Venga a nosotros Tu Reino
La petición «Venga a nosotros tu reino» forma parte esencial del Padre Nuestro, la oración enseñada por Jesús a sus discípulos, y representa una invocación central en la tradición católica para implorar la llegada plena del Reino de Dios. Esta súplica, segunda en la estructura de la oración dominical, une la dimensión escatológica —el triunfo definitivo de Dios al final de los tiempos— con el compromiso actual de los fieles por hacer presente ese reino en la historia humana mediante la justicia, la paz y la conversión personal. En la doctrina católica, esta frase no solo expresa un deseo de salvación colectiva, sino que invita a alinear la voluntad humana con la divina, promoviendo la unidad de los cristianos y la reconciliación en un mundo marcado por el conflicto y el pecado. A lo largo de la historia de la Iglesia, ha sido interpretada como un llamado a la oración constante y a la acción transformadora, destacando su relevancia en la liturgia, la espiritualidad y las enseñanzas magisteriales.
Tabla de contenido
Origen bíblico
En los Evangelios sinópticos
La expresión «Venga a nosotros tu reino» tiene su raíz directa en las palabras de Jesús registradas en los Evangelios. En el Evangelio de Mateo (6,10), forma parte del Padre Nuestro, donde Jesús enseña a sus discípulos a dirigirse al Padre celestial con esta petición precisa: «Venga tu reino». Esta fórmula aparece en un contexto de oración íntima y comunitaria, enfatizando la dependencia total de la providencia divina. Mateo la sitúa en el Sermón de la Montaña, un discurso que delineaba el estilo de vida del discípulo, donde el reino no es un concepto abstracto, sino una realidad que irrumpe en la vida cotidiana a través de la obediencia a la voluntad de Dios.
En el Evangelio de Lucas (11,2), la versión es similar: «Venga tu reino», aunque con variaciones menores en las traducciones litúrgicas españolas. Lucas presenta esta oración tras un episodio en el que un discípulo pide a Jesús que les enseñe a orar, recordando la oración de Juan el Bautista. Aquí, la petición subraya la urgencia mesiánica, conectando con el anuncio inicial de Jesús: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). Los sinópticos coinciden en que esta invocación no es un mero deseo pasivo, sino un eco del ministerio de Jesús, quien proclamaba el reino mediante milagros, parábolas y llamadas a la conversión.
Influencias del Antiguo Testamento
Aunque la frase es neotestamentaria, resuena con temas del Antiguo Testamento, como la profecía de Daniel (2,44; 7,14), donde se describe un reino eterno establecido por Dios que no será destruido. En los Salmos (72,8-11; 145,13), se invoca un reinado universal de justicia y paz, que Jesús actualiza en su persona. La tradición judía, en la que Jesús se inserta, entendía el reino como la soberanía de Yahvé sobre Israel y las naciones, liberándolas de la opresión. Así, «Venga a nosotros tu reino» hereda esta expectativa mesiánica, transformándola en una oración cristiana que apunta a la plenitud en Cristo.
Significado teológico
El Reino de Dios en la enseñanza de Jesús
En la teología católica, el Reino de Dios no se limita a un territorio geográfico o un gobierno político, sino que es la dinamis divina que actúa en la historia para restaurar la comunión entre Dios y la humanidad. Jesús lo describe como un tesoro escondido (Mt 13,44) o una semilla que crece (Mc 4,26-32), indicando su presencia misteriosa y progresiva. La petición «Venga a nosotros tu reino» implica reconocer que este reino ya ha sido inaugurado con la encarnación, muerte y resurrección de Cristo, pero aún espera su consumación. Teólogos como San Agustín lo interpretan como el reinado de la gracia en los corazones, donde la voluntad humana se somete a la de Dios, combatiendo el pecado y promoviendo la caridad.
Esta súplica también destaca la tensión escatológica: el reino es ya y todavía no. Está presente en la Iglesia como signo y sacramento (LG 5), pero su plenitud llegará con la parusía, el regreso glorioso de Cristo. En este sentido, orar por el reino es participar en la misión evangelizadora, extendiendo su influencia mediante obras de misericordia y justicia social.
Dimensión escatológica y presente
La teología católica enfatiza que «Venga a nosotros tu reino» mira primero al retorno de Cristo y la venida final del Reinado de Dios, pero también al crecimiento del reino en el «hoy» de la vida cotidiana. Esta dualidad evita un quietismo espiritual o un activismo puramente humano, invitando a una oración que sintoniza con la iniciativa divina. En un mundo marcado por divisiones —guerras, desigualdades e indiferencia—, esta petición clama por la paz y la reconciliación, recordando que el reino se edifica no por fuerza humana, sino por la gracia de Dios.1 Así, se convierte en un antídoto contra la ilusión de autosuficiencia, liberando al orante de la carga de «construir» el reino con solo sus fuerzas.2
En el Catecismo de la Iglesia Católica
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) dedica un espacio significativo a esta petición en su sección sobre el Padre Nuestro (nn. 2816-2821). En el párrafo 2859, se explica que «con la segunda petición, la Iglesia mira primeramente al retorno de Cristo y a la venida definitiva del Reinado de Dios», pero también ora por el crecimiento del reino en el presente.3 El CIC subraya que esta invocación une la esperanza escatológica con la responsabilidad actual: los fieles deben trabajar para que el reino se manifieste en la sociedad, promoviendo valores evangélicos como la fraternidad y el perdón.
