Tercera epístola de San Juan

La Tercera epístola de San Juan, también conocida como 3 Juan en la nomenclatura bíblica, es uno de los textos más breves del Nuevo Testamento, compuesto por solo catorce versículos. Atribuida tradicionalmente al apóstol San Juan, esta carta personal destaca por su énfasis en la hospitalidad cristiana, la corrección fraterna y la promoción de la verdad evangélica. Dirigida a un laico llamado Gayo, elogia su generosidad hacia los misioneros itinerantes mientras critica la actitud exclusivista de Diótrefes, un líder eclesial. En la tradición católica, esta epístola subraya la importancia de la caridad práctica y la colaboración en la misión de la Iglesia, sirviendo como modelo para la vida comunitaria y el apoyo a la evangelización. Su canonicidad, aunque debatida en los primeros siglos, fue confirmada por el Concilio de Trento, y su mensaje resuena en enseñanzas papales sobre la acogida de los hermanos en la fe.
Tabla de contenido
Autenticidad y canonicidad
La autenticidad de la Tercera epístola de San Juan ha sido objeto de estudio en la tradición exegética católica desde los primeros siglos del cristianismo. Según la tradición apostólica, el autor es el mismo San Juan Evangelista, el «anciano» o presbíteros que se identifica en el inicio de la carta, refiriéndose al apóstol en su vejez.1 Esta atribución se basa en el estilo literario similar al de la Primera y Segunda epístolas joánicas, caracterizado por un tono afectuoso, directo y teológico, con expresiones como «amado» (agapète) repetidas para enfatizar la cercanía fraterna.2
En cuanto a su canonicidad, la epístola formó parte de los textos antilegómena o disputados en la Iglesia primitiva. Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica (siglo IV), la menciona junto con la Segunda epístola de Juan como de autoría incierta, aunque posiblemente joánica.1 Orígenes (siglo III) la reconoce, pero nota que no todos la aceptaban por su brevedad —menos de cien líneas en total para ambas cartas cortas— y su carácter personal, sin doctrina profunda.1 La versión siríaca Peshitta no la incluye inicialmente, pero la Iglesia Occidental la incorporó definitivamente a partir del siglo IV, y el Concilio de Trento (1546) la confirmó como inspirada, resolviendo dudas de figuras como Cayetano.1 En la Iglesia Oriental, fuera de Antioquía, también se aceptó tempranamente. Hoy, la exégesis católica la considera auténtica, escrita probablemente en Éfeso hacia el final de la vida de San Juan (alrededor del año 100 d.C.), como parte del corpus joánico que incluye el Evangelio y las otras epístolas.1
Autor y destinatario
El autor se presenta como «el anciano» (ho presbýteros), una designación que, en el contexto joánico, alude al apóstol San Juan en su etapa madura, no a un presbítero cualquiera.1 Esta identificación concuerda con la Segunda epístola, reforzando la unidad autoral del corpus. San Juan, exiliado en Éfeso según la tradición, escribió esta carta en un momento de madurez espiritual, enfocándose en asuntos prácticos de la comunidad cristiana emergente.1
El destinatario principal es Gayo (Gaïos), descrito como un «amado» laico de medios económicos, no un eclesiástico.1 Gayo es elogiado por su fidelidad en acoger a hermanos itinerantes, incluso extraños, demostrando una caridad activa que beneficia a la Iglesia universal.2 Se menciona también a Diótrefes, posiblemente un obispo local que se resiste a la autoridad apostólica y rechaza a los misioneros, ilustrando tensiones internas en las comunidades joánicas.1,2 Finalmente, Demetrio aparece como un ejemplo positivo, alabado por todos, incluyendo la verdad misma, como modelo de conducta cristiana.2 Estos personajes reflejan la dinámica de una iglesia doméstica en Asia Menor, donde la hospitalidad era crucial para la propagación del Evangelio.
Contenido
Estructura de la epístola
La Tercera epístola de San Juan es una carta personal de estructura simple y lineal, dividida en tres partes principales: saludo, cuerpo exhortatorio y cierre.2 Comienza con el saludo (vv. 1-4), donde el anciano saluda a Gayo deseándole prosperidad física y espiritual, y expresando alegría por su caminar en la verdad.2 El cuerpo (vv. 5-12) desarrolla el tema central mediante elogios, advertencias y recomendaciones, mientras que el cierre (vv. 13-15) anticipa un encuentro personal y envía saludos de los amigos.2
A diferencia de las epístolas paulinas, no hay desarrollo teológico extenso; es «una hermana gemela» de la Segunda epístola, como la llamó San Jerónimo, centrada en lo personal y práctico.1 Su brevedad —solo catorce versículos— la hace accesible, pero rica en implicaciones éticas para la vida eclesial.
