San Marcelino Champagnat

Marcelino José Benito Champagnat (1789-1840) fue un sacerdote francés, fundador del Instituto de los Hermanitos de María (Hermanos Maristas de las Escuelas), dedicado a la educación cristiana de los niños. Su vida y obra estuvieron marcadas por una profunda devoción a la Virgen María y un ardiente deseo de hacer conocer y amar a Jesucristo, especialmente entre la juventud más desfavorecida. Fue beatificado por el Papa Pío XII en 1955 y canonizado por el Papa Juan Pablo II en 1999, siendo recordado el 6 de junio.
Tabla de contenido
Primeros Años y Vocación Sacerdotal
Marcelino Champagnat nació el 20 de mayo de 1789 en Marlhes, un pueblo montañoso en el centro-este de Francia, justo al inicio de la Revolución Francesa1. Fue el noveno hijo de una familia cristiana, y su educación inicial fue principalmente familiar. Su madre y una tía religiosa, que había sido expulsada de su convento, cultivaron en él una fe sólida y una profunda devoción a María1. Su padre, agricultor y comerciante con una educación superior a la media, simpatizaba con las nuevas ideas y ocupó cargos políticos locales y regionales. De él, Marcelino heredó aptitudes para el trabajo manual, el gusto por la acción, el sentido de la responsabilidad y una apertura a nuevas ideas1.
A los 14 años, un sacerdote le hizo descubrir su vocación al sacerdocio1. A pesar de tener una escolaridad casi inexistente y de que muchos a su alrededor intentaron disuadirlo debido a sus limitaciones académicas, Marcelino se comprometió con el estudio, motivado por la convicción de que «¡Dios lo quiere!»1. Los años en el seminario de Verrières (1805-1813) fueron un periodo de crecimiento humano y espiritual significativo para él1.
En el seminario mayor de Lyon, tuvo como compañeros a Juan María Vianney, el futuro Cura de Ars, y a Juan Claudio Colin, quien sería el fundador de los Padres Maristas1. Marcelino se unió a un grupo de seminaristas con el proyecto de fundar una Congregación bajo la protección de la Santísima Virgen, compuesta por sacerdotes, religiosas y una tercera orden, para reevangelizar la sociedad1,2.
Fundación de los Hermanitos de María
Profundamente impresionado por las deficiencias culturales y espirituales de los jóvenes de las zonas rurales, Marcelino sintió la urgencia de incluir en la «Sociedad de María» una rama de «Hermanos» dedicada a la educación cristiana de la juventud1. Su lema era: «No puedo ver a un niño sin sentir el deseo de hacerle conocer cuánto lo ha amado Jesucristo»1.
El día después de su ordenación sacerdotal, el 22 de julio de 1816, estos jóvenes sacerdotes decidieron consagrarse a María y ponerse bajo su protección en el santuario de Fourvière1. Marcelino fue destinado como vicario parroquial a la parroquia de La Valla1. Sus actividades esenciales incluían la visita a los enfermos, el catecismo a los niños, la atención a los pobres y el apoyo a la vida cristiana de las familias1. Su predicación sencilla y directa, su profunda devoción a María y su celo apostólico dejaron una huella profunda en los feligreses1.
Un encuentro con un adolescente de 17 años que, a punto de morir, no conocía a Dios, lo conmovió profundamente y lo impulsó a no posponer más la realización de su proyecto de fundar el instituto de los Hermanos1. Así, el 2 de enero de 1817, apenas seis meses después de su llegada a La Valla, Marcelino, con 27 años, acogió a sus dos primeros discípulos. Así nació el Instituto de los Pequeños Hermanos de María, o Hermanos Maristas, en la pobreza, la humildad y una confianza incondicional en Dios, bajo la protección de María1,3.
Marcelino, un educador nato, optó por vivir con sus Hermanos para prepararlos mejor para su misión como maestros cristianos, catequistas y educadores de jóvenes, mientras continuaba con su ministerio parroquial1. Apasionado por el Reino de Dios y consciente de las inmensas necesidades de la juventud, transformó a esos jóvenes campesinos sin instrucción en generosos apóstoles y abrió escuelas1. Las vocaciones llegaron en gran número, haciendo que la primera casita resultara pequeña, incluso después de las ampliaciones realizadas por el propio Fundador1. Marcelino y sus Hermanos participaron activamente en la construcción de una nueva casa, capaz de albergar a más de 100 personas, que fue nombrada «Nuestra Señora del Hermitage»1.
Carisma y Expansión
La misión que Marcelino Champagnat asignó a sus Hermanos era «hacer conocer y amar a Jesucristo»1. La escuela se convirtió en el lugar privilegiado para esta misión evangelizadora1. Marcelino inspiró en sus discípulos el amor y el respeto por los niños, la atención a los pobres y la dedicación a los más ingratos y marginados, especialmente a los huérfanos1. Los pilares de su concepción educativa eran la presencia prolongada junto a los jóvenes, la simplicidad, el espíritu de familia y el amor al trabajo, todo ello «a la manera de María»1.
