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Santa Paula

Santa Paula (347-404 d.C.) fue una patricia romana, viuda y asceta, conocida por su profunda devoción a Dios y su estrecha colaboración con San Jerónimo. Nacida en una de las familias más distinguidas de Roma, Paula renunció a su vasta riqueza y posición social tras la muerte de su esposo para dedicarse por completo a la vida monástica y al estudio de las Escrituras. Se trasladó a Belén con su hija Eustoquio, donde fundó monasterios para hombres y mujeres, y se convirtió en una figura central en la vida monástica primitiva en Tierra Santa, sirviendo como un modelo de viudas cristianas y una ardiente estudiante de la fe.

Tabla de contenido

Vida Temprana y Conversión

Paula nació en Roma el 5 de mayo del año 347 d.C.1. Su linaje era ilustre, ya que por parte de madre descendía de los Escipiones, los Gracos y Paulo Emilio, mientras que su padre afirmaba descender de Agamenón1,2. Se casó con Toxocio, con quien tuvo un hijo, también llamado Toxocio, y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina1,3. Durante su matrimonio, Paula fue un ejemplo de virtud, y tanto ella como su esposo edificaron a Roma con su buen ejemplo1. Sin embargo, su virtud no estaba exenta de un cierto apego al mundo, casi inseparable de su elevada posición social1.

A la edad de treinta y dos años, en el año 379 d.C., su esposo Toxocio falleció1,3. Su dolor fue inicialmente desmedido, pero su amiga Santa Marcela, una viuda que llevaba una vida penitencial en Roma, la animó a dedicarse por completo a Dios1. Este encuentro fue decisivo para Paula, quien, influenciada por Marcela y su grupo, se convirtió en un modelo de viudas cristianas3. A partir de entonces, Paula adoptó un estilo de vida austero: su comida era sencilla, no bebía vino, dormía en el suelo sobre un cilicio y renunció a toda vida social y diversión1. Todo lo que pudo disponer de sus bienes lo entregó a los pobres1,4.

Colaboración con San Jerónimo

En el año 382 d.C., Paula tuvo un encuentro trascendental con San Jerónimo, quien había llegado a Roma junto con San Epifanio de Salamina y Paulino de Antioquía1,3. Estos obispos la inspiraron con un deseo invencible de seguir la vida monástica en Oriente3. Después de su partida de Roma, y a petición de Marcela, Jerónimo comenzó a dar lecturas de la Sagrada Escritura ante un grupo de mujeres patricias, entre las cuales Santa Paula ocupaba un lugar de honor3.

Paula se convirtió en una ardiente estudiante de las Escrituras3. Ella y su hija Eustoquio no solo estudiaron, sino que también dominaron perfectamente el hebreo3. Su objetivo al estudiar no era tanto adquirir conocimiento, sino un conocimiento más profundo de la perfección cristiana3. San Jerónimo la describió como una mujer noble en su familia, pero más noble aún en santidad, y que, rica en bienes mundanos, se distinguió por la pobreza que abrazó por Cristo2. Él llegó a afirmar que, de todas las damas en Roma, solo Paula tenía el poder de subyugarlo, y la reverenciaba por su notoria castidad5.

Vida Familiar y Desprendimiento

A pesar de su creciente devoción, Paula no descuidó sus deberes domésticos3. Casó a su hija Paulina con el senador Pamaquio3. Sin embargo, también experimentó pérdidas significativas: su hija mayor, Blesila, enviudó y murió repentinamente en el año 384 d.C.1,3. Este duelo fue intenso para Paula, y San Jerónimo le escribió desde Belén para consolarla y, a la vez, reprocharle lo que consideraba un exceso de luto por alguien que había alcanzado su recompensa celestial1. Otra de sus hijas, Rufina, murió joven en el año 386 d.C.1,3.

El fallecimiento de Blesila y del Papa Dámaso en el año 384 d.C. marcó un cambio significativo en la vida de Paula y Jerónimo3. Cuanto más progresaba Santa Paula en el gusto por las cosas celestiales, más insoportable le resultaba la tumultuosa vida de la ciudad de Roma1. Anhelaba el desierto y deseaba vivir en una ermita donde su corazón no tuviera otra ocupación que el pensamiento de Dios1.

En septiembre del año 385 d.C., Paula tomó la decisión de dejar Roma, lista para abandonar su hogar, familia y amigos1,3. A pesar del tierno amor que sentía por sus hijos, las lágrimas de su hijo Toxocio y de la joven Rufina no pudieron detenerla1. Zarpó de Italia con su hija Eustoquio1,3.

