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Santa Clara de Asís

Santa Clara de Asís
Dominio Público.

Santa Clara de Asís (1194-1253) fue una figura central en el movimiento franciscano, cofundadora de la Orden de las Damas Pobres, más tarde conocidas como Clarisas. Su vida estuvo marcada por una profunda dedicación a la pobreza evangélica, la contemplación y una inquebrantable confianza en la Providencia divina, inspirada directamente por San Francisco de Asís. A pesar de las presiones para mitigar la estricta pobreza de su orden, Clara defendió firmemente su Privilegio de la Pobreza, asegurando que sus hermanas vivieran sin posesiones materiales, tanto individual como comunitariamente. Su influencia se extendió a través de Europa, y su regla, aprobada poco antes de su muerte, se convirtió en un modelo para innumerables comunidades contemplativas femeninas.

Tabla de contenido

Vida Temprana y Vocación

Clara Offreduccio nació en Asís el 16 de julio de 1194, en el seno de una rica y noble familia1,2. Su padre era Favorino Scifi, conde de Sasso-Rosso, y su madre, la Beata Ortolana, destacaba por su piedad y celo1,2. Desde muy joven, Clara mostró una inclinación por la oración y la mortificación, desarrollando un creciente desinterés por el mundo y un anhelo por una vida más espiritual1.

A los dieciocho años, la predicación de San Francisco de Asís durante la Cuaresma en la iglesia de San Giorgio en Asís encendió una llama en su corazón1,2,3. Buscó a Francisco en secreto, expresando su deseo de vivir «a la manera del santo Evangelio»1,2,4. Francisco, reconociendo en ella un alma elegida por Dios, prometió ayudarla1.

La noche del Domingo de Ramos de 1211 o 1212, Clara abandonó su hogar familiar2,4,3. Se dirigió a la Porciúncula, donde San Francisco y sus hermanos la recibieron con antorchas encendidas2,4,3. Allí, ante el altar de la Santísima Virgen María, se despojó de sus ricas vestiduras, San Francisco le cortó el cabello y recibió el hábito penitencial de sayal atado con una cuerda2,4,3. Este acto simbólico marcó su consagración total a Cristo como su virgen esposa, humilde y pobre3.

Inicialmente, Francisco la colocó en el convento benedictino de San Pablo cerca de Bastia, y luego en Sant' Angelo di Panzo2. Sus familiares intentaron disuadirla de su decisión, pero Clara resistió con firmeza, declarando que Cristo la había llamado a su servicio y que no tendría otro esposo2. Poco después, su hermana menor, Inés, se unió a ella, enfrentando también la persecución familiar antes de recibir el hábito de manos de San Francisco2,4,5.

Fundación y Desarrollo de la Orden de las Damas Pobres

Clara y sus primeras compañeras se establecieron en la iglesia de San Damiano, donde los Frailes Menores habían organizado un pequeño convento para ellas4,3. Aquí se formó el núcleo de la nueva orden, conocida como las Damas Pobres o Clarisas1,5. Clara vivió en este monasterio durante más de 40 años, hasta su muerte en 12531,3.

El Carisma de la Pobreza Radical

El rasgo distintivo de la espiritualidad de Clara, y de la orden que fundó, fue la radicalidad de la pobreza, combinada con una total confianza en la Divina Providencia3. Al principio, San Francisco les dio una breve «fórmula de vida», que era una dirección para practicar los consejos del Evangelio, enfocándose en «vivir según la perfección del santo Evangelio»1,5.

Sin embargo, la historia temprana de la orden fue compleja, con tres etapas en la vida de Santa Clara1.

La Regla de Ugolino y la Resistencia de Clara

Aparentemente en 1219, durante la ausencia de San Francisco en Oriente, el Cardenal Ugolino (futuro Papa Gregorio IX), protector de la orden, redactó una regla para las Clarisas de Monticelli1. Esta regla se basó en la Regla de San Benito, pero incluía constituciones especiales1. Aunque estricta en otros aspectos, permitía la posesión de propiedades en común, lo que, en la práctica, convertía a las Clarisas en una congregación de benedictinas1.

Clara se opuso valientemente a esta innovación, ya que iba en contra de la intención de San Francisco, quien había prohibido a las Damas Pobres, al igual que a sus frailes, poseer bienes mundanos, incluso en común1. Su ideal era vivir en completa dependencia de lo que los Frailes Menores pudieran mendigar para ellas1.

