San Luis Gonzaga

San Luis Gonzaga (nacido el 9 de marzo de 1568 y fallecido el 21 de junio de 1591) fue un joven noble italiano que renunció a su herencia para unirse a la Compañía de Jesús. Es venerado en la Iglesia Católica como un modelo de pureza, devoción y servicio, particularmente para los jóvenes y los estudiantes. Su vida, aunque breve, estuvo marcada por una profunda espiritualidad, un compromiso inquebrantable con Dios y una caridad heroica en medio de la peste en Roma.
Tabla de contenido
Primeros años y formación espiritual
Luis Gonzaga nació en el castillo de Castiglione el 9 de marzo de 1568, en el seno de una noble familia italiana1. Desde una edad temprana, mostró una extraordinaria inclinación hacia la piedad. A los siete años, experimentó un despertar espiritual significativo, comenzando a recitar diariamente el Oficio de Nuestra Señora y los siete salmos penitenciales de rodillas2. Sus directores espirituales, incluido San Roberto Belarmino, creían que nunca cometió un pecado mortal en su vida2.
En 1577, su padre lo envió a Florencia con su hermano Ridolfo para mejorar su latín y aprender el italiano toscano puro2. Aunque se esperaba que participara en la corte, Luis se encontró en un ambiente que él mismo describió como una «sociedad de fraude, daga, veneno y lujuria»3. Esta exposición, paradójicamente, despertó en él un intenso celo por la virtud de la castidad. Para protegerse, adoptó una estricta disciplina, manteniendo la vista baja en presencia de mujeres y evitando que nadie viera siquiera su pie descubierto3. Él consideraba a Florencia como la «madre de la piedad» debido a los rápidos avances que hizo en la ciencia de los santos durante su estancia allí2.
En noviembre de 1579, a los once años, Luis y su hermano fueron trasladados a la corte del Duque de Mantua3. A pesar de haber recibido la investidura imperial del marquesado de Castiglione, ya tenía en mente renunciar a sus derechos de sucesión en favor de su hermano3. Una enfermedad renal le proporcionó una excusa para limitar sus apariciones públicas, lo que le permitió dedicar más tiempo a la oración y a la lectura de vidas de santos3. Esta dolencia le dejó una digestión permanentemente afectada3. La lectura sobre los misioneros jesuitas en la India lo inspiró a considerar unirse a la Compañía de Jesús para trabajar en la conversión de los paganos3. Durante las vacaciones de verano, comenzó a instruir a los niños pobres de Castiglione en el catecismo3.
Durante el invierno en Casale-Monferrato, Luis intensificó sus prácticas ascéticas, ayunando tres días a la semana a pan y agua, flagelándose y levantándose a medianoche para orar en el suelo de piedra de una habitación sin fuego, sin importar el frío3.
Vocación jesuita y resistencia familiar
En 1581, Luis acompañó a su padre a España, donde él y su hermano fueron nombrados pajes de Don Diego, el Príncipe de Asturias1,3. A pesar de sus deberes en la corte, Luis nunca descuidó sus devociones, dedicando una hora diaria a la meditación sin distracciones, lo que a menudo le requería varias horas de concentración3. Su seriedad y circunspección eran tan notables que otros cortesanos comentaban que no parecía estar hecho de carne y hueso como los demás3.
Durante su estancia en España, Luis tomó la firme resolución de convertirse en jesuita, aunque inicialmente consideró unirse a los Carmelitas Descalzos1. Su madre aprobó su decisión, pero su padre, Don Ferrante, reaccionó con furia, llegando a amenazarlo con castigarlo físicamente3. Don Ferrante intentó disuadirlo de su vocación enviándolo a visitar a varios gobernantes del norte de Italia y asignándole comisiones seculares, esperando que Luis perdiera interés en la vida religiosa4. Sin embargo, Luis se mantuvo inquebrantable en su propósito4.
Tras múltiples dificultades y la retractación de su consentimiento en varias ocasiones, Don Ferrante finalmente cedió cuando llegó la comisión imperial que transfería la sucesión a Ridolfo4. El 2 de noviembre de 1585, Luis renunció formalmente a su herencia en favor de su hermano, un acto que requirió la aprobación del emperador, ya que Castiglione era un feudo del imperio1.