En 1825, Marcelino fue eximido de su función de vicario parroquial para dedicarse por completo a su Instituto: la formación religiosa, pedagógica y apostólica de sus Hermanos, la visita a las escuelas y la fundación de nuevas obras1. A pesar de las dificultades y la incomprensión de parte del clero, que no entendía el proyecto de un joven sacerdote sin experiencia y sin medios, Marcelino perseveró1. Las autoridades municipales, por el contrario, solicitaban constantemente «Hermanos» para asegurar la instrucción y educación cristiana de los niños1.
Marcelino, un hombre de fe robusta, buscaba la voluntad de Dios en la oración y el diálogo con las autoridades religiosas y sus Hermanos1. Consciente de sus limitaciones, confiaba únicamente en Dios y en la protección de María, a quien llamaba la «Buena Madre», la «Recurso Ordinario» y la «Primera Superiora»1. Su profunda humildad y el vivo sentimiento de la presencia de Dios le permitieron vivir numerosas pruebas con gran paz interior1. A menudo, su oración se expresaba con el Salmo 126: «Si el Señor no construye la casa…», convencido de que el Instituto de los Hermanos era obra de Dios, obra de María. Su lema, «Todo a Jesús por María, todo a María por Jesús», sintetizaba su espíritu1.
En 1836, la Iglesia reconoció la Sociedad de María y le confió la misión de Oceanía1. Marcelino pronunció sus votos como miembro de la Sociedad de María y envió a tres Hermanos con los primeros Padres Maristas misioneros a las islas del Pacífico1,2. Su sueño apostólico se expandió y concretó: «¡Todas las diócesis del mundo entran en nuestras miras!»1.
Legado y Canonización
Marcelino Champagnat murió el 6 de junio de 1840, a la edad de 51 años, agotado por sus numerosos compromisos y la enfermedad1. Dejó a sus Hermanos este mensaje: «Que entre vosotros haya un solo corazón y una sola alma. Que se pueda decir de los Hermanitos de María, como de los primeros cristianos: '¡Mirad cómo se aman! '»1.
Su intuición profética de fundar un instituto para la educación y formación cristiana de los jóvenes fue confirmada por la multiplicación de las escuelas maristas en todo el mundo, proporcionando una acción formativa de gran importancia, especialmente para los jóvenes de regiones desfavorecidas4,3. Los Hermanos Maristas también se preocuparon por ayudar a los jóvenes a encontrar empleo en tiempos de desempleo4.
La obra educativa de los Maristas es más relevante que nunca, ya que los jóvenes a menudo se sienten desorientados en un mundo sin alma, en busca de un absoluto que muchos adultos no pueden revelarles4. La misión de los Hermanos es indispensable para prepararlos para una vida que valga la pena y para revelarles a Cristo y su Evangelio4.
San Marcelino Champagnat fue beatificado el 29 de mayo de 1955 por el Papa Pío XII1. Fue canonizado el 18 de abril de 1999 por el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro1,5. En su homilía de canonización, el Papa Juan Pablo II destacó que Marcelino Champagnat fue un sacerdote cautivado por el amor de Jesús y María, cuya fe inquebrantable le permitió permanecer fiel a Cristo en medio de las dificultades de un mundo que a veces carecía del sentido de Dios6.
San Marcelino fue sensible a las necesidades espirituales y educativas de su época, especialmente a la ignorancia religiosa y al abandono de la juventud6. Su sentido pastoral es un ejemplo para los sacerdotes, quienes están llamados a proclamar la Buena Nueva y a ser verdaderos educadores para los jóvenes, acompañándolos y explicándoles las Escrituras6. También es un modelo para padres y educadores, ayudándolos a mirar a los jóvenes con esperanza y a amarlos con un amor total que fomente su verdadera formación humana, moral y espiritual6.
El Papa Juan Pablo II también agradeció a los numerosos discípulos del Padre Champagnat que cumplieron fielmente su misión, incluso hasta el martirio, recordando a los 11 hermanos que murieron trágicamente en Argelia, Ruanda y la República Democrática del Congo5. La Iglesia reconoce con gratitud la obra misionera realizada y los dones de la gracia de Dios manifestados en la vida de los institutos maristas, especialmente en la santidad de San Pedro Chanel y San Marcelino Champagnat7.
La festividad de San Marcelino Champagnat se celebra el 6 de junio1. Su legado continúa inspirando a la gran familia marista, que incluye a los Hermanos, profesores laicos, padres de alumnos y antiguos alumnos, todos buscando vivir cada vez mejor su vocación humana y cristiana4.
Citas
Resumen biográfico, El Dicasterio para las Causas de los Santos. Marcelino José Benito Champagnat (1789-1840) - Biografía (1999). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33 ↩34 ↩35 ↩36 ↩37 ↩38 ↩39
Sociedad de María (Padres Maristas), The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Sociedad de María (Padres Maristas). ↩ ↩2
Hermanitos de María, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Hermanitos de María. ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de los Hermanos Maristas de las Escuelas (26 de octubre de 1985) - Discurso, § 4 (1985). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. A los peregrinos reunidos para la canonización de Marcelino Champagnat, Juan Calabria y Agostina Livia Pietrantoni (19 de abril de 1999) - Discurso, § 2 (1999). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 18 de abril de 1999: Canonización de P. Marcelino Benito Champagnat, P. Juan Calabria y Hna. Agostina Livia Pietrantoni - Homilía (1999). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. A los Institutos de la Familia Marista (17 de septiembre de 2001) - Discurso, § 2 (2001). ↩