Temas principales
El tema dominante es la hospitalidad cristiana, presentada como un acto de fidelidad a la verdad y cooperación en la misión evangélica.1,2 San Juan elogia a Gayo por acoger a los hermanos «aunque sean extraños» (v. 5), enviándolos en su viaje «de manera digna de Dios» (v. 6), ya que estos misioneros viajan por amor al nombre de Cristo sin aceptar apoyo de gentiles (v. 7).2 Esto subraya que la hospitalidad no es mera cortesía, sino una forma de ser «cooperadores de la verdad» (v. 8), contribuyendo a la difusión del Evangelio.3
Otro tema clave es la corrección fraterna y la humildad eclesial. Diótrefes, que «ama la preeminencia» (v. 9), es criticado por no recibir al apóstol, difamar a los hermanos y expulsar a quienes acogen a los misioneros (vv. 9-10).2 Esta denuncia alerta contra el autoritarismo en la Iglesia, promoviendo en cambio la imitación del bien, como en Demetrio (v. 11-12).2 Finalmente, la epístola enfatiza la verdad y el amor como inseparables: caminar en la verdad se manifiesta en acciones concretas de caridad, no solo en palabras.2
En la perspectiva católica, estos temas se conectan con la doctrina de la comunión eclesial, donde la hospitalidad es un mandato evangélico que refleja la acogida de Cristo a los peregrinos.4
Contexto histórico
La epístola se sitúa en el contexto de las comunidades cristianas de Asia Menor a fines del siglo I, marcadas por herejías incipientes (como el docetismo) y la necesidad de misioneros itinerantes para fortalecer la fe.1 San Juan, desde Éfeso, supervisaba estas iglesias, y la carta responde a un conflicto local: una comunidad dividida por la actitud de Diótrefes, que podría reflejar tensiones entre autoridad apostólica y líderes locales emergentes.1
El trasfondo cultural incluye la xenia grecorromana, pero San Juan la cristianiza, vinculándola al servicio desinteresado por Cristo.2 La mención de «hermanos» que no aceptan apoyo de no creyentes (v. 7) alude a la pureza de la misión apostólica, similar a las instrucciones de Jesús en Mateo 10:40-42.3 Históricamente, la carta ilustra la transición de la Iglesia apostólica a la estructura episcopal, con Gayo como ejemplo de laico comprometido.1
Importancia en la tradición católica
En la tradición católica, la Tercera epístola de San Juan ha inspirado enseñanzas sobre la caridad y la misión. Papas como Juan Pablo II la citaron en discursos para promover la hospitalidad hacia misioneros y voluntarios. Por ejemplo, en 1980, al dirigirse a R.A.P.T.I.M., el Papa aplicó los versículos 5-8 como «luminoso punto de referencia» para apoyar la evangelización, recordando la promesa de recompensa para quienes ayudan a los discípulos de Cristo.3 En 1996, inaugurando la Domus Sanctae Marthae, Juan Pablo II evocó la hospitalidad de Betania y citó la epístola para enfatizar la acogida en nombre de Cristo como ejercicio de caridad.5
En la liturgia, se lee en la Misa los miércoles de la tercera semana del Tiempo Ordinario (Ciclo I), invitando a reflexionar sobre la corrección fraterna.2 Catequesis modernas, como en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 2447-2449), la vinculan a las obras de misericordia, especialmente la de acoger al peregrino. Su mensaje contra el egoísmo eclesial resuena en documentos como Evangelii Gaudium de Francisco, que promueve una Iglesia abierta y sinodal.4
Interpretaciones y comentarios
La exégesis católica interpreta la epístola como un llamado a la unidad en la diversidad carismática. San Jerónimo la ve dirigida a una iglesia particular, similar a la Segunda epístola.1 Comentaristas modernos, como en la Biblia de Jerusalén, destacan su énfasis ético: la verdad no es abstracta, sino vivida en la hospitalidad, contrastando con el mal de Diótrefes.2
En contextos contemporáneos, se aplica a la acogida de refugiados y misioneros en un mundo globalizado, como en el discurso de Juan Pablo II de 1997 a voluntarios de Lourdes, donde la hospitalidad se presenta como dimensión esencial de la caridad cristiana, inspirada en Abraham en Mamre (Gn 18:1-10).4 Posibles controversias, como la identidad de Diótrefes, se resuelven favoreciendo interpretaciones que promueven la humildad pastoral, alineadas con el magisterio reciente.
Citas
Epístolas de San Juan, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Epístolas de San Juan. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, § 3 Juan 1. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15
Papa Juan Pablo II. Al órgano ejecutivo y personal de R.A.P.T.I.M. (15 de febrero de 1980) - Discurso (1980). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A los voluntarios y al Coro Universitario del Boston College (8 de marzo de 1997) - Discurso (1997). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A quienes participaron en la construcción del nuevo edificio llamado «Domus Sanctae Marthae» (31 de mayo de 1996) - Discurso (1996). ↩
