la Iglesia, abordando temas como la interpretación bíblica, la moral, la vida familiar y la Eucaristía3,6,7.

Tabla de contenido

Vida Temprana y Formación

Juan nació en Antioquía, Siria, aproximadamente en el año 349 d.C.3. Su padre, Secundus, un oficial de alto rango en el ejército sirio, falleció poco después de su nacimiento1,2. Su madre, Anthusa, una mujer de gran inteligencia y carácter, asumió la responsabilidad exclusiva de criar a Juan y a su hermana mayor1,2. Anthusa inculcó en él una profunda fe cristiana y una exquisita sensibilidad humana3.

Juan recibió una educación completa en las artes liberales, estudiando filosofía y retórica con Libanio, el orador más famoso de su tiempo y un pagano3,2. Su habilidad oratoria era tan notable que incluso en su juventud superó a sus maestros2. Libanio, en su lecho de muerte, expresó que Juan habría sido su sucesor ideal si «los cristianos no se lo hubieran robado»2.

Fue bautizado en el año 368 d.C. y, siguiendo la invitación del obispo Melecio, comenzó su servicio eclesiástico como lector en el 371 d.C.3,8. Durante este período, Juan se alineó con los fieles ortodoxos que defendían la plena divinidad de Cristo, en consonancia con el Concilio Ecuménico de Nicea8.

Vocation y Ministerio en Antioquía

Después de su bautismo, Juan abrazó la vida ascética8. Influenciado por su maestro Diodoro de Tarso, decidió permanecer célibe y se dedicó a la oración, el ayuno riguroso y el estudio de la Sagrada Escritura8,2. Pasó cuatro años bajo la dirección de un monje sirio experimentado y luego dos años como solitario en una cueva2. Sin embargo, la humedad de su morada le provocó una enfermedad grave, lo que le obligó a regresar a la ciudad en el año 381 d.C. para recuperarse2.

En el mismo año 381 d.C., fue ordenado diácono por San Melecio2. En el 386 d.C., el obispo Flaviano de Antioquía lo llamó al sacerdocio y lo designó predicador, una función que desempeñó durante doce años3,8,2. Durante este tiempo, Juan se distinguió por su habilidad para interpretar las Escrituras de manera comprensible para los fieles8.

Las Homilías sobre las Estatuas

El año 387 d.C. fue un «año heroico» para Juan, marcado por la «revuelta de las estatuas»3,9. En protesta por nuevos impuestos, el pueblo de Antioquía destruyó estatuas del emperador Teodosio I y su familia3,9. Ante el temor de represalias imperiales, Juan pronunció 22 vibrantes Homilías sobre las Estatuas durante la Cuaresma3,9. Estas homilías buscaban inducir el arrepentimiento y la conversión, y demostraron la profunda conexión entre el predicador y su audiencia, así como el poder de su oratoria para influir incluso en asuntos políticos3,9.

Episcopado en Constantinopla

En el año 397 d.C., Juan fue nombrado Obispo de Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente3,5. Su nombramiento se realizó discretamente para evitar una sedición en Antioquía debido a su popularidad9. El arzobispo Teófilo de Alejandría, quien había intentado promover a su propio candidato, tuvo que ceder y consagró a Juan el 26 de febrero del 398 d.C.9.

Desde el inicio de su episcopado, Juan emprendió una reforma en su Iglesia5. Redujo los gastos de la residencia episcopal para que sirviera de ejemplo de austeridad a todo el clero, las viudas, los monjes, los cortesanos y los ricos9,5. Los fondos ahorrados los destinó al alivio de los pobres y al mantenimiento de muchos hospitales, lo que le valió el apodo de «el Limosnero»9,5. También se dedicó a la reforma del clero, utilizando exhortaciones y decretos disciplinarios, aunque su severidad en ocasiones careció de tacto9. Su propia vida fue un modelo exacto de lo que predicaba9.

Juan también se preocupó por la moralidad de la capital, condenando la inmodestia en el vestir de las mujeres y la vanidad9. Su celo y elocuencia lograron la conversión de muchos pecadores9. Extendió su cuidado pastoral más allá de su propio rebaño, enviando obispos a Scythia y a los godos, y su influencia se sintió en regiones distantes como Palestina y Persia10.

