Zaqueo (figura bíblica)
Zaqueo es una figura bíblica prominente en el Nuevo Testamento, conocido principalmente por su encuentro transformador con Jesús en Jericó, narrado en el Evangelio de Lucas (Lc 19, 1-10)1. Este relato lo presenta como un jefe de publicanos, un recaudador de impuestos, y un hombre rico, características que lo hacían una figura despreciada en la sociedad judía de su tiempo2,3. Su historia es un poderoso testimonio de la misericordia divina, la conversión personal y la capacidad de redención, destacando cómo el encuentro con Cristo puede cambiar radicalmente una vida4,5.
Tabla de contenido
El Contexto de Zaqueo en Jericó
¿Quién era Zaqueo?
Zaqueo era un jefe de publicanos en Jericó, lo que implicaba que supervisaba a otros recaudadores de impuestos y era responsable de cobrar tributos para el Imperio Romano2,3. Esta profesión era profundamente impopular entre los judíos, ya que los publicanos eran vistos como colaboradores de los ocupantes romanos y a menudo se enriquecían mediante la extorsión y la corrupción2,6. El Evangelio de Lucas enfatiza que Zaqueo era también un hombre rico, lo que sugiere que había acumulado su fortuna a expensas de otros, abusando de su posición2. Por estas razones, Zaqueo era probablemente una figura excluida y despreciada por la mayoría de sus conciudadanos2.
Jericó: Un Lugar de Encuentro
Jericó, la ciudad donde tiene lugar este encuentro, es descrita en el Evangelio de Lucas como una ciudad ubicada por debajo del nivel del mar, lo que el Papa Francisco interpreta simbólicamente como una «imagen del inframundo», un lugar donde Jesús busca a aquellos que se sienten perdidos2. La llegada de Jesús a Jericó no fue casualidad; de hecho, «nada de lo que Dios hace sucede por casualidad»4. Este contexto subraya la intención de Jesús de buscar y salvar a los que estaban perdidos, un tema central en la historia de Zaqueo1,7.
El Encuentro con Jesús
El Deseo de Ver a Jesús
A pesar de su posición social y su riqueza, Zaqueo sentía un profundo deseo de ver a Jesús, quien pasaba por Jericó2,1. Sin embargo, se enfrentaba a dos obstáculos: su corta estatura y la multitud que lo rodeaba, impidiéndole ver al Maestro2,1. Este impedimento físico y social refleja las limitaciones y los juicios que a menudo enfrentamos en la vida2.
Motivado por su fuerte deseo, Zaqueo tomó una medida inusual y humilde para un hombre de su estatus: corrió y se subió a un sicómoro2,1. Este acto, que podría haber parecido ridículo para los demás, demostró su valentía y su simplicidad infantil, sin preocuparse por su imagen o reputación2.
La Mirada de Cristo y la Invitación
Lo que Zaqueo no esperaba era que Jesús no solo lo vería, sino que lo llamaría por su nombre. Al llegar al lugar, Jesús levantó la vista y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que quedarme en tu casa» (Lc 19, 5)1. Este momento fue una «sorpresa» de la gracia de Dios, un encuentro que no fue fortuito, sino el fruto de una misericordia que ya lo había precedido y atraído4.
La mirada de Jesús no fue de reproche, sino de misericordia y ternura, expresando confianza y amistad4,2. Escuchar su nombre pronunciado con afecto, en lugar del desprecio de sus conciudadanos, debe haber sido una experiencia asombrosa para Zaqueo4. Esta invitación a quedarse en su casa fue un gesto de cercanía y aceptación que superó todas las expectativas y los juicios de la multitud, quienes murmuraban al ver que Jesús entraba en la casa de un «pecador»1,3.
La Conversión y la Salvación
La Respuesta de Zaqueo
La respuesta de Zaqueo a la invitación de Jesús fue inmediata y llena de alegría1. La presencia de Jesús en su hogar y sus palabras de perdón tocaron profundamente su corazón, llevándolo a una conversión radical2,8,9. De pie ante el Señor, Zaqueo declaró: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguien en algo, le devolveré cuatro veces más» (Lc 19, 8)1.
Este compromiso no fue un precio a pagar por el perdón de Dios, que es gratuito, sino un deseo de imitar a Aquel por quien se sintió amado2. Zaqueo no solo se comprometió a dar la mitad de sus posesiones a los pobres, sino también a restituir cuatro veces lo que había defraudado, superando incluso las exigencias de la ley romana y rabínica sobre la restitución2,6. Este acto de generosidad y justicia es un claro signo de su arrepentimiento sincero y de la transformación de su corazón8,9,10.
