San Marcelo
San Marcelo es un nombre compartido por varios santos venerados en la tradición católica, destacando principalmente San Marcelo el Centurión, mártir del siglo III, y San Marcelo I, Papa y mártir del siglo IV. Este artículo explorará la vida y el legado de estos insignes figuras, así como otras menciones de santos con el mismo nombre, basándose en registros históricos y martirologios para ofrecer una visión completa de su importancia en la fe.
Tabla de contenido
San Marcelo el Centurión, Mártir (298 d.C.)
San Marcelo el Centurión es uno de los mártires más conocidos con este nombre, cuya pasión se conserva en un relato considerado fidedigno1. Su caso es comparable al del conscripto Maximiliano, ya que ambos consideraron que el servicio militar era incompatible con la práctica de la religión cristiana, a pesar de no haber sido directamente obligados a sacrificar a ídolos o cometer actos de idolatría1. Fueron condenados a muerte por incumplimiento de la disciplina, aunque sus contemporáneos reconocieron el motivo religioso que los animaba, considerándolos dignos del glorioso nombre de mártir1.
El Acto de Fe en Tánger
Los detalles de su martirio, ocurridos en el año 298 d.C., son los siguientes: en la ciudad de Tingis (la actual Tánger), durante la administración del presidente Fortunato, se celebraba un banquete en honor al cumpleaños del emperador1. Fue en esta ocasión que Marcelo, un centurión, condenó públicamente estas festividades como paganas1.
En un acto de profunda convicción, Marcelo se quitó su cinturón de soldado frente a los estandartes de la legión y declaró en voz alta: «Sirvo a Jesucristo, el Rey eterno. Ya no serviré a vuestros emperadores, y desprecio adorar a vuestros dioses de madera y piedra, que son ídolos sordos y mudos»1. Los soldados, atónitos, lo arrestaron y lo llevaron ante el presidente Fortunato, quien ordenó su encarcelamiento1.
Una vez concluidas las festividades, Fortunato interrogó a Marcelo sobre su acto de insubordinación, preguntándole por qué se había despojado de su cinturón y de su vine-switch (la insignia distintiva de un centurión)1. Marcelo reafirmó su postura, declarando que el 21 de julio, durante la celebración del emperador, había manifestado clara y abiertamente que era cristiano y que solo podía servir a Jesucristo, el Hijo de Dios Padre Todopoderoso1.
Juicio y Ejecución
Fortunato, incapaz de pasar por alto tal conducta, remitió el caso a los emperadores y al César, enviando a Marcelo ante Aurelio Agricolán, diputado de los prefectos pretorianos1. El 30 de octubre, en Tingis, Marcelo fue llevado a juicio ante Agricolán1.
Agricolán le preguntó si había dicho las cosas contenidas en el informe oficial del presidente, a lo que Marcelo respondió afirmativamente2. También confirmó que había sido un centurión regular y que había desechado sus armas2. Cuando Agricolán le preguntó qué locura lo había poseído para tirar las insignias de su lealtad, Marcelo respondió: «No hay locura en quienes temen a Dios»2.
Finalmente, Marcelo declaró: «No era correcto para un hombre cristiano, que sirve al Señor Cristo, servir en los ejércitos del mundo»2. Agricolán sentenció a Marcelo a muerte por espada, afirmando que sus acciones debían ser castigadas disciplinariamente por haber admitido que se degradó al desechar su lealtad y por haber usado un «discurso insensato»2.
Mientras era conducido a la ejecución, Marcelo dijo: «Que Dios sea bueno contigo, Agricolán»2. De esta manera, el glorioso mártir Marcelo partió de este mundo2. Los Actos de Marcelo son considerados documentos muy fiables por los historiadores2.
San Marcelo I, Papa y Mártir (308-309 d.C.)
San Marcelo I fue el 30º Papa de la Iglesia Católica, cuyo pontificado, aunque breve, estuvo marcado por desafíos significativos durante el periodo posterior a la Gran Persecución de Diocleciano. Su fiesta se celebra el 16 de enero3.
Desafíos del Pontificado
Después de la persecución, la Iglesia romana enfrentaba la ardua tarea de reorganizarse. El Papa Marcelo I se dedicó a esta labor, estableciendo una estructura eclesiástica más definida4. Sin embargo, su insistencia en que los lapsi (aquellos que habían apostatado durante la persecución) realizaran la penitencia prescrita para su culpa, lo convirtió en un «enemigo malvado» a los ojos de muchos de los caídos4.