Ingreso en la Compañía de Jesús y vida en el noviciado
El 25 de noviembre de 1585, Luis Gonzaga se presentó ante el Padre Claudio Acquaviva, entonces General de la Compañía de Jesús, y entró en el noviciado de Sant' Andrea en Roma1,4. Tenía dieciocho años4. Al ocupar su celda, exclamó con alegría: «Este es mi descanso para siempre: aquí habitaré, porque lo he elegido» (Salmo 131, 14)4. Seis semanas después, su padre, Don Ferrante, falleció, habiendo reformado completamente su vida desde que su hijo había partido para unirse a la Compañía de Jesús4.
Durante sus dos años de noviciado, Luis demostró ser un novicio ejemplar4. A pesar de su delicada salud, se le exigía participar en la recreación, comer más y distraer su mente, y se le prohibía orar o meditar fuera de los horarios establecidos4. Obedecer estas reglas le supuso la mayor lucha de su vida, ya que su impulso era mantener su mente siempre fija en las cosas celestiales4. Consciente de que su origen aristocrático podría dificultar la humildad, solicitaba servir en la cocina, lavar platos y realizar las tareas más humildes4.
Antes de concluir su noviciado, Luis ya había destacado en filosofía y matemáticas, habiendo realizado estudios en estas materias antes de su ingreso1. Incluso en España, se había distinguido en exámenes públicos de filosofía y teología en la Universidad de Alcalá1. Hizo sus votos el 25 de noviembre de 1587 y comenzó inmediatamente sus estudios teológicos, contando entre sus profesores a los Padres Vasquez y Azor1.
Servicio durante la peste y muerte
En 1591, durante su cuarto año de teología, una hambruna y una plaga devastaron Italia1. En Roma, la epidemia causó estragos4. A pesar de su frágil salud, Luis se dedicó con celo al cuidado de los enfermos1,4. Los jesuitas abrieron su propio hospital, donde el mismo Padre General y muchos miembros de la orden ofrecieron servicio personal4. Luis, a petición propia, fue uno de ellos, instruyendo y exhortando a los pacientes, lavándolos y haciendo sus camas, realizando las tareas más humildes con gran dedicación4.
Varios padres jesuitas cayeron víctimas de la enfermedad, y Luis también contrajo la peste4. Creyó que iba a morir y recibió el viático y la unción con una alegría que luego temió que pudiera ser impaciencia4. Contrariamente a las expectativas, se recuperó de la peste, pero cayó en una fiebre baja que lo debilitó enormemente durante tres meses4. Aun en su debilidad, se levantaba de la cama por la noche para adorar ante su crucifijo y besar sus imágenes sagradas4.
En Milán, durante sus oraciones matutinas, Luis tuvo una revelación de que no le quedaba mucho tiempo de vida, lo que lo llenó de alegría y lo desprendió aún más de las cosas del mundo4. Fue llamado de Milán a Roma para completar su curso de teología4. Se dice que consiguió para sí una pequeña habitación oscura sobre una escalera, con una ventana en el techo, equipada solo con una cama, una silla y un taburete para sus libros4. A menudo, en las escuelas y en el claustro, parecía absorto en la contemplación, y a veces caía en éxtasis durante la comida o la recreación4. Los atributos de Dios eran su tema favorito de meditación, y al reflexionar sobre ellos, no podía contener la alegría que lo embargaba4.
Durante su enfermedad final, Luis aprendió que moriría en la octava del Corpus Christi5. En los días siguientes, recitó el Te Deum en acción de gracias, exclamando a veces: «Me alegré cuando me dijeron: Iremos a la casa del Señor» (Salmo 121, 1), añadiendo en una ocasión: «¡Vamos con alegría, con alegría!»5. En el día de la octava, parecía tan mejorado que el rector habló de enviarlo a Frascati, pero Luis insistió en que moriría antes del día siguiente y recibió el viático nuevamente5. Al provincial que vino a visitarlo, le dijo: «¡Vamos, padre, vamos!» Cuando se le preguntó «¿Adónde?», respondió: «Al Cielo»5. El provincial exclamó: «¡Escuchen a este joven! ¡Habla de ir al Cielo como nosotros hablamos de ir a Frascati!»5.
En la noche del 20 de junio de 1591, aunque se pensaba que no había peligro inmediato, solo unos pocos vigilantes se quedaron con él5. A petición de Luis, el Padre Belarmino recitó las oraciones para los moribundos5. Después, el paciente yacía muy quieto, murmurando ocasionalmente: «En tus manos»5. Entre las diez y las once de la noche, su estado cambió y fue evidente que se estaba hundiendo5. Con los ojos fijos en el crucifijo y el nombre de Jesús en sus labios, murió alrededor de la medianoche, entre el 20 y el 21 de junio de 15911,5. Tenía veintitrés años y ocho meses5.
