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Cruz

San Narciso

San Narciso es el nombre de al menos dos figuras veneradas en la tradición católica: San Narciso de Jerusalén, un obispo del siglo II-III conocido por su longevidad y milagros, y Santa Narcisa de Jesús Martillo Morán, una laica ecuatoriana del siglo XIX, canonizada por su vida de profunda piedad, mortificación y dedicación a Dios en la sencillez de su vida cotidiana. Este artículo explorará la vida y el legado de ambos santos, destacando sus contribuciones a la fe y su relevancia para los fieles.

Tabla de contenido

San Narciso de Jerusalén (c. 215 d.C.)

San Narciso de Jerusalén fue un obispo venerable de la Iglesia primitiva, cuya vida se extendió por un período extraordinariamente largo, alcanzando los 116 años según algunas fuentes1. Fue puesto al frente de la Iglesia de Jerusalén en una edad muy avanzada1.

Milagros atribuidos

Eusebio de Cesarea, un historiador eclesiástico, documentó varios milagros atribuidos a San Narciso, que eran recordados por los cristianos de su tiempo. Uno de los más notables ocurrió en una víspera de Pascua, cuando los diáconos se encontraron sin aceite para las lámparas de la iglesia. Narciso pidió agua, oró sobre ella y luego les instruyó que la vertieran en las lámparas. Milagrosamente, el agua se transformó instantáneamente en aceite, permitiendo que las lámparas ardieran1.

Persecución y retiro

A pesar de la veneración que le tenían los hombres de bien, San Narciso no estuvo exento de la malicia de los impíos. Algunos, descontentos con su estricta observancia de la disciplina eclesiástica, lo acusaron de un crimen no especificado por Eusebio. Para respaldar su calumnia, pronunciaron terribles imprecaciones sobre sí mismos. Sin embargo, su acusación no fue creída. San Narciso aprovechó esta situación como una oportunidad para retirarse de Jerusalén y pasar un tiempo en soledad, un deseo que había albergado durante mucho tiempo1.

Pasó varios años en el anonimato de su retiro. Para asegurar que su Iglesia no quedara sin pastor, los obispos vecinos designaron a Dius, luego a Germanicus, y finalmente a Gordius como sus sucesores. Durante el episcopado de Gordius, Narciso reapareció, como si hubiera vuelto de entre los muertos. Los fieles, llenos de alegría por el regreso de su pastor, lo convencieron de reasumir la administración de la diócesis. Él accedió, pero debido al peso de su extrema vejez, nombró a San Alejandro como su coadjutor1.

Santa Narcisa de Jesús Martillo Morán (1832-1869)

Santa Narcisa de Jesús Martillo Morán fue una joven laica ecuatoriana nacida en Nobol en el siglo XIX. Es presentada por la Iglesia como un modelo de virtud, especialmente para las mujeres latinoamericanas que, como ella, emigran del campo a la ciudad en busca de trabajo y sustento2,3. Su vida, aunque breve (vivió solo 37 años), estuvo marcada por una profunda santidad y dedicación a Dios2,3.

Llamada a la santidad y dirección espiritual

Desde temprana edad, al recibir el sacramento de la Confirmación, Narcisa sintió claramente en su corazón el llamado a una vida de santidad y entrega a Dios. Para secundar dócilmente la acción del Espíritu Santo en su alma, buscó siempre el consejo y la guía de sacerdotes buenos y experimentados. Consideraba la dirección espiritual como uno de los medios más eficaces para alcanzar la santificación4,5.

Una vida de sencillez y apostolado

A pesar de las abundantes y extraordinarias gracias que recibió, su existencia transcurrió con gran sencillez. Se dedicó a su trabajo como costurera y a su apostolado como catequista4,6,7,5. Su amor apasionado por Jesús la llevó a emprender un camino de intensa oración y mortificación, identificándose cada vez más con el misterio de la Cruz4,6,7,5.