Fue un firme defensor de la oración, exhortando a los laicos a unirse al clero en el oficio de medianoche, preguntando: «¿Muchos artesanos se levantan por la noche para trabajar, y los soldados vigilan como centinelas; no podéis hacer lo mismo para alabar a Dios10. También predicó con gran ternura sobre el amor divino manifestado en la Eucaristía, instando a los fieles a la comunión frecuente10.

Exilios y Muerte

La vida de Juan en Constantinopla no fue pacífica5. Sus críticas a la opulencia y la inmoralidad le granjearon la enemistad de muchos, incluida la emperatriz Eudoxia y sus cortesanos10,5. En el año 401 d.C., la destitución de seis obispos en Asia, nombrados de manera irregular, le valió acusaciones de haber excedido su jurisdicción5. La presencia de monjes egipcios excomulgados por el patriarca Teófilo de Alejandría, que buscaron refugio en Constantinopla, también generó una acalorada disputa5.

Las críticas de Juan a la emperatriz Eudoxia y las festividades paganas que ella promovía llevaron a su condena y a su primer y breve exilio en el año 403 d.C. durante un sínodo organizado por Teófilo4,5. Aunque regresó, su oposición a las celebraciones en honor a la emperatriz y la expulsión de sacerdotes por irregularidades en los bautismos de la Vigilia Pascual en el 404 d.C. marcaron el inicio de una persecución contra él y sus seguidores, los «juanitas»5.

Juan denunció estos eventos en una carta al Papa Inocencio I en Roma5. En el año 406 d.C., fue forzado nuevamente al exilio, esta vez a Cucusus en Armenia4,5. El Papa Inocencio I estaba convencido de su inocencia, pero no pudo ayudarlo5. El viaje agotador de Cucusus a Pityus, un destino al que nunca llegó, fue diseñado para evitar las visitas de los fieles y quebrar la resistencia del exiliado4,5. Esta condena al exilio fue, en efecto, una sentencia de muerte5.

Juan sufrió grandes penurias debido al calor, la fatiga y la brutalidad de sus guardias4. Su cuerpo, ya debilitado por varias enfermedades, finalmente cedió1,4. El 14 de septiembre del 407 d.C., el grupo llegó a Comana en Ponto1,4. Juan, moribundo, fue llevado a la capilla del mártir San Basilisco5. Sus últimas palabras fueron: «Doxa to theo panton eneken» (Gloria a Dios por todas las cosas)1,4. Murió en la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz5.

Su cuerpo fue trasladado con gran pompa a Constantinopla el 27 de enero del 438 d.C. y sepultado en la iglesia de los Apóstoles1,4. El emperador Teodosio II y su hermana Santa Pulqueria acompañaron la procesión, pidiendo perdón por los pecados de sus padres que habían perseguido al siervo de Dios4.

Magisterio y Legado

San Juan Crisóstomo es venerado por toda la Iglesia cristiana de Oriente y Occidente por su valiente testimonio en defensa de la fe y su generosa dedicación al ministerio pastoral7. Su magisterio doctrinal y su predicación, junto con su preocupación por la sagrada Liturgia, le valieron el reconocimiento como Padre y Doctor de la Iglesia7. Su apodo «Boca de Oro» (Chrysostomos en griego) ya era reconocido en el siglo VI por su elocuencia1,7,2.

No fue un teólogo especulativo, pero transmitió la tradición y la doctrina fiable de la Iglesia en una época de controversias teológicas, especialmente el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo3,6. Por lo tanto, es un testigo fiable del desarrollo dogmático de la Iglesia de los siglos IV al V3.

Preocupación por la Eucaristía y la Justicia Social

La predicación de Crisóstomo sobre la Eucaristía estaba profundamente arraigada en las Escrituras y moldeada por sus preocupaciones teológicas y pastorales11. Consideraba la Eucaristía como el «fuente y cumbre de la vida cristiana»11. Su fe en el misterio del amor que une a los creyentes con Cristo y entre sí lo llevó a una profunda veneración por la Eucaristía, la cual alimentó particularmente en la celebración de la Divina Liturgia5,7. De hecho, una de las formas más ricas de la Liturgia Oriental lleva su nombre: «La Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo»6,7.

Juan entendía que la Divina Liturgia coloca al creyente espiritualmente entre la vida terrenal y las realidades celestiales prometidas por el Señor7. Reflexionó profundamente sobre el efecto de la Comunión sacramental en los creyentes, afirmando que «La Sangre de Cristo renueva en nosotros la imagen de nuestro Rey, produce una belleza indescriptible y no permite que la nobleza de nuestras almas sea destruida, sino que las riega y alimenta incesantemente»7.

