Virtudes cristianas
Las virtudes cristianas son hábitos estables y perfectos que guían las acciones de una persona según la razón y la fe, orientándola hacia Dios y la vida eterna. Se dividen principalmente en virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), que son fundamentales para la vida moral humana y pueden ser conocidas por la razón natural, y virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son infundidas por Dios en el alma en el Bautismo y capacitan al creyente para participar en la naturaleza divina. Estas virtudes, junto con los dones del Espíritu Santo, forman el fundamento de la actividad moral cristiana y son esenciales para alcanzar la plenitud de la vida en Cristo.
Tabla de contenido
Introducción a las Virtudes
En la tradición católica, las virtudes son disposiciones estables del intelecto y la voluntad que rigen nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta de acuerdo con la razón y la fe1. Son cualidades que nos inclinan a actuar correctamente de manera habitual, permitiéndonos llevar una vida buena y constante2. La búsqueda del bien es una capacidad inherente al corazón humano, y el Espíritu Santo asiste a quienes lo reciben para discernir el bien del mal, adherirse al bien y rechazar el mal, logrando así la plena realización personal3.
La reflexión sobre las virtudes tiene una larga historia, que se remonta a la sabiduría antigua, incluso antes del cristianismo3. Filósofos como Platón y Aristóteles ya elaboraron sobre ellas, y esta herencia fue luego enriquecida y perfeccionada por los Padres de la Iglesia y los escolásticos, quienes le dieron una inflexión cristiana2.
Las Virtudes Cardinales
Las virtudes cardinales son cuatro virtudes humanas que desempeñan un papel fundamental, y todas las demás virtudes morales se agrupan en torno a ellas4. Son llamadas «cardinales» porque son el «gozne» (del latín cardo, que significa gozne o bisagra) de una buena vida3. Estas virtudes pueden ser conocidas por la razón natural y son esenciales para una vida moral bien ordenada.
Las cuatro virtudes cardinales son:
Prudencia (Prudentia): Es la virtud que inclina el intelecto a elegir lo más adecuado para alcanzar el fin último del hombre5. Se define como la recta razón en la acción6. La prudencia nos hace considerados y cautelosos en todo, para no engañarnos a nosotros mismos ni a los demás7. Gobierna el intelecto, regulando pensamientos, motivos, afectos y sentimientos, y nos permite discernir lo que es bueno y elegir los medios correctos para lograrlo5. Alcanza un grado heroico cuando coincide con el «don de consejo», que es una clara percepción divinamente asistida de la conducta correcta e incorrecta8.
Justicia (Iustitia): Es la virtud moral que inclina la voluntad a dar a cada uno lo que le es debido5. Regula las relaciones del hombre con Dios y con sus semejantes5. La justicia nos impulsa a dar a Dios lo que le debemos como criaturas y a nuestros prójimos lo que les corresponde9. Virtudes como la religión, la piedad, la obediencia, la gratitud y la veracidad giran en torno a la justicia8. Actos de justicia heroica incluyen el sacrificio de la vida por Dios o la obediencia a Su voluntad, como el caso de Abraham8.
Fortaleza (Fortitudo): Es la virtud que fortalece el alma en la búsqueda del bien5. Nos impulsa cuando la dificultad se interpone en el camino de nuestro deber y nos capacita para superar obstáculos que, para la virtud ordinaria, serían insuperables8. Su fuerza reside en la desconfianza de uno mismo y la confianza en Dios5. Virtudes aliadas a la fortaleza son la magnanimidad, la munificencia, la paciencia y la constancia5. La fortaleza alcanza su punto álgido en el martirio, que es el acto principal y supremo de esta virtud, revelándola en su forma más pura y paradigmática10,11.
Templanza (Temperantia): Es la virtud que regula los placeres de los sentidos, especialmente los del gusto y la carne5. Nos refrena cuando las pasiones nos impulsan a lo que es incorrecto8. Incluye la sobriedad, la castidad y la modestia, que los teólogos llaman «disciplina»5. Ejemplos de templanza heroica son San José y San Juan Bautista8. La templanza infundida, a diferencia de la adquirida, puede llevar a grados de auto-negación que, según la razón humana, podrían parecer excesivos, como el ayuno riguroso o el ofrecimiento voluntario de la propia vida en defensa de la fe10.
Estas virtudes humanas son disposiciones estables del intelecto y la voluntad que gobiernan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta de acuerdo con la razón y la fe1. Aunque pueden ser cultivadas por el esfuerzo humano, en el contexto cristiano, la Iglesia favorece la opinión de que, junto con la gracia y la caridad, las cuatro virtudes cardinales también son comunicadas a las almas de los justos como hábitos sobrenaturales12.