Canonización y patronazgos
Luis Gonzaga fue beatificado por el Papa Gregorio XV en 1621 y canonizado por el Papa Benedicto XIII en 17261,5. Sus restos se encuentran en la iglesia de San Ignacio en Roma, en una magnífica urna de lapislázuli1,5.
San Luis Gonzaga es reconocido como el patrón de la juventud católica6,7. El Papa Pío XI, en su Carta Apostólica Singulare Illud de 1926, lo confirmó solemnemente como Patrono Celestial de toda la juventud cristiana, destacando su ejemplo de pureza angélica, su resistencia a las tentaciones mundanas y su fervor apostólico6.
También es el patrón de los estudiantes católicos debido a su profundo compromiso con la educación, la pureza y su vida devota8. A pesar de su origen privilegiado, se dedicó al estudio, la oración y el servicio, sobresaliendo en sus búsquedas intelectuales y su crecimiento espiritual8. Su vida, marcada por la excelencia académica y la profunda espiritualidad, lo convierte en un modelo para los estudiantes8.
Además, es el patrón de los escolásticos jesuitas9. Su vida ejemplar como estudiante, su devoción al aprendizaje y su humildad lo convierten en una inspiración para aquellos que se forman para el sacerdocio dentro de la Compañía de Jesús, enfocándose en estudios académicos y teológicos9.
El Papa Benedicto XVI, en una audiencia general en 2007, lo presentó como un «maravilloso ejemplo de austeridad y pureza evangélica», instando a los jóvenes a invocarlo para construir una amistad íntima con Jesús, a los enfermos a encontrar en él un apoyo para transformar su sufrimiento, y a los recién casados a ser testigos de un amor casto y generoso7.
Legado y veneración
El legado de San Luis Gonzaga se manifiesta en la continua devoción que inspira, especialmente entre los jóvenes. Su vida enseña que la esencia de la educación cristiana se basa en un espíritu de fe viva, que permite comprender la naturaleza y la importancia de la vida mortal en función de razones eternas6. Dedicó largos y profundos periodos de meditación en la soledad de los Ejercicios Espirituales, lo que le permitió conformar su vida a principios no temporales sino eternos6.
Su ejemplo de caridad heroica durante la peste en Roma, donde se dedicó al servicio de los infectados, es un testimonio de su amor por el prójimo6. Este apostolado, que comenzó con la edificación de quienes lo rodeaban y la instrucción de niños en la doctrina cristiana, culminó en su sacrificio personal6.
La influencia de San Luis Gonzaga se extiende a figuras como San Gabriel de la Dolorosa y San Juan Bosco. San Gabriel, aunque adolescente y algo inconstante, nunca dejó de pedir la ayuda de Luis, a quien veneraba como Patrono de la juventud6. San Juan Bosco, por su parte, fue un devoto tierno de Luis y transmitió esta devoción a sus hijos espirituales, entre los cuales se destacó Santo Domingo Savio como un imitador de Luis6.
Numerosas asociaciones y jóvenes de ambos sexos se honran con su nombre y se glorían de su patrocinio, combinando «las espinas de la penitencia con los lirios de la pureza»6. La Iglesia Católica, a lo largo de los siglos, ha reconocido en San Luis Gonzaga un modelo y protector ideal para los jóvenes, especialmente en tiempos de grandes peligros, y exhorta a la juventud a tenerlo siempre presente como ejemplo y a invocarlo con devoción6.
Citas
San Luis Gonzaga, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Luis Gonzaga. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13
B21: San Luis (d.C. 1591), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 607. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 608. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 609. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 610. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13
Carta apostólica Singulare Illud sobre San Luis Gonzaga, patrono de la juventud católica (13 de junio de 1926), Papa Pío XI. Carta Apostólica Singulare Illud sobre San Luis Gonzaga, Patrono de la Juventud Católica (13 de junio de 1926) (1926). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
A los grupos especiales - Saludos a los peregrinos reunidos en el Aula Pablo VI, Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 20 de junio de 2007: San Atanasio de Alejandría (2007). ↩ ↩2
Estudiantes católicos - Luis Gonzaga, Magisterium AI. Santos Patronos en la Iglesia Católica, §Estudiantes católicos (2024). ↩ ↩2 ↩3
Escolásticos jesuitas - Luis Gonzaga, Magisterium AI. Santos Patronos en la Iglesia Católica, §Escolásticos jesuitas (2024). ↩ ↩2