Sexualidad
La sexualidad humana, desde una perspectiva católica, es un don de Dios intrínsecamente ligado a la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza divina. Se entiende como una dimensión fundamental del ser humano que abarca el cuerpo y el espíritu, y que está ordenada al amor conyugal entre un hombre y una mujer en el matrimonio, con un doble significado: unitivo y procreador. La Iglesia Católica enseña que la castidad es esencial para integrar exitosamente la sexualidad en la persona, permitiendo el autodominio y la verdadera libertad en el ámbito sexual. Este artículo explorará la visión católica de la sexualidad, su relación con el matrimonio, la castidad, y las enseñanzas sobre las expresiones sexuales moralmente desordenadas.
Tabla de contenido
La Dignidad de la Persona Humana y la Sexualidad
La Iglesia Católica enseña que el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, no puede encontrarse plenamente sino a través de la entrega sincera de sí mismo1,2. Nuestros cuerpos, que comunican nuestro ser, poseen una belleza y dignidad inherentes y deben ser tratados con el mayor respeto1. No estamos destinados a ser usados, sino a ser amados1. San Juan Pablo II enseñó que lo opuesto al amor no es el odio, sino el uso de una persona como si fuera un objeto1. Amar a los demás significa reconocerlos como el don que son, buscar su verdadero bien y nunca utilizarlos, lo que los objetivaría como algo menos que personas1.
El cuerpo no es simplemente materia biológica manipulable, sino que es inseparable de quienes somos1. Como enfatizó el Papa Francisco, «Aprender a aceptar nuestro cuerpo, a cuidarlo y a respetar su significado más pleno, es un elemento esencial de cualquier ecología humana genuina»1. La sexualidad trasciende la esfera puramente biológica y concierne al ser más íntimo de la persona humana3. Es un don de Dios que debe ser comprendido a la luz de su plan para el amor humano y el matrimonio, tal como se relaciona con la creación y la Redención3.
La Vocación a la Castidad
La virtud de la castidad es fundamental para el amor en todas sus formas1. La castidad se define como la «integración exitosa de la sexualidad dentro de la persona»1,4, lo que conduce al autodominio y a la verdadera libertad en el ámbito de la acción sexual1. Es una virtud que nos permite hacer lo correcto, bueno y verdaderamente amoroso en las áreas de las relaciones y la sexualidad1. La castidad integra nuestros deseos internos de placer sexual en nuestra búsqueda general de la excelencia moral y la santidad1.
Aunque la castidad puede ser una «palabra impopular», el Papa Francisco ha indicado que el amor es casto1. Todos experimentamos momentos en la vida en los que esta virtud es muy difícil, pero es el camino del amor genuino, un amor capaz de dar vida que no busca usar al otro para el propio placer1. La castidad se opone a la lujuria, que es un deseo desordenado de placer sexual aparte del verdadero significado de la sexualidad y el amor conyugal1. Mientras que la lujuria utiliza a otra persona como un medio para la gratificación sexual, la castidad afirma a la persona en su totalidad, cuerpo y alma, por encima de sus cualidades sexuales1. Ayuda a reconocer la gran bondad y el profundo significado de la sexualidad humana y el deseo sexual auténtico, ordenado al amor de hombre y mujer en el matrimonio1.
La persona casta también busca cultivar la virtud de la modestia, que inspira la elección de la vestimenta y el comportamiento por reverencia a la dignidad, incluso al misterio, de uno mismo y de los demás, una reverencia que incluye la apreciación y el respeto por el cuerpo humano1. Vivir una vida casta es un «trabajo largo y exigente», pero es un camino hacia el florecimiento humano1. Requiere confiar en la gracia de Dios y perseverar con fortaleza para resistir la tentación y tomar decisiones correctas en circunstancias difíciles1. Todos estamos llamados a vivir una vida casta1.