Las Virtudes Teologales
Las virtudes teologales son un conjunto de tres virtudes distintivamente cristianas: fe, esperanza y caridad3. Son llamadas «teologales» porque tienen a Dios directamente como su objeto inmediato y propio, son infundidas divinamente y solo se conocen a través de la Revelación Divina13. Son el fundamento de la actividad moral cristiana, la animan y le dan su carácter especial14. Infundidas por Dios en las almas de los fieles, las virtudes teologales los capacitan para actuar como hijos de Dios y para merecer la vida eterna14. Son una promesa de la presencia y acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano14.
Las tres virtudes teologales son:
Fe: Es una virtud infundida por la cual el intelecto es perfeccionado por una luz sobrenatural. Bajo un movimiento sobrenatural de la voluntad, el intelecto asiente firmemente a las verdades sobrenaturales de la Revelación, no por evidencia intrínseca, sino por la autoridad infalible de Dios que revela13. La fe es el fundamento de todas las virtudes, ya que por ella Dios es aprehendido por primera vez, y el alma es elevada a la vida sobrenatural8. Se manifiesta por las buenas obras, pues «la fe sin obras está muerta» (Santiago 2:2)8. La fe heroica se demuestra en la perseverancia inquebrantable, incluso ante circunstancias extremadamente difíciles, como el martirio por la fe8.
Esperanza: Es una virtud divinamente infundida por la cual confiamos, con una confianza inquebrantable basada en la asistencia divina, en alcanzar la vida eterna13. La esperanza heroica se manifiesta como una confianza inquebrantable en la ayuda de Dios a través de todos los acontecimientos adversos de la vida, estando dispuesta a abandonar y sacrificar todos los demás bienes para obtener la felicidad prometida del cielo8. Abraham es un modelo de esperanza, quien «contra toda esperanza, creyó en la esperanza» (Romanos 4:18)8.
Caridad: Es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios13. La caridad es la virtud que «informa, bautiza y consagra, por así decirlo, todas las demás virtudes»8. Es la madre fecunda de la santidad y la posesión única y suficiente8. San Pablo la exalta en 1 Corintios 13, donde afirma que «ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad»12. La caridad es infundida inmediatamente con la gracia santificante y son compañeras inseparables12. El acto más perfecto de caridad es el martirio, que es el signo del amor más grande, como dice Juan 15:13: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos»11.
Las virtudes teologales son absolutamente necesarias para cualquier acto humano que pertenezca a la salvación. Orientan al ser humano completamente hacia Dios a través de la gracia santificante, que es una participación en la vida divina misma15.
Interrelación entre Virtudes Cardinales y Teologales
Las virtudes cardinales y teologales no operan de forma aislada, sino que están profundamente interconectadas. Las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad informan y dan vida a las virtudes morales9,14. De hecho, la caridad es la forma de todas las virtudes morales infundidas, incluida la virtud de la religión16.
Mientras que las virtudes cardinales se refieren a la bondad racional en relación con las cosas creadas, las virtudes teologales tienen a Dios directamente como su objeto formal12. Las virtudes teologales elevan la acción humana, haciéndola «absolutamente buena» y orientándola hacia nuestro fin último, que es Dios mismo, amado a través de la caridad17.
Por ejemplo, la prudencia puede abrirnos a la fe, la justicia a la caridad, y la fortaleza y la templanza a la esperanza17. A la inversa, las virtudes teologales «mandan» los actos de las virtudes inferiores16. La fe proporciona el conocimiento de que Dios es nuestro fin último, y la esperanza nos da la fuerza para superar los obstáculos en el camino hacia este fin superior17.
La presencia del Espíritu Santo transforma interiormente al hombre, elevando su ser y su actuar, y permitiéndole vivir en relación con la Santísima Trinidad a través de las virtudes teologales. Por la fe, el creyente ve a Dios, a sus hermanos y la historia desde la perspectiva de la revelación divina; por la esperanza, mira el futuro con certeza confiada, fijando su mirada en la felicidad eterna; y por la caridad, ama a Dios con todo su corazón y a los demás como Jesús los amó, con una entrega total de sí mismo18.
Virtudes Infusas y Adquiridas
La tradición católica distingue entre virtudes adquiridas y virtudes infusas. Las virtudes adquiridas son aquellas que se obtienen mediante el esfuerzo humano y la repetición de actos buenos17. Las virtudes infusas, por otro lado, son dones de Dios, infundidos en el alma con la gracia santificante, y no son el resultado de nuestras acciones, aunque estas pueden disponernos a recibirlas17,12. Las virtudes teologales son siempre infusas19.
