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Cruz

Virgen Peregrina

Virgen Peregrina
Imagen llamada «Virgen Peregrina» de la escultora Luisa Roldán. Perteneció al convento de franciscanos de Sahagún (León, España) y se conserva en el museo de las MM Benedictinas de Sahagún. Original, Lourdes Cardenal, CC BY-SA 4.0 📄

La Virgen Peregrina representa un título mariano profundamente arraigado en la tradición católica, que evoca la imagen de la Virgen María como compañera en el camino de la fe, símbolo de la Iglesia en su dimensión terrena y guía para los fieles en su peregrinación hacia la patria celestial. Este concepto, inspirado en la doctrina de la Iglesia sobre la «peregrinación de la fe», se manifiesta en diversas devociones y santuarios, especialmente en España y América Latina, donde imágenes veneradas de María acompañan a los pueblos en sus journeys espirituales. A lo largo de la historia, papas como Juan Pablo II han destacado su rol como protectora de los peregrinos, fomentando una piedad popular que une la contemplación mariana con la vida cotidiana, promoviendo la evangelización y la esperanza en medio de las dificultades.

Tabla de contenido

Orígenes teológicos y simbólicos

La noción de la Virgen Peregrina se fundamenta en la teología católica que describe a la Iglesia como una comunidad en movimiento, una «peregrinación» hacia Dios, tal como se expone en documentos conciliares como Lumen Gentium. María, como modelo perfecto de fe, es presentada como aquella que «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con su Hijo»1. Este simbolismo resalta su rol como intercesora en el camino de los creyentes, recordando que la vida cristiana es un viaje de confianza y entrega, similar al de la Sagrada Familia en su huida a Egipto o al de los primeros apóstoles.

En la tradición hispánica, este título adquiere un matiz especial al vincularse con la evangelización y la reconquista, donde María es vista como peregrina que acompaña a los pueblos en sus desplazamientos físicos y espirituales. La devoción no se limita a un santuario único, sino que se extiende a imágenes que «viajan» entre comunidades, fomentando la unidad eclesial y la renovación de la fe.

Devociones principales asociadas

La Virgen del Pilar: Símbolo paradigmático

Uno de los ejemplos más emblemáticos de la Virgen Peregrina es la Virgen del Pilar en Zaragoza, España. Esta devoción remonta sus orígenes a la tradición apostólica, según la cual el apóstol Santiago el Mayor recibió de manos de María una columna (pilar) como signo de su protección durante su predicación en Hispania. La imagen, venerada desde siglos antes de la reconquista de Zaragoza, se erige como un faro para los peregrinos, evocando las primeras fases de la evangelización española2.

La tradición del Pilar subraya la continuidad de la fe mariana a lo largo de generaciones, transformando el pasado en un impulso hacia Dios. Multitudes acuden anualmente a la basílica para depositar sus esperanzas y sacrificios ante esta «Madre Peregrina», que simboliza la Iglesia universal en su dimensión itinerante. Juan Pablo II, durante su visita en 1982, se presentó como «el primer Papa peregrino al Pilar», encomendando el futuro de España y la Iglesia a su intercesión, y destacando cómo esta devoción genera «virtud tras virtud» y «gracia tras gracia»2.

Otras manifestaciones en España y América Latina

En España, la devoción se extiende a otros santuarios como Montserrat y Guadalupe, visitados por Juan Pablo II en su peregrinación de 1982, donde honró la piedad mariana que anima la fe del pueblo español3. La Virgen Blanca de Vitoria, coronada canónicamente en 1954, invita a cultivar una devoción filial que lleve a Cristo, fomentando el espíritu de fraternidad entre los pueblos4. Asimismo, la Real Cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza en Andújar reúne a miles de peregrinos en Sierra Morena, convirtiendo la devoción en un testimonio vivo de fe cristiana en la sociedad contemporánea5.

En América Latina, el título de Virgen Peregrina se entrelaza con apariciones y tradiciones locales. La Virgen de Guadalupe, patrona de México y de todo el continente americano, es invocada como «Madre de América» y protectora de los peregrinos que acuden a su basílica en multitudes anuales6,7. Juan Pablo II, en 1979 y 1997, se postró espiritualmente ante su imagen, renovando la entrega de la evangelización americana a su cuidado y pidiendo por la paz y la justicia en las naciones6. En Honduras, la Virgen de Suyapa recibe a los peregrinos centroamericanos, a quienes se encomienda la conservación de la fe y el fin de las injusticias8.

Otras devociones, como la Virgen de los Milagros en La Rábida, bendicen a las comunidades franciscanas y renuevan la conciencia misionera española, abriendo corazones a la solidaridad con los necesitados9. En Guatemala, la imagen del Señor de Esquipulas, acompañada por peregrinaciones marianas, extiende esta protección a los hijos de la región5.

