San Marcelino
San Marcelino es una figura venerada en la tradición católica cuya vida y martirio se sitúan en los turbulentos siglos III‑IV, época de intensas persecuciones contra los cristianos bajo el Imperio romano. Su memoria se conserva tanto en la Martyrologio romano como en diversas fuentes hagiográficas, donde se le reconoce como mártir, obispo y, según la tradición, como uno de los primeros papas de la Iglesia. A lo largo de los siglos, su culto ha inspirado la devoción de los fieles, la construcción de iglesias y la inclusión de su fiesta litúrgica en el calendario eclesial. El presente artículo recopila y analiza la información histórica, hagiográfica y litúrgica disponible sobre San Marcelino, resaltando sus principales hitos biográficos, el contexto histórico de su testimonio de fe y la manera en que la Iglesia lo honra hoy.
Biografía
Orígenes y vida temprana
San Marcelino habría nacido en Roma a finales del siglo III, hijo de un ciudadano romano llamado Projectus, según el Liber Pontificalis y la Enciclopedia Católica1. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, pero su elección como obispo de Roma se sitúa tradicionalmente en el año 296 d.C.1.
Pontificado y persecución
Durante su pontificado (296‑304), el Imperio romano vivió la persecución de Diocleciano, que exigía a los cristianos renunciar a su fe y ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Las fuentes indican que Marcelino, como muchos clérigos de la época, pudo haber buscado refugio para evitar la persecución, aunque la tradición también menciona que fue arrestado y condenado a muerte sin juicio formal1. La versión más aceptada por la Iglesia, basada en la passio medieval, relata que Marcelino fue llevado a la ejecución, pero antes de su muerte mostró una breve «lapse» (presunta ofrenda de incienso) que luego repudió con arrepentimiento, recibiendo el perdón divino antes de ser decapitado1.
Martirio
El relato hagiográfico describe que Marcelino fue decapitado el 25 o 26 de octubre del año 304, en la vía Salaria, dentro de la Catacumba de Priscila. Su cuerpo fue enterrado allí y su tumba se convirtió rápidamente en lugar de veneración cristiana1. La tradición de su martirio quedó consagrada en el Martyrologio romano, que lo menciona como «obispo y mártir»2.
Contexto histórico
La persecución de Diocleciano
La Gran Persecución (303‑311) fue la más severa contra los cristianos en la historia del Imperio romano. Los edictos imperiales obligaban a los fieles a ofrecer sacrificios y a entregar textos sagrados, bajo pena de muerte. En este clima, varios obispos y clérigos fueron arrestados, entre ellos el propio Marcelino, cuya muerte se inscribe dentro de este marco de persecución sistemática1.
Controversias y fuentes críticas
Algunos historiadores señalan que la figura de Marcelino estuvo rodeada de rumores y acusaciones de apostasia en círculos africanos, que fueron refutados por San Agustín en sus escritos contra Petiliano1. Además, la passio que relata su supuesta ofrenda de incienso se considera de origen tardío y de fiabilidad limitada, aunque la Iglesia ha mantenido su veneración como mártir auténtico1.
Veneración y culto
Fiesta litúrgica
La Iglesia celebra la fiesta de San Marcelino el 26 de abril (según la tradición del Liber Pontificalis) y, en algunos calendarios, el 25 o 26 de octubre, fecha asociada a su muerte1. En el Martyrologio romano de 1749, su conmemoración aparece el 16 de enero como «papa mártir»2, mientras que el 9 de enero se le menciona como «obispo, quien milagrosamente libró a la ciudad del fuego»3.
Relicarios y lugares de culto
Su tumba en la Catacumba de Priscila fue venerada desde los primeros siglos, y se construyó una iglesia sobre su sepultura. Durante la Edad Media, se difundió la devoción a Marcelino en toda Italia, y su nombre apareció en numerosos breviarios y misales. La traducción de sus restos a otras iglesias fue una práctica común, aunque no se conservan reliquias verificables hoy en día.
Patronazgo
San Marcelino es invocado como patrono de los obispados y de los líderes eclesiásticos, como modelo de fidelidad ante la persecución. Su vida también inspira a los fieles que enfrentan pruebas de fe y buscan reconciliación tras el error.
Legado histórico y teológico
Influencia en la teología patrística
San Agustín citó a Marcelino en sus escritos contra los herejes donatistas, utilizándolo como ejemplo de la autoridad papal y del valor del arrepentimiento sincero1. La figura de Marcelino también aparece en la obra de San Jerónimo, quien elogió su martirio.
Relevancia para la eclesiología
La historia de Marcelino ilustra la unidad y continuidad del papado en los primeros siglos, pese a la ausencia de registros oficiales en el Chronograph y el Martyrologium Hieronymianum. Su inclusión tardía en el Martyrologio refleja el proceso de reconocimiento de santos por parte de la Iglesia a lo largo de los siglos.
