Santa María Reina
Santa María Reina es uno de los títulos más venerados de la Virgen María en la tradición católica, que subraya su papel como Reina del Cielo y de la Tierra y su intercesión maternal a favor de los fieles. El culto bajo este nombre se ha desarrollado a lo largo de los siglos, especialmente en América Latina, donde ha inspirado congresos marianos, coronaciones canónicas y una profunda devoción popular. El artículo explora el origen del título, su fundamento teológico, su historia litúrgica y su impacto cultural.
Origen y significado del título
El término Reina aplicado a María surge de la comprensión de que, como Madre de Dios, ella comparte la dignidad real del Verbo encarnado. El Concilio Vaticano II, en Lumen gentium n. 59, declara que María fue «exaltada por el Señor como Reina sobre todas las cosas»1. Esta proclamación se basa en la asunción de su cuerpo y alma al cielo, lo que le confiere una participación plena en la realeza de Cristo.
En la tradición patrística, Orígenes ya aludía a la dignidad regia de María, y San Juan Damasceno la describió como «Soberana de todas las criaturas»1. El uso del título se extendió rápidamente desde el siglo V, acompañando la creciente veneración mariana en el mundo cristiano.
Desarrollo histórico
Primeras manifestaciones
Los primeros documentos que emplean el título «Reina» aparecen en escritos del siglo V, coincidiendo con la proclamación de María como Theotokos en el Concilio de Éfeso (431). A partir de entonces, la devoción se consolidó en la liturgia y en la vida popular.
Expansión en América Latina
En América Latina, el título adquirió especial resonancia. El Papa Juan XXIII, durante el Congreso Mariano y de Misioneros en Ecuador (1959), proclamó a María «Reina de las Misiones en el Oriente Ecuatoriano» y resaltó su papel como madre y protectora de los misioneros2. Posteriormente, el Papa Pablo VI, en su mensaje a México (1966), celebró la «realeza universal» de María, vinculándola al anuncio de Cristo a los pueblos del Nuevo Mundo3.
Coronaciones canónicas
Las coronaciones canónicas de imágenes marianas bajo el título de Reina se convirtieron en momentos de gran fervor. En 1993, el Papa Juan Paulo II coronó la imagen de Nuestra Señora de los Milagros en La Rábida, describiendo a María como «Reina de la Evangelización, Madre de España y de América”4. Estas ceremonias subrayan la continuidad del reconocimiento papal del título y su relevancia para la identidad cultural de los pueblos.
Fundamento teológico
El fundamento teológico del título se basa en tres pilares doctrinales:
Maternidad divina – María, como Madre de Jesús, comparte la dignidad del Hijo y, por extensión, la realeza del Reino de Dios1.
Asunción – La asunción de María al cielo confirma su participación plena en la gloria celestial, lo que la hace digna de la realeza celestial1.
Intercesión maternal – La Iglesia reconoce a María como intercesora poderosa; su título de Reina enfatiza su capacidad para «mover el corazón del Salvador» y proteger a los fieles2.
Estos elementos están consagrados en la enseñanza magisterial y en la liturgia, reforzando la creencia de que María, como Reina, guía a los cristianos hacia su Hijo.
Prácticas devocionales
Conmemoraciones litúrgicas
El día de la Coronación de María Reina se celebra en diversas diócesis, especialmente en Ecuador, México y Perú, donde se realizan misas solemnes, procesiones y la imposición de coronas de oro a las imágenes marianas. El Papa Pío XII, en su mensaje a la Congregación Nacional Marian de Perú (1954), invocó a María como «Reina de cielos y tierra» y pidió a los fieles que ofrezcan sus plegarias bajo su protección5.
Oraciones y rosarios
Los fieles rezan el Rosario de la Reina y la Novena a Santa María Reina, pidiendo su intercesión para la paz, la evangelización y la protección de los enfermos. El Papa Juan Paulo II, en su audiencia de 1997, recordó que la devoción popular invoca a María como Reina, fortaleciendo la fe del pueblo cristiano1.
Obras caritativas
Inspirados por el ejemplo de María, numerosas congregaciones religiosas y movimientos laicos llevan a cabo obras de caridad, educación y salud, bajo la consigna de «servir al Señor a través de la Reina». El Papa Juan Paulo II, en su exhortación a las hermanas dedicadas al cuidado de los enfermos (1998), destacó a María como «Salud de los enfermos» y modelo de compasión6.
Influencia cultural y social
El título de Santa María Reina ha dejado una huella profunda en la identidad cultural de varios países latinoamericanos. En Ecuador, la coronación de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Agua Santa se convirtió en símbolo de unidad nacional y misión evangelizadora2. En México, la veneración a la Virgen de Guadalupe como «Reina del Nuevo Mundo» ha sido eje central de la religiosidad popular y de la narrativa nacional3. En Perú, la devoción a María Reina ha inspirado la creación de parroquias y santuarios dedicados a su intercesión.
Vínculos con otros títulos marianos
Santa María Reina está estrechamente relacionada con otros títulos marianos como Nuestra Señora del Rosario, Virgen de la Inmaculada Concepción y Reina de la Evangelización. Cada uno enfatiza un aspecto particular de la maternidad y la realeza de María, pero todos convergen en la idea de que ella guía a los fieles hacia Cristo.
Bibliografía y referencias
Citas
Los cristianos miran a María Reina, Papa Juan Pablo II. Audiencia general del 23 de julio de 1997, § 1 (1997). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan XXIII. Radiomensaje a los fieles de Ecuador con ocasión de los Congresos Mariano y de Misioneros (13 de diciembre de 1959) (1959). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pablo VI. Radiomensaje con ocasión del homenaje de la Rosa de Oro al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (31 de mayo de 1966) - Discurso (1966). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Coronación de Nuestra Señora de los Milagros (Monasterio de La Rábida, 14 de junio de 1993) - Discurso (1993). ↩
Papa Pío XII. Radiomensaje a los participantes en el Congreso Eucarístico y Congreso Nacional Mariano del Perú (12 de diciembre de 1954) - Discurso (1954). ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Congreso sobre la Pastoral de la Salud (1 de octubre de 1998) - Discurso (1998). ↩