La Proclamación de la Salvación
Ante la conversión de Zaqueo, Jesús proclamó: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 9-10)1. Estas palabras resumen el propósito de la misión de Jesús y el significado del encuentro con Zaqueo7. La salvación no es solo un evento futuro, sino una realidad presente que se manifiesta en la transformación del corazón humano10.
El encuentro de Zaqueo con Cristo es un ejemplo de cómo la luz de Jesús disipa la oscuridad de la mente humana, ampliando los horizontes de la existencia y generando una conciencia de las necesidades de los demás y un sentido de justicia9. La apertura del corazón al prójimo es uno de los principales frutos de una conversión sincera, donde el hombre sale de su egoísmo para «ser para los demás»9.
Zaqueo en la Tradición Católica
La historia de Zaqueo es un tema recurrente en la catequesis y la liturgia católica, especialmente en las homilías, debido a su riqueza teológica y su mensaje de esperanza4,2,3.
Un Modelo de Conversión
Zaqueo es presentado como un modelo de conversión y arrepentimiento5. Su historia enseña que el encuentro con Cristo tiene el poder de cambiar la vida de una persona, incluso de aquellos que son considerados «irremediablemente perdidos»2,5. La conversión implica un dolor por los pecados cometidos y el firme propósito de no volver a pecar, alimentado por la esperanza en la misericordia de Dios11. En el caso de Zaqueo, su deseo de ver a Jesús fue ya el fruto de una misericordia que lo precedió y lo atrajo4.
La Gracia Preveniente de Dios
La narrativa de Zaqueo subraya la idea de la gracia preveniente de Dios. No es el pecador quien, por su propio esfuerzo, gana la misericordia, sino que es la misericordia la que lo impulsa en el camino de la conversión12. El encuentro con Jesús no fue casualidad, sino parte del plan divino, donde Dios busca activamente a los perdidos4,2. Este episodio es un recordatorio de que la confesión, antes de ser el camino del hombre hacia Dios, es la llegada de Dios a la casa de la persona12.
La Misericordia Divina
La historia de Zaqueo es un testimonio elocuente de la infinita misericordia de Dios, que «no mira a los pecados de los hombres en vista del arrepentimiento»10,7. Jesús no condena a Zaqueo, sino que lo llama por su nombre y entra en su casa, ofreciéndole una oportunidad de redención4,2. Esta misericordia a veces es difícil de aceptar, especialmente cuando Dios perdona a quienes, según nuestra opinión, no lo merecen, pero el amor de Dios no tiene límites2.
Conclusión
La figura de Zaqueo, el jefe de publicanos de Jericó, sigue siendo una fuente de inspiración y reflexión para los católicos. Su historia en el Evangelio de Lucas nos invita a no perder la esperanza, incluso cuando nos sentimos marginados o incapaces de cambiar2. Nos enseña a cultivar el deseo de ver a Jesús y, sobre todo, a dejarnos encontrar por la misericordia de Dios, que siempre nos busca, sin importar cuán perdidos nos sintamos2. La conversión de Zaqueo demuestra que un encuentro personal con Cristo puede transformar radicalmente una vida, llevando a la justicia, la caridad y, en última instancia, a la salvación9,10.
Citas
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Sagrada Biblia, §Lucas 19. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
Papa Francisco. Catequesis preparada por el Santo Padre para la Audiencia General del 2 de abril de 2025 - Ciclo de Catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra Esperanza. II. La vida de Jesús. Los encuentros 3. Zaqueo. «¡Hoy debo quedarme en tu casa!» (Lc 19,5) (2025). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22
Papa Juan Pablo II. 2 de noviembre de 1980: Visita pastoral a la parroquia de «N. S. del SS Sacramento e dei Martiri Canadesi» en Roma - Homilía, § 3 (1980). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 2002, § 5 (2022). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 30 de agosto de 2000, § 4 (2000). ↩ ↩2 ↩3
Agustín de Hipona. Sermones sobre Pasajes Escogidos del Nuevo Testamento - Sermón 63, § 3 (420). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 5 de noviembre de 1989: Visita a la parroquia de «Santa Inés», Roma - Homilía, § 1 (1989). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. 2 de noviembre de 1980: Visita pastoral a la parroquia de «N. S. del SS Sacramento e dei Martiri Canadesi» en Roma - Homilía, § 6 (1980). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 8 de junio de 1999: Viaje apostólico a Polonia, Elk - Homilía (1999). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. 5 de noviembre de 1995: Visita pastoral a la parroquia de los Santos Mario y Compañeros, Mártires en Roma - Homilía (1995). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Sección II los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1490. ↩
Papa Juan Pablo II. Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 2002, § 6 (2022). ↩ ↩2