La Virgen Peregrina encarna la piedad mariana popular, que toma formas diversas según los pueblos, reflejando la ternura paternal de Dios en cada cultura10. En las peregrinaciones, los fieles experimentan la cercanía materna de María, que consuela en el cansancio y fortalece en el dolor, como un abrazo que une a hermanos en el camino hacia Dios10. Esta devoción no es un afecto pasajero, sino un amor filial arraigado en la fe, que imita las virtudes de María y promueve la imitación de Cristo7.

En el contexto de la «nueva evangelización», impulsada por Juan Pablo II, la Virgen Peregrina inspira a los fieles a ser testigos activos de la fe en el mundo actual. Encuentros con familias, jóvenes, trabajadores y emigrantes, como los vividos en las visitas papales a España, muestran cómo María guía la presencia de la Iglesia en la sociedad, desde los campos agrícolas hasta los centros urbanos3. Su rol como «Reina de los Apóstoles» y «Reina de la Paz» se invoca para la concordia entre pueblos, la educación en valores y la promoción de la dignidad humana6.

Peregrinaciones y prácticas devocionales

Las peregrinaciones a santuarios marianos son el corazón de esta devoción. En Zaragoza, el Pilar atrae a millones que oran ante la imagen, depositando rosarios y ofrendas como expresión de sus alegrías y tristezas seculares2. En México, la basílica de Guadalupe ve anualmente peregrinaciones masivas, donde los fieles, especialmente los indígenas y mestizos, encuentran en la «morenita» un símbolo de esperanza y liberación6,7.

Estas prácticas incluyen procesiones con imágenes itinerantes, novenas y el rezo del rosario, que Juan Pablo II vinculó al Año Mariano de 1987-1988 como medio para mantener la unión con Cristo durante la peregrinación terrena1. En contextos contemporáneos, como el V Centenario de la Evangelización de América en 1992, las visitas papales a México y España revitalizaron estas tradiciones, confiando en la oración mariana para la renovación espiritual11.

La devoción también se extiende a la vida diaria: los peregrinos regresan transformados, llevando el mensaje de María a sus comunidades, fomentando la caridad y la justicia social. Como señala la tradición, el camino al santuario es ya una confesión de fe, el caminar un canto de esperanza, y la llegada un encuentro de amor10.

Influencia papal y eclesial

Los pontífices han sido clave en la promoción de la Virgen Peregrina. Pablo VI, en 1966, ofreció la Rosa de Oro a Guadalupe, pidiendo por la fe católica y la prosperidad espiritual de América7. Juan Pablo II, en múltiples audiencias y viajes, saludó a peregrinos de España y América Latina, encomendando visitas apostólicas a la protección mariana y destacando su rol en la unidad eclesial11,5,12.

En 1983, durante su peregrinación centroamericana, Juan Pablo II confió a la Virgen de Suyapa la paz y la dignidad de los pueblos, renovando la esperanza en su misericordia8. Estos gestos papales subrayan cómo María, como peregrina de la fe, une el continente en una sola familia bajo la cruz de Cristo.

Conclusión

La Virgen Peregrina no es solo un título devocional, sino un llamado vivo a la fe itinerante que caracteriza al Pueblo de Dios. En un mundo marcado por migraciones y desafíos, María invita a los fieles a caminar con confianza, contemplando su misterio en silencio y derramando en ella dolores y sueños10. Su devoción fortalece la esperanza eterna y la caridad fraterna, recordando que, como en Civita Castellana en 1988, la peregrinación no termina, pero la unión con Cristo perdura para siempre13.

Citas

  1. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 30 de diciembre de 1987, § 2 (1987). 2

  2. Papa Juan Pablo II. Liturgia de la Palabra: Zaragoza (6 de noviembre de 1982) - Homilía, § 2 (1982). 2 3

  3. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 17 de noviembre de 1982 (1982). 2

  4. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 17 de octubre de 1979 (1979).

  5. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 21 de mayo de 1986 (1986). 2 3

  6. Conclusión de la Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, Papa Juan Pablo II. 12 de diciembre de 1997, Conclusión de la Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, § 5 (1997). 2 3 4

  7. Papa Pablo VI. Radiomensaje con motivo del homenaje de la Rosa de Oro al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (31 de mayo de 1966) - Discurso (1966). 2 3 4

  8. Papa Juan Pablo II. 8 de marzo de 1983: Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, Honduras - Homilía, § 6 (1983). 2

  9. Papa Juan Pablo II. Coronación de Nuestra Señora de los Milagros (Monasterio de La Rábida, 14 de junio de 1993) - Discurso (1993).

  10. El amor se detiene, contempla el misterio y lo goza en silencio, Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Mater Populi fidelis - Nota Doctrinal sobre algunos títulos marianos relativos a la cooperación de María en la obra de la salvación (4 de noviembre de 2025), § 17. 2 3 4

  11. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 2 de mayo de 1990 (1990). 2

  12. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 24 de julio de 1996 (1996).

  13. Papa Juan Pablo II. 1 de mayo de 1988: Santa Misa en Civita Castellana en la Fiesta de San José - Homilía, § 8 (1988).