Castidad en el Matrimonio
En el matrimonio, la castidad adquiere el carácter de un amor permanente, fiel y fecundo, e incluye la expresión física y sexual íntima del amor1. El bien del placer sexual encuentra su lugar adecuado dentro del abrazo de marido y mujer1. En sus votos matrimoniales, pronunciados ante Dios y la Iglesia, un hombre y una mujer se entregan libre y sin reservas el uno al otro como marido y mujer1. El amor conyugal es omniabarcante, una entrega total de sí mismo, abierta a la nueva vida1. Este amor casto y santo recibe su significado de Dios y es una analogía de su amor fiel1.
La castidad conyugal implica la «integridad de la persona y la integralidad del don»5. A través de ella, la sexualidad «se vuelve personal y verdaderamente humana cuando se integra en la relación de una persona con otra, en la entrega mutua completa y de por vida de un hombre y una mujer»5,4. Esta virtud, en lo que respecta a las relaciones íntimas de los cónyuges, exige que se mantenga «el significado total de la entrega mutua y la procreación humana en el contexto del verdadero amor»5.
El Matrimonio y sus Fines
El matrimonio es una «íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de sus propias leyes»6,7. Es una alianza por la cual un hombre y una mujer establecen entre sí una comunidad para toda la vida8. Esta unión está ordenada por su propia naturaleza al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos8,6,7. Cristo elevó el matrimonio entre bautizados a la dignidad de sacramento6.
El amor conyugal se encarna poderosamente en la relación sexual de los cónyuges, cuando expresan más plenamente lo que significa convertirse en «una sola carne»9. La Iglesia enseña que la unión sexual de marido y mujer está destinada a expresar el significado pleno del amor, su poder para unir a una pareja y su apertura a la nueva vida9. Cuando la Escritura presenta a Dios creando a la humanidad «a su imagen» (Gn 1,27), trata la unión de hombre y mujer como la unión de dos personas iguales en dignidad humana y como abierta a la bendición de los hijos («Sed fecundos y multiplicaos», Gn 1,28)9.
Los Cuatro Pilares del Amor Conyugal
El amor conyugal posee cuatro cualidades esenciales, que también reflejan el amor de alianza de Dios por la humanidad:
Libre: La entrega mutua de los cónyuges debe ser sin coacción, libre y de todo corazón10,11. Dios mismo es libre en su amor y espera una respuesta libre11.
Fiel: El amor conyugal es una relación exclusiva en la que nadie más puede inmiscuirse10. Dios es el Dios siempre fiel que cumple sus promesas11.
Para siempre: La entrega total de sí mismo requiere permanencia10. El amor de alianza de Dios es permanente11.
Fecundo: Los cónyuges deben estar abiertos a aceptar a los hijos con amor de Dios y educarlos10,11. El amor de alianza de Dios es fructífero11.
Estas cuatro cualidades son inherentes a todo matrimonio verdadero y pueden ser percibidas por la razón humana11. Solo un hombre y una mujer pueden participar en un amor que posee estas cuatro cualidades, y la complementariedad de sus cuerpos masculino y femenino es el signo físico y visible del amor de Dios10.
El Significado Unitivo y Procreador
Un principio moral fundamental de la vida conyugal es la «conexión inseparable, querida por Dios e inquebrantable por el hombre por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador»5,12.
Significado Unitivo: El acto conyugal une íntima y castamente a marido y mujer, expresando y fortaleciendo su unión12,13. La intimidad física de los cónyuges se convierte en un signo y prenda de comunión espiritual14. El vínculo matrimonial es permanente, y la fidelidad mutua de marido y mujer se renueva y profundiza en el acto de convertirse en una sola carne12.
Significado Procreador: Por su propia naturaleza, el acto conyugal es capaz de iniciar una nueva vida12. Existe un significado procreador, un misterio de posibilidad creativa, inherente a la naturaleza de la unión sexual12,13.
La Iglesia enseña que cada acto matrimonial debe conservar su relación intrínseca con la procreación de la vida humana13. Este principio se basa en la ley natural, que la Iglesia interpreta por su constante doctrina13.
Expresiones Sexuales Moralmente Desordenadas
Cualquier explotación egoísta de otra persona como un medio para obtener placer sexual contradice el don de amor de Dios, deforma la esencia de la sexualidad y hiere profundamente a la persona15. Esto se opone a los mandamientos sexto y noveno15.