El Privilegium Paupertatis

La renuncia completa a toda propiedad era considerada poco práctica para mujeres en clausura por Ugolino1. No obstante, Clara persistió en su deseo de pobreza evangélica6,3. Con gran determinación, obtuvo del Papa Gregorio IX (o posiblemente ya de Inocencio III) el Privilegio de la Pobreza (Privilegium Paupertatis)6,3,7. Este privilegio, concedido en 1228, aseguraba que las Clarisas de San Damiano no pudieran ser obligadas a aceptar posesiones6,5. Fue una excepción extraordinaria al derecho canónico de la época, pero las autoridades eclesiásticas lo permitieron, reconociendo los frutos de santidad evangélica en su modo de vida3. Clara llegó a decir: «Necesito ser absuelta de mis pecados, pero no deseo ser absuelta de la obligación de seguir a Jesucristo» cuando el Papa le ofreció dispensarla del voto de estricta pobreza6.

La Regla Definitiva de Santa Clara

A lo largo de los años, hubo varias recensiones de la regla. En 1247, Inocencio IV publicó una modificación que acercaba la regla al espíritu franciscano, reemplazando la referencia a la Regla de San Benito con una a la Regla de San Francisco, y permitiendo a cada convento poseer bienes5. Sin embargo, Clara y su comunidad de San Damiano se mantuvieron firmes en su voto de pobreza absoluta8.

Fue solo dos días antes de su muerte, el 9 de agosto de 1253, cuando el Papa Inocencio IV confirmó solemnemente la Regla definitiva de las Clarisas (Bula «Solet Annuere»)1,8. Esta regla, en gran parte una adaptación de la regla que San Francisco había compuesto para los Frailes Menores en 1223, aseguraba a las Clarisas el precioso tesoro de la pobreza que Clara había abrazado desde el principio1,8. Clara fue la primera mujer en la historia de la Iglesia en componer una regla escrita para una orden religiosa femenina, sometiéndola a la aprobación papal3.

Vida en el Claustro y Austeridades

Desde que fue nombrada abadesa de San Damiano por San Francisco en 1215, a pesar de su reticencia, Santa Clara gobernó el convento durante cuarenta años1,8. Se cree que nunca salió de los muros de San Damiano durante todo ese tiempo1,9.

La vida diaria de las Clarisas estaba dedicada al trabajo y la oración, siendo una vida de penitencia y contemplación5. Practicaban austeridades rigurosas: no usaban calzado, dormían en el suelo, observaban abstinencia perpetua de carne y hablaban solo por necesidad y caridad6,5. Clara recomendaba el santo silencio como medio para evitar los pecados de la lengua y mantener la mente recogida en Dios6.

Ella misma practicaba mortificaciones extremas, llevando un cilicio de pelo y ayunando a pan y agua en vigilias y durante toda la Cuaresma, a veces sin comer nada en absoluto6. Con el tiempo, Francisco y el obispo de Asís tuvieron que obligarla a usar un colchón y a tomar al menos algo de pan diariamente6. Con la experiencia, Clara desarrolló una mayor discreción, aconsejando a la Beata Inés de Bohemia que moderara su rigor en la abstinencia, reconociendo la debilidad del cuerpo humano6.

A pesar de sus propias enfermedades, Clara siempre se esforzó por ser la «sierva de las siervas», lavando y besando los pies de las hermanas legas que regresaban de mendigar, sirviendo en la mesa y atendiendo a las enfermas8. Dedicaba largas horas a la oración mientras sus hermanas descansaban, siendo la primera en levantarse, tocar la campana del coro y encender las velas8. Su rostro a menudo resplandecía después de la oración, y hablaba con un espíritu de fervor que encendía a quienes la escuchaban8.

Devoción a la Eucaristía y Milagros

Santa Clara tenía una profunda devoción al Santísimo Sacramento1,8. Incluso enferma, confeccionaba corporales y paños finos para el servicio del altar, que distribuía entre las iglesias de Asís8.

La eficacia de su oración se ilustra en un famoso episodio ocurrido en 12448. El emperador Federico II, con su ejército que incluía sarracenos, asaltó Asís. San Damiano, ubicado fuera de los muros de la ciudad, fue el primer objetivo8. A pesar de su grave enfermedad, Clara hizo que la llevaran al muro y que el Santísimo Sacramento fuera colocado en una píxide a la vista de los enemigos8. Postrándose ante Él, oró: «¿Te place, oh Dios, entregar en manos de estas bestias a las hijas indefensas que he nutrido con tu amor? Te ruego, buen Señor, protege a quienes ahora no puedo proteger»8. Oyó una voz como la de un niño pequeño que le decía: «Siempre las tendré a mi cuidado»8. El terror se apoderó de los atacantes, quienes huyeron precipitadamente8.

Poco después, un general del mismo emperador sitió Asís. Clara instó a sus monjas a rogar a Cristo por la liberación de la ciudad, cubriéndose la cabeza con ceniza y orando con muchas lágrimas día y noche, hasta que Dios intervino8.

Enfermedad y Muerte

Clara padeció años de enfermedad con sublime paciencia, y en 1253 su agonía final comenzó9,8. Durante este tiempo, fue visitada dos veces por el Papa Inocencio IV, quien le dio la absolución9. Durante los últimos diecisiete días de su vida no pudo comer nada, y la fe y devoción del pueblo hacia ella crecieron, ya que todos estaban convencidos de que era una gran santa9.