El documento resalta cómo esta oración forma parte de la liturgia de la hora y la Eucaristía, donde la Iglesia entera implora la voluntad divina. En contextos de sufrimiento —como conflictos bélicos o divisiones eclesiales—, el CIC invita a recitarla como acto de fe en la victoria final de Dios sobre el mal. Esta enseñanza, fiel a la tradición patrística, integra la petición en la vida sacramental, donde la Eucaristía anticipa el banquete del reino (Mt 8,11).
Enseñanzas papales
San Juan Pablo II y la oración por el reino
San Juan Pablo II frecuentemente invocó «Venga a nosotros tu reino» en sus homilías y discursos, vinculándola a temas de unidad cristiana, paz y misión eclesial. En una audiencia general de 1980, el Papa polaco explicó que recitar el Padre Nuestro diariamente puede convertirse en una intención específica por la unidad de los cristianos, ya que la venida del reino está ligada a la superación de divisiones doctrinales y la celebración común de la Eucaristía.4 En contextos de conflicto, como su homilía en Palermo en 1982, exhortó a mirar con ojos de fe hacia el reino de Cristo ante un mundo amenazado por el pecado y la manipulación, repitiendo: «Venga el tu reino» como grito de esperanza.5
Durante su pontificado, Juan Pablo II la relacionó con la reconciliación, como en una oración por Colombia en 1989, donde pidió que el reino de justicia, amor y paz penetrara en los corazones para superar enemistades.6 En 1994, ante la guerra en los Balcani, la integró en una súplica por la paz: «Venga tu reino, reino de justicia y de paz, de perdón y de amor».7 Estas enseñanzas enfatizan que orar por el reino implica alinearse con la voluntad divina, evitando la autosuficiencia y promoviendo la iniciativa de Dios en la historia.1
Perspectivas de otros pontífices
Otros papas han profundizado en esta petición. Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi (2007), la conecta con la esperanza cristiana frente al materialismo moderno, viendo en ella un llamado a la trascendencia. Papa Francisco, en Laudato si' (2015), la aplica al cuidado de la creación, interpretando el reino como armonía restaurada entre humanidad y cosmos. Aunque no se citan exhaustivamente, estas reflexiones magisteriales refuerzan su rol en la Doctrina Social de la Iglesia, promoviendo un reino de paz integral.
Uso litúrgico y devocional
En la liturgia católica, «Venga a nosotros tu reino» se recita diariamente en el Padre Nuestro durante la Misa y las horas canónicas. En la Oración de la Iglesia (Liturgia de las Horas), forma parte de laudes y vísperas, recordando a los fieles su dimensión comunitaria. En España, tradiciones como el rezo del Rosario o novenas incorporan esta petición, especialmente en contextos de oración por la paz, como en procesiones penitenciales o durante la Cuaresma.
Devocionalmente, se usa en retiros espirituales y movimientos como el Movimiento de los Focolares, que la ven como motor de unidad fraterna. En la espiritualidad ignaciana, por ejemplo, se medita como ejercicio para discernir la voluntad de Dios en la vida cotidiana. Su recitación en familia o en grupo fortalece la communio, haciendo del reino una realidad vivida en el amor mutuo.
Aplicación en la vida cristiana
Orar «Venga a nosotros tu reino» no es un gesto ritual, sino un compromiso transformador. En la ética católica, implica actuar como fermento en la sociedad: defendiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural, promoviendo la justicia social y cultivando la paz interior. Para el laico, significa integrar el reino en el trabajo y las relaciones; para el consagrado, en la entrega total.
En tiempos de crisis —como pandemias o migraciones—, esta petición invita a la solidaridad, recordando que el reino crece en los marginados (Mt 25,31-46). Espiritualmente, cura la ansiedad al recordar que el reino es obra de Dios, no solo humana, fomentando la confianza filial.1 Así, se convierte en un camino de santidad, alineando la vida con el «ya pero todavía no» del misterio pascual.
En resumen, «Venga a nosotros tu reino» encapsula la esencia de la fe católica: esperanza en la victoria divina y acción comprometida en el mundo. Su recitación diaria nutre la vida cristiana, impulsando hacia la plenitud del Reinado de Dios.
Citas
Papa Juan Pablo II. 17 de mayo de 1985: Misa para los fieles de Flandes en Gante - Homilía, § 2 (1985). ↩ ↩2 ↩3
Sección segunda, la oración del Señor, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2859. ↩
Papa Juan Pablo II. Discurso de Juan Pablo II en la apertura de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos - Homilía (1998). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 23 de enero de 1980 (1980). ↩
Papa Juan Pablo II. 21 de noviembre de 1982: Visita Pastoral a Palermo, Misa en el Hipódromo «Favorita» - Homilía, § 7 (1982). ↩
Papa Juan Pablo II. Oración de Juan Pablo II por la misión de reconciliación promovida por los Obispos de Colombia (17 de febrero de 1989) - Discurso, § 1 (1989). ↩
Papa Juan Pablo II. 8 de septiembre de 1994: Misa celebrada en Castel Gandolfo por Bosnia-Herzegovina tras cancelar su visita prevista a Sarajevo - Homilía, § 3 (1994). ↩