La Iglesia condena las siguientes prácticas como gravemente contrarias a la castidad y a la dignidad humana:
Actividad sexual fuera del matrimonio: La actividad sexual fuera del sacramento del matrimonio, como la fornicación o el adulterio, es una «mentira» porque la entrega física total sería una mentira si no fuera el signo y el fruto de una entrega personal total16,12.
Infidelidad conyugal: La infidelidad es una violación del pacto matrimonial y del amor exclusivo que se prometen los cónyuges15.
Destrucción de la fecundidad matrimonial:
Aborto: La interrupción directa del proceso generativo ya iniciado es absolutamente excluida17.
Anticoncepción: Cualquier acción que, antes, en el momento o después del acto sexual, tenga la intención específica de impedir la procreación es igualmente condenada17,18,19. Esto incluye la esterilización directa, ya sea del hombre o de la mujer, permanente o temporal17. La razón es que la anticoncepción rompe la conexión inseparable entre los significados unitivo y procreador del acto conyugal5,12,13. Sin embargo, la Iglesia sí permite a las parejas casadas aprovechar los ciclos naturales infértiles para espaciar los nacimientos si existen razones bien fundadas, como la condición física o psicológica de los cónyuges o circunstancias externas, siempre que no se ofendan los principios morales20,21.
Poligamia y poliandria: Estas prácticas contradicen la unidad y exclusividad del matrimonio15.
Actos homosexuales: Las relaciones entre personas del mismo sexo «no proceden de una genuina complementariedad afectiva y sexual» y no pueden ser aprobadas «bajo ninguna circunstancia»8. La inclinación homosexual es «objetivamente desordenada» y las prácticas homosexuales son «pecados gravemente contrarios a la castidad»22,23,24. Sin embargo, las personas con tendencias homosexuales «deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Debe evitarse todo signo de discriminación injusta en su trato»22,25,23,24. Están llamadas, como otros cristianos, a vivir la virtud de la castidad22,26,24.
Autoerotismo (masturbación): La masturbación es moralmente desordenada porque «daña la capacidad del cuerpo para el acto matrimonial como un acto de entrega de sí mismo que constituye una comunión de personas corporales»16.
La Iglesia enseña que el placer sexual es moralmente desordenado cuando «se busca fuera de 'la relación sexual que exige el orden moral y en la que se logra el significado total de la entrega mutua y la procreación humana en el contexto del verdadero amor'»8.
La Gracia y el Camino hacia la Santidad
El pecado de Adán ha causado una profunda perturbación en nuestras facultades corporales y pasiones, de modo que desean controlar la vida de los sentidos e incluso del espíritu, oscureciendo nuestra razón y debilitando nuestra voluntad27. Sin embargo, la gracia de Cristo se nos da, especialmente a través de los sacramentos, para ayudarnos a mantener nuestros cuerpos en sujeción y a vivir según el espíritu27. La virtud de la castidad no significa que seamos insensibles al impulso de la concupiscencia, sino que la subordinamos a la razón y a la ley de la gracia, esforzándonos de todo corazón por lo que es más noble en la vida humana y cristiana27. El instinto de conservación es el más profundo, y el instinto sexual viene en segundo lugar. La inclinación racional, que es el privilegio distintivo de nuestra naturaleza, debe regular estos instintos fundamentales y, al dominarlos, ennobecerlos28.
La enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad, aunque desafiante en el mundo contemporáneo, busca guiar a las personas hacia la verdadera felicidad y el florecimiento humano, enraizados en el plan amoroso de Dios para la humanidad1,3. Es un camino de santidad posible con la ayuda de la gracia y los sacramentos26.
Conclusión
La sexualidad en la doctrina católica es un aspecto sagrado e integral de la persona humana, un don divino que encuentra su pleno significado y propósito en el amor conyugal dentro del matrimonio. Este amor se caracteriza por ser libre, fiel, para siempre y fecundo, reflejando el amor de alianza de Dios. La castidad es la virtud que permite la integración armoniosa de la sexualidad, dirigiéndola hacia el bien de la persona y el amor auténtico. Las enseñanzas de la Iglesia prohíben las expresiones sexuales fuera del matrimonio y aquellas que separan los significados unitivo y procreador del acto conyugal, ya que estas devalúan la dignidad humana y el plan divino. A pesar de los desafíos, la Iglesia ofrece un camino de gracia y santidad para que todos los individuos vivan su sexualidad de acuerdo con la voluntad de Dios, en busca de la verdadera realización personal y espiritual.