Su hermana Santa Inés estuvo con ella, junto con tres compañeros de San Francisco: León, Ángel y Junípero, quienes le leyeron la Pasión de Nuestro Señor según San Juan, como lo habían hecho en el lecho de muerte de Francisco veintisiete años antes9. Cuando el Hermano Reinaldo la exhortó a la paciencia, Clara respondió: «Querido hermano, desde que por medio de su siervo Francisco conocí la gracia de nuestro Señor Jesucristo, nunca en toda mi vida encontré dolor o enfermedad que pudiera afligirme»9.

Al ver a sus hijas espirituales llorar, las consoló y las exhortó tiernamente a ser constantes amantes y fieles observadoras de la santa pobreza, dándoles su bendición y llamándose a sí misma la «pequeña planta» de su santo padre Francisco9. Se le oyó decir: «Sal en paz, porque has seguido el buen camino. Sal sin miedo, porque Aquel que te creó te ha santificado, te ha protegido siempre y te ama como una madre. Bendito seas, oh Dios, por haberme creado»9.

Santa Clara falleció el 11 de agosto de 1253, a los sesenta años de edad, en el cuadragésimo segundo año de su profesión religiosa9,10. Fue enterrada al día siguiente, fecha en que la Iglesia celebra su festividad9.

Canonización y Legado

El Papa Alejandro IV la canonizó dos años después de su muerte, en 12559.

El legado de Santa Clara es inmenso. Fue la cofundadora de la Orden de las Damas Pobres, o Clarisas, que en sus diversas ramas cuenta hoy con alrededor de 900 monasterios en los cinco continentes1,10. Su regla, con su perfecta consonancia de valores humanos y cristianos y su sabia armonía de fervor contemplativo y rigor evangélico, sigue siendo una guía espiritual para las Clarisas del tercer milenio11.

Clara es venerada como un ejemplo de santidad, que, nutrida por la oración incesante, lleva a la contemplación del Rostro de Dios y a la apertura del corazón al Espíritu del Señor11. Su vida es una propuesta alternativa a la insatisfacción y superficialidad del mundo contemporáneo, ofreciendo un camino de seguimiento esponsal del Señor, renovando el misterio de la virginidad fecunda de la Virgen María11.

Es la patrona de los doradores debido a su asociación con la luz, la belleza y el poder transformador del oro. Su amor por la belleza y su capacidad para reflejar la luz divina de manera humilde la convierten en una patrona adecuada para quienes embellecen objetos con el resplandor del oro12. También es patrona de las comunicaciones y la televisión, debido a una tradición que dice que, estando enferma y sin poder asistir a Misa, pudo ver y escuchar la celebración en su celda.

Conclusión

Santa Clara de Asís representa un testimonio perdurable de la fuerza de la fe y la determinación en el seguimiento radical de Cristo. Su vida de pobreza, humildad y amor a Dios no solo fundó una de las órdenes religiosas femeninas más importantes de la Iglesia, sino que también continúa inspirando a hombres y mujeres a buscar una vida más profunda y contemplativa. Su legado nos recuerda la importancia de la confianza en la Providencia divina y el valor de la renuncia a los bienes materiales para alcanzar una verdadera libertad espiritual.

Citas

  1. Santa Clara de Asís, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Santa Clara de Asís. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

  2. B12: Santa Clara, virgen, fundadora de las Clarisas o Minoritas (d.C. 1253), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 313. 2 3 4 5 6 7 8 9 10

  3. Santa Clara de Asís, Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 15 de septiembre de 2010: Santa Clara de Asís (2010). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

  4. Papa Juan Pablo II. Mensaje con motivo del 750 aniversario de la muerte de Santa Clara, fundadora de la Orden de las Clarisas (9 de agosto de 2003), § 2 (2003). 2 3 4 5 6

  5. Clarisas, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Clarisas. 2 3 4 5 6 7

  6. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 314. 2 3 4 5 6 7 8 9

  7. Papa Benedicto XVI. Carta al Obispo de Asís-Nocera Umbra-Gualdo Tadino con motivo del «Año de Santa Clara» (1 de abril de 2012) (2012).

  8. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 315. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17

  9. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 316. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

  10. Papa Juan Pablo II. Mensaje con motivo del 750 aniversario de la muerte de Santa Clara, fundadora de la Orden de las Clarisas (9 de agosto de 2003), § 1 (2003). 2

  11. Papa Juan Pablo II. Mensaje con motivo del 750 aniversario de la muerte de Santa Clara, fundadora de la Orden de las Clarisas (9 de agosto de 2003), § 8 (2003). 2 3

  12. Doradores - Clara de Asís, Magisterium AI. Santos Patronos en la Iglesia Católica, §Doradores (2024).