Vulgata

La Vulgata es la traducción latina de la Biblia, realizada en gran parte por San Jerónimo a finales del siglo IV y principios del siglo V. Se convirtió en la versión oficial y más influyente de la Biblia en la Iglesia Católica durante más de mil años, moldeando la cultura, el arte, la literatura y el lenguaje popular de Europa occidental. A lo largo de los siglos, experimentó diversas revisiones para corregir las corrupciones textuales que surgieron debido a la copia manual, culminando en la Neo-Vulgata, promulgada por San Juan Pablo II en 1979 como la edición típica para el uso litúrgico y pastoral de la Iglesia.
Tabla de contenido
Orígenes y Desarrollo
La necesidad de una nueva traducción latina de la Biblia surgió en la Iglesia Occidental debido a la proliferación de versiones latinas antiguas, conocidas colectivamente como la Vetus Itala o Antigua Latina, que presentaban numerosas variantes textuales y deficiencias1,2. Estas traducciones, aunque útiles en los primeros días del cristianismo, carecían de supervisión oficial y se habían corrompido con el tiempo, llevando a San Jerónimo a afirmar que había «casi tantas lecturas como códices»2.
Por encargo del Papa Dámaso I, San Jerónimo emprendió la tarea de revisar los textos latinos existentes. Alrededor del año 383 d.C., comenzó con la revisión del Nuevo Testamento, corrigiendo los Evangelios con la ayuda de antiguos manuscritos griegos y aplicando un método similar al resto de los libros del Nuevo Testamento1,2. También realizó una revisión apresurada del Salterio a partir de la Septuaginta, que se usó en la Iglesia romana hasta el tiempo de San Pío V y todavía se conserva en ciertos ritos y el breviario moderno1,3.
Sin embargo, San Jerónimo se convenció de la necesidad de una traducción completamente nueva del Antiguo Testamento directamente del hebreo, en lugar de revisar las versiones latinas basadas en la Septuaginta1. Su dominio del latín, su conocimiento de los lugares y costumbres bíblicas adquirido durante su residencia en Palestina, y su notable pericia en hebreo y las tradiciones exegéticas judías lo hicieron excepcionalmente apto para esta labor1. Comenzó esta tarea en el año 390 d.C. y la completó en el 405 d.C., traduciendo los libros protocanónicos del Antiguo Testamento del hebreo y los libros deuterocanónicos de Tobías y Judit del arameo1. A esto se añadió su revisión del Salterio galicano (una revisión más cuidadosa del Salterio basada en el texto hexaplar), el Nuevo Testamento revisado del latín antiguo con la ayuda del griego original, y los restantes libros deuterocanónicos y porciones de Ester y Daniel, tal como existían en la Itala1.
Así se formó la versión de la Biblia que llegó a ser conocida como la Vulgata, un nombre que indica su uso común y que se estableció firmemente en el siglo XIII1.
Impacto y Recepción Inicial
A pesar de su calidad, la Vulgata no fue recibida con favor universal al principio1. Algunos la consideraron una perversión influenciada por los judíos, mientras que otros la juzgaron inferior a la Septuaginta, y quienes reconocieron sus méritos temieron que causara disensiones1. No obstante, poco a poco fue suplantando a la Antigua Latina. Adoptada por varios escritores en el siglo V, su uso se generalizó en el siglo VI, y para el siglo IX, se encontraba prácticamente en toda la Iglesia Romana1.
La traducción de San Jerónimo se destacó por su estilo elegante, expresión clara y fidelidad general al sentido del original, a pesar de algunas libertades en lecturas restringidas o ampliadas1. La Vulgata tuvo una influencia inmensa en la Iglesia Occidental, enriqueciendo el pensamiento y el lenguaje de Europa y sirviendo como fuente de casi todas las traducciones modernas de las Escrituras1. De hecho, la Europa medieval aprendió a leer, orar y pensar a partir de sus páginas, convirtiéndose en un «léxico inmenso» y un «atlas iconográfico» del que se nutrieron la cultura y el arte cristianos4.
Corrupciones y Esfuerzos de Revisión
Desde sus primeros días, el texto de la Vulgata comenzó a sufrir corrupciones, principalmente a través de copistas que introducían lecturas familiares de la Antigua Latina o insertaban glosas marginales de los manuscritos que transcribían1. Esta situación llevó a la necesidad de revisiones a lo largo de los siglos.
Entre las revisiones más notables se encuentran:
Alcuino de York (siglo VIII): Completó una revisión en el año 801 d.C. con la ayuda de los mejores manuscritos de su tiempo1.
Teodulfo de Orleans (siglo VIII): Realizó otra revisión aproximadamente en la misma época1.
Lanfranco (fallecido en 1089), San Esteban de Cîteaux (fallecido en 1134) y el Cardenal Nicolás (fallecido en 1150): Sus recensiones son algunas de las más conocidas entre otras posteriores1.
Posteriormente, las universidades y órdenes religiosas comenzaron a publicar sus «Correctoria biblica», que eran comentarios críticos sobre las diversas lecturas encontradas en los manuscritos y escritos de los Padres1.
El Concilio de Trento y la Vulgata Clementina
Después de la invención de la imprenta por Gutenberg en 1456, se publicaron rápidamente numerosas ediciones de la Vulgata1. Sin embargo, la circulación de estas ediciones, junto con otras versiones latinas, llevó a una creciente incertidumbre sobre un texto estándar1,5.
Fue en este contexto que el Concilio de Trento (1545-1563), en su cuarta sesión (8 de abril de 1546), abordó la cuestión de la Vulgata. El Concilio, en su decreto Insuper, declaró que la antigua edición Vulgata, que había sido aprobada por la Iglesia a través de un largo uso durante tantos siglos en lecturas públicas, disputas, sermones y exposiciones, debía ser considerada auténtica, y que nadie, bajo ningún pretexto, se atreviera o presumiera a rechazarla4,1,6.