Citas
II. La belleza y vocación de la persona humana en Cristo, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Create in Me a Pure Heart: A Pastoral Response to Pornography, § II. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27
Anónimo. Tract 9: Why Is Marriage a Sacrament? , § 5. ↩
Papa Juan Pablo II. A un grupo de Obispos de los Estados Unidos de América en su visita ad Limina (24 de septiembre de 1983) - Discurso, § 5 (1983). ↩ ↩2 ↩3
Sección segunda los diez mandamientos, Catechism of the Catholic Church, § 2337. ↩ ↩2
Introducción - 2. Castidad conyugal en la doctrina de la Iglesia, Pontificio Consejo para la Familia. Vademecum for Confessors Concerning Some Aspects of the Morality of Conjugal Life, § 2 (1997). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Sección segunda los siete sacramentos de la Iglesia, Catechism of the Catholic Church, § 1660. ↩ ↩2 ↩3
Parte II - Algunos problemas de especial urgencia - Capítulo I - Fomento de la nobleza del matrimonio y la familia, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 48 (1965). ↩ ↩2
John Makdisi. A Christian Response to Laws That Require Immoral Acts, § 12. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Prefacio, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Married Love and the Gift of Life, § 1. ↩ ↩2 ↩3
Anónimo. Tract 9: Why Is Marriage a Sacrament? , § 4. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Anónimo. Tract 9: Why Is Marriage a Sacrament? , § 3. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Donald Haggerty. Contraception outside Marriage: Prudence or Sin? , § 8. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Observancia de la ley natural, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 11 (1968). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Sección segunda los diez mandamientos, Catechism of the Catholic Church, § 2360. ↩
Parte tercera - La vida de la Iglesia - III. La familia cristiana como una nueva creación (los mandamientos cuarto, quinto, sexto y noveno) - A. Matrimonio cristiano - 2. Sexualidad y matrimonio cristiano, Sínodo de la Iglesia Católica Griega Ucraniana. Catechism of the Ukrainian Catholic Church: Christ – Our Pascha, § 863 (2016). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Mark S. Latkovic. Pope John Paul II’s 'Theology of the Body' and the Significance of Sexual Shame in Light of the Body’s 'Nuptial Meaning': Some Implications for Bioethics and Sexual Ethics, § 31. ↩ ↩2
Métodos ilegítimos de control de la natalidad, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 14 (1968). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XI. Casti Connubii, § 56 (1930). ↩
Papa Pío XI. Casti Connubii, § 54 (1930). ↩
Recurso a los períodos infértiles, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 16 (1968). ↩
Papa Pío XI. Casti Connubii, § 59 (1930). ↩
I. La naturaleza del matrimonio y sus características inalienables, Congregación para la Doctrina de la Fe. Considerations Regarding Proposals to Give Legal Recognition to Unions Between Homosexual Persons, § 4 (2003). ↩ ↩2 ↩3
Sección segunda los diez mandamientos, Catechism of the Catholic Church, § 2358. ↩ ↩2
VI. Etapas de aprendizaje - Etapas principales de desarrollo de los niños - 3. La adolescencia en el propio plan de vida, El Pontificio Consejo para la Familia. The Truth and Meaning of Human Sexuality: Guidelines for Education Within the Family, § 104 (1995). ↩ ↩2 ↩3
Homosexualidad, Conferencia Episcopal Católica de Inglaterra y Gales. Cherishing Life, § 111 (2004). ↩
Arzobispo Charles Chaput. Pastoral Guidelines for Implementing Amoris Laetitia, § 7. ↩ ↩2
Papa Pío XII. Sacra Virginitas, § 35 (1954). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Sacra Virginitas, § 34 (1954). ↩