Peregrinación y Establecimiento en Belén

Después de su partida de Roma, Paula y Eustoquio visitaron a San Epifanio en Chipre y se encontraron con San Jerónimo y otros en Antioquía1. El grupo emprendió una peregrinación detallada por todos los lugares santos de Palestina1,3. Luego se dirigieron a Egipto para visitar a los monjes y anacoretas, donde Paula se regocijó al ver la gloria del Señor manifestada en ellos1,3,6. Su entusiasmo era maravilloso y su resistencia apenas creíble en una mujer6.

Un año después de su partida de Roma, llegaron a Belén1. Santa Paula y Santa Eustoquio se establecieron allí bajo la dirección de San Jerónimo1,3. Al principio, vivieron en una cabaña, hasta que pudieron construir un hospicio, un monasterio para hombres y un convento triple para mujeres1,7. Este convento, aunque dividido en tres compañías, funcionaba como una sola casa, ya que todas se reunían en la misma capilla día y noche para el servicio divino y los domingos en la iglesia cercana1,5.

Vida Monástica en Belén

En Belén, la interacción intelectual y espiritual entre Paula, Eustoquio y Jerónimo continuó y se desarrolló3. Paula y Eustoquio participaron activamente en los trabajos exegéticos de Jerónimo y se conformaron cada vez más a su dirección3. San Jerónimo la describe como alguien que prefería Belén a Roma y que dejó su palacio resplandeciente de oro para vivir en una cabaña de barro2.

El orden de su monasterio femenino era estricto y dedicado a la vida espiritual5. Las numerosas vírgenes que Paula había reunido de diferentes provincias, tanto de noble cuna como de clases medias o bajas, estaban divididas en tres compañías5. Aunque trabajaban y comían por separado, se reunían para el canto de salmos y la oración5. Al alba, a la tercera, sexta y novena hora, al atardecer y a medianoche, recitaban el salterio por turnos5. Ninguna hermana podía ignorar los salmos, y todas debían aprender diariamente una porción de las Sagradas Escrituras5. Los domingos, acudían a la iglesia adyacente, cada compañía siguiendo a su superiora5.

Paula fomentaba la diligencia con su propio ejemplo modesto5. Era estricta en la separación de las hermanas de los hombres, no permitiendo siquiera la entrada de eunucos, para evitar calumnias5. En cuanto a las posesiones, no permitía que nadie tuviera nada propio aparte de comida y vestimenta, citando a San Pablo: «Teniendo alimento y vestimenta, estemos contentos con esto» (1 Timoteo 6:8)5. Su generosidad era notable; no había ningún pobre que se fuera de sus manos con las manos vacías4. Ella atribuía esta capacidad no a la grandeza de su riqueza, sino a su cuidadosa administración4. Constantemente citaba pasajes bíblicos sobre la misericordia y la limosna, deseando gastar su dinero en piedras vivas (las personas) en lugar de en bienes materiales que perecerían4.

La vida en Belén no estuvo exenta de pruebas. La paz de la comunidad fue perturbada por controversias, como la disputa sobre el Origenismo que afectó sus relaciones con Juan, obispo de Jerusalén3,8. Además, Paula enfrentó dificultades económicas, ya que su generosidad la había arruinado3.

Muerte y Legado

Santa Paula falleció en Belén en el año 404 d.C.1,3. Su vida, marcada por la piedad, el estudio y la caridad, dejó una profunda huella en la Iglesia primitiva. La principal fuente de información sobre su vida es la correspondencia de San Jerónimo, especialmente su Carta CVIII a Eustoquio, que es una maravillosa producción aunque algo retórica3. Otras cartas de Jerónimo también ofrecen detalles sobre Paula y su familia3.

El legado de Santa Paula incluye la fundación de comunidades monásticas para mujeres, que contribuyeron al desarrollo del monacato femenino en Oriente y Occidente1,9. Su dedicación al estudio de las Escrituras, especialmente el hebreo, junto con su hija Eustoquio, la convierte en un ejemplo de erudición y piedad femenina en la Iglesia3. A través de su vida, Roma fue transformada en otra Jerusalén por el florecimiento de establecimientos monásticos y ermitas inspirados en su ejemplo10.

Citas

  1. Santa Paula, viuda (d.C. 404), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 186. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

  2. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 108 - A Eustochium, § 1 (404). 2 3

  3. Santa Paula, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Santa Paula. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

  4. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 108 - A Eustochium, § 16 (404). 2 3 4

  5. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 108 - A Eustochium, § 20 (404). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

  6. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 45 - A Asella (Roma), § 3 (385). 2

  7. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 108 - A Eustochium, § 14 (404).

  8. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 108 - A Eustochium, § 26 (404).

  9. Monjas, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Monjas.

  10. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 127 - A Principia, § 8 (412).