Para Crisóstomo, la reverencia en la celebración litúrgica y las demandas de justicia social eran inseparables11. Exhortó vívidamente a su congregación adinerada a que no solo debían acercarse al altar con asombro y santo temor, sino que también debían cuidar a los pobres para recibir la Eucaristía dignamente11. Sin el cuidado de los pobres, uno come y bebe la Eucaristía para su propia condenación, como Judas en la Última Cena11.

La Familia como «Iglesia en Miniatura»

San Juan Crisóstomo ofreció una valiosa enseñanza sobre la presencia auténticamente cristiana de los laicos en la familia y la sociedad3. Aconsejó armar a los niños con armas espirituales desde la edad más temprana, enseñándoles a hacer la Señal de la Cruz en la frente con la mano3. También abordó las etapas de la vida, desde la adolescencia, que describió como un «mar donde soplan vientos violentos» debido a la concupiscencia, hasta el compromiso y el matrimonio3.

Recordó los propósitos del matrimonio, enfatizando la virtud y la templanza, y una rica red de relaciones personales3. Para él, los esposos bien preparados evitan el divorcio, y todo se desarrolla con alegría, permitiendo que los hijos sean educados en la virtud3. Cuando nace el primer hijo, este es «como un puente; los tres se convierten en una sola carne, porque el niño une las dos partes»3. La familia, según Crisóstomo, constituye «una familia, una Iglesia en miniatura»3.

Influencia Duradera

La influencia de San Juan Crisóstomo ha sido profunda6. Sus obras fueron consideradas un punto de referencia en disputas doctrinales posteriores, como el nestorianismo y el concilio de Calcedonia6. Es considerado uno de los Padres de la Iglesia más grandes, tanto en Oriente como en Occidente6. En la Iglesia bizantina, es el tercero de los Tres Santos Jerarcas y Maestros Universales, junto con San Basilio y San Gregorio Nacianceno4. En 1909, San Pío X lo declaró patrono celestial de los predicadores de la palabra4.

El Papa Benedicto XVI, en el 16º centenario de su muerte en 2007, destacó que Juan Crisóstomo «sigue vivo hoy por sus obras»3. El Papa Juan Pablo II, en 2004, entregó una parte importante de las reliquias de San Juan Crisóstomo al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla como un «ocasión bendita para purificar nuestras memorias heridas a fin de fortalecer nuestro camino de reconciliación»12.

La memoria litúrgica de San Juan Crisóstomo se celebra el 13 de septiembre en la Iglesia Católica Occidental y el 13 de noviembre, entre otras fechas, en la Iglesia Oriental4,5.

Citas

  1. San Juan Crisóstomo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Juan Crisóstomo. 2 3 4 5 6 7 8 9

  2. B27: San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla y Doctor de la Iglesia (d. C. 407), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 193. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

  3. Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 19 de septiembre de 2007: San Juan Crisóstomo (1) (2007). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

  4. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 197. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

  5. Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 26 de septiembre de 2007: San Juan Crisóstomo (2) (2007). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

  6. Juan Crisóstomo, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Juan Crisóstomo (2015). 2 3 4 5 6

  7. B3. El magisterio de San Juan, Papa Benedicto XVI. Carta con ocasión del XVI centenario de la muerte de San Juan Crisóstomo (10 de agosto de 2007), § 3 (2007). 2 3 4 5 6 7 8

  8. B2. La vida y ministerio de San Juan, Papa Benedicto XVI. Carta con ocasión del XVI centenario de la muerte de San Juan Crisóstomo (10 de agosto de 2007), § 2 (2007). 2 3 4 5 6

  9. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 194. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

  10. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 195. 2 3 4

  11. Mistagogía eucarística de Crisóstomo, Daria Spezzano. «Impresionantes, en verdad, son los misterios de la Iglesia»: Mistagogía Eucarística y Exhortación Moral en la Predicación de San Juan Crisóstomo, § 2. 2 3 4 5

  12. B1. Introducción, Papa Benedicto XVI. Carta con ocasión del XVI centenario de la muerte de San Juan Crisóstomo (10 de agosto de 2007), § 1 (2007).