Mientras que las virtudes adquiridas aumentan a través de los actos que las causan, las virtudes infusas aumentan a través de la acción de Dios, quien las causa17. En la vida de gracia, aunque las virtudes teologales nos orientan hacia Dios como nuestro fin último, también requerimos otras virtudes infusas, las virtudes cardinales infusas, para actuar correctamente en relación con los medios para ese fin15. Las virtudes cardinales infusas difieren en especie de las adquiridas, ya que el modo que se impone en las concupiscencias según la regla de la razón humana es diferente del modo que se impone según la regla divina10.
Virtud Heroica
La virtud heroica se refiere a un grado de excelencia en la práctica de las virtudes que supera lo ordinario y se caracteriza por una valentía y distinción excepcionales8. Los actos de virtud que proceden del principio divino dentro de nosotros contienen elementos de todas las virtudes, y el análisis mental los considera bajo diversos aspectos8.
Un cristiano santo debe estar dotado de las virtudes teologales, especialmente de la caridad divina, que es la virtud que informa y unifica todas las demás virtudes en un esfuerzo poderoso por participar en la vida divina8. La caridad se erige en la cima de todas las virtudes, mientras que la fe es su fundamento8.
La heroicidad de las virtudes es un criterio clave en el proceso de beatificación y canonización en la Iglesia Católica. Para que una virtud sea considerada heroica, debe ser practicada con perseverancia inquebrantable durante un largo período o bajo circunstancias tan difíciles que disuadirían a personas de perfección ordinaria de actuar8.
Conclusión
Las virtudes cristianas, tanto las cardinales como las teologales, son esenciales para el camino de la santidad y la realización plena de la vocación humana en Cristo. Las virtudes cardinales nos proporcionan el marco para una vida moralmente buena en el mundo, mientras que las virtudes teologales nos elevan a una participación en la vida divina, orientándonos directamente hacia Dios como nuestro fin último. Juntas, forman un «septenario maravilloso» que guía al creyente en su peregrinación hacia el Reino celestial, animadas por el Espíritu Santo y perfeccionadas por la gracia divina3,18.
Citas
Sección primera: la vocación del hombre: la vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1834. ↩ ↩2
Romanus Cessario, O.P., Craig Steven Titus, et al. Book Reviews (Nova et Vetera, Vol. 14, n.º 1), § 30. ↩ ↩2
Ciclo de catequesis. Vicios y virtudes. 16. La vida de la gracia según el Espíritu, Papa Francisco. Audiencia General del 24 de abril de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 16. La vida de la gracia según el Espíritu, §Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 16. La vida de la gracia según el Espíritu (2024). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Sección primera: la vocación del hombre: la vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1805. ↩
Buenaventura. De Reductione Artium ad Theologiam, § 85. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Resumen de las palabras del Santo Padre, Papa Francisco. Audiencia General del 20 de marzo de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 12. La prudencia (2024). ↩
De las virtudes teologales y cardinales. - Declárame el oficio de estas virtudes, Roberto Belarmino. Doctrina Christiana, § 30 (1597). ↩
Virtud heroica, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Virtud heroica. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18
Sección segunda: los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2095. ↩ ↩2
Bruce D. Marshall. Religión y elección: Aquino sobre la ley natural, el judaísmo y la salvación en Cristo, § 21. ↩ ↩2 ↩3
Bruce D. Marshall. Religión y elección: Aquino sobre la ley natural, el judaísmo y la salvación en Cristo, § 22. ↩ ↩2
Gracia santificante, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Gracia santificante. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Virtud, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Virtud. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Sección primera: la vocación del hombre: la vida en el espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1813. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Reinhard Hütter. «In hope he believed against hope» (Rom 4:18) Fe y esperanza: Dos motivos paulinos interpretados por Aquino: Una relectura de la Carta Encíclica Spe Salvi del Papa Benedicto XVI, § 24. ↩ ↩2
Reinhard Hütter. Happiness and Religion: Why the Virtue of Religion is Indispensable for Attaining the Final End: A Re-lecture of Thomas Aquinas with an Eye to His Contemporary Relevance, § 34. ↩ ↩2
Tres virtudes absolutamente perfectas: Las virtudes teologales, R. E. Houser. Picking Up the Pieces of a Shattered Culture: Abandoning Sartre for Aquinas, § 16. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
«aliento de vida», Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 22 de julio de 1998, § 3 (1998). ↩ ↩2
Lección décima. Sobre los efectos de la redención, Tercer Concilio Plenario de Baltimore. Un Catecismo de Doctrina Cristiana (El Catecismo de Baltimore n.º 3), § 469 (1954). ↩