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Soberbia

La soberbia es considerada la reina de todos los vicios y la madre de todos los pecados en la enseñanza católica, siendo el pecado original del diablo y de la humanidad. Se manifiesta como una autoexaltación idolátrica, donde la persona se coloca a sí misma en el lugar de Dios y se exalta por encima de los demás. Este vicio cierra al individuo a la gracia divina y obstaculiza el camino hacia la humildad, la virtud opuesta y el verdadero remedio contra la soberbia. La soberbia afecta las relaciones humanas, envenena el sentido de fraternidad y dificulta el arrepentimiento y la reconciliación. Combatirla requiere un esfuerzo constante de autoexamen, sujeción a Dios y reconocimiento de que todo bien proviene de Él.

Tabla de contenido

Naturaleza y Definición de la Soberbia

La soberbia, también conocida como orgullo, es un vicio capital que se caracteriza por la autoexaltación, la vanidad y la presunción1. Los antiguos griegos la definían como un «esplendor excesivo»1. En su esencia más profunda, la soberbia es la pretensión absurda de ser como Dios1. Este pecado radical fue el que llevó a la caída de Satanás y, posteriormente, a la de Adán y Eva, quienes fueron tentados con la promesa de ser «como dioses»2,1,3,4.

La soberbia implica una falta de sujeción a Dios y a su ley5. La persona orgullosa se considera a sí misma la causa de sus logros, en lugar de reconocer que todo bien proviene de la gracia divina6,7,8. Esta actitud idolátrica cierra el corazón a la gracia de Dios, pues «Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes» (Prv 3:34; 1 Pe 5:5; St 4:6)2,1,9,10.

La Soberbia como Raíz de los Pecados

Numerosos Padres de la Iglesia y teólogos han identificado la soberbia como la raíz, fuente y madre de todos los pecados2,11,12,13,3,4. San Agustín enseña que la iniquidad abunda a causa de la soberbia, y para curar todos los demás pecados, es necesario erradicar su causa fundamental: la soberbia2. La venida de Jesucristo, quien se hizo humilde, fue precisamente para sanar esta raíz de todas las enfermedades espirituales2,13.

La soberbia no solo es fatal para la virtud opuesta (la humildad), sino que también destruye todas las demás virtudes14,4. Incluso si una persona practica la templanza, la castidad, el ayuno, la oración o la limosna, sin humildad, todas estas buenas obras se desvanecen y perecen11,4.

Manifestaciones y Consecuencias de la Soberbia

La soberbia se manifiesta de diversas maneras en la vida cotidiana y en las relaciones humanas. Una persona orgullosa a menudo no reconoce su propio pecado, está llena de amor propio y le resulta difícil perdonar o pedir perdón6. Tiende a rechazar toda autoridad y se enoja con facilidad6. También guarda rencor, juzga constantemente a los demás y envidia sus éxitos6.

Los escritos espirituales describen una serie de síntomas que revelan la presencia de la soberbia1. Físicamente, el orgulloso puede ser altanero o tener un «cuello rígido» que no se dobla1. Son propensos a emitir juicios despectivos e irrevocables sobre los demás, considerándolos ineptos e incapaces1. Olvidan la enseñanza de Jesús de no juzgar1. Cuando se les ofrece una crítica constructiva o un comentario inofensivo, reaccionan de forma exagerada, como si su «majestad» hubiera sido ofendida, llegando a la ira, los gritos o la interrupción resentida de las relaciones1.

La soberbia también envenena el sentido de fraternidad y solidaridad entre las personas, haciendo que el individuo sea «rígido» y reacio a someterse a la regla divina5. Puede llevar a la jactancia, la vanagloria y la creencia de que los dones que se poseen son merecidos y no un regalo de Dios5.

San Juan Crisóstomo advierte que la soberbia aleja a las personas de la bondad de Dios y las entrega al fuego del abismo11. Pablo también señala que la soberbia puede llevar a caer en la misma condena que el diablo11,4.

La Humildad como Antídoto

La virtud de la humildad es el remedio verdadero y más eficaz para combatir la soberbia1,15. La humildad abre a la persona a Dios y al prójimo, capacitándola para recibir el poder transformador y liberador de Dios15. Como enseña San Juan Crisóstomo, la humildad es el fundamento más fuerte, una muralla inamovible y una fortaleza impenetrable que sostiene todo el edificio espiritual y lo hace inaccesible a los ataques15.

La humildad no denigra a la persona, sino que le permite reconocer su verdadera dignidad como hijo de Dios15. Para Santo Tomás de Aquino, la humildad implica una correcta valoración de los propios dones y talentos, aceptando las limitaciones personales (naturales y sobrenaturales) bajo la guía de Dios16. Se basa en la reverencia que el ser humano debe a Dios, denotando la sujeción del hombre a Él7.

La humildad es también el fundamento de la oración17. Solo cuando reconocemos humildemente que «no sabemos orar como conviene», estamos listos para recibir libremente el don de la oración, pues el hombre es un mendigo ante Dios17. La humildad debe impregnar la oración de adoración, petición y contemplación, y ayuda a combatir la sequedad y la distracción en la perseverancia orante17.

Para cultivar la humildad, se recomienda reflexionar sobre la propia naturaleza, la multitud de los pecados, la magnitud de los tormentos eternos y la naturaleza transitoria de las cosas de este mundo11. También es útil considerar la propia debilidad, la grandeza de Dios y la imperfección de los bienes de los que uno se enorgullece7. San Pablo nos recuerda: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1 Cor 4:7)7.

Jesús, con su propia vida, enseñó la humildad, lavando los pies de sus discípulos, recibiendo al traidor con un beso y mostrándose primero a mujeres humildes después de su resurrección10. La Virgen María, en su Magnificat, canta a Dios que humilla a los soberbios y exalta a los humildes1.

La Soberbia en el Contexto de la Fe y la Razón

La soberbia también afecta la relación entre la fe y la razón. Cuando el conocimiento se repliega orgullosamente sobre sí mismo, corre el riesgo de no expresar perspectivas de vida18. El Apóstol Pablo advierte que «el conocimiento envanece, pero el amor edifica» (1 Cor 8:1)18. La fe, fortalecida por el amor, ofrece un criterio de verdad que considera la esencia del hombre y sus verdaderas necesidades18.

La verdad, cuando es una verdad de amor, no se impone por la fuerza ni asfixia al individuo; nace del amor y puede penetrar en el corazón19. Quien cree no debe ser presuntuoso, sino que la verdad lleva a la humildad, ya que los creyentes saben que es la verdad la que los abraza y posee, no ellos a la verdad19.

El Papa San Juan Pablo II, en su encíclica Fides et Ratio, abordó la crisis de la razón en la cultura occidental, donde la razón «se ha marchitado bajo el peso de tanto conocimiento y poco a poco ha perdido la capacidad de levantar la mirada a las alturas, no atreviéndose a elevarse a la verdad del ser»20. Esta pérdida de la capacidad de la razón para trascenderse a sí misma puede ser vista como una consecuencia de la soberbia intelectual.

Combatir la Soberbia en la Vida Cristiana

La lucha contra la soberbia es un camino constante en la vida cristiana. Implica un examen de conciencia continuo, reconociendo nuestra condición de pecadores y nuestra necesidad de conversión21. En el diálogo ecuménico, por ejemplo, se requiere amor a la verdad, caridad y humildad para examinar los desacuerdos y evitar el reduccionismo o los «acuerdos» fáciles22.

El Papa Pío X identificó la soberbia como la causa fundamental del Modernismo, un movimiento herético que se caracterizaba por la confianza excesiva en sí mismos, la vanagloria y el desprecio por la autoridad23. La soberbia lleva a los individuos a considerarse a sí mismos como la norma para todo, a creerse los únicos poseedores del conocimiento y a buscar novedades absurdas23. Para contrarrestar esto, instó a combatir a los soberbios y a promover la humildad entre el clero23.

Un proverbio italiano dice: «La soberbia va a caballo y vuelve a pie», lo que sugiere que la arrogancia conduce inevitablemente a la caída y, por la gracia de Dios, puede llevar a una humildad salvadora1. La Cuaresma, por ejemplo, es una oportunidad para luchar contra la soberbia y abrazar la humildad, acercándonos así a Dios y recibiendo su gracia en abundancia1.

Conclusión

La soberbia es un vicio profundamente arraigado que deshumaniza y aleja de Dios. Al ser la «reina de todos los vicios», su combate es fundamental para el crecimiento espiritual y la salvación. A través de la humildad, el reconocimiento de nuestra dependencia de Dios y la apertura a su gracia, podemos superar este obstáculo y construir una vida en consonancia con el amor y la verdad de Cristo. La Iglesia nos llama a un constante autoexamen y conversión, recordando que la humildad es el camino que nos lleva a la verdadera dignidad como hijos de Dios y a la comunión con Él y con nuestros hermanos.

Citas

  1. Resumen de las palabras del Santo Padre, Papa Francisco. Audiencia General del 6 de marzo de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 10. La soberbia (2024). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

  2. Tercera parte - La vida de la Iglesia - II. La persona en Cristo como nueva creación - C. Una ascesis que purifica - 2. Los ocho pecados capitales469 y sus virtudes opuestas - H. La soberbia y su virtud opuesta: la humildad, Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana. Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 777 (2016). 2 3 4 5

  3. Capítulo 33 [XXIX.]— no todo pecado es soberbia. Cómo la soberbia es el comienzo de todo pecado, Agustín de Hipona. Sobre la Naturaleza y la Gracia, § 33 (415). 2

  4. Homilía sobre Mateo, Juan Crisóstomo. Homilía 15 sobre Mateo, § 3 (392). 2 3 4 5

  5. Basil Cole, O.P. Una valoración tomista del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los vicios capitales, § 4. 2 3

  6. Tercera parte - La vida de la Iglesia - II. La persona en Cristo como nueva creación - C. Una ascesis que purifica - 2. Los ocho pecados capitales469 y sus virtudes opuestas - H. La soberbia y su virtud opuesta: la humildad, Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana. Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 778 (2016). 2 3 4

  7. Matthew Levering. El Pecado Original y los Principios Antropológicos de Humanae Vitae, § 18. 2 3 4

  8. Libro XII - Cómo nosotros también podemos vencer la soberbia, Juan Casiano. Instituciones, §Libro XII, Capítulo 9 (420).

  9. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, § 1 Pedro 5.

  10. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 12 - A Antonio, Monje (374). 2

  11. Juan Crisóstomo. Homilía 9 Juan 1:11, § 2 (390). 2 3 4 5

  12. Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 36, § 16 (420).

  13. Agustín de Hipona. Sermones sobre lecciones seleccionadas del Nuevo Testamento - Sermón 73, § 1 (420). 2

  14. Libro XII - Que el pecado de la soberbia es el último en el orden actual del combate, pero el primero en tiempo y origen, Juan Casiano. Instituciones, §Libro XII, Capítulo 6 (420).

  15. Tercera parte - La vida de la Iglesia - II. La persona en Cristo como nueva creación - C. Una ascesis que purifica - 2. Los ocho pecados capitales469 y sus virtudes opuestas - H. La soberbia y su virtud opuesta: la humildad, Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana. Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 779 (2016). 2 3 4

  16. La contribución de Santo Tomás en la comprensión de la humildad, Basil Cole, O.P. Una valoración tomista del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los vicios capitales, § 8.

  17. Avaricia, codicia, concupiscencia, la raíz de los vicios, Basil Cole, O.P. Una valoración tomista del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los vicios capitales, § 9. 2 3

  18. A la Pontificia Universidad Urbaniana sobre la presentación de Fides et Ratio, Papa Juan Pablo II. A la Pontificia Universidad Urbaniana sobre la Presentación de Fides et Ratio (11 de noviembre de 1998), § 4 (1998). 2 3

  19. Capítulo II - El diálogo entre fe y razón, Papa Francisco. Lumen Fidei, § 34 (2013). 2

  20. Mats Wahlberg. Fe, Realismo y Razón Universal: Reflexiones MacIntyreanas sobre Fides et Ratio, § 2.

  21. Capítulo I - El diálogo como examen de conciencia, Papa Juan Pablo II. Ut Unum Sint, § 34 (1995).

  22. Capítulo I - El diálogo como medio para resolver desacuerdos, Papa Juan Pablo II. Ut Unum Sint, § 36 (1995).

  23. La causa del modernismo - El modernismo y todas las herejías, Papa Pío X. Pascendi Dominici Gregis, § 40 (1907). 2 3