Espiritualidad y penitencias

La espiritualidad de Narcisa de Jesús se basaba en el escondimiento a los ojos del mundo, viviendo en la más profunda humildad y pobreza, y ofreciendo sus penitencias al Señor como un holocausto para la salvación de los hombres2,3. Estaba firmemente persuadida de que el camino de la santidad pasa por la humillación y la abnegación, es decir, por el sentirse crucificada con Cristo2,3.

Una característica singular de esta beata fue su fuerte unión con Dios a través de la oración. Dedicaba ocho horas diarias a la oración en soledad y silencio, y por las noches pasaba otras cuatro horas utilizando instrumentos de penitencia como una corona de espinas y apoyándose sobre una cruz con clavos2,3. Testigos afirmaron haberla visto varias veces en éxtasis, en los cuales se sentía confortada por la presencia de Jesús2,3.

Se supo que hizo votos privados de virginidad perpetua, pobreza, obediencia, clausura, vida eremítica, ayuno a pan y agua, comunión diaria, confesión, mortificación y oración. Todos estos votos los mantuvo fielmente, viviendo en continua unión con Jesucristo8. Sus mortificaciones fueron muy severas, y llevaba constantemente en su cuerpo los signos de la crucifixión del Señor8. Tenía una fe firme y una admirable esperanza. Los médicos se asombraban de que pudiera vivir con tan poca comida8.

Legado y canonización

El cuerpo de Santa Narcisa de Jesús permaneció flexible y emanaba un buen perfume durante mucho tiempo después de su muerte, y muchos milagros ocurrieron ante él8. Lima la aclamó como santa, al igual que la gente de Guayaquil y Nobol8. Las hermanas dominicas del Patrocinio custodiaron la memoria de sus virtudes y su sepulcro con gran veneración, hasta que su cuerpo, prácticamente incorrupto, fue trasladado a Guayaquil en 19558.

El proceso diocesano de canonización fue entregado a la Congregación para las Causas de los Santos en 1964. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 25 de octubre de 19922,8. El 22 de agosto de 1998, se dedicó un santuario en su honor en Nobol, donde actualmente se conserva su cuerpo incorrupto8. La devoción a la «Niña Narcisa» denota la espontánea identificación del pueblo sencillo con esta mujer de la costa ecuatoriana. El ejemplo de su vida pura y piadosa, trabajadora y apostólica, transmite un mensaje muy actual8.

Conclusión

Tanto San Narciso de Jerusalén como Santa Narcisa de Jesús Martillo Morán ofrecen a los fieles ejemplos inspiradores de santidad. El obispo de Jerusalén nos muestra la fidelidad a Dios a través de milagros y la perseverancia en medio de la adversidad, mientras que la laica ecuatoriana nos invita a un camino de perfección cristiana accesible a todos, vivido en la sencillez, la oración intensa, la mortificación y una dedicación total a Dios y al prójimo4,6,7,5. Sus vidas nos recuerdan que la santidad es un don y una vocación para todos los bautizados, un camino que, aunque a veces implique la cruz, conduce a la vida eterna4,6,7,5.

Citas

  1. B29: San Narciso, obispo de Jerusalén (c. 215 d. C.), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 221. 2 3 4 5

  2. Papa Juan Pablo II. 25 de octubre de 1992: Beatificación de 122 mártires españoles y una laica ecuatoriana - Homilía (1992). 2 3 4 5 6 7

  3. Papa Juan Pablo II. Narcisa de Jesús Martillo Morán (1832-1869) - Homilía de beatificación, § 4 (2008). 2 3 4 5 6

  4. Papa Benedicto XVI. Narcisa de Jesús Martillo Morán (1832-1869) - Homilía (2008). 2 3 4 5

  5. Papa Benedicto XVI. María Bernarda (Verena) Bütler (1848-1924) - Homilía (2008). 2 3 4 5

  6. Papa Benedicto XVI. Gaetano Errico (1791-1860) - Homilía (2008). 2 3 4

  7. Papa Benedicto XVI. Alfonsa dell’Immacolata Concezione (1910-1946) - Homilía (2008). 2 3 4

  8. El Dicasterio para las Causas de los Santos. Narcisa de Jesús Martillo Morán (1832-1869) - Una vida de santidad (2008). 2 3 4 5 6 7 8 9