Esta declaración del Concilio de Trento no pretendía desvalorizar los textos originales en hebreo o griego, ni otras versiones en circulación, ni prohibir el estudio de los textos originales4,1. Más bien, aprobaba la Vulgata y ordenaba su uso público y oficial como un texto libre de errores en doctrina y moral1. Los Padres conciliares identificaron tres preocupaciones principales que impulsaron la necesidad de un texto corregido:
Discrepancias entre las diversas ediciones latinas en circulación y la falta de claridad sobre cuál tenía autoridad5.
Errores y corrupciones introducidos en el texto de Jerónimo a lo largo de los siglos5.
La posibilidad de que ciertas palabras o frases en la Vulgata no capturaran con precisión el significado de los textos originales5.
El Concilio de Trento dejó a la Santa Sede la tarea de proporcionar una revisión corregida de la Vulgata1. Este proceso fue lento, pero condujo a la publicación de la Vulgata Sixtina en 1590, bajo el Papa Sixto V, que fue ordenada como texto estándar1. Sin embargo, tras su muerte, se realizó una revisión adicional bajo la dirección de Franciscus Toletus, S.J., y finalmente la obra fue impresa en 1598 bajo el pontificado de Clemente VIII1. Esta edición, conocida como la Vulgata Clementina (o Sixto-Clementina), se convirtió en la versión oficialmente reconocida del rito latino y el único texto autorizado de la Vulgata durante casi cuatrocientos años1,5,7.
La Neo-Vulgata
A pesar de su estatus autoritativo, con el tiempo quedó claro que la Vulgata Clementina presentaba insuficiencias desde una perspectiva crítico-textual8,5.
Los esfuerzos para una nueva revisión crítica se reanudaron a principios del siglo XX:
Papa Pío X (1907): Formó una comisión de monjes benedictinos con la tarea de producir una edición crítica de la Vulgata tal como fue redactada por San Jerónimo en el siglo V8,2,3. Este trabajo fue concebido como un paso preliminar hacia la producción de un texto de la Vulgata que satisficiera las preocupaciones de Trento8.
Papa Pablo VI (1965): Estableció la Comisión Pontificia para la Nueva Vulgata, con la misión de producir un nuevo texto de la Vulgata8,9. El Concilio Vaticano II, al mismo tiempo que confirmaba el respeto por la Vulgata, decretó que el trabajo de revisión debía terminarse lo antes posible, teniendo en cuenta el estilo de la latinidad cristiana y toda la tradición de la Iglesia Latina9.
El proceso iniciado en Trento culminó en 1979 cuando San Juan Pablo II promulgó formalmente la Neo-Vulgata con la Constitución Apostólica Scripturarum Thesaurus4,8,9. Esta nueva edición suplantó a la Vulgata Sixto-Clementina y se convirtió en el texto latino autoritativo de la Sagrada Escritura de la Iglesia8.
La Neo-Vulgata se basa en ediciones críticas del texto de Jerónimo, así como en ediciones críticas modernas de los textos en los idiomas originales8. Su objetivo fue combinar una justa valoración de la tradición con las legítimas exigencias de la ciencia crítica moderna9. Es la edición típica a la que se remiten las traducciones vernáculas destinadas al uso litúrgico y pastoral, y sirve como fundamento para los estudios bíblicos9. Cualquier enmienda al texto Sixto-Clementino en la Neo-Vulgata no puede socavar la doctrina establecida de la Iglesia, ya que la unidad interna entre Escritura y Tradición, guiada por el Espíritu Santo, impide la elevación a doctrina de una enseñanza errónea derivada de un texto bíblico corrompido8.
Legado y Relevancia Actual
La Vulgata, en sus diversas formas, ha sido una piedra angular de la fe y la cultura católica durante siglos. Más allá de su papel litúrgico, ha influido profundamente en la literatura, el arte y el lenguaje de Occidente4. La traducción de la Vulgata hecha en Reims y Douay a finales del siglo XVI, revisada por el obispo Challoner en el siglo XVIII, es la versión de la Biblia utilizada ordinariamente por los católicos de habla inglesa3.
Hoy en día, la Nova Vulgata (Neo-Vulgata) es la edición latina oficial y autorizada de la Biblia para la Iglesia Católica, utilizada en la liturgia y como referencia para nuevas traducciones4,8,9. Su desarrollo refleja el compromiso continuo de la Iglesia con la transmisión fiel de la Palabra de Dios, equilibrando la reverencia por la tradición con la aplicación de la erudición bíblica moderna.
Citas
Versiones de la Biblia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Versiones de la Biblia. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27
Revisión de la Vulgata, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Revisión de la Vulgata. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 696. ↩ ↩2 ↩3
La Vulgata, Papa Francisco. Scripturae sacrae affectus (2020). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Una nota sobre la nueva Vulgata, Kevin Raedy. ¿Qué pasó con la Vulgata? Un análisis de Divino Afflante Spiritu y Dei Verbum, § 21. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Concilio de Trento 1545-1563 - Ecuménico XIX (contra novatores siglo XVI) - Sesión IV (8 de abril de 1546) se aceptan los libros sagrados y las tradiciones de los apóstoles, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 1506 (1854). ↩
Lo que la Biblia le debe a la Iglesia Católica, Papa León XIII. Providentissimus Deus, § 8 (1893). ↩
Kevin Raedy. ¿Qué pasó con la Vulgata? Un análisis de Divino Afflante Spiritu y Dei Verbum, § 22. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Papa Juan Pablo II. Scripturarum Thesaurus (1979). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6