Sexta cruzada

La Sexta cruzada (1228‑1229), también conocida como la cruzada de Federico II, fue una expedición militar y diplomática emprendida por el emperador del Sacro Imperio romano Germánico Federico II con el objetivo de cumplir su voto de cruzada y recuperar los lugares sagrados de Tierra Santa, especialmente Jerusalén. A diferencia de las cruzadas anteriores, su éxito se debió fundamentalmente a la negociación y al tratado firmado con el sultán al‑Kamil de Egipto, que devolvió a los cristianos el control de Jerusalén, Belén y Nazaret sin necesidad de una gran campaña bélica1,2.
Tabla de contenido
Contexto histórico
Antecedentes de las cruzadas en Oriente
Desde la Primera cruzada (1096‑1099) los cristianos occidentales habían intentado, con variado éxito, reconquistar y mantener los territorios sagrados frente a los reinos musulmanes. Las posteriores cruzadas —la Segunda (1147‑1149), la Tercera (1189‑1192) y la Cuarta (1202‑1204)— dejaron un legado de derrotas y fracasos que minaron la moral europea y la autoridad papal en la causa de la Tierra Santa2.
El voto de cruzada de Federico II
Federico II, rey de Sicilia y emperador, había prometido a varios papas (Inocencio III y Honorio III) emprender una cruzada. A pesar de múltiples aplazamientos, el papa Gregorio IX le impuso la excomunión en 1227 cuando no partió según lo acordado3. El emperador, sin embargo, siguió considerando la causa cristiana como una prioridad y, tras recibir brevemente la bendición papal, partió en 1228 a Oriente, aunque seguía bajo la censura eclesiástica4.
Desarrollo de la cruzada
Llegada a Tierra Santa
Federico II arribó a Acre en septiembre de 1228, donde fue recibido con recelo tanto por los cruzados locales como por el propio papado, que cuestionaba la legitimidad de una cruzada liderada por un excomulgado1. Ante la imposibilidad de operar militarmente bajo la excomunión, el emperador optó por una estrategia diplomática.
Negociaciones con al‑Kamil
El sultán al‑Kamil, que había heredado el trono de Egipto en 1218, mostraba una inclinación hacia la paz y había propuesto previamente treguas al ejército cruzado. En febrero de 1229, Federico e al‑Kamil firmaron el Tratado de Jaffa, mediante el cual el sultán devolvió a los cristianos el control de Jerusalén, Belén y Nazaret, manteniendo la soberanía musulmana sobre el Monte del Templo y sus lugares sagrados (Cúpula de la Roca y Al‑Áqsa)1,5. El tratado también garantizaba la libre circulación de peregrinos cristianos y la no fortificación de la ciudad.
Coronación sin ceremonia religiosa
El 18 de marzo de 1229, Federico se coronó rey de Jerusalén en la Iglesia del Santo Sepulcro, aunque sin la tradicional ceremonia eclesiástica, lo que reflejaba la tensión entre la autoridad papal y la imperial1,6.
Consecuencias y legado
Impacto inmediato
El tratado permitió una breve interludio de paz de diez años y medio, durante el cual los cristianos pudieron peregrinar a los lugares sagrados sin enfrentar hostilidades mayores. Sin embargo, la falta de fortificaciones dejó a la ciudad vulnerable a futuros asedios, y la autoridad papal siguió cuestionando la legitimidad del acto de Federico como rey de Jerusalén5.
Repercusiones políticas
La cruzada reforzó la posición de Federico II frente al papado, obligando a Gregorio IX a levantar la excomunión en 1230 mediante el Tratado de San Germán, aunque la relación entre imperio y iglesia permaneció tensa3,4. Asimismo, la diplomacia de la Sexta cruzada marcó un precedente en la historia de las cruzadas, demostrando que la negociación podía ser tan eficaz como la lucha armada para lograr objetivos cristianos en Oriente.
Evaluación católica
Desde la perspectiva de la Iglesia católica, la Sexta cruzada es vista como un episodio controvertido: por un lado, se celebra la recuperación pacífica de los lugares santos; por otro, se critica la falta de participación papal directa y la condición de excomunión del líder. Los historiadores eclesiásticos la describen como una «cruzada diplomática» que, aunque exitosa en el corto plazo, no resolvió la problemática estructural del conflicto cristiano‑islámico en la región1.
Valor histórico y teológico
La Sexta cruzada destaca por:
Innovación estratégica: la utilización de la diplomacia como herramienta principal de la cruzada.
Relevancia para la paz: el tratado de Jaffa sirvió como modelo de equilibrio entre cristianos y musulmanes, preservando la custodia de los lugares sagrados por ambas partes.
Lección moral: muestra la tensión entre la obediencia a la autoridad papal y la iniciativa personal del monarca en la defensa de la fe.
En síntesis, la Sexta cruzada representa un punto de inflexión en la historia de las cruzadas, donde la paz y la negociación lograron, aunque temporalmente, lo que siglos de guerras no pudieron: la restitución de Jerusalén a los cristianos bajo condiciones de mutuo respeto.
Citas
Cruzadas, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Cruzadas. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Cruzadas, The, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Cruzadas, The (2015). ↩ ↩2
Federico II, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Federico II. ↩ ↩2
Papa Gregorio IX, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Papa Gregorio IX. ↩ ↩2
Jerusalén (después de 1291), The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Jerusalén (Después de 1291). ↩ ↩2
Reino Latino de Jerusalén (1099-1291), The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Reino Latino de Jerusalén (1099-1291). ↩