Teología sistemática
La teología sistemática católica es una disciplina que busca comprender y articular de manera coherente las verdades de la fe cristiana, tal como han sido reveladas por Dios y transmitidas a través de la Sagrada Escritura y la Tradición, bajo la guía del Magisterio de la Iglesia. Esta rama de la teología se esfuerza por presentar una visión unificada de los misterios divinos, explorando sus interconexiones y su relevancia para la vida de los creyentes y el mundo contemporáneo. No se trata de crear nuevas creencias, sino de profundizar en el conocimiento y el amor por lo ya revelado, utilizando tanto la razón como la fe.
Tabla de contenido
Fundamentos de la Teología Sistemática
La teología sistemática se asienta sobre varios pilares esenciales que le otorgan su carácter distintivo dentro del pensamiento católico. Estos fundamentos aseguran que la reflexión teológica permanezca fiel a la revelación divina y al depósito de la fe.
Fe y Razón
La teología, en su esencia, es fides quaerens intellectum —la fe que busca el entendimiento— como lo atestiguaron San Agustín y San Anselmo1. No es un mero ejercicio intelectual para descubrir qué creer, sino una profundización en el conocimiento y el amor de lo que ya ha sido divinamente revelado y manifestado1. Santo Tomás de Aquino afirmó que la doctrina cristiana no argumenta para probar sus principios, que son los artículos de fe, sino que parte de ellos para demostrar otras verdades1.
El Concilio Vaticano I, en la Constitución Dogmática Dei Filius, sostuvo que existe un doble orden de conocimiento, distinto tanto en su fuente como en su objeto2. Por un lado, conocemos por la razón natural; por otro, por la fe divina. Además de lo que la razón natural puede alcanzar, se nos proponen misterios ocultos en Dios que solo pueden ser conocidos si son divinamente revelados2. La razón, por tanto, no juzga el contenido de la fe, sino que busca significado y explicaciones para llegar a una cierta comprensión de ella1.
Sagrada Escritura y Tradición
La Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición están intrínsecamente ligadas y constituyen un único depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia1,3. Ambas deben ser aceptadas y veneradas con igual devoción y reverencia1. La Escritura es la fuente primaria e irremplazable para todo lo que la revelación enseña4. Los teólogos sistemáticos deben no solo estudiar la Biblia para enriquecer sus estudios dogmáticos, sino también enseñar y escribir de una manera más escriturística, manteniendo las distinciones filosóficas y teológicas apropiadas5.
La revelación contenida en la Escritura es el lenguaje inerrante e inspirado en el que los misterios de la fe fueron comprendidos, defendidos y proclamados por primera vez. Es el lenguaje de Jesús, los apóstoles y los evangelistas5. A lo largo de la historia de la Iglesia, teólogos y concilios posteriores emplearon un lenguaje y conceptos no encontrados explícitamente en la Escritura para asegurar su correcta comprensión e interpretación5. Ejemplos notables incluyen el uso de homoousion en el Concilio de Nicea para afirmar la divinidad de Jesús y la transubstanciación en el Concilio de Trento para confirmar la presencia real de Cristo en la Eucaristía5.
La tradición de la Iglesia, en fidelidad a la Escritura y al ejemplo de Jesús, ha transmitido el depósito de la fe6. La Escritura debe leerse dentro de la Tradición4.
El Magisterio de la Iglesia
El Magisterio de la Iglesia, junto con la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, está tan conectado que uno no puede subsistir sin los otros3. El Magisterio tiene la tarea de discernir y asegurar que las fuentes de la revelación no sean malinterpretadas4. Los teólogos católicos deben adherirse a la fe profesada por la Iglesia Católica1. Sin una actitud subjetiva de fe (fides qua creditur), el teólogo carecería de la sintonía espiritual necesaria para captar los significados latentes de la Escritura y la Tradición y, así, interpretarlos según su sentido divinamente intencionado1.
El acuerdo perpetuo de la Iglesia Católica sostiene que lo que se cree por fe divina y católica es todo aquello contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida, y que la Iglesia propone como divinamente revelado, ya sea por juicio solemne o por su magisterio ordinario y universal7.
La Naturaleza Sistemática de la Teología
La teología sistemática busca la coherencia y la exhaustividad en la presentación de la fe. No se trata de una colección de verdades inconexas, sino de un cuerpo orgánico donde cada parte se relaciona con el todo.
La Unidad de los Misterios
La teología sistemática se caracteriza por su ímpetu hacia la coherencia y la exhaustividad8. Traza vínculos entre distintos loci teológicos, o el tratamiento de un solo tema se moldea por la conciencia de su potencial para entrelazarse con otros, e incluso, en algunos casos, su dependencia de ellos para su propia forma8. La teología sistemática puede compararse con un rompecabezas: incluso si no se tienen todas las piezas, la forma de cualquiera de ellas refleja su orientación hacia otras como partes de un patrón más grande8.
Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, en su obra De articulis et ecclesiae sacramentis, delineó los artículos de fe y luego trató los siete sacramentos no como un tratado independiente, sino como una expansión del cuarto artículo de fe, sobre los efectos de la gracia9. Esto demuestra una profunda conciencia de la interconexión de los misterios9. La unidad de la teología se fundamenta en la unidad de Dios mismo, y la ciencia de la doctrina sagrada se establece sobre la ciencia de Dios y los bienaventurados9.
El desarrollo de la doctrina trinitaria, por ejemplo, fue una empresa inherentemente sistemática, ya que implicó la percepción de cómo la confesión de la plena divinidad del Hijo y del Espíritu en la unidad de la única sustancia divina armonizaba con todos los demás elementos de la fe cristiana10. Solo aquel que era divino por naturaleza podía hacernos divinos por gracia, lo que vincula la divinidad del Hijo con la doctrina de la salvación como deificación10.
El Papel de la Filosofía
La filosofía tiene un papel en los preámbulos de la fe, preparando el camino hacia la creencia cristiana al mostrar la congruencia del acto inicial de fe con la reflexión racional sobre el mundo4. Además, la filosofía o, al menos, la racionalidad, ayuda a la teología a organizar sus propios materiales una vez que el sujeto ha superado el acto inicial de fe y comienza a explorar el contenido revelado4.
Sin embargo, la teología católica no puede restringirse al sentido literal de la Escritura, ni a las presuposiciones filosóficas inapropiadas, como cuando el método histórico-crítico se combina con un prejuicio filosófico contra la posibilidad de una acción divina directa en la historia4.
Evolución y Desafíos de la Teología Sistemática
La teología sistemática ha experimentado diversas transformaciones a lo largo de la historia, enfrentando desafíos y adaptándose a nuevas realidades sin perder su anclaje en la tradición.
La Patrística y la Escritura
Los Padres de la Iglesia son los principales ejemplos de cómo hacer teología doctrinal de manera bíblica11. Abordaron cuestiones doctrinales, a menudo en refutación de posiciones heréticas, minando la Escritura11. Por ejemplo, la refutación del gnosticismo por Ireneo y su presentación positiva de la fe fueron enteramente bíblicas11. Atanasio, en su defensa de la plena divinidad de Jesús, también se basó en una comprensión adecuada de los textos sagrados, que a menudo eran malinterpretados11. Para los Padres, la Escritura y la doctrina formaban un círculo hermenéutico interpretativo, enriqueciéndose mutuamente11.
La Teología Escolástica
Después del surgimiento de la teología escolástica en la Edad Media, con el uso de las quaestiones disputatae, la teología post-tridentina adoptó un método silogístico y de manual para explicar la doctrina católica12. Esto llevó a críticas de que la teología dogmática, antes del Vaticano II, no era plenamente escriturística en su argumentación y contenido12.
La era de la summa vio una selección y disposición de los materiales teológicos que ya no seguían la estructura de un libro bíblico, sino el ordo disciplinae9.
Desafíos Modernos y Contemporáneos
En el periodo post-Vaticano II, parte de lo que se ha considerado teología sistemática ha sido calificado de superficial y especioso13. Algunos teólogos han sido criticados por no haber captado plenamente las verdades escriturísticas y doctrinales, buscando en cambio una comprensión del Evangelio que no concuerda con la enseñanza teológica y magisterial viva de la Iglesia13. La teología no debe verse como la libre expresión de la creatividad teológica individual, sino como el fruto de una fe escriturística y eclesial13.
El Concilio Vaticano II, a través de Dei Verbum, enfatizó que la teología se fortalece y rejuvenece constantemente escudriñando, a la luz de la fe, toda la verdad almacenada en el misterio de Cristo14. Sin embargo, ha habido un debate sobre si la teología debe centrarse en la continuidad o la discontinuidad con la tradición15,16. Teólogos como Karl Rahner, con su «Tomismo trascendental», permitieron una mayor discontinuidad en la tradición y el desarrollo dogmático, buscando adaptar la verdad de la fe al mundo moderno15,17. Esto llevó a algunos de sus discípulos a ver la revisión de la fe y la moral católicas como la tarea principal de la teología contemporánea17.
Existe también una tendencia creciente a relativizar todas las religiones y sus fundadores, a menudo en nombre del amor fraterno18. Sin embargo, los teólogos doctrinales católicos no pueden socavar la singularidad de la fe católica o la unicidad de la Iglesia Católica18. La plenitud de la revelación salvífica del Padre se encuentra en la encarnación de su Hijo, Jesucristo, quien es el Salvador universal y Señor definitivo18. La plenitud de esta fe se encuentra y se hace más plenamente presente dentro de la Iglesia Católica18.