Esta postura generó serios conflictos, algunos de los cuales terminaron en derramamiento de sangre, rompiendo todo vínculo de paz4. Un apóstata que había negado la fe incluso antes del estallido de la persecución lideró esta banda de «infieles y rebeldes»4.
Exilio y Muerte
El emperador tirano Majencio, enfurecido por la reorganización de la Iglesia y los disturbios, hizo arrestar al Papa Marcelo y lo envió al exilio4. Esto ocurrió a finales del año 308 o principios del 3094. Según el Catalogus Liberianus, su pontificado duró no más de un año, seis (o siete) meses y veinte días4.
Marcelo murió poco después de abandonar Roma y fue venerado como santo4. Su día festivo, el 16 de enero, está registrado en la Depositio episcoporum de la Cronografía del año 354 y en otras autoridades romanas4. Se desconoce si esta fecha es la de su muerte o la del entierro de sus restos, después de haber sido traídos de vuelta del lugar desconocido al que fue exiliado4. Fue sepultado en las catacumbas de Santa Priscila, donde su tumba se menciona en los itinerarios de los mártires romanos como existente en la basílica de San Silvestre4.
Leyendas y Tradiciones
Una Passio Marcelli del siglo V, incluida en el relato legendario del martirio de San Ciriaco y seguida por el Liber Pontificalis, ofrece una versión diferente de la muerte de Marcelo4. Según esta versión, Majencio le exigió al Papa que depusiera su dignidad episcopal y ofreciera sacrificios a los dioses4. Ante su negativa, fue condenado a trabajar como esclavo en una estación de la vía pública (catabulum)4,3.
Después de nueve meses, fue liberado por el clero. Sin embargo, una matrona llamada Lucina consagró su casa en la Via Lata como «titulus Marcelli» por él4. Como resultado, Marcelo fue nuevamente condenado a cuidar los caballos en la estación, y en esta humilde ocupación murió4,3. Aunque esta versión es probablemente legendaria, la referencia a la restauración de la actividad eclesiástica por Marcelo tiene una base histórica4. La tradición relatada en los versos de Dámaso, que se centra en su exilio, se considera más creíble4.
Otros Santos de Nombre Marcelo
Además de los dos santos mencionados, existen otras figuras con el nombre de Marcelo en la hagiografía católica:
Marcos, Marcelino y Marcelino (mártires): Aunque no se proporciona información detallada en los documentos, se menciona a un mártir Marcelino a quien se dedicaron varias obras de San Agustín5.
Un mártir Marcelo en Capua: Se registra un mártir Marcelo en Capua, aunque no se ofrecen más detalles sobre él5.
Es importante notar que el nombre «Marcellus» o «Marcelino» aparece en diferentes contextos y épocas, lo que a veces puede llevar a confusiones o a la existencia de múltiples santos con el mismo nombre que no siempre son la misma persona.
Legado y Veneración
La vida de San Marcelo el Centurión es un testimonio de firmeza en la fe frente a la lealtad terrenal, mostrando que su servicio a Cristo era superior a cualquier obligación militar o imperial1,2. Su martirio subraya la incompatibilidad percibida por algunos cristianos primitivos entre el servicio militar y su fe, especialmente cuando implicaba actos de idolatría o lealtad a dioses paganos1.
Por su parte, San Marcelo I es recordado por su liderazgo en la restauración de la Iglesia después de la persecución y su firmeza doctrinal en la aplicación de la penitencia a los lapsi4. Su exilio y muerte son un recordatorio de los sacrificios que los primeros Papas hicieron por la integridad de la fe y la disciplina eclesiástica4.
La veneración de estos santos a lo largo de los siglos ha inspirado a los fieles a vivir con valentía y devoción, priorizando su fe en Cristo por encima de las exigencias del mundo. Sus historias continúan siendo un faro de ejemplo para aquellos que buscan vivir una vida cristiana auténtica y comprometida.
Citas
San Marcelo el centurión, mártir (d.C. 298), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 224. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13
San Asterio, obispo de Amasea (c. d.C. 410), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 225. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Arquelao de Carrhae. Actas de la Disputa con Manes, § 3 (320). ↩ ↩2 ↩3
Arquelao de Carrhae. Actas de la Disputa con Manes, § 1 (320). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20
San Simeón (siglo I), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 63. ↩ ↩2