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Cruz

San Prudencio

San Prudencio
San Prudencio de Armentia. Busto de Plata del siglo XV. Dominio Público.

San Prudencio es una figura que resuena en la tradición católica, encarnando la virtud cardinal de la prudencia, la cual es fundamental para una vida en Cristo. Aunque no se le celebra de manera universal con la misma prominencia que a otros santos, su vida y martirio ofrecen un testimonio elocuente de fe, discernimiento y entrega. Este artículo explorará la figura de San Prudencio de la Cruz, un mártir español del siglo XX, y profundizará en el concepto teológico de la prudencia, así como en la importancia de los santos como modelos de vida cristiana.

Tabla de contenido

La Figura de San Prudencio de la Cruz

San Prudencio de la Cruz, cuyo nombre de pila era Prudencio Gueréquiz y Guezuraga, fue un religioso y sacerdote que nació el 28 de abril de 1883, en Rigoitia, una localidad de la provincia de Vizcaya y diócesis de Vitoria, España. Fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de 19051. A pesar de su delicada salud, sus hermanos de comunidad lo describieron como un religioso sumamente puntual en el cumplimiento de sus deberes1.

El contexto histórico en el que vivió San Prudencio fue uno de gran agitación en España, marcado por la persecución religiosa durante la Guerra Civil Española (1936-1939)2. Esta época vio el martirio de numerosos católicos, tanto laicos como consagrados, a manos de milicianos republicanos que promovían una ideología atea2.

San Prudencio de la Cruz fue arrestado el 28 de julio de 1936, mientras formaba parte de la comunidad del Santuario de la Fuensanta, en la diócesis de Jaén. Fue martirizado y fusilado en la calle junto a su cohermano, el Padre Segundo de Santa Teresa, el 31 de julio de 19361. Su sacrificio, junto con el de otros mártires como los 117 mártires de Vietnam canonizados por el Papa Juan Pablo II, es un testimonio de la fuerza transformadora de darlo todo por los demás, imitando a Cristo que entregó su vida por amor3. La firmeza de su fe y su esperanza inquebrantable en la patria definitiva los sostuvo en su martirio3.

La Virtud Cardinal de la Prudencia

La virtud de la prudencia es central en la enseñanza católica y se define como la virtud que dispone la razón práctica a discernir nuestro verdadero bien en cada circunstancia y a elegir los medios rectos para alcanzarlo4. San Agustín la describe como la capacidad de discernir lo que debe ser deseado y lo que debe ser evitado, vigilando con gran ansiedad para que ninguna influencia maligna se introduzca sigilosamente en nosotros5.

Prudencia en la Tradición Católica

El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) destaca que la prudencia es el «auriga virtutum» (el auriga de las virtudes), porque guía a las demás virtudes estableciendo regla y medida4. Es la prudencia la que guía inmediatamente el juicio de la conciencia, y el hombre prudente determina y dirige su conducta de acuerdo con este juicio4. Con la ayuda de esta virtud, aplicamos los principios morales a los casos particulares sin error y superamos las dudas sobre el bien que hay que lograr y el mal que hay que evitar4.

El Papa Juan Pablo II, en una audiencia general, explicó que el hombre prudente se esfuerza por medir cada cosa, cada situación y toda su actividad según la medida del bien moral6. No es prudente quien busca sacar el mayor provecho de la vida, sino quien es capaz de construir toda su vida según la voz de la conciencia recta y las exigencias de una moral sana6. La prudencia es clave para el cumplimiento de la tarea fundamental que cada uno ha recibido de Dios: la perfección del hombre mismo6.

Más recientemente, el Papa Francisco ha enfatizado que la prudencia no es la virtud del timorato o del indeciso, ni meramente la cautela7. Otorgar primacía a la prudencia significa que la acción del hombre está en manos de su inteligencia y libertad. La persona prudente es creativa: razona, evalúa, intenta comprender la complejidad de la realidad y no se deja abrumar por las emociones, la pereza, las presiones o las ilusiones7. En un mundo dominado por las apariencias y los pensamientos superficiales, la lección de la prudencia es esencial7.

La Prudencia como Guía de Vida

San Ambrosio de Milán consideraba que la prudencia es una evidencia de no poca importancia, y la definía como el conocimiento de Dios con una mente piadosa, reverenciándolo como verdadero y divino, y deleitándose en el amorable y deseable belleza de la Verdad eterna con todo el afecto de la mente8. En segundo lugar, la prudencia implica derivar de esa fuente divina y celestial de la naturaleza el amor hacia nuestros prójimos8.

La prudencia es la capacidad de gobernar las acciones para dirigirlas hacia el bien, por lo que se la denomina el «cochero de las virtudes»7. Las personas prudentes no eligen al azar; primero saben lo que quieren, luego sopesan la situación, buscan consejo y, con una amplia perspectiva y libertad interior, eligen el camino a seguir7. Aunque no están exentos de errores, al menos evitan grandes contratiempos7.

Los Santos como Modelos de Fe y Prudencia

Los santos, como San Prudencio de la Cruz, son modelos y guías seguros en el camino de la fe3. Sus vidas nos ofrecen la clave para entender la fuerza transformadora de la entrega total por los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien dijo: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos»3.

El martirio de santos como San Prudencio nos recuerda que morir por la fe es un don concedido solo a algunos, pero vivir la fe es una llamada dirigida a todos9,10. La santidad se celebra como las maravillas que Dios realiza en sus santos, y es una invitación a la acción de gracias por los innumerables dones de luz y santidad con los que Dios ha acompañado a la Iglesia11.

La vida de los santos también nos enseña que no hay auténtica reforma eclesial sin una renovación interior, sin obediencia y sin la cruz12,13. Solo la santidad produce frutos de renovación12,13. Los mártires, con su sangre, han engrandecido la Iglesia y han dado esplendor al sacerdocio, sirviendo como ejemplo de sacerdotes honestos e irreprochables que llevan las almas a Dios9,10.

Conclusión

San Prudencio de la Cruz es un ejemplo de la virtud de la prudencia llevada hasta sus últimas consecuencias: la entrega de la vida por amor a Cristo y a la Iglesia. Su martirio en el siglo XX, en medio de la persecución religiosa en España, subraya la importancia de la fe y el discernimiento en tiempos de prueba. La prudencia, como «auriga de las virtudes», nos llama a una vida de inteligencia y libertad, donde cada acción se dirige hacia el verdadero bien, modelando nuestra existencia según la voz de una conciencia recta y las exigencias de la moralidad cristiana. Los santos, como San Prudencio, nos inspiran a vivir nuestra fe con plenitud y seriedad, demostrando que la santidad es el camino para una auténtica renovación personal y eclesial.

Citas

  1. Biografía, Dicasterio para las Causas de los Santos. Mariano di San Giuseppe Altolaguirre y 9 compañeros: Biografía (28 de octubre de 2007) (2007). 2 3

  2. Dicasterio para las Causas de los Santos. 9 Seminaristas Mártires de Oviedo: Decreto, §Decreto sobre el Martirio (2019). 2

  3. Papa Juan Pablo II. A los peregrinos de Francia y España reunidos en Roma para la canonización de los 117 Mártires de Vietnam (20 de junio de 1988) - Discurso, § 5 (1988). 2 3 4

  4. Sección la vocación del hombre a la vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1806. 2 3 4

  5. Sobre la justicia y la prudencia, Agustín de Hipona. Sobre las costumbres de la Iglesia Católica, §Capítulo 24. 45 (388).

  6. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 25 de octubre de 1978 (1978). 2 3

  7. Ciclo de catequesis. Vicios y virtudes. 12. Prudencia, Papa Francisco. Audiencia General del 20 de marzo de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 12. Prudencia (2024). 2 3 4 5 6

  8. Ambrosio de Milán. Sobre la muerte de Sátiro, §Libro I. 42 (376). 2

  9. Dicasterio para las Causas de los Santos. 9 Seminaristas Mártires de Oviedo: Homilía (2019). 2

  10. Dicasterio para las Causas de los Santos. 9 Seminaristas Mártires de Oviedo: Decreto, §Homilía (2019). 2

  11. Dicasterio para las Causas de los Santos. Mosè Tovini: Homilía de beatificación (17 de septiembre de 2006) (2006).

  12. Papa Pablo VI. Giovanni Battista della Concezione (1561-1613) - Homilía (1975). 2

  13. Papa Pablo VI. Vicenta María López y Vicuña (1847-1890) - Homilía (1975). 2