Características de un Teólogo Sistemático Católico
Para el futuro de la teología sistemática católica, se requiere una serie de cualidades y enfoques específicos en los teólogos.
Hombres y Mujeres de Fe y Oración
Los teólogos católicos no solo deben ser agudos de intelecto y competentes en sus respectivos campos de estudio, sino también hombres y mujeres de oración que se esfuercen por vivir vidas santas13. Solo dentro de las vidas de teólogos santos el Espíritu Santo puede fomentar una teología ungida, que no solo exprese la verdad, sino que también engendre y fortalezca la fe de quienes la leen y estudian12. No es casualidad que todos los Doctores de la Iglesia sean Santos12.
Pensar, Hablar y Escribir Bíblicamente
Los teólogos sistemáticos deben aprender a pensar bíblicamente, hablar bíblicamente y escribir bíblicamente11. Esto implica remoldear las declaraciones dogmáticas y credales en lenguaje bíblico y recastarlas en conceptos escriturísticos, para que los textos inspirados asuman más plenamente la fuerza de la verdad que proclaman y sean más fácilmente comprendidos y apreciados por creyentes y no creyentes5.
Fidelidad a la Tradición y al Magisterio
La teología sistemática del futuro depende de teólogos llenos de fe que se gloríen en la verdad de lo revelado, a lo que la Escritura testifica y a lo que la tradición teológica viva y el magisterio eclesial dan testimonio13. La adhesión a la enseñanza de la Iglesia como regla infalible es fundamental; de lo contrario, si uno elige qué creer y qué rechazar, ya no se adhiere a la enseñanza de la Iglesia, sino a su propia voluntad13.
Conclusión
La teología sistemática católica es una búsqueda continua de comprensión de los misterios divinos, arraigada en la fe, la Escritura, la Tradición y el Magisterio. Su objetivo es presentar una visión coherente y unificada de la revelación, que no solo informe la mente, sino que también nutra el corazón y guíe la vida de los creyentes. En un mundo que busca sentido y verdad, la teología sistemática ofrece una profundización en la riqueza de la fe católica, invitando a una relación más íntima con Dios a través de un conocimiento más pleno de Su amor y Su plan salvífico.
Citas
Thomas G. Weinandy, O.F.M. Cap. El futuro de la teología sistemática católica, § 2. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Caput IV de fide et ratione, Anónimo. Dei Filius—La Constitución dogmática sobre la fe católica, § 12. ↩ ↩2
Sección primera «creo» - «creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, § 95. ↩ ↩2
Aidan Nichols, O.P. Presentando el cáliz de Dios 'Un manifiesto teológico para la Iglesia contemporánea, donde pregunto, ¿qué es la teología, qué forma debería tomar, qué contenido debería tener? ', § 3. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Thomas G. Weinandy, O.F.M. Cap. El futuro de la teología sistemática católica, § 6. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2064. ↩
Anónimo. Dei Filius—La Constitución dogmática sobre la fe católica, § 10. ↩
Conor McDonough, O.P. Dei Filius IV: Sobre el método teológico y el Nexus Mysteriorum, § 16. ↩ ↩2 ↩3
Conor McDonough, O.P. Dei Filius IV: Sobre el método teológico y el Nexus Mysteriorum, § 12. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Khaled Anatolios. Una conversación sobre el Concilio de Nicea, §Communio: Revista Católica Internacional, vol. 51, nº 4 (Invierno 2024) (2025). ↩ ↩2
Los padres de la Iglesia, Thomas G. Weinandy, O.F.M. Cap. El futuro de la teología sistemática católica, § 7. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Sagrada Escritura, Thomas G. Weinandy, O.F.M. Cap. El futuro de la teología sistemática católica, § 4. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Thomas G. Weinandy, O.F.M. Cap. El futuro de la teología sistemática católica, § 3. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Bruno M. Shah, O.P. El misterio de los problemas para la metodología teológica moderna, § 5. ↩
John M. McDermott, S.J. ¿Sucedió realmente eso en el Vaticano II? Reflexiones sobre el reciente libro de John O’Malley, § 16. ↩ ↩2
Guy Mansini, O.S.B. El Concilio Vaticano Segundo antes y ahora, § 16. ↩
Reinhard Hutter. Teología católica en América: Quo Vadis? , § 6. ↩ ↩2
Thomas G. Weinandy, O.F.M. Cap. El futuro de la teología sistemática católica, § 11. ↩ ↩2 